La España que yo quiero

Si no fuera porque el tema es muy muy serio, el eslogan que ha elegido el PSOE para la campaña electoral de las generales del 28-A es, como tomaba la gente al pobre “Piyayo” del conocido poema de José Carlos de Luna, para tomárselo a chufla: “La España que tu quieres”. Imagino que ese eslogan no se elegiría al albur y que lo habrá escogido y aprobado un sesudo “think tank”, pero a mí se me antoja como un pernicioso cóctel con base de provocación y angostura de desatino porque la España de Sánchez es justamente lo contrario de lo que yo quiero: Un Estado cada vez más país y menos nación, un Estado con su unidad en alquiler y además zaherida y denostada con impunidad, un Estado en el que en varias partes de su territorio no se puede hablar si quiera en su idioma oficial y en el que las personas ni son libres ni iguales, un Estado que progresivamente se endeuda, recauda y gasta más, pero peor, un Estado que cada vez invade más terrenos que le deberían corresponder a la sociedad, un Estado, en fin, en el que la política es cada vez menos solución y más problema.

Yo quiero una España unida, plural y diversa, pero unida de verdad, y las contemplaciones de Sánchez con los partidos separatistas e, incluso, algunas complicidades, guiños y gestos que ha tenido con ellos han ido mucho más allá de la pluralidad porque sólo concibo a ésta desde la igualdad y la libertad, mientras que el independentismo la contempla desde el supremacismo. El separatismo catalán y el vasco que llevaron a Sánchez a La Moncloa y que han dejado entrever -“para que no ganen las derechas”- que su intención es volver a llevarlo allí después del 28-A, están en las antípodas de mi forma de entender la pluralidad, porque quieren elevar las diferencias a fronteras, no verlas como simples matices o adjetivos, fundamentalmente porque se creen distintos y mejores. Me escandaliza pensar que aún haya políticos como el presidente de la Generalitat catalana que, lejos de enterrar aborrecibles tesis racistas como las de Sabino Arana, se agarran a ellas para liderar el llamado “procés” que tanto daño está haciendo a Cataluña y a España; incluso amenaza con hacérselo también a Europa despertando nacionalismos que parecían ya superados tras el daño que la hicieron en la primera mitad del siglo XX, siendo una de las causas directas de las dos guerras mundiales. Si Arana, el fundador del PNV, dijo a finales del XIX que “Antiliberal y antiespañol es lo que todo bizkaino debe ser” y que muchos de los españoles “más que hombres semejan simios”, Torra ha dicho no hace mucho que en Cataluña -refiriéndose a los independentistas, obviamente- hay «Gente que ya se ha olvidado de mirar al sur y vuelve a mirar al norte, donde la gente es limpia, noble, libre y culta. Y feliz». Con personas que piensan y dicen esto, entre otras muchas lindezas, no se puede tener complicidad alguna. Sánchez, lamentablemente, ha ido en su tiempo de gobierno más allá de las complicidades con Torra y su Generalitat, que solo lo es de una parte de los catalanes.

Yo quiero una España en la que todos seamos libres e iguales, vivamos donde vivamos, pensemos lo que pensemos y votemos lo que votemos. Eso no quiere decir que cada uno podamos hacer lo que queramos, sino lo que la ley nos permita. Lamentablemente, la libertad y la igualdad ya son una quimera, especialmente en Cataluña, pero también en el País Vasco. Una prueba palpable y muy reciente de ello es el escrache que padeció Cayetana Álvarez de Toledo, la candidata número 1 del PP al Congreso por Barcelona y, precisamente, portavoz de la “Plataforma Libres e iguales”, cuando acudía a un debate en la Universidad Autónoma barcelonesa. Lo peor ya no fue el vergonzoso acoso e intimidación al que fue sometida la periodista para tratar de impedir su participación en el debate, sino la ignominiosa equidistancia del rectorado de la Autónoma con escracheadores y escracheada, o las lamentables declaraciones de los portavoces de Junts per Catalunya sobre este incidente: “Quien busca problemas, los encuentra”. Los acosos vividos estos días en otros lugares de Cataluña y el País Vasco por candidatos de PP, Cs o Vox –“las 3 derechas” que Sánchez ha bautizado, como si no lo fueran el PDCat y el PNV, sus socios de investidura- también evidencian que la libertad y la igualdad en España, actualmente, son asimétricas, como la España que quiere el líder del PSOE para dar contento a los que inspiran y alientan a los escracheadores, o sea, los separatistas. Ya nos sabemos la historia porque nos la contó taimadamente el recientemente fallecido Xavier Arzalluz: unos mueven el árbol y otros cogen las nueces.

