Archive for septiembre, 2022

La semana de Morfeo

Si la semana del 12 al 18 de septiembre fueron las “Ferias de Penélope”, como titulaba y explicaba en mi post anterior por lo que huelga incidir en ello, la del 19 al 25 será para muchos la de Morfeo, el dios griego de los sueños. Es lo que tiene darle en exceso al cuerpo alegría, te llames Macarena, Mohamed, Constantin, Edgar, Evelyn o Pepe. Tras la vigilia forzada, voluntaria o involuntariamente, de estos días atrás debe llegar el sueño reparador porque ni siquiera el mar es capaz de vivir permanentemente en tempestad y, tras ella, busca la necesaria calma. La vida se manifiesta con frecuencia en dualidades contrapuestas, antagónicas, pero complementarias porque hay mucho de física en ella y toda acción conlleva una reacción. Así, a la noche le sucede el día, a la oscuridad la luz, al frío el calor, al ruido el silencio… y a la vigilia, el sueño. Lo dicho, Penélope sigue haciendo y deshaciendo, tejiendo y destejiendo, pero ahora está ya en brazos de Morfeo y duerme su sueño, aunque puede que derive algún momento en pesadilla porque a los cuerpos bien baqueteados y zurrados les cuesta más reposar que a los que caen en la piltra previamente sin tensión y relajados.

                Tras reventar en el cielo de Guadalajara el último cohete festivo -que curiosamente coincidió con el de inicio inesperado, casi impensable, y, por ello, muy meritorio triunfo de la selección española en el “Eurobasket”-, al griego Dionisio y al romano Baco, los dioses de la fiesta, el vino y el jolgorio, les ha sucedido, como ya decíamos, el del sueño, Morfeo. En sus brazos estarán compensando excesos los peñistas que apenas hayan pegado ojo y no se les haya caído el vaso de la mano y la bebida espirituosa de la boca. También quienes, no siendo peñistas, con la excusa de la fiesta, hayan optado por beberse las ferias y hasta el agua de los floreros. Estarán ahora durmiendo, o deberían estarlo porque les conviene a ellos y a los demás, quienes han pasado de cabinas, aseos portátiles y servicios públicos y han descargado sus vejigas donde les ha venido en gana, fuera en portales de casas, coches, calles, jardines, etc. Hay mucho guarro suelto que se embosca en la fiesta para guarrear. También estarán durmiendo, o ya por fin podrán dormir, los vecinos a quienes se les ha puesto la ruidosa y, a veces, también sucia y maloliente fiesta de otros en la puerta de su casa, obligándoles a ella, cuando la fiesta nunca debe ser una imposición, sino una opción. Incluso también podrán ahora dormir los trabajadores de la limpieza viaria y de las zonas verdes, después de pegarse unas palizas de aúpa para limpiar lo que poco después se iba a volver a ensuciar porque el personal pasa en ferias de echar residuos en contenedores y papeleras, si es que los hay cerca, que en muchos casos no es así; el reciclaje lo dejamos para el tiempo ordinario, en este extraordinario no rige eso de las tres erres de la ecología: Reducir, Reutilizar y Reciclar. Bien al contrario, erre que erre, se tira casi todo al suelo y ya vendrá el de la limpieza con la sopladora, la barredora o la escoba… Como cantaban Los Sírex, “si yo tuviera una escoba ¡cuántas cosas barrería…!”. Igualmente, ya podrán echarse en brazos de Morfeo los policías locales y nacionales, especialmente los primeros, que a buen seguro habrán hecho muchas horas extras para cubrir la seguridad de unas ferias que se han dividido y repartido en varios recintos -casa de muchas puertas, difícil es de guardar…-, alguno tan en el centro -lo digo con ironía- como el de las atracciones juveniles, tómbolas, puestos, etc. que estaba situado cerca de un paraje que en Guadalajara conocíamos como “La Casa del Ruido” y que se localizaba en el “más allá”. La ciudad ha crecido tanto que a algunos hasta la periferia que fue y sigue siendo les parece céntrica… También descansarán, si es que no están en otro “bolo”, los miembros de las charangas que han animado las fiestas un año más, algunas, auténticas orquestas in itinere con unos repertorios amplios, muy versátiles y excelentes ejecuciones. Otros que ya podrán flirtear con Morfeo son los feriantes, si es que la carretera y la manta no los lleva a otra feria en este fin de temporada que es para ellos el principio del otoño. Llegados a este punto, quiero tener un recuerdo muy especial para el señor Paco, el dueño del popular carrusel de “caballitos” “Baby Paco”, a quien conocí de niño y con quien traté ya de adulto; era todo bonhomía, una auténtica lección de vida, trabajo y vocación de servicio a los más pequeños. Los niños de Guadalajara que fuimos le debemos mucho al señor Paco porque en sus cochecitos hicimos nuestros primeros viajes en la vida, sin caer en que eran a ninguna parte porque no hacíamos más que dar vueltas, auténtica metáfora de lo que es la propia vida. Imagino que también podrán por fin descansar los concejales y funcionarios del ayuntamiento que hayan tenido competencia directa en la organización de las ferias; aún estando en desacuerdo con algunas de las decisiones que se han tomado, me solidarizo con ellos porque durante cuatro años -1999-2003- fui concejal de festejos y bien se lo duro y, a veces, hasta desagradecido e, incluso, desagradable que es cargar con esa responsabilidad. En todo caso, que no se olviden que los ciudadanos siempre tienen razón y que las ferias no pueden ser nunca de unos contra otros.

