Archive for marzo, 2020

Floreos y aguijonazos “coronavíricos”

                No quería yo contribuir al monotema “coronavírico” que desde hace ya demasiados días -y esto no ha hecho más que empezar- nos tiene acongojados y confinados en casa, con muchas dudas, pocas certezas y unas fuertes dosis de tedio porque los espacios reducidos conceden escaso margen a los movimientos y a las actividades diferenciadas, causas básicas del aburrimiento. Pese a que, como he empezado diciendo, no era mi intención aportar lo más mínimo a dar pábulo a tan lamentables circunstancias, la inspiración me ha llevado a urdir esta entrada con un remedo de los “Floreos y Aguijonazos”, una inveterada sección del histórico y añorado semanario “Flores y Abejas”, mi verdadera facultad de periodismo como he proclamado en cuantas ocasiones ha habido. Esa satírica, al tiempo que jocosa y agridulce sección de tan alcarreño título, se publicó en el semanario que fue durante muchos años decano de la prensa provincial desde su número uno, que vio la luz el 2 de septiembre de 1894 (la imagen que acompaña este texto corresponde a esa primera portada). ¡Ya ha llovido, ya, incluso a pesar de que cada vez cae menos agua, al menos del cielo! Y como las situaciones se tejen, en no pocas ocasiones, con tan enmadejadas hiladas como si de una tela de araña se tratara, al tiempo que recordaba esos “Floreos y aguijonazos” de mi viejo y querido periódico me ha venido a la mente el recuerdo de un hecho relacionado con él que, en su día, cuando lo leí, causó en mí gran impacto, hasta el punto de poder rememorarlo con detalle: Cuando en otoño de 1918,  la mal llamada “gripe española” –porque su verdadero origen estuvo probablemente en Estados Unidos o en China y llegó a Europa vía Francia– estaba causando estragos, con apenas unas horas de diferencia fallecieron contagiados por ella el médico de Olías del Rey (Toledo), José Villar, y su hijo de cuatro años, “Pepito”. Se da la circunstancia de que Villar había ejercido de médico en nuestra provincia, creo recordar que en las localidades de Membrillera, Alovera y Quer, y que era familiar muy cercano de Marcelino Villanueva y Deprit, uno de los pioneros del primer cuadro de redacción de ”Flores y Abejas”, junto con Luis Vega-Rey, Alfonso Martín y Luis Cordavias.

                “Floreos y Aguijonazos” fue una sección coral del periódico, a la que aportaban textos todos los miembros de la redacción, pero fundamentalmente Luis Cordavias, un verdadero maestro de la sátira y una de las mejores plumas de aquel buen puñado de liberales guadalajareñistas aficionados al periodismo y las letras que fundaron “Flores y Abejas”. Como es fácilmente deducible, los “floreos” solían ser loas a personas o aconteceres de la provincia, mientras que los “aguijonazos” eran zascas –como se dice ahora- merecedores de justo lo contrario. Después de tan amplios y detallados previos, allá van estos “Floreos y aguijonazos coronavíricos”, con la mejor de mis intenciones, aunque no sé si con la mejor de mis leches –con perdón-, porque he de reconocer que mis defensas psicológicas -espero que las otras hagan su trabajo- empiezan a flaquear. Bien saben, por experiencia propia, que es muy duro vivir la vida con guantes y mascarilla y a más de un metro de distancia de tus seres queridos, cuando más necesitas abrazar y que te abracen:

Floreos:

  • A todo el personal sanitario, incluido el de servicios y el de gestión y administración (que a veces se nos olvidan), porque son lo mejor de nuestro sistema sanitario que, aunque creíamos que era muy bueno, ahora comprobamos que es claramente mejorable, especialmente en infraestructuras, instalaciones, equipos y almacenamiento de material de uso crítico e intensivo.
  • A todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y al Ejército porque su profesionalidad y compromiso de servicio son siempre palpables, pero en momentos de emergencia como los que vivimos de manera especial.
  • A todos los profesionales de cualquier sector que deben seguir trabajando estos días de forma presencial porque, si el confinamiento en casa es muy duro, salir de ella a diario a exponerse aún lo es más.
  • A todos los españoles que, a pesar de los muchos pesares, están haciendo de tripas corazón y un esfuerzo importante por dar su mejor versión ante su familia para desdramatizar la situación y hacerla lo más llevadera posible. El colegio de psicólogos les debe una y todos les debemos mucho.
  • A quienes han contraído el dichoso coronavirus y están luchando contra él como jabatos porque en las peleas desiguales, como es esta, lo que cuenta no es quien vence, sino quien se entrega más en la pugna.
  • A los que ya han fallecido por esta pandemia y a quienes van a fallecer en los próximos días también por ella, porque el difícil camino que ellos ya han recorrido o van a recorrer va a ser decisivo para que la ciencia de respuestas a lo que ahora no lo tiene, ni para prevenir, ni para curar.

Aguijonazos:

  • Después de pensármelo muy bien y pese a que habría mucho trabajo para que las abejas de la Alcarria no pararan de aguijonar a tanto incompetente, irresponsable y hasta miserable como las circunstancias están poniendo en evidencia,  he decidido no dar ninguno porque este es tiempo de miras altas, esfuerzo, calma, responsabilidad y solidaridad… Pero tengo muchas matrículas cogidas y aún buena memoria.

¡Buenos días y buena suerte!   

Elogio del pruno

                Que Guadalajara es una ciudad en la que abundan las zonas verdes no es una leyenda urbana ni un relato que hayamos comprado y aventado los propios guadalajareños para hacernos los machotes (con perdón), sino una realidad por la que debemos felicitarnos, aunque aún tengamos la asignatura pendiente de mejorar su limpieza y conservación; empero, en ese terreno también se ha avanzado mucho en los últimos 20 años. Mientras que la Unión Europea recomienda que las ciudades tengan una media mínima de 15 metros cuadrados de zona verde por habitante, Guadalajara tiene 25,90, un dato evidentemente positivo y que corrobora lo que antes decía. Vitoria es la ciudad más verde de España, en el sentido biológico, pues suma 26,76 metros cuadrados de parques y jardines públicos por habitante. Un parámetro, como verán, muy muy cercano al que ofrece Guadalajara. En algunos estudios que hemos consultado, la segunda ciudad de España con mayor número de zonas verdes por habitantes es León, con poco más de 17 metros cuadrados, quedando Madrid la tercera con 15. Guadalajara no aparece porque estos estudios se han realizado teniendo en cuenta solo ciudades con más de 100.000 habitantes y, sabido es, que la nuestra tiene un censo en la actualidad ligeramente superior a los 85.000, si bien se trata de población de derecho y no de hecho. Igualmente es una circunstancia bien conocida que en la capital residen durante muchos meses al año numerosas personas que están censadas en sus pueblos de origen, bastantes de ellos de la propia provincia. Esa población de hecho que sumar a la de derecho es muy difícil de cuantificar, pero algunos estudios la estiman en más de un 10 por ciento del censo por lo que Guadalajara estaría incluso más cerca de los 100.000 habitantes que de los 90.000.

                Según información oficial del propio ayuntamiento, la ciudad tiene 131 zonas verdes diferenciadas que suman un total de 2.224.312 metros cuadrados de extensión. La zona verde más amplia está en la Ampliación de Aguas Vivas y tiene una superficie de 269.132 metros cuadrados, si bien este sector urbanístico, aunque ya urbanizado, aún está en fase inicial de desarrollo, de tal forma que, a su gran extensión verde, más que una zona convencional de parque y jardín público, podríamos considerarla un área de desarrollo natural y mínimo mantenimiento. El parque/parque más extenso y que desde su inauguración en noviembre de 2002 marcó un hito de recuperación medioambiental y buen diseño paisajístico es el Lineal del Barranco del Alamín, con una superficie de 130.000 metros cuadrados. Su mantenimiento y conservación, además, han sido desde el primer momento -y lo siguen siendo en la actualidad- todo un ejemplo a seguir, algo de lo que me alegro sobremanera pues tuve el honor y la responsabilidad de ejecutar esta nueva zona verde siendo concejal de medio ambiente, parques y jardines en el mandato 1999-2003, el último de José María Bris al frente del ayuntamiento. Fueron él y mi antecesor en el cargo, el querido y recordado Eugenio del Castillo, quienes en el mandato anterior (1995-1999) iniciaron el proyecto de recuperación ambiental de esta, hasta entonces, muy degrada zona de la ciudad, una barrera que impedía unir como es debido el casco urbano consolidado con los nuevos desarrollos de Aguas Vivas y demás sectores del este. A mi me tocó, siempre bajo la supervisión y superior autoridad de Bris, rematar la faena, abordar la fase más vistosa del proyecto e inaugurar el parque, pero la inicial y clave fue la anterior y a ellos es debida. Hablo de responsabilidades políticas pues las técnicas fueron, evidentemente, de los funcionarios municipales del área de urbanismo, obras y medio ambiente que hicieron un gran trabajo, reconocido por el propio Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha con una distinción especial.