Tampoco es la España que yo quiero un Estado que aumenta su déficit y gasto públicos con la actitud del que se funde más de lo que tiene, pero después pagan otros; además, vendiéndolo como “gasto social”, cuando muchas de las medidas de Sánchez, especialmente las de última hora y ya con las elecciones convocadas, tienen más de electoralismo cortoplacista y comprador de votos que de otra cosa. Y quiero una España en la que el Estado proteja y cuide a quienes lo precisen de verdad, sí, pero que no premie indolencias, comodidades y quietudes. Y quiero una España en la que la sociedad de un paso al frente y el Estado uno atrás; con Sánchez ha ocurrido justo lo contrario. Y también quiero una España de la verdad de la buena, no de la posverdad marxista de Groucho; tristemente, en los tiempos de Sánchez la posverdad ha ganado bastante terreno a la verdad, aunque, ciertamente, él solo no haya sido el culpable.

Tras 42 años de experiencia democrática es ya de general conocimiento que las campañas electorales, más que períodos de promoción y divulgación pública de programas y propuestas políticas, son pura cohetería, política-espectáculo de cada vez más baja estofa. Cuando están en campaña, los partidos se alejan más que nunca de la definición que de ellos hace el artículo 6 del Título Preliminar de nuestra vigente Constitución Española: Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Metidos en la harina de la campaña electoral, lejos de expresar pluralismo, los partidos suelen amplificar su habitual sectarismo hasta límites casi asfixiantes y la voluntad popular se solapa con la suya y sus intereses.

España no necesita una nueva Constitución, lo que precisa es una segunda Transición, pero que se produzca y termine como la que lideró Adolfo Suárez y que bien resumen su epitafio: “Y la concordia fue posible”. Pero para ello hace falta más talento y más talante del que ahora hace gala buena parte de la actual clase política.

 

 

Guadalajareando y catedraleando que es gerundio

Prácticamente se van a solapar en el tiempo la salida de imprenta de la segunda edición de “Guadalajareando”, el libro con textos míos al que ha puesto unas extraordinarias fotografías Nacho Abascal, y la primera de “Catedral de Sigüenza, 850 años de piedra viva”, mi última publicación que va a presentarse de forma oficial el próximo día 9 de abril, a las 8 de la tarde, en el Centro San José. Están/estáis todos ustedes/vosotros invitados al acto.

Apelando a la conocida anécdota televisiva de Francisco Umbral y dando un paso más que él -físico, que no literario, pues yo no le llego ni al tacón del zapato- hoy he venido a hablar, no de mi libro, sino de mis libros porque no es habitual que un autor presente dos obras casi simultáneamente, aunque en esta ocasión así lo han querido las circunstancias. Y yo, tan contento por ello pues si hay algo que agrada a un autor es ver sus obras publicadas. Y si, además, son leídas y no solo ocupan unos milímetros de anaquel en las estanterías, pues ya miel (de la Alcarria, por supuesto) sobre hojuelas, que están muy ricas, aunque tienen muchas calorías.

De “Guadalajareando” he de decir que, aunque alguien pueda pensar que es petulancia, no me ha extrañado en absoluto que haya tenido que reeditarse apenas tres meses después de publicarse porque se trata de un libro espectacular desde un punto de vista formal, algo a lo que yo solo he aportado la idea y el texto pero que quien lo ha conseguido de verdad es Nacho Abascal con sus magníficas fotografías. Como ya comenté con motivo de la exposición que realizó hace algunas semanas en el centro San José con una selección de sus fotografías que se incluyen en “Guadalajareando”, esta provincia ha tenido y tiene grandes fotógrafos y Nacho está entre ellos, sin duda alguna. Además, como amigo es de los buenos y como persona es de las mejores, así que bien pueden sus padres presumir de hijo -de hijos, más bien, pues tienen muchos y todos valen un “potosí”-, algo que no hacen porque son muy sencillos y reservados.

