Archive for marzo, 2019

Guadalajareando y catedraleando que es gerundio

Prácticamente se van a solapar en el tiempo la salida de imprenta de la segunda edición de “Guadalajareando”, el libro con textos míos al que ha puesto unas extraordinarias fotografías Nacho Abascal, y la primera de “Catedral de Sigüenza, 850 años de piedra viva”, mi última publicación que va a presentarse de forma oficial el próximo día 9 de abril, a las 8 de la tarde, en el Centro San José. Están/estáis todos ustedes/vosotros invitados al acto.

Apelando a la conocida anécdota televisiva de Francisco Umbral y dando un paso más que él -físico, que no literario, pues yo no le llego ni al tacón del zapato- hoy he venido a hablar, no de mi libro, sino de mis libros porque no es habitual que un autor presente dos obras casi simultáneamente, aunque en esta ocasión así lo han querido las circunstancias. Y yo, tan contento por ello pues si hay algo que agrada a un autor es ver sus obras publicadas. Y si, además, son leídas y no solo ocupan unos milímetros de anaquel en las estanterías, pues ya miel (de la Alcarria, por supuesto) sobre hojuelas, que están muy ricas, aunque tienen muchas calorías.

De “Guadalajareando” he de decir que, aunque alguien pueda pensar que es petulancia, no me ha extrañado en absoluto que haya tenido que reeditarse apenas tres meses después de publicarse porque se trata de un libro espectacular desde un punto de vista formal, algo a lo que yo solo he aportado la idea y el texto pero que quien lo ha conseguido de verdad es Nacho Abascal con sus magníficas fotografías. Como ya comenté con motivo de la exposición que realizó hace algunas semanas en el centro San José con una selección de sus fotografías que se incluyen en “Guadalajareando”, esta provincia ha tenido y tiene grandes fotógrafos y Nacho está entre ellos, sin duda alguna. Además, como amigo es de los buenos y como persona es de las mejores, así que bien pueden sus padres presumir de hijo -de hijos, más bien, pues tienen muchos y todos valen un “potosí”-, algo que no hacen porque son muy sencillos y reservados.

Quienes no hayan podido “guadalajarear” con la primera edición de “Guadalajareando” -vaya trabalenguas- van a poder hacerlo próximamente con la segunda, idéntica a aquella, si bien incorporándose la corrección de algunas erratas y/o errores detectados en el texto y sustituyéndose un par de fotografías que Nacho ha considerado que mejoraban las de la primera edición. Confío en que este libro siga teniendo recorrido en el futuro porque con él también lo tendrá la propia provincia ya que es un compendio de su historia, arte, geografía, costumbres y tradiciones, pero, sobre todo, un espléndido catálogo de sus paisajes de excelencia, que son muchos y variados, como comprobarán quienes no conozcan Guadalajara y caiga esta publicación en sus manos. La sorpresa suele ser anfitriona de la curiosidad y ésta vísperas de un viaje.

Y ahora vamos a hablar -brevemente porque aún está sin presentar en público y hay que guardarse palabras para cuando le llegue el momento- del librito que con tanta ilusión como empeño he escrito sobre la catedral de Sigüenza. Utilizo el diminutivo de libro, no porque lo considere una obra menor en mi bibliografía, bien al contrario, sino porque, formalmente, en comparación con “Guadalajareando”, su tamaño es un tercio menor (20 X 20, frente a 30 x 30), al igual que su paginación ya que, mientras el que ahora se reedita alcanza las 250 páginas, el que se ha publicado por primera vez no llega al centenar.

“Catedral de Sigüenza, 850 años de piedra viva” está evidentemente escrito con ocasión del 850 aniversario de la consagración o dedicación litúrgica de la seo seguntina, efeméride que se viene celebrando desde junio del año pasado y que concluirá en junio de éste al tiempo que el jubileo concedido por el papa Francisco por tan relevante hecho. Aporto así mi granito de arena al mucho y buen trabajo que se está llevando a cabo para conmemorar este acontecimiento desde el obispado de la Diócesis Sigüenza-Guadalajara, en general, y desde el Cabillo catedralicio, en particular, con su dinámico y proactivo deán al frente, Jesús de las Heras.

Este libro se enmarca dentro de las publicaciones de carácter pedagógico y didáctico que la Diputación Provincial me viene encargando y publicando desde que iniciamos esta línea de trabajo con “Guadalajara para niños” y la continuamos con “Viaje a la Alcarria en familia” y “Cisneros, vida y obra de un gran cardenal”. La obra tiene un carácter fundamentalmente divulgativo y está dirigida a un público familiar y escolar que, como en las publicaciones antes citadas, encontrará un apéndice didáctico que les ayudará a conocer mejor y de una manera entretenida la historia sucinta de la diócesis y de la propia catedral, así como a visitarla en familia o formando parte de un grupo escolar. Las magníficas ilustraciones que incluye la obra las ha aportado nuevamente la diseñadora, arquitecta y docente alcarreña Nora Marco Alario que, en esta ocasión, también ha diseñado las cubiertas y los dos bellos desplegables (pop-ups) que abren y cierran el libro, curiosas arquitecturas de papel que reflejan el exterior y el interior de la catedral y que contribuyen a hacer más atractivo y artístico el libro. El muy buen diseño y maquetación electrónicos del libro los ha realizado Águeda Herrera, de Aache ediciones, y están a la altura del bien ganado prestigio de la editorial guadalajareña y guadalajareñista creada por Antonio Herrera Casado.

Da gusto trabajar con gente tan profesional y con equipos tan competentes, así, hasta los mediocres como yo no parecemos tan malos. Gracias a todos ellos. Y ustedes/vosotros: ¡A “guadalajarear” y a “catedralear”! O mejor, ya están “guadalajareando” y “catedraleando” (en Sigüenza, por supuesto), que es gerundio.

 

 

 

CeLA, siempre en la Alcarria

No hay ninguna errata en el titular, no; esa “e” minúscula entre tres mayúsculas está puesta ahí con toda intención pues, aunque esconde un guiño evidente al apellido de quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1989, este “CeLA” es un acrónimo del futuro “Centro de encuentro Literatura y Arte” que en las próximas semanas va a abrir sus puertas en Almonacid de Zorita. Se cumple así, una vez más, la contundente e inequívoca proclama de afectividad entre el escritor y esta tierra -“Siempre en la Alcarria”- que el mismísimo CJC dejara escrita de su puño y letra en el Libro de Honor de la Diputación Provincial de Guadalajara en una de sus frecuentes visitas a esta institución cuando era su presidente Francisco Tomey. Como podrán comprobar, pues se inserta junto a este texto, esa declaración y esa firma autógrafas de Cela están fechadas el 20 de diciembre de 1989, apenas unos días después de recibir la noticia, en su entonces residencia de El Clavín, de haber obtenido el Nobel de Literatura de aquel año, el quinto español -y último, por el momento- que se hacía con este prestigioso galardón tras José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956) y Vicente Aleixandre (1977).

Desde que el 6 junio de 1946, con treinta años recién cumplidos, Cela llegara en tren a la estación de Guadalajara para viajar durante nueve días por la Alcarria y luego publicar, dos años después, su celebérrimo “Viaje a la Alcarria”, autor, paisaje y paisanaje se unieron para siempre, como él mismo proclamó en reiteradas ocasiones. Aquel libro que cambiara la literatura de viajes al dar a las figuras tanto protagonismo como al propio paisaje y producirse en un género narrativo singular muy cercano al de la novela, ha sido traducido a decenas de idiomas y ha situado a la Alcarria y a Guadalajara en el mapamundi, al igual que a La Mancha la puso ahí Cervantes con su extraordinario Quijote.

Como decíamos al principio, Camilo José Cela, como El Cid, va a ganar una nueva batalla después de muerto para volver a hacer cierta, una vez más, su voluntad de estar “siempre en la Alcarria”, en este caso inspirando el nacimiento del CeLA, en Almonacid de Zorita, el pueblo en el que “estuvo de boticario el poeta León Felipe” (Viaje a la Alcarria, 1948) y “que tiene unas arquitecturas meritorias” (Nuevo viaje a la Alcarria, 1986), según escribió y describió el propio CJC en sus dos periplos literarios alcarreños.

El Centro de encuentro Literatura y Arte se va a concretar inicialmente en una exposición permanente fundacional que va a instalarse en el Espacio Cultural El Molino, magníficamente restaurado como continente cultural tras ser durante décadas una fábrica de aceite. Este edificio, cuya construcción data del siglo XVII, fue originalmente una ermita dedicada a la Virgen de la Luz, la patrona de Almonacid, y en su fachada queda huella evidente de la presencia y poder que la Orden de Calatrava tuvo en aquella zona suralcarreña.

CeLA va a poner en valor la estrecha relación del literato CJC con el mundo de las artes plásticas, especialmente a través de la destacada presencia que a éstas les dio en los Papeles de Son Armadans, la célebre revista literaria que el escritor gallego editó y dirigió en Mallorca desde 1956 hasta 1979. La exposición inicial fundacional del Centro estará fundamentalmente conformada por obras de algunos de los pintores españoles más importantes del siglo XX, como Miró, Picasso, Rafael Zabaleta, el grupo El Paso y hasta del poeta Rafael Alberti, con quienes Camilo José Cela mantuvo fructífera relación, en algún caso derivando incluso en amistad, y a los que dedicó números especiales en los Papeles de Son Armadans. Papeles es una fuente casi inagotable de relación entre la literatura y el arte, pues además de ofrecer números monográficos dedicados a los artistas antes citados, también tuvieron tratamiento especial en sus páginas otros grandes creadores como los pintores José Gutiérrez Solana, Antoni Tàpies, Emilio Medova, Will Faber o John Ulbritch, el arquitecto Antonio Gaudí, el escultor Ángel Ferrant o el ceramista Llorens Artigas. La exposición la completarán obras pictóricas notables que Cela adquirió en propiedad y que colgaron de las paredes de sus sucesivos domicilios madrileños y mallorquines, especialmente el conocido de la Bonanova palmesana, así como retratos suyos que artistas de relevancia le hicieron como homenaje. El nexo de unión entre literatura y arte, a través de Cela, que inspirará el nacimiento del CeLA en Almonacid, lo subraya el hecho de que el mismo CJC, aunque esta circunstancia no es demasiado conocida, hiciera sus pinitos en el mundo de la pintura, llegando a exponer su obra en 1947 en la galería Clan, en Madrid, y después en La Coruña. En la exposición permanente de Almonacid también quedará algún reflejo del Cela pintor.

Aunque CeLA va a iniciar su andadura con esta exposición permanente, el propósito y el camino que tiene por delante puede ser de muy largo y considerable recorrido si se gestiona adecuadamente y a esta importante muestra se le va complementando con la programación periódica de otras exposiciones temporales y actividades como conferencias, seminarios, encuentros, etc.

CeLA lo van a hacer posible la Fundación Charo y Camilo José Cela, la Diputación de Guadalajara, que aportará apoyo técnico y soporte económico, y, muy especialmente, el Ayuntamiento de Almonacid de Zorita, que realizará un importante desembolso adquiriendo obra en propiedad y a quien cabe felicitar por esta decidida apuesta por llevar a su municipio un recurso cultural de tanta categoría y posibilidades de futuro. La zona de afección de la clausurada central nuclear de Zorita necesita y busca alternativas productivas y proyectos de calado socioeconómico para mirar con optimismo al futuro tras el cierre de la planta y el ya no lejano fin de su desmantelamiento; no me cabe duda que apostar por la cultura con mayúsculas, como va a hacer Almonacid acogiendo CeLA, es una decisión valiente e inteligente.

 

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