Iriépal “cazó” su botarga

Las botargas son los personajes enmascarados más reconocibles y singulares de la cultura tradicional de la provincia de Guadalajara. No son exclusivos, ni mucho menos, pues en otras partes de España, especialmente de la mitad norte, también se dan, eso sí, con otras denominaciones: mojigangas, zaharrones, zamarrones, zagarrones, zarramacos, zorromacos, cigarrones, harramachos, cachimorros, guirrios, peliqueiros, colachos, jarramplas, carantoñas, foliones, visparras, jurrus… Lo que sí es muy particular de nuestra provincia es la denominación de botargas y el hecho de que éstas suelen salir en enero y febrero, antes del carnaval, mientras la mayor parte del resto de enmascarados son personajes que se suelen enmarcar ya en el tiempo de las carnestolendas. Mucho se ha hablado —a veces, más bien, especulado— sobre su ancestral origen que, evidentemente, algo debe haber de ello pues si podemos afirmar que los dioses no emigran, los diablillos tampoco. Uno de los principales etnógrafos españoles y estudiosos de esta tradición de los enmascarados pre o carnavalescos, Julio Caro Baroja, defendió que las botargas poseen una evidente raíz europea y medieval. El sobrino de don Pío, que conoció bien nuestra tierra e incluso la frecuentó con su familia pues los Baroja llegaron a tener casa en alquiler y olivar en propiedad en Tendilla, identifica las botargas con los bufones contratados por consistorios europeos que salían en festividades especiales en la alta edad media y principios del renacimiento, si bien consideraba posible que los bufones pudieran tener unos antecedentes aún más primitivos. Lo que sí afirmaba es que “el atuendo y la palabra botarga implican una modernización renacentista” frente a otros enmascarados peninsulares, sobre todo del norte. La palabra botarga, que está en el diccionario de la RAE, se define así en su primera entrada: “En las mojigangas y en algunas representaciones teatrales, vestido ridículo de varios colores”. En la segunda, se limita a decir: “Persona que lleva la botarga”. Confío en que nuestras dos académicas actuales, la molinesa Aurora Egido —que, además, es la secretaria— y la guadalajareña, Clara Sánchez, aporten su cercanía a nuestro singular personaje, para que, bien se corrija, bien se matice la definición que de él hacen los vigilantes de nuestro idioma porque ni es exacta, ni es adecuada pues ni siquiera se hace referencia a que sea un personaje enmascarado, algo tan determinante como su vestido que, más que ridículo, a mi me parece colorista o multicolor. Para gustos, precisamente, los colores, y el concepto de ridículo hace tiempo que no se puede definir de manera pacífica.

Máscara de la recuperada Botarga de San Blas, de Iriépal

Volviendo a Caro Baroja, éste publicó en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, en 1965, un interesante artículo sobre las botargas de Guadalajara que reimpulsó su hasta entonces mínima presencia en el panorama etnográfico nacional. Doce años antes, en esa misma y prestigiosa revista de aquel tiempo, nuestro recordado y querido Sinforiano García Sanz, maestro y librero de viejo en Madrid, nacido en Robledillo de Mohernando, ya había publicado un gran trabajo titulado “Botargas y enmascarados alcarreños”. Me consta que Caro tuvo noticias directas y más detalladas de las botargas por el artículo de Sinfo, como era conocido “Gesanz” —seudónimo que también utilizaba Sinforiano—, y por las conversaciones que con él mantuvo, hasta el punto de llegar a visitar algunos pueblos de Guadalajara con botargas, como el propio Robledillo, Retiendas, Aleas o Beleña. En ese viaje y en esos pueblos filmó una mítica película para el NO-DO, titulada “A caza de botargas”, y tomó datos y notas para varios artículos publicados en revistas especializadas y libros.

El tema de las botargas es recurrente en mis artículos y raro es el año que no les dedico alguno en el que es probable que me repita, al menos en parte, pero su arraigo y relieve en nuestra cultura tradicional es tal que, última y felizmente, me veo obligado a ello porque hay noticias, o sea novedades —que ese es el origen etimológico de la palabra—, en torno a ellas, algo que me agrada sobremanera. En los últimos años se han ido recuperando botargas que no salían desde hacía, incluso, más de un siglo, el año pasado la Diputación y La Tradición Oral iniciaron el proyecto “La Ruta de las Botargas” y este año, Iriépal ha recuperado —ha “cazado”, si seguimos la huella de Caro Baroja—, su tradicional botarga de San Blas, saliendo el sábado 3, festividad del santo con fama de curar los males de garganta. Acompaña estas líneas la imagen de la máscara con la que salió la rediviva botarga de San Blas, de Iriépal. Es de madera, como las antiguas que hacía el recordado “Mere”, de Arbancón. Con ella y con buen criterio, han huido de los insostenibles —y, a veces, infumables— de plástico. Representa una abubilla con su característico penacho de plumas y pico largo porque las gentes de este hoy barrio de la capital tienen el mote de “Bubillos”, como los de Taracena tienen —tenemos— el de “Ahumaos”. Sobre este asunto de los motes entre pueblos, algo muy común entre vecinos y comarcanos, nos ocuparemos en otra ocasión, como ya se ocupó el hoy tantas veces citado Caro Baroja calificándolo como un hecho evidente de socio-centrismo.

Vamos terminando, que es gerundio y necesario por razones de espacio: Cuando Sinfo publicó, mediado el siglo XX, su importante artículo sobre las botargas y otros enmascarados alcarreños —más bien guadalajareños, pues los había no solo de la comarca de la Alcarria—, dio datos de la existencia de 29, de los que en ese momento solo salían ya 12. Por cierto, entre esas 29 estaban la recuperada, en 2017, botarga de San Ildefonso, de Taracena, y la igualmente recuperada, este año, botarga de San Blas, de Iriépal. En la actualidad, son más de medio centenar las botargas, zarragones, vaquillas, vaquillones, diablos y otras denominaciones particulares de enmascarados de la provincia que ya tienen una —y algunas hasta dos— citas en el calendario. Doy por hecho que se están recuperando personajes tradicionales y no que se está intentando hacer tradicionales personajes por imitación o moda.

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