20 D: más vencidos que vencedores

                Las elecciones generales del 20 D han vuelto a dejar más perdedores que ganadores, como las autonómicas y locales de mayo, aunque, como es habitual, casi todos los partidos se han proclamado vencedores relativos de las mismas, a falta de que ninguno lo haya sido absoluto. El caso es que el bipartidismo ha dado paso al multipartidismo, habrá que ver si de manera coyuntural o definitiva, y ahora está por comprobar si le es más útil a España este nuevo parlamento sin mayorías absolutas y verdaderamente fragmentado, que los anteriores en los que entre el PP y el PSOE, con mayorías absolutas o simples, se han ido repartiendo las presidencias del gobierno desde 1982, tras dos legislaturas previas de la UCD en 1977 y 1979. Sin ser un defensor a ultranza del bipartidismo, que tiene sus vicios y defectos, sin duda, sí que reconozco que aporta estabilidad y certidumbre a la política y que suele ser lo que impera en los países con más tradición democrática: en Inglaterra, Laboristas y Conservadores; en Francia, Republicanos y Socialistas; en Alemania, Democristianos y Socialdemócratas; en Estados Unidos, Demócratas y Republicanos,…

                He comenzado afirmando que en el 20-D ha habido más perdedores que ganadores y así lo creo y así me explico, analizando los resultados de las cuatro fuerzas políticas más votadas el domingo:

–  El PP ha ganado las elecciones, efectivamente, pero tendrá muy difícil formar gobierno, salvo que el PSOE se lo permita, algo que me parece improbable porque a la izquierda, aunque sea mucha y distinta, como lo es la que ha entrado en el Congreso, le gusta sobremanera aplicar “cordones sanitarios” para aislar a la “derecha”. Aún me parece más improbable que PP, Ciudadanos, DL –la nueva marca del partido de Artur Mas- y PNV sumen sus votos (177) para gobernar pues sus políticas territoriales son incompatibles.

– El PSOE (90 diputados) ha obtenido el peor resultado electoral de su historia en esta etapa democrática y, sin embargo, su líder, Pedro Sánchez, lejos de asumir este varapalo marchándose a casa, ya se frota las manos pensando que puede llegar a ser presidente del gobierno gracias al ya referido “cordón sanitario”, que dejaría al PP (123 diputados) y a Ciudadanos (40) en la oposición, mediante la suma de votos o abstenciones tácticas de la variopinta izquierda salida de las urnas y, por supuesto, de los partidos nacionalistas, incluso aquellos que son más de derechas que el propio PP que, haberlos, haylos….

–  Podemos (69 diputados), ha irrumpido en el Congreso con una gran fuerza y puede hacer mucha política con su representación –la duda es de qué tipo, aunque lo seguro es que será muy de izquierdas-, pero no ha alcanzado su objetivo de superar en votos y escaños al PSOE y, literalmente, convertirlo en un partido marginal, como era su objetivo.

–  Ciudadanos (40 diputados), al igual que Podemos, ha accedido con potencia en el nuevo parlamento y también tendrá influencia en él, aunque sea relativa, pero el partido de Rivera aspiraba a ser una fuerza decisiva y poder inclinar el gobierno hacia el PSOE o el PP y eso ya no va a ser posible.

Con esta “italianización” de nuestro parlamento nos hemos metido en un buen lío, porque, si alguien consigue formar gobierno, van a estar dándole collejas los unos y los otros de manera permanente y, más que una asamblea política, va a parecer que en la Carrera de San Jerónimo se ha instalado un mercado persa, a juzgar por lo mucho, distinto y muy caro que allí se va a vender todo. Tengo muchas dudas al respecto, pero espero que nadie venda a España y, mucho menos aún, que la alquile, algo que encantaría a los nacionalistas que, no me cabe duda, estarían dispuestos a prestar su voto a una coalición PSOE+Podemos, a cambio de que les alquilen una España federal para después poder comprar a precio de saldo la independencia para sus regiones, o casi, que viene a ser lo mismo.

Respecto a los resultados habidos en Guadalajara, destacar que, por primera vez, tres partidos (PP, PSOE Y Ciudadanos) van a tener un diputado nacional cada uno por la provincia, rompiéndose así el tradicional reparto de 2 (PP) y 1 (PSOE) que se viene produciendo y repitiendo desde 1986. Dos datos a tener en cuenta: el PP ha perdido casi un 20 por ciento de voto sobre su mejor resultado, habido en 2011, y el PSOE ha perdido más de un 5 por ciento, pero sobre su peor resultado, también en 2011. Podemos se ha quedado a 819 votos de arrebatar el diputado nacional por Guadalajara a Ciudadanos y el PP a 905 votos de alcanzar el segundo, lo que ha dejado al “paracaidista” Ramón Aguirre compuesto y sin acta, pero con el “colorao” calentito que se ha llevado estos cuatro años como presidente de la SEPI. Por el contrario, la “paraca” Mari Luz Rodríguez, número uno del PSOE por la provincia, sí ha obtenido aquí su acta, contribuyendo involuntariamente a renovar la histórica vinculación de esta provincia con la aerostación y la aeronáutica, no sólo militares, sino también políticas.

Parece evidente que los populares han pagado el desgaste de cuatro años de gobierno muy difíciles por la complicada situación económica que heredaron, pero lo sorprendente es que el PSOE siga desangrándose electoralmente en una provincia como la nuestra que, no olvidemos, gracias a los dos escaños socialistas aquí logrados en mayo pasado y al que obtuvo Podemos, dio a los socialistas el gobierno de la región. Aunque proyectar resultados de unos comicios a otros es simplemente especular, destacar que el porcentaje de votos obtenidos ayer en la provincia, sumados los de PP y Ciudadanos, se eleva al 52,85 por ciento, mientras que PSOE y Podemos tan sólo suman el 39,99 de los votos, algo que seguramente habrán subrayado en el análisis electoral que hayan hecho en el Palacio de Fuensalida.

En todo caso, tanto PP como PSOE se lo tienen que hacer mirar en esta provincia si quieren recuperar su histórica hegemonía y no seguir cediendo terreno a los partidos emergentes. Ambas formaciones, a mi juicio, necesitan renovar liderazgos, ampliar bases, desterrar prepotencias y construir discursos y acciones políticas atractivas, especialmente para el voto joven, que ha dado la espalda a ambos.

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