Quienes no hayan podido “guadalajarear” con la primera edición de “Guadalajareando” -vaya trabalenguas- van a poder hacerlo próximamente con la segunda, idéntica a aquella, si bien incorporándose la corrección de algunas erratas y/o errores detectados en el texto y sustituyéndose un par de fotografías que Nacho ha considerado que mejoraban las de la primera edición. Confío en que este libro siga teniendo recorrido en el futuro porque con él también lo tendrá la propia provincia ya que es un compendio de su historia, arte, geografía, costumbres y tradiciones, pero, sobre todo, un espléndido catálogo de sus paisajes de excelencia, que son muchos y variados, como comprobarán quienes no conozcan Guadalajara y caiga esta publicación en sus manos. La sorpresa suele ser anfitriona de la curiosidad y ésta vísperas de un viaje.

Y ahora vamos a hablar -brevemente porque aún está sin presentar en público y hay que guardarse palabras para cuando le llegue el momento- del librito que con tanta ilusión como empeño he escrito sobre la catedral de Sigüenza. Utilizo el diminutivo de libro, no porque lo considere una obra menor en mi bibliografía, bien al contrario, sino porque, formalmente, en comparación con “Guadalajareando”, su tamaño es un tercio menor (20 X 20, frente a 30 x 30), al igual que su paginación ya que, mientras el que ahora se reedita alcanza las 250 páginas, el que se ha publicado por primera vez no llega al centenar.

“Catedral de Sigüenza, 850 años de piedra viva” está evidentemente escrito con ocasión del 850 aniversario de la consagración o dedicación litúrgica de la seo seguntina, efeméride que se viene celebrando desde junio del año pasado y que concluirá en junio de éste al tiempo que el jubileo concedido por el papa Francisco por tan relevante hecho. Aporto así mi granito de arena al mucho y buen trabajo que se está llevando a cabo para conmemorar este acontecimiento desde el obispado de la Diócesis Sigüenza-Guadalajara, en general, y desde el Cabillo catedralicio, en particular, con su dinámico y proactivo deán al frente, Jesús de las Heras.

Este libro se enmarca dentro de las publicaciones de carácter pedagógico y didáctico que la Diputación Provincial me viene encargando y publicando desde que iniciamos esta línea de trabajo con “Guadalajara para niños” y la continuamos con “Viaje a la Alcarria en familia” y “Cisneros, vida y obra de un gran cardenal”. La obra tiene un carácter fundamentalmente divulgativo y está dirigida a un público familiar y escolar que, como en las publicaciones antes citadas, encontrará un apéndice didáctico que les ayudará a conocer mejor y de una manera entretenida la historia sucinta de la diócesis y de la propia catedral, así como a visitarla en familia o formando parte de un grupo escolar. Las magníficas ilustraciones que incluye la obra las ha aportado nuevamente la diseñadora, arquitecta y docente alcarreña Nora Marco Alario que, en esta ocasión, también ha diseñado las cubiertas y los dos bellos desplegables (pop-ups) que abren y cierran el libro, curiosas arquitecturas de papel que reflejan el exterior y el interior de la catedral y que contribuyen a hacer más atractivo y artístico el libro. El muy buen diseño y maquetación electrónicos del libro los ha realizado Águeda Herrera, de Aache ediciones, y están a la altura del bien ganado prestigio de la editorial guadalajareña y guadalajareñista creada por Antonio Herrera Casado.

Da gusto trabajar con gente tan profesional y con equipos tan competentes, así, hasta los mediocres como yo no parecemos tan malos. Gracias a todos ellos. Y ustedes/vosotros: ¡A “guadalajarear” y a “catedralear”! O mejor, ya están “guadalajareando” y “catedraleando” (en Sigüenza, por supuesto), que es gerundio.

 

 

 

CeLA, siempre en la Alcarria

No hay ninguna errata en el titular, no; esa “e” minúscula entre tres mayúsculas está puesta ahí con toda intención pues, aunque esconde un guiño evidente al apellido de quien ganara el Premio Nobel de Literatura en 1989, este “CeLA” es un acrónimo del futuro “Centro de encuentro Literatura y Arte” que en las próximas semanas va a abrir sus puertas en Almonacid de Zorita. Se cumple así, una vez más, la contundente e inequívoca proclama de afectividad entre el escritor y esta tierra -“Siempre en la Alcarria”- que el mismísimo CJC dejara escrita de su puño y letra en el Libro de Honor de la Diputación Provincial de Guadalajara en una de sus frecuentes visitas a esta institución cuando era su presidente Francisco Tomey. Como podrán comprobar, pues se inserta junto a este texto, esa declaración y esa firma autógrafas de Cela están fechadas el 20 de diciembre de 1989, apenas unos días después de recibir la noticia, en su entonces residencia de El Clavín, de haber obtenido