Banderas de nuestros hijos

                Pablo Iglesias le copió a Barack Obama el slogan electoral con el que intentó y logró ser el primer presidente de raza negra de los Estados Unidos, “Yes, we can!” –“Sí, podemos”- y su reciente –que no sorprendente, al menos para mí- socio de gobierno en numerosos ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos, el actual líder del PSOE, Pedro Sánchez, le copió al presidente americano una de sus más conocidas puestas en escena electorales, al comparecer hace unos días junto a su mujer en un acto público con una gran bandera de España de fondo, al igual que lo hiciera hace años Obama con su mujer y la bandera de USA. La izquierda española ha solido ser antiamericana, cuanto más a la izquierda, de forma más radical todavía, pero una cosa es que no les guste lo “yankee” y otra bien distinta que no se aprovechen de lo mucho que los descendientes y herederos del “Mayflower” pueden enseñar en tantos y tantos ámbitos, especialmente el socio-político, en el que son auténticos maestros.

                No seré yo quien critique que el líder del PSOE se presente y fotografíe junto a una gran bandera de España, algo que debería ser normal pues es la enseña constitucional que representa a todos los españoles, incluso a quienes no la aceptan como símbolo propio, pero que adquiere el carácter de extraordinario porque no recuerdo ocasiones precedentes de líderes ni de dirigentes socialistas que se hayan dejado ver junto a una bandera española de forma tan notoria, calculada, impactante y, en mi opinión, interesada. No es que Pedro Sánchez hiciera un “top less” enarbolando la bandera española como la revolucionaria que Delacroix pintó con una enseña de Francia en la “Libertad guiando al pueblo”, pero el mensaje que quiso hacer llegar fue parecido al de aquélla: con la bandera, hacia la victoria. Electoral claro.

O sea, que al igual que Zapatero no quiso levantarse, con toda intención, al paso de una bandera americana en un desfile militar celebrado en el paseo de la Castellana cuando aún no era presidente de España, pero aspiraba ya a serlo, su sucesor como líder del PSOE tras el paréntesis de Rubalcaba, ha decidido, también con toda intención, envolverse en este caso en la bandera de España, desconcertando e, incluso, cabreando a los muchos socialistas que hay de alma y corazón republicanos, a cambio de intentar agradar a los numerosos ciudadanos situados en la centralidad política, afines a la monarquía y sus símbolos constitucionales. Y de entre ellos, el emblema por excelencia es, precisamente, la bandera roji-gualda, que el rey Carlos III eligió en 1785 como enseña de la Armada española, tras convocar un concurso al efecto y decantarse por ella al ser la más visible desde mayor distancia en el mar, evitando con ello que nuestros propios barcos se enfrentaran entre sí abriendo fuego amigo.

Es evidente que los políticos, de toda opción, por supuesto, se mueven cada vez más en función de lo que les aconseja el marketing político y que todo lo que dicen y hacen está “listo, calculado, establecido, estructurado, abastecido, preparado”, no para “servirle a usted”, como decía la canción de “Desde Santurce a Bilbao Blues Band”, el mítico grupo setentero de Moncho Alpuente, sino para tratar de ganar votos. La exhibición de Sánchez con la bandera de España no obedeció a un capricho personal del jefe de los socialistas ni a un subidón de ardor patriótico, sino a una calculada estrategia de guiño al centro político, después de haber pactado todo lo pactable con la izquierda radical de Podemos; y digo radical porque en verdad lo es, bastando como prueba de ello los currículos y las “hazañas”, de palabra o de obra, de muchos de sus cargos electos, antes y después de serlo, y los programas e intenciones con los que las “marcas” con las que ha comparecido o se ha identificado Podemos han concurrido en las pasadas elecciones autonómicas y locales.

Lo curioso, lo realmente curioso, es que Pedro Sánchez se ha exhibido de forma notoria, intencionada y, repito, a mi juicio interesada, con la bandera bicolor constitucional, poco después de pactar con Pablo Iglesias, acérrimo partidario de la tricolor y que no dudo que pondrá todo el poder que sea capaz de acumular –inclusive el que le ceda el PSOE- al servicio de su causa izquierdista y republicana, para lo que tampoco dudo contará con la simpatía y la colaboración de muchos dirigentes y militantes del PSOE. Tengo claro que el PSOE de hoy está más cerca de Podemos que del centro político y no es nada extraño que algunos alcaldes suyos, como por ejemplo el de Garrucha (Almería), la primera decisión que han tomado haya sido quitar una gran bandera de España que había en la rotonda principal de acceso a la localidad para sustituirla por una local: “Mejor poner la bandera del pueblo que la de España”, ha declarado el primer edil socialista garruchero. Espero que al madrileño Sánchez no le dé por envolverse la próxima vez, en lugar de en la bandera de España, en la de Madrid, más que nada por si en vez del oso y el madroño algún “podemita” cachondo le coloca un perro y una flauta.

Las banderas de nuestros padres –como el título de la magnífica película de 2006 de Clint Eastwood– no son hoy las nuestras, pero si las nuestras tampoco van a ser las de nuestros hijos, España volverá a dar síntomas de padecer un agudo problema de falta de identidad y de permanencia de valores y seguirá en la invertebración que tanto le dio que pensar y escribir a Ortega y Gasset.

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