Geoparque y Fuero de Molina

                No se cuenta por años, sino por siglos, el tiempo que hace que Molina de Aragón y su tierra reciben una mala noticia detrás de otra, como si en vez de su viejo y singular Fuero le rigiera la “Ley de Murphy”. Como excepción que suele confirmar reglas y que, ojalá, pueda cambiar esa dinámica regresiva por otra bien distinta, hace unos días que la Red Europea de Geoparques ha decidido, por unanimidad, que la comarca de Molina sea declarada “Geoparque”, un selecto y prestigioso “club” de territorios del mundo con un destacado y singular patrimonio geológico, natural e histórico-artístico,  avalado, ni más ni menos, que por la UNESCO, la organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. El próximo mes de septiembre, en Canadá, donde se celebrará la VI Conferencia de Geoparques de la UNESCO, se ratificará esta decisión de la Red Europea, celebrada recientemente en Sobrarbe (Huesca).

                Menos de cien comarcas en el mundo, poco más de medio centenar en Europa y sólo ocho en España son “Geoparque”, unos datos, tan objetivos como expresivos, que avalan la importancia de esta declaración para Molina que, por otra parte, ya es el único geoparque de Castilla-La Mancha y el más extenso de toda España pues en él se incluye a 77 municipios que, unidos sus términos, suman una superficie de 4.000 kilómetros cuadrados, un tercio de la extensión total de la provincia de Guadalajara.

Casi diez años de trabajo ha costado obtener esta declaración porque el título de “Geoparque” no se otorga a cualquier territorio que lo desee, sino a aquel que reúna una amplia serie de condiciones y, además, se comprometa en el futuro a un desarrollo sostenible y preservador de su patrimonio. En la propia página web oficial del geoparque molinés (http://www.geoparquemolina.es) se explica muy bien lo que es un geoparque, cómo se gestó su nacimiento y los compromisos y consecuencias de su declaración: “La figura de Geoparque es una distinción sin carácter normativo que otorga la UNESCO a territorios que presentan un patrimonio geológico notable, que es convenientemente conservado y utilizado como motor para el desarrollo local. Los geoparques se han convertido en uno de los principales programas de la UNESCO, junto con otros más conocidos como Patrimonio de la Humanidad o Reservas de la Biosfera. Surgieron a principios de la década de los 90 en Europa, con Francia, Alemania, Grecia y España como socios fundadores. La declaración de geoparque lleva implícita unos objetivos económicos y de desarrollo muy claros basados en tres principios básicos: La existencia de un patrimonio geológico que sirva de protagonista y eje conductor; la puesta en marcha de iniciativas de geoconservación y divulgación y la potenciación del desarrollo socioeconómico y cultural a escala local”.

El mero hecho de ser geoparque ya va a contribuir a que la comarca de Molina de Aragón aparezca en numerosos soportes científicos, divulgativos y promocionales que, además, llegarán a un público objetivo, ya segmentado y escogido, altamente interesado por los valores paisajísticos, en general, y geológicos, en particular, que ofrecen los geoparques, además de en otros recursos patrimoniales transversales, como la historia, la cultura, etc. Pero esta importantísima declaración no es, no debe ser el final del camino – aunque el ya andado sea largo y digno de reconocimiento para quienes han ”tirado del carro”: Manolo Monasterio, José Antonio Martínez Perruca, Luis Carcavilla y demás miembros del equipo de trabajo y de los comités ejecutivo, asesor científico y social-, sino el principio de una nueva etapa para Molina en la que, además de preservarse adecuadamente sus valiosos recursos geológicos y de todo tipo, éstos sirvan para que se genere actividad y riqueza en la comarca, a través de un desarrollo necesariamente sostenible, un adjetivo injustamente desgastado por manido y recurrente en discursos demagógicos, pero que ha de concretarse efectivamente si no queremos que lo que hoy es o puede ser pan, mañana sólo sea hambre. Este proverbio indio resume muy bien lo que pienso y lo que pretendo decir al respecto de la sostenibilidad: “La Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.

Con el buen trabajo hecho para lograr esta declaración se ha demostrado que Molina tiene una sociedad civil activa e inquieta y con largas miras que, además, ha sabido implicar a las instituciones en un proyecto como el de “Geoparque” que, o es de todos, o no será de nadie; pero, como suele pasar en todas partes, algunos hechos que han acaecido en Molina en los últimos tiempos también están evidenciando la torpeza y estrechez de miras de algunos, afortunadamente, pocos, muy pocos. No me gustan las algaradas callejeras, ni aunque los que las agiten tengan parte de razón en lo que reclaman, porque pierden toda ella al no guardar las formas. Menos aún me gusta que en el salón de plenos del Ayuntamiento molinés un portavoz de la oposición le llame al alcalde: “payaso”, “mamarracho” y “mequetrefe”. Imagino que Jesús Herranz, que es jurista, acudirá, lógica y legítimamente, en defensa de su honor a los juzgados, pero yo acudo a Ortega y Gasset y, como él, digo: “No es esto, no es esto”.

No quiero terminar este post con sabor amargo, sino bien al contrario, porque como nieto e hijo de molinés (mi padre nació fuera de Molina, pero los molineses, como los de Bilbao, nacen donde les da la gana) me duele mucho aquella tierra. Resulta, cuando menos curioso, que la aprobación unánime de la comarca de Molina como “Geoparque” se haya producido en la localidad oscense de Sobrarbe, no sólo conocida por la extraordinaria riqueza geológica de su entorno (Aínsa, Boltaña, Broto, etc.), sino por su Fuero, al que se le conoce como la “verdadera constitución aragonesa”. El Fuero de Sobrarbe data, al menos, del siglo XI, y en él se pretendió “circunscribir a muy estrechos límites la autoridad del Rey”, en plena Edad Media y con una monarquía regente, no absoluta, sino absolutísima; bien es sabido que, hasta la caída del Antiguo Régimen, a finales del siglo XVIII, y el nacimiento de las constituciones liberales, no se limitaron realmente los poderes de los monarcas, de ahí la importancia histórica del Fuero de Sobrarbe y… del de Molina, que data del siglo XIII, y en el que se estipula algo parecido: “Si algún rrey o comde o poderoso o otro omne alguno este fuero que aquí scripto es, quebrantar quisiere, sea malditcho et escomulgado (…)”.

                Dicho quede.

               

 

 

 

Ir a la barra de herramientas