Ferias en la Concordia, años 60 del siglo XX. Foto: Fondo López-Palacios. CEFIHGU. Diputación de Guadalajara.

                Y quienes por fin podrán suplir a Dionisio y a Baco por Morfeo son los parques históricos de la ciudad y sus verdaderos dueños, que son los árboles, las plantas, los pájaros, los niños y el aire puro que en ellos se suele respirar. El circo ya ha concluido, veremos ahora a qué precio está el pan.

Las ferias de Penélope

Dos años sin ferias son mucho para bastantes y nada para no pocos. El Covid se llevó por delante vidas de muchos, la salud de muchísimos, el trabajo de miles y la normalidad y la tranquilidad de todos. También dejó en poco más de nada las ferias y fiestas de Guadalajara de 2020 y 2021. En el siglo XX y lo que va de XXI, hasta 2020 la capital sólo había suspendido la celebración de las ferias en 1918 -por causa de la mal llamada “gripe española”, una pandemia también terrible, pero menos letal que la de Covid- y las de 1938, por causa de la Guerra Civil.

            Tras dos años de suspensión forzosa, vuelven, por tanto, en 2022 las ferias que Alfonso X concediera a la ciudad hace exactamente 762 años, si bien ha llovido y dejado de hacerlo tanto desde entonces que, si se levantara de su tumba en la catedral de Sevilla, el rey Sabio no entendería nada de cómo había interpretado Guadalajara el privilegio rodado que le había otorgado en Córdoba para poder celebrar dos ferias anuales, una en primavera -después de la Pascua- y otra en otoño -por San Lucas, el 18 de octubre-. Digo que no entendería nada, pese a la proverbial inteligencia del monarca alfonsí, porque las ferias de primavera de Guadalajara desaparecieron del calendario hace ya varios siglos, renunciando así a un privilegio real que no era fácil obtener y del que se beneficiaban muchos, sobre todo el propio rey, los concejos, los comerciantes, los oficiales y, de entre ellos, los almotacenes que eran quienes controlaban pesos y medidas. También le confundiría que la feria de San Lucas se celebrara, en vez de en la segunda mitad de octubre como él decretó, en la primera de septiembre y que ya no fuera de ganado, como aquellas de antaño que se instalaban junto a la puerta de Alvarfáñez -también llamada de feria por ese hecho-, sino de atracciones mecánicas para mayores y chicos, tómbolas, barracas y puestos de pinchos y otras viandas de homenaje al colesterol y los triglicéridos. Igualmente despistaría al rey que escribió las Cantigas de Santa María e impulsó la edición del primer Libro de ajedrez, juegos y dados, el hecho de que, por un tiempo, las ferias de otoño de Guadalajara -que hace ya años son de verano, aunque sea postrero-, se celebraran a finales de noviembre, por Santa Catalina, aunque es fácil imaginar que aquel traslado de fechas duró poco porque la climatología de la capital, un mes antes de Navidad, no suele ser muy apropiada para mercadear en la calle.

