Bailando sin nubes (Septiembre)

 

Septiembre siempre ha sido un mes muy marcado en el calendario vital de Guadalajara por más de un motivo general y, al menos, por otro particular: porque en este mes se acaba el ciclo de verano, que es probablemente la transición más acusada entre estaciones, y porque en él se celebran las Ferias y fiestas de la ciudad. Digo que se celebran en septiembre, pero eso no siempre fue así, pues antes se celebraron en torno a San Lucas, por concesión real de Alfonso X, en la segunda mitad de octubre, y después en torno a Santa Catalina, el 25 de noviembre, por concesión de otro rey, el primer Borbón, Felipe V, al que, por cierto, los catalanes independentistas –que cada día son más, no por casualidad, sino por causalidad: escuela y propaganda, fundamentalmente- culpan de su desafecto a España pues les castigó su apoyo a los Austrias en la Guerra de Sucesión (española, por supuesto, jamás de la independencia catalana) suprimiéndoles su derecho civil propio e imponiéndoles el castellano, tras considerarse traicionado por las Cortes y los nobles catalanes, que habían prometido inicialmente su apoyo al Duque de Anjou, traicionándolo después. Y ya se sabe, el que pierde, paga. Bien lo sabemos eso los castellanos, que no sólo guerras hemos perdido…

Decía que septiembre cede el testigo del verano al otoño y, aunque éste se avenga suave y maquille a los ricos y variados paisajes de las guadalajaras como si de princesas de cuento se tratara, ese cambio de estación es muy acusado pues finalizan muchas cosas y principian muchas otras: se acaban definitivamente las vacaciones, tanto laborales como escolares; las playas vuelven a ser soliloquios de olas rompiendo en la arena o la roca; las carreteras ya sólo se saturarán en los “puentes”, si es que los hay; el calor da paso al fresco, que es como en esta tierra llamamos al frío; las noches le ganan terreno a los días como los prorrusos se lo ganan a los ucranianos, aquéllas a causa de la posición de la Tierra y el Sol y éstos por el apoyo de Putin y su geopolítica; las obligaciones se imponen al ocio; la rutina le gana la batalla a la novedad y lo diferente… y la melancolía –dulce, algunas veces, agria las más- se impone en los estados de ánimo porque parece que con el final del verano, no llega el otoño, sino el invierno y que éste no dura tres, sino seis meses.

Y si a todo esto y más que conlleva septiembre, le unimos que en Guadalajara capital se celebran (y se viven y disfrutan, pero también se gastan y terminan) las Ferias y fiestas, pues convendrán conmigo que este mes es mucho más que un mes aquí. Si las Ferias fueron históricamente de otoño por concesión de dos reyes que reinaron con casi cinco siglos de diferencia –recordar que también tuvo la ciudad el privilegio real de celebración de otra feria en primavera-, en las últimas décadas han ido adelantándose en el calendario hasta llegar a ser de verano y unir su celebración con las fiestas de la Patrona, la Virgen de la Antigua, que si mal no recuerdo, es la primera vez que su festividad coincide con la llamada “semana grande” de Ferias. Últimamente, se venía fijando en el calendario su inicio en el lunes siguiente al 8 de septiembre, día de la Patrona, de tal manera que, además de tener así un criterio fijo para principiar las Ferias después de muchos años de variabilidad en él, a la Patrona se le daba su “semana” y a la fiesta popular la siguiente, uniendo sus celebraciones y acercándolas en el tiempo, pero no confundiéndolas, entre otras razones por una histórica muy poderosa: las Ferias nunca se celebraron con motivo de la festividad de la Virgen de la Antigua. Respeto, pero no comparto, el criterio aducido este año por el concejal de Festejos, mi excompañero y sin embargo amigo, Jaime Carnicero, para adelantar la celebración de las Ferias una semana. En todo caso, y eso es lo importante, espero que transcurran de la mejor manera posible para todos, sin incidentes graves, y con general aceptación y masiva participación, como es habitual. Los nombres propios del programa festivo son opinables, porque para gustos están los colores, pero el modelo está cada vez más asentado y el trabajo de programación y organización por parte del Ayuntamiento me parece que va en buena línea. Además, el espíritu y la actitud festiva están en cada uno de nosotros. ¡A por la fiesta, pues, que ya se adivina, como si fuera el mar de la preciosa canción de Aute, que este año llegará antes que nunca el otoño!

Para terminar, un guiño especial para quienes se van a iniciar este año en el amor en estos días de Ferias, un tiempo muy propicio para el primer beso, la primera caricia o la primera ilusión. Y a ese guiño le voy a poner la música, entre disco y funk, del grupo americano “Earth, wind and fire”, cuando cantaba “September” (Septiembre), un tema de 1978, y que en su estribillo, traducido del inglés, decía algo así:

Dime si recuerdas

                bailando en septiembre.

                Nunca hubo un día con nubes.

La verdad es que en las Ferias de Guadalajara se ha bailado siempre mucho, pero lo que no recuerdo son unas de ellas sin nubes e, incluso, sin lluvia, al menos cuando eran de otoño-otoño. Precisamente en esa negativa circunstancia que suponían las habituales inclemencias meteorológicas con que se solían celebrar las Ferias en octubre, incluso cuando tenían lugar en la última semana de septiembre –años sesenta y setenta del siglo XX-, radicó la decisión de irlas adelantando. Espero que la lluvia no vaya de la mano de las Ferias, sino de los meteoros. Y que llueva, y mucho, pero cuando toque; en todo caso, siempre antes o después de la fiesta.

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