Archive for diciembre, 2019

Luz de enero

                               Enero es un mes que por estos lares castellanos, que no manchegos -recuerden que el límite septentrional de la Mancha está en las tierras conquenses de Tarancón-, se presenta siempre frío y húmedo, como no podría ser de otra manera pues acabamos de superar el solsticio de invierno que es el momento en que acortan más los días y, por ende, se estiran las noches como una longaniza, por utilizar como símil un producto matancero, ahora que llega pronto San Antón, cuando dice el refranero que ya no debes tener en la pocilga tu lechón.

                               Enero suele ser frío, sí, especialmente si viene ventoso, como también suele ser húmedo, sobre todo en los valles y en las umbrías donde escarchas y cencelladas se suceden sin solución de continuidad y dan a la tierra un tono albino por la falta de fuerza del sol. El color de enero en Castilla es el blanco de la helada -antes también de la nieve, cuando nevaba- y el marrón de la tierra pelada que duerme para no tiritar de frío; el sueño siempre es un buen abrigo. El sol de enero es frío como un témpano, pero claro y luminoso como el rostro y el halo de la Virgen en la Anunciación del conocido cuadro de Fray Angélico. La luz de enero es especialmente intensa, clara, límpida, transparente, cegadora… pero fría, como la mirada de un psicópata, como los ojos de un animal muerto, como el tacto del hielo o del metal alejado de cualquier foco de calor. Enero es un mes en el que la tierra se toma un respiro, se acuesta y se va a dormir hasta que el sol no solo traiga luz, sino también calor, puede que ya mismo en febrero o a más tardar en marzo, cuando se anuncia la primavera, aunque a veces se haga la remolona y retrase hasta abril. Enero, a pesar de ser el mes del invierno por excelencia, no deja de ser una promesa de primavera que nos hace su fría pero potente luz y que nos ayuda a ver desnuda a la naturaleza, que es cuando más se parece a sí misma. Las hojas y las flores en árboles y plantas, la muda de piel en animales, no dejan de ser máscaras que se pone la vida natural pues cuando más auténtica es, se nos muestra como el olivo del poema de Alberti, niño y viejo a la vez, pero ya sin “un saquito todo lleno de aceitunas colgado a la cintura” pues, precisamente en enero, acaba el tiempo de su recogida. Al discurrir de enero, pese a su luz breve, pero honda, Antonio Machado lo asimiló en su “Canción de invierno” con el paso por un “oscuro túnel” y un “húmedo encierro”, proponiendo como viático para superar esas horas crepusculares del invierno “tener una mujer al lado, en el hogar un leño…, y un libro que nos lleve desde la prosa al sueño”. ¡Hagan camino al leer!

                               ¿Y cómo va a ser este enero del bisiesto 2020, el MMXX en numerología romana? Pues, como decía irónicamente mi querido y recordado hermano, Carlos, el 1 de febrero lo podremos decir sin temor a equivocarnos, aunque si lo que queremos es entrar en el proceloso, arriesgado pero sugerente mundo de la pronosticación, podemos acudir a dos fuentes tradicionales: las cabañuelas y el antes archiconocido y usado en el hoy vaciado mundo rural “Calendario Zaragozano”. Recordemos que las cabañuelas analizan los fenómenos meteorológicos que se producen entre el 2 y el 13 de agosto -cada día se corresponde con un mes del año siguiente- y entre el 14 y el 25 de ese mismo mes; a estas segundas cabañuelas se les llama “retorneras”. En nuestra propia provincia siempre ha habido predictores meteorológicos que usaban las cabañuelas, pero no me consta que en la actualidad haya ninguno que lo haga, al menos de forma pública y notoria. Quien sí lo hace todavía y hasta goza de fama por ello, es el salmantino Manuel Briz y sus cabañuelas para 2020 pronostican un enero “muy frío, con nieblas y algo de agua y nieve”. Como verán, se trata de una adivinación poco adivinatoria pues que en enero haga mucho frío, haya nieblas y llueva o nieve es lo habitual. Pero si lo dicen las cabañuelas de don Manuel Briz, pues punto redondo.

