Mañueco abrevia la historia de Castilla en 220 páginas

Si hay un escritor prolífico en Guadalajara, ese es, sin ningún genero de duda, el compañero en los blogs de Guadalajara Diario, Juan Pablo Mañueco, a quien desde estas líneas quiero mostrar públicamente mi admiración, no solo por lo mucho que escribe, sino porque la mayor parte de lo que escribe está muy bien escrito, documentado y fundamentado. Sus palabras, como diría Lázaro Carreter, son auténticos dardos, no porque hieran, sino porque van al mismo centro de la diana del idioma por su precisión y adecuación al ser usadas. De casta le viene, pues profesionalmente fue profesor de instituto de Lengua y Literatura Españolas, docencia que ejerció en centros madrileños y guadalajareños. Precisamente, él fue “gato” de cuna, pero con apenas unos meses de edad cambió su gatera madrileña por el panal alcarreño, tierra natal de su familia materna. Y aquí que se avecindó desde que andaba a gatas -hoy, sin pretenderlo, va la cosa de mininos…- y aquí continúa avecindado, para mejora cuantitativa del padrón local y beneficio personal e intelectual de sus vecinos, entre los que me encuentro pues compartimos geografía de barrio en las proximidades del viejo arrabal de Santa Catalina, vulgo la calle Amparo.

                La última de las obras que ha escrito Mañueco tiene por título, nada más y nada menos, que “Breve historia de Castilla (De los orígenes al siglo XXI)”, suma 220 páginas y contiene 65 ilustraciones a color. He escrito que nada más y nada menos porque si hay algo extenso y de una dificultad extrema para abreviar, esa es, precisamente, la historia de Castilla, la tierra con mayor peso y poso históricos de cuantas se sumaron para que naciera España pero que, sorprendentemente, no tiene reconocimiento unitario en el mapa autonómico actual; bien al contrario, hay tierras castellanas en cinco regiones españolas: Castilla y León, Castilla-La Mancha, Madrid, La Rioja y Cantabria e, incluso, si buscamos su huella, aún la podemos encontrar en otras.

                Dejo para una futura ocasión un tratamiento y valoración más exhaustivos de esta breve historia castellana de Mañueco, pero, cuando apenas he tenido tiempo de echarle un vistazo y ya he comenzado a disfrutarla, no he querido que pasara un momento más sin contribuir a la difusión de su aparición editorial y a recomendar encarecidamente su adquisición a los historicistas y a los que no lo son, a los castellanistas y a quienes no lo son; eso sí, solo apelo a los curiosos, a los inconformes y a quienes les gusta ampliar el conocimiento y profundizar en él con un sentido crítico, mientras que a los quietos, a los ilusos, a los que les da igual ocho que ochenta y a quienes no llevan un cencerro colgado al cuello, pero podrían llevarlo, a esos y a algún indolente más, les invito a que no lean esta obra. Por cierto, si el contenido del libro es estimable, el continente, o sea, su diseño y edición, que han corrido a cargo de Aache, son magníficos, a la altura del elevado nivel de esta editorial guadalajareñísima de Antonio Herrera Casado a quien hace tiempo que estamos tardando en poner un monumento, y no solo por su espléndida labor editorial, sino por su extraordinario trabajo como Cronista Oficial de la Provincia, destacando en él muy especialmente su labor divulgativa.

                Con un simple hojear y ojear el último trabajo editorial de Mañueco, pronto es advertible que el autor no se ha conformado con ir a lo sencillo y al terreno ya trillado, resumirlo, aportar mínimamente para no sonrojarse, sumar otro ISBN más y santas pascuas. Lejos de ello, no solo ha escrito una historia breve de Castilla desde que podemos hablar de ella ya así bautizada o tenida, sino que se ha remontado a la geografía eterna y la historia previa del territorio que después fue Castilla, llegando en esa noche de los tiempos nada más y nada menos que al “homo antecessor” hallado en la sierra burgalesa de Atapuerca. Historia que nos trae hasta nuestros días pues, con toda intención de dar un presente y abrir un futuro a una tierra que parece tener solo pasado para muchos, Juan Pablo dedica un último capítulo a la “Situación actual castellana” e, incluso, nos hace llegar un mensaje de esperanza hasta a los más descreídos como soy yo, titulando así un epígrafe de este postrer capítulo: “Algunos síntomas de mejoría en los últimos años”. Leídas sus palabras al respecto, aunque ya con unas cuantas cicatrices en el corazón, he recordado aquellos momentos de mi mocedad en los que iba detrás del Nuevo Mester de Juglaría, allá donde llevaran su música, su compromiso castellanista y su contento, para cantar/gritar al viento con ellos “Castilla, canto de esperanza”, el fragmento tomado del poema “Los comuneros”, de Luis López Álvarez, que acababa así:

Quién sabe si las cigüeñas

han de volver por San Blas,

si las heladas de marzo

los brotes se han de llevar,

si las llamas comuneras

otra vez repicarán:

cuanto más vieja la yesca,

más fácil se prenderá,

cuanto más vieja la yesca

y más duro el pedernal:

si los pinares ardieron,

¡aún nos queda el encinar!

Castilla nos lleva esperando mucho tiempo a los castellanos, confío en que sentada. Soy castellanista, sí, lo he sido y lo voy a seguir siendo, pero lo mejor que he mamado de Castilla ha sido su generosidad y apertura para renunciar a sí misma con el fin de que naciera España. Castilla siempre ha sumado, mientras otros solo han querido, quieren y querrán restar y dividir. Juan Pablo Mañueco, con su breve historia de nuestra Castilla, nos aporta conocimiento, pero también reflexión crítica. Ya están tardando en leer su libro. Avisados quedan.

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