El olfato, el tacto, el gusto, el oído y la vista del Infantado

                El pasado fin de semana, en adecuada, oportuna y bien programada iniciativa del Ayuntamiento de la capital, se ha celebrado una singular actividad, bajo la convocatoria de “La noche de los sentidos”, con la que se ha pretendido impulsar la candidatura del Palacio del Infantado a la declaración, por parte de la UNESCO, de monumento “Patrimonio de la Humanidad”, algo realmente difícil de conseguir, como el propio alcalde ha reconocido de forma realista, pero no imposible puesto que nuestro referente histórico-artístico más señero ya ha superado la difícil criba de sobresalir entre dos centenares de monumentos españoles que aspiraban a lo mismo y formar parte del escogido grupo de cuatro que han sido incorporados a la llamada “Lista indicativa”, paso previo y condición sine qua non para obtener esa declaración.

                Decía el poeta, egipcio de nacimiento pero italiano de raíces, Giuseppe Ungaretti, que “la meta es partir”. Esa frase, dependiendo del contexto en que se escriba o diga, puede ser una verdad absoluta o tan sólo media verdad, o sea, mentira completa, especialmente si con ella se quieren justificar los acomodaticios que comienzan las cosas, pero no las terminan. En el caso que nos ocupa, que es tratar de impulsar la declaración del Palacio del Infantado como monumento Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, estimo que la frase de Ungaretti es muy oportuna porque llegar a la meta no depende del Ayuntamiento de Guadalajara, sino de la voluntad de otras instituciones, nacionales e internacionales, que deben optar entre diversas candidaturas que, probablemente, merezcan todas ellas esa declaración, algo que no es posible porque para que esa lista tenga valor real, ha de ser altamente exigente y, por tanto, más excluyente que incluyente. Simplemente al partir, al estar “en el camino”, como diría Kerouac, y seguir perseverando y avanzando en él, ya se están dando grandes pasos para lograr ese gran objetivo que permitiría que el Infantado no sólo gozara de especial protección y prioritaria actuación de las administraciones públicas en él, sino que supusiera un recurso turístico de primer orden, un auténtico revulsivo para nuestra ciudad que quiere, pero no termina de poder, ser un destino turístico relevante.

Foto InfantadoTuve el honor -y el placer, se lo aseguro-, en mi condición de Concejal delegado de Turismo del Ayuntamiento de Guadalajara (1999-2003), de colaborar con el entonces alcalde de la capital, mi muy admirado y querido José María Bris, cuando se empeñó en intentar lograr esa declaración para el Infantado ya en 2002, un proyecto que se truncó casi de raíz porque ni siquiera pasó el “filtro” regional, puesto que la Junta de “Calamidades” -perdón, de Comunidades- de Castilla-La Mancha no seleccionó esa propuesta, ni siquiera para formar parte de las candidatas de la región a ser elegidas para formar parte de “la lista indicativa”, algo que sí se ha logrado en esta ocasión, tanto a nivel regional como nacional. Puede que desde el Ayuntamiento no hiciéramos entonces las cosas todo lo bien que debíamos para potenciar nuestra candidatura, pero les aseguro que en “Toledo” nunca fueron receptivos a ella, por decirlo de forma suave. Algunos de los primeros pasos que dimos entonces, además de armar un expediente con amplia documentación, vistos con la perspectiva del tiempo parecen nimiedades, pero les aseguro que entonces costaron lo suyo, y no sólo me refiero al gasto, sino al esfuerzo: comprar el Palacio de Dávalos para llevar allí la Biblioteca y descargar al Infantado de una actividad “fatigante” para un edificio antiguo; lograr que se abriera el Palacio Ducal a visitas turísticas los fines de semana fuera del horario de la Biblioteca y el Museo; mejorar significativamente el estado de mantenimiento y conservación de los jardines, inclusive la recuperación de la fuente y su iluminación con fibra óptica; programar en Ferias las que se llamaron “Noches en los Jardines de Palacio”, con una propuesta musical siempre de calidad y muy escogida que gozó del favor del público; incorporarle a la ruta de monumentos visitables de la ciudad -junto con el Palacio de don Antonio de Mendoza, la Capilla de Luis de Lucena, el Torreón del Alamín, el Taller de Forja del TYCE y el Salón Chino del Palacio de la Cotilla– y celebrar importantes espectáculos en él para promocionar la candidatura -como ahora se ha hecho con “La noche de los sentidos”-, destacando entre ellos uno de luz, sonido y pirotecnia que convocó a varios miles de espectadores en las Ferias de 2002 y que se tituló: “Palacio del Infantado, un monumento que Guadalajara ofrece a la humanidad”.

Me alegró mucho que Antonio Román decidiera, hace ya un tiempo, retomar este proyecto, y se merece el reconocimiento y aplauso público por haberlo armarlo con solidez y llevarlo tan lejos como ha llegado. Ya que la propuesta que este fin de semana se ha hecho pretendía, con buen criterio, unir al Palacio del Infantado con los cinco sentidos, mi pequeña aportación a ella es esta:

¿A qué huele el Palacio del Infantado?Al aroma profundamente atrayente, penetrante, agrio y, a veces, casi amargo del boj de los setos de sus jardines.

¿A qué sabe? A piedra vieja, abrasada por el sol, mojada por la lluvia, batida por el viento y ennoblecida por el tiempo.

¿Cómo suena? A pavana, no para una infanta difunta, como la de Ravel, sino para dos reyes llamados Felipe, el segundo y el quinto de la dinastía monárquica española, y dos reinas de nombre Isabel, las de Valois y Farnesio, que contrajeron nupcias en él con siglo y medio de diferencia (1560 y 1714).

¿Qué palpa? Historia, gran parte de la historia de Guadalajara, de Castilla y aún de España toda, la ha tocado con sus dedos imaginarios, en algunas ocasiones para acariciarla, pero en otras, claro está, para hacer un rasguño en ella.

¿Y que ve el Palacio? Me atrevo a decir que ha visto tanto, y no todo de su agrado, que las cataratas del tiempo le han cansado y nublado la vista, aunque, como tiene pedigrí muy noble y es de buena raza, se esfuerza cada día en abrir bien los ojos para no perderse detalle de lo que acontece en su entorno. Este fin de semana, no lo dudo, habrá visto con agrado su “Noche de los sentidos”.

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