                ¿Y qué dice el “Calendario Zaragozano” que va a hacer en enero? Pues esta vetusta publicación que fundó el astrólogo aragonés don Mariano Castillo y Ocsiero en 1840, y que actualmente se vende al precio de 2,40 euros, resume así el tiempo que nos espera en este mes con el que principia 2020: “Temporales de invierno, con vientos fríos del NE.; más adelante, abonanzará el temporal por los vientos del O. que serán templados y suaves; fuertes escarchas al final, borrascoso, lluvioso y de mejor temple por la influencia de los vientos del S. y SO, dominantes”. Tampoco es que el Zaragozano haya arriesgado mucho…

                En cualquier caso, enero seguirá trayéndonos esa luz, fría, sí, pero limpia y transparente como pocas, como la que nos acerca ese sol que se ve despuntar en la foto que acompaña este post, tomada en el parque de San Roque mientras las acacias aún tiritaban de frío, los patos metían la cabeza debajo del ala y comenzaba a brillar el rojo cinabrio de la cúpula neobizantina del panteón de la Condesa de la Vega del Pozo. Y a quien no le gusten ni enero ni el invierno que se consuele pensando que lo que va a ser, va siendo.

                ¡Feliz año nuevo a todos, un deseo que quiero que sea especialmente intenso para quienes menos felices les están dejando ser sus circunstancias!

¿Navidad imposible en la Guadalajara vaciada?

                               Por mucho que algunos -bastantes y cada vez más- se empeñen en darle un contenido intencionada y progresivamente más profano, la Navidad es una fiesta de absoluto contenido religioso en lo fundamental, aunque se le adorne por lo civil de espumillón, langostinos, turrón y centros comerciales, las pajas de ahora que dan mucho menos calor al niño que las de la caña del trigo, la cebada o el centeno de Belén, por muy humildes que fueren. Pese a que la Navidad coincida con el solsticio de invierno y en los ritos precristianos este ciclo también tuviera un señalado carácter festivo, si bien trufado de elementos idólatras, mágicos y esotéricos, la gran fiesta por el nacimiento de Jesús es la piedra angular de la religión cristiana que, junto con la filosofía griega y el derecho romano, conforman los tres pilares básicos de la cultura europea, exportada a otros continentes como ninguna otra ha logrado. Cada uno es muy libre de celebrar la Navidad, e incluso de no hacerlo, como le venga en gana, por supuesto, pero circunscribir ésta a un fasto por lo civil es renunciar a la esencia y los fundamentos, tanto materiales como inmateriales, que nos han sido transmitidos y que llamamos tradición. Tradición es una palabra de origen latino, como el setenta por ciento de las que conforman el idioma español, que deviene de “traditio”, que significa entrega, transmisión; es decir, la tradición es lo que se nos ha dado, lo que se nos ha legado por quienes nos han precedido y, por ende, lo que estamos obligados a entregar y a transmitir a quienes nos sucedan; si es que nos sucede alguien porque cada vez nacen menos niños, especialmente de familias residentes en zonas rurales de la provincia, y gran parte de los pocos que nacen marchan del pueblo a la ciudad antes de mocear si quiera.

