Obituarios entre los rebrotes

Atardecer en el Cantábrico, visto desde la parte posterior del histórico cementerio de Comillas.

               En la pasada y confinada primavera y el rebrotado verano corriente se han acumulado un elevado número de decesos, gran parte de ellos por causa del coronavirus, pero otros debidos a diversas circunstancias clínicas, la mayoría asociadas a la edad, aunque no todas como más adelante veremos. Todavía no sabemos oficialmente el número de muertos que, a día de hoy, ha provocado el/la Covid-19 en España; un país que no sabe contar los muertos evidencia cierto analfabetismo funcional pues, que uno más uno son dos y dos más dos son cuatro, es algo que se aprende en primero de primaria. Lo que pasa es que el problema del conteo de los fallecidos por la pandemia no es matemático, sino ético, pues cuantos menos parezca que ha habido, mejor parece que se ha gestionado políticamente; o, al menos, eso creen los politiquillos y politicastros que desprecian la ética al practicar eso de que la verdad no importa, lo que verdaderamente importa es el relato. Maquiavelo está cada vez más vivo y Sócrates, el padre de la ética, cada vez más muerto.

               Ahí lo dejo y voy a lo que voy que no es otra cosa que rendir un pequeño homenaje a media docena de personas que han tenido el común denominador de ser activos públicos en la sociedad guadalajareña y que han fallecido en las últimas semanas. En el atardecer de sus vidas, esa bella metáfora de la muerte que nos legó San Juan de la Cruz, les ha llegado esa hora llamada de las alabanzas porque, como bien dijo el destacado dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, en “España enterramos muy bien”; es decir, nos guardamos siempre los elogios y reconocimientos a una persona para su hora póstuma, aunque en vida le hayamos negado el pan y la sal. Ahí lo dejo también y voy ya con estas seis breves necrológicas de otros tantos personajes públicos que nos han dejado en las últimas semanas, a los que conocí bien y que creo se merecen un puñado de sentidas palabras de despedida que, en casi todos los casos, por mi parte también son de agradecimiento por lo que me enseñaron o hicieron por mí, incluso sin saberlo. El orden es alfabético, no cronológico por fecha de fallecimiento y, mucho menos aún, jerárquico. Todos los hombres, todas las mujeres, miden lo mismo en la horizontal de sus ataúdes.

MANUEL JIMÉNEZ MOYA. Expresidente de la Cámara de Comercio de Guadalajara y propietario y gerente del Hotel España. Murió con apenas unas horas de diferencia respecto a su anciana madre, circunstancia que confirma que cuando fallece un hijo aún demasiado joven para morir, su progenitora se muere también un poco con él. Bien lo sé porque lo he vivido dos veces de cerca. Manolo fue todo lo buena persona que la vida le dejó ser, además de un buen empresario y profesional del sector servicios. Se subió a algunos caballos indomables y gran parte de su existencia la pasó agarrado a sus crines para no caerse de ellos, mientras los jacos le intentaban descabalgar. Fue un buen amigo de mi hermano, Alfonso, y por ello también un buen amigo mío, aunque casi nunca coincidiéramos en el camino de Kerouac.

DANIEL MARTÍNEZ BATANERO. Como es sabido pues su sorpresiva y trágica muerte acaeció hace apenas unos días y fue ampliamente recogida en los medios, Dani murió de repente cuando descendía del Ocejón por la cara de Campillo de Ranas, mientras estaba de excursión con su hijo menor. Con el mayor había viajado a Entrepeñas dos días antes pues decidió vacacionar “guadalajareando” en familia en el verano del coronavirus. Fue una persona de una inteligencia extraordinaria que triunfó profesionalmente en el mundo del Big Data; los amplios, complejos y especializados campos de las ciencias exactas, la informática y las telecomunicaciones los dominaba con una solvencia absoluta. Como servidor público, fue concejal del Ayuntamiento de Guadalajara (mandato 2007-2011, con Román de Alcalde), debiéndose a él el inicio de la implementación del sistema de gestión y administración electrónica municipal y la mejora de su red de voz y datos, para lo que contó con la inestimable ayuda de Javier Barbadillo, el también recordado y extraordinario archivero del consistorio capitalino que falleció igualmente de forma trágica y sorpresiva hace unos meses. Martínez Batanero también fue Director General de Telecomunicaciones, Nuevas Tecnologías y CIO de la JCCM (mandato 2011-2015) donde no pudo hacer todo lo que hubiera querido pues los recortes presupuestarios condicionaron sus ambiciosos planes. Dani era una persona de grandes valores, de grandes amigos, de sólidos ideales, afable y entusiasta como pocas. El futuro de Guadalajara sin él es un poco menos esperanzador.