            Hemos hablado de San Lucas y de Santa Catalina como dos festividades estrechamente vinculadas a la historia ferial de Guadalajara durante siglos y que, sin embargo, no tienen si quiera culto especial en la actualidad o presencia iconográfica en iglesia capitalina alguna. El santo evangelista y la santa de Siena -con cuya provincia, curiosa, aunque pasivamente, está hermanada la de Guadalajara- aportaron lo suyo en su día como referentes en el calendario comercial local y del propio reino -las ferias de Guadalajara eran conocidas en toda Castilla y solían tener bastante movimiento mercantil-, pero ya son solo recuerdo, pasto únicamente de historiadores, divulgadores y curiosos. Algo parecido les ocurre a San Agustín y a su santa madre, Mónica, ya que la ciudad tuvo votos de patronazgo con ambos durante más de cinco siglos -desde 1364 a finales del siglo XIX- y hace más de un siglo que sus festividades llegan y pasan como cualquiera otras. Este patronazgo de madre e hijo con Guadalajara tuvo un origen muy curioso pues devino de un sorteo que se realizó cuando la ciudad estaba asolada por una hambruna derivada de una plaga de langosta y el concejo decidió que fuera el azar quien eligiera un santo al que hacer rogativas para que aquella calamidad cesara. Tres veces se repitió el sorteo promovido por el consistorio para elegir santo y en las tres salió elegido San Agustín. Quedando la cosa en familia, tras encomendarse la ciudad al santo de Hipona, la plaga cesó el día que se celebraba la festividad de santa Mónica -en aquel tiempo a primeros de mayo, ahora, a finales de agosto-, por lo que Guadalajara decidió contraer votos de patronazgo con ambos, quedando así, como decíamos, todo en casa. La actual patrona de la ciudad, la Virgen de la Antigua, es una inveterada advocación mariana local, pero su patronazgo “solo” deviene de 1883, envuelto en una bonita leyenda vinculada a la reconquista cristiana de Wad-al Hayara, que, en realidad, no fue tal, sino conquista, pues sabido es que su fundación fue musulmana, aunque sus orígenes puedan estar en la Arriaca romana que se está estudiando arqueológicamente con ocasión de la urbanización de la Ciudad del Transporte y cuyo yacimiento está ubicado entre Marchamalo y la propia Guadalajara.

            Tras dos años en el limbo, sean bienvenidas de nuevo las históricas ferias de octubre de San Lucas que hace poco más de medio siglo se adelantaron a septiembre y desde hace un cuarto dan continuidad a las fiestas en honor de la Virgen de la Antigua. Vienen con polémico cambio de ubicación del recinto ferial y gran parte de su peso -y de su paso- lo van a soportar tres parques: la Concordia, San Roque y Adoratrices. Me preocupa mucho el impacto que pueden sufrir estas tres históricas zonas verdes, como también la seguridad, la movilidad y las molestias que van a generar a muchos vecinos más que las que ocasionaban en el nuevo recinto ferial. Resulta curioso que se diga que aquel recinto está muy lejos, cuando la ciudad hace ya tiempo que tiene allí concentrada su mayor oferta de ocio durante todo el año. Además, desde la plaza de Santo Domingo al nuevo ferial no hay más distancia que desde ella a las proximidades de la renombrada piscina “Sonia Reyes” que es donde se van a ubicar las grandes atracciones y los puestos de ocio y restauración. Esta ciudad sigue no gustándose a sí misma y por ello duda tanto. Y cada vez me recuerda más a “La tejedora de sueños” de la obra de Buero Vallejo inspirada en el mito de Penélope, la mujer de Ulises condenada siempre a esperar y a tejer y destejer, a hacer y deshacer mientras esperaba. En fin…

En todo caso, deseo fervientemente que el tiempo acompañe, clave en el éxito de cualquier fiesta y especialmente de las ferias de Guadalajara. Después, cada uno las contará según le haya ido en ellas.

  • Pie de foto: Cartel de las últimas ferias del siglo XX, obra de Carlos Santiesteban  

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