                Según ha informado recientemente este diario en línea con datos del avance del INE,entre enero y junio de 2019 ha habido en Guadalajara 966 nacimientos (541 hombres y 455 mujeres) mientras que han fallecido 1085 personas (en este caso murieron más mujeres -536- que hombres -522-). Un saldo vegetativo negativo, por tanto, de 119 personas. Faltan por tabular los datos del segundo semestre del año, pero si se revisan las estadísticas pasadas, es tendencia el hecho de que mueran más personas de las que nacen en nuestra provincia y si este dato se circunscribiera solo al medio rural, sería demoledor. Los cada vez menos sacerdotes que hay en nuestra Diócesis y que, por ende, multiplican las parroquias a las que atender, tienen, figuradamente, llenas de telarañas sus pilas bautismales, mientras que han hecho ya rodales en los caminos de los cementerios de tanto transitarlos. A los niños se les ha olvidado nacer en los pueblos, mientras que los mayores se empeñan en morirse en ellos o, al menos, en ser enterrados allá donde están sus raíces y el polvo de los huesos de sus antepasados. Así las cosas, el saldo vegetativo de la Guadalajara más rural -que es el 80 por ciento de la provincia, aunque en ella solo viva menos de un 20 por ciento de la población-, más que un dato matemático, es un grito tan profundo y desolador como el que transmite el conocido cuadro de Munch, un clamor de angustia y desesperanza. Parecen, por tanto, imposibles las navidades en la Guadalajara vaciada, porque Navidad viene de natividad y en gran parte de ella el único niño que nace es Jesús… y tiene ya 2019 años. Pero la Navidad no es cuestión de cantidad, porque en ella solo nace un niño, en la ciudad más poblada o en el pueblo semivacío; la Navidad es un asunto de cualidades, de seres y de sentires, de calideces y esperanzas, de afectos y voluntades. Si nadie espera al niño en la gran ciudad, no nace, o lo hace en el más humilde de sus arrabales, los belenes de hoy; si hay una sola persona en el más pequeño y alejado lugar, pero le espera, Jesús nace en la plenitud que representan la humildad y la sencillez, los dos valores que confieren a los hombres de buena voluntad la verdadera paz. ¿Navidad imposible en las tierras y los pueblos vaciados? Es más difícil tener noticias de Jesús en las ciudades más grandes que en los pueblos más pequeños; en aquellas, el humo y ruido difuminan y contaminan todo, mientras que en estos no hay más sonido que el del silencio y en él se puede escuchar hasta la voz endeble de un niño que ni sabe ni quiere saber de intereses y cuyo único lenguaje es el amor.

                En este 2019 que me ha arrancado un hermano del corazón, en el tiempo del nacimiento de Jesús va a nacer también mi niño particular, Darío, a quien prometo mientras aún se piensa cuando nace que siempre le estaré esperando. Y es que la vida solo tiene sentido, y futuro, en la esperanza.

                ¡Feliz Navidad!   

Foto: Puesta de sol en el bosque de Arroyo de Fraguas. Noviembre 2019

La playa de Revuelta

En los últimos días de noviembre, en la Sala Tragaluz del Teatro Auditorio Buero Vallejo, se celebró un sencillo, pero sentido y justo homenaje póstumo a Fernando Revuelta Somalo, político local de izquierdas de larga trayectoria que hasta llegó a ser alcalde de la capital de forma interina durante cinco días, en julio de 1992, tras la dimisión de Blanca Calvo como alcaldesa, quien como cabeza de lista de IU lideró durante un año, un mes y un día el gobierno municipal, con el único apoyo de dos concejales: el propio Revuelta, que fue su primer teniente de alcalde, y Elvira Moreno. Aquel año de sorpresivo gobierno de IU fue un regalo envenenado que hizo a la ciudad el tacticismo político del PSOE pues, contrariado porque las bases de IU habían rechazado el pacto de gobierno de coalición con ellos, negociado, precisamente, por Fernando Revuelta y Javier de Irízar, decidió votar a la candidata de IU. Así, sumados los diez votos del PSOE a los tres de IU, Blanca Calvo accedió a la alcaldía, pero sin contar después con el apoyo socialista; bien al contrario, recibiendo una zancadilla tras otra a su titánica labor de intentar dirigir un consistorio con el apoyo de solo 3 de los 25 concejales que conformaban la corporación. Aquel año “que vivimos peligrosamente”, como algunos lo calificaron en el homenaje a Revuelta, acabó cuando, mediado 1992, la ciudad estaba semiparalizada al acumular una deuda de 1500 millones de pesetas y no tener presupuestos por la falta de acuerdo entre IU y PSOE, circunstancia que llevó a Blanca Calvo a dimitir y a Fernando Revuelta a ser alcalde los cinco días que transcurrieron desde la dimisión de la alcaldesa hasta la elección del nuevo alcalde, José María Bris. El candidato del PP fue elegido gracias a los votos de sus doce concejales y la abstención del socialista Fernando Planelles, justificando este su voto díscolo respecto al de su grupo en que la ciudad no podía seguir paralizada por más tiempo. Bien es sabido que Bris mantuvo la alcaldía los once años siguientes al lograr refrendar su labor con dos mayorías absolutas consecutivas.