ANTONIO PAJARES RUIZ. Destacado, conocido y reputado profesional de la docencia, especialmente reconocido por ser el carismático director del Colegio Provincial San José durante más de treinta años. Supo combinar perfectamente su rectitud de carácter con una cercanía y afección hacia los internos de este centro, por quienes se desvivió literalmente. También supo ponderar y equilibrar de forma adecuada la lealtad hacia la Diputación Provincial con su obligada labor de tratar de obtener todos los medios posibles para mejorar las instalaciones, los servicios y los recursos, tanto humanos como materiales, del centro bajo su dirección. Persona de profundas convicciones religiosas, fue miembro de Cursillos de Cristiandad y un parroquiano muy activo y comprometido de San Nicolás. Con Antonio Pajares se ha ido, ya nonagenario, un Maestro con mayúsculas de la vieja escuela.

JULIÁN SEVILLA VALLEJO. Burgalés de nacimiento, pero guadalajareño de adopción, pues aquí residió la mayor parte de su vida y aquí desarrolló tres cuartas partes de su trayectoria profesional, entre la que destaca su paso por el Cabildo Insular de La Gomera, como Secretario General del mismo, adonde llegó mediados los años 50. Tras otros destinos, una década después, obtuvo la plaza de la Secretaría General del Ayuntamiento de Guadalajara; en el consistorio capitalino ejerció hasta que en 1975 tomó posesión del mismo puesto en la Diputación Provincial, donde prestó servicios hasta su jubilación, en 1994. Aunque algunas “leyendas urbanas” le achacan responsabilidades en el desarrollo urbanístico especulativo del denominado “Plan Sur” de la ciudad, lo que sí puede documentarse es que su concurso fue decisivo para que Guadalajara tenga muy bien resuelto, en cantidad y calidad, el problema del abastecimiento de agua a través de la Mancomunidad de Aguas del Sorbe. En la Diputación Provincial contribuyó desde sus responsabilidades técnicas a la transición de ésta al nuevo régimen democrático, así como al incremento de su actividad y plantilla. Fue una persona respetada y apreciada por la mayor parte de los funcionarios, especialmente los que trabajamos más cerca de él.

CARLOS IGNACIO TORRES MARTÍNEZ. Madrileño de nacimiento, pero otro guadalajareño de adopción y vocación. Vino a la capital destinado como alto ejecutivo de Unión Fenosa y fue un destacado militante, primero de AP y después del PP. Su más visible responsabilidad política fue la de ser candidato a alcalde y portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Guadalajara en el mandato 1983-1987, tras haber sido ya portavoz de Coalición Democrática en el anterior. Su extraordinaria oratoria y su capacidad y habilidad dialécticas, complementadas por su inteligencia y vasta cultura, le hicieron destacar sobremanera en aquellas primeras corporaciones municipales de la transición, presididas por el socialista Javier Irízar, con quien, pese a la rivalidad política, trazó una buena amistad, hecho muy indicativo de su talante abierto e ideal liberal. Junto con José Jodar, Gabriel Leblic y Carlos García Cuesta, aunque con ninguno de ellos coincidió en militancia, fue un referente del liberalismo moderado en Guadalajara, a pesar de pertenecer a un partido como AP que, en ese momento, era netamente conservador. Confieso públicamente que oyendo intervenir en los plenos municipales a Carlos Torres y hablando en privado con él, me acerqué al liberalismo político y valoré intentar ser algún día concejal del Ayuntamiento.

MARIANO VICENTE RECUERO. Natural de Ruguilla y fallecido ya nonagenario, fue un destacado funcionario de carrera de la Diputación Provincial de Guadalajara, en la que se inició como auxiliar administrativo tras haber estado acogido en el Colegio Provincial San José -hasta 1955 llamado “Casa de Expósitos y de la Misericordia”- y llegó a ser uno de sus técnicos más cualificados, una vez aprobada la carrera de Derecho cuando ya era un hombre maduro y padre de familia. Trabajador, competente, inteligente, brillante y recto son algunos de los adjetivos que, con absoluta justicia, se le pueden atribuir. Tuvo la responsabilidad principal de poner en marcha todo el armazón jurídico y documental de los planes provinciales de obras y servicios de la Diputación Provincial, a principios de los años ochenta del siglo pasado, justamente cuando éstos alcanzaron sus mayores niveles de actividad y presupuestos. Fue un buen jefe, un gran compañero y un excelente maestro; doy fe de ello pues tuve el honor y el placer de trabajar durante un tiempo con él y forjar una buena amistad, pese a nuestra diferencia de edad.

               Que la tierra les sea leve a todos ellos. Gracias por haber vivido. Descansen en paz.

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