                Esta entrada va ya camino de enfilar su final y, más que un elogio del pruno, está pareciéndolo de las zonas verdes de la ciudad. Incluso si alguien quisiera jugar a Freud, el último párrafo hasta podría tratarse de un autoelogio burdamente disimulado. Piense cada cual lo que quiera, aunque yo hoy he venido a elogiar el pruno y no voy a terminar y firmar este post sin hacerlo. ¿Pero a qué pruno quiero elogiar, a toda la especie en general, a uno en particular, al que aparece en la bella foto que complementa este texto compitiendo en verticalidad con la torre de Santa María, a todos los prunos, o solo a la variedad “pisardii” que es la que más abunda en la ciudad…? Pues mi elogio va dirigido, efectivamente, al prunus pisardii, también llamado pruno, ciruelo rojo o ciruelo japonés, que tanto abunda en la capital de un tiempo a esta parte pues, hace 40 años, apenas había algún ejemplar aislado en algunos parques, destacando solo dos de gran porte en los jardines del cementerio. En los primeros años del siglo XXI fue una especie recurrente y habitual en los proyectos de nuevas zonas verdes e, incluso, en viarios, como por ejemplo en la calle Virgen de la Soledad (sustituyó a las catalpas atacadas por la fumagina) o en la mediana de la avenida del Ejército, entre otros. El pruno es un árbol de la familia de las rosáceas, procedente de Asia, que se presenta como arbusto y como árbol -puede alcanzar hasta los 8 metros de altura-, tiene las hojas dentadas de color granate oscuro y sus vistosas flores son de color rosa. Precisamente este elogio al pruno viene dado por la notoria y bella floración en la que está desde mediado este suave invierno y en la que persiste cuando ya está finalizando. La floración del pruno es un anuncio de primavera, como antaño lo eran las cigüeñas cuando, mediado el invierno, regresaban de su migración al sur de España y el norte de África; ahora ya no se marchan porque se han hecho adictas a comer en vertederos y no les falta nunca alimento al habernos convertido en una sociedad que genera residuos de manera creciente e irresponsable. Por San Blas, volvían; por los basureros, se quedaron las cigüeñas y eso que, durante un tiempo, parecía que iban a desaparecer de nuestro entorno porque cada vez regresaban menos. DALMA hizo mucho por ellas con aquella campaña que nominó “¡Tienen que seguir volviendo!”.

                Y ya sí que termino con el elogio al pruno porque su efímera, pero notable, belleza en el tiempo de la floración es un regalo para la vista que nos podemos encontrar en muchos rincones de la ciudad. Yo he elegido este que se ve en la foto, tomada desde el solar que ocupó el histórico palacio del Gran Cardenal Mendoza que lleva ya tiempo esperando un estudio arqueológico que, a buen seguro, ofrecerá interesantes resultados, si es que llega a hacerse algún día. El pruno dialoga en la noche alcarreña con la enhiesta torre de Santa María, evocadora del minarete desde el que el muecín llamaba a la oración en su primitiva torre mudéjar, como ahora lo hacen las campanas en la cristiana, avalando que los dioses no emigran. El reino vegetal que representa el pruno hace que viva el inerte mineral en forma de ladrillo de nuestra vieja y hermosa concatedral. La belleza hace que dos reinos puedan hablar en el mismo idioma. ¡Cuanta idiocia en quienes se empeñan en construir torres de Babel!

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