                Aunque esos cinco días de julio de 1992 en los que Revuelta fue alcalde de Guadalajara, sin duda supusieron su acceso al cargo de mayor relevancia que alcanzó en su dilatado recorrido político, no pasan de ser mera anécdota y pura coyuntura si lo que se pretende es juzgar y valorar su biografía política, ancha, larga y profunda como pocas en el ámbito provincial y, especialmente, en el local. A Revuelta le conocí bien desde dos perspectivas y dos distancias que me permiten valuar su figura con cierta objetividad: primero, en mi calidad de periodista de “Flores y Abejas” -la añorada e histórica cabecera que en 1990 dio paso a “El Decano de Guadalajara”– y, después, como compañero de corporación suyo que fui en el Ayuntamiento de la capital, en el mandato 1999-2003, perteneciendo él al grupo socialista -entonces en la oposición- y yo al popular, en el último mandato de Bris. Revuelta acabó en las listas del PSOE procedente de Nueva Izquierda, una corriente socialdemócrata desgajada del PCE surgida en su crisis de los años 80 cuando ya estaba integrado en IU.

                Antes de conocer a Fernando como compañero de corporación, mi impresión periodística de él es que se trataba de un político vehemente, muy comprometido con sus ideas y beligerante con las de los demás, inteligente y trabajador. Cuando le traté más en profundidad, siendo ya compañeros de corporación, aunque en bancadas enfrentadas, además de corroborar y matizar mis apreciaciones previas sobre su persona, descubrí en él un perfil de persona de muchísima sensibilidad social, culta, dialogante y tolerante, esto último algo que, he de confesarlo, supuso toda una sorpresa para mi pues creía que la vehemencia estaba reñida con la tolerancia. De hecho, descubrir estos rasgos de la personalidad de Revuelta me ayudaron a conocerme y a tener un mejor concepto de mi mismo, pues no voy a ocultar que yo también soy muy vehemente, una circunstancia que se hizo demasiadas veces visible el tiempo que permanecí en política y que fue ocho años; demasiados. Por cierto, aprovecho la ocasión para decir públicamente que decidí dejar la política por causa del marxismo -de Groucho, no de Karl- pues tras algún sinsabor que otro y bastantes decepciones, dispuse que jamás volvería a formar parte de un partido que me aceptara como militante.

                Pero he venido a hablar de Revuelta, no de mí, y quiero volver a remarcar de su personalidad política su capacidad de diálogo y tolerancia que él, mejor que nadie, hizo compatibles con su vehemencia y apasionamiento, aunque estos dos últimos factores, a veces, solaparan y hasta eclipsaran aquellos otros dos cuando se le juzgaba superficialmente. En los pasillos del ayuntamiento y en las calles de la ciudad, él con sus ideas de izquierdas y yo con las mías liberales, charlamos muchas veces y nos pusimos de acuerdo en bastantes, porque les puedo asegurar que anteponía los intereses de Guadalajara a cualesquiera otros, y con esa filosofía y talante es muy fácil llegar a acuerdos conmigo.

                Iba a contar alguna anécdota vivida con Fernando que no dejaría en buen lugar a algún compañero suyo de bancada que, incluso, hoy sigue en política activa -es un decir-, pero no quiero solapar su merecido homenaje con nada ni nadie y, menos aún, con personajes que están en el mundo (político) simplemente porque pasan lista y pagan bien. Terminaré diciendo que Fernando Revuelta debe ser recordado, como muy bien comentó en su homenaje su viejo conmilitón comunista, Paco Palero, no como el hombre que fue alcalde de Guadalajara cinco días, sino como la persona que trabajó por esta ciudad y por sus gentes todos los días de su vida, con sus errores y sus aciertos, pero siempre con la mejor intención, el mayor compromiso y mucha dedicación. Y es que, debajo del asfalto de la dureza de sus gestos y palabras, Fernando guardaba la playa de la sensibilidad.

Foto: Fernando Revuelta con Elvira Moreno. Foto: Luis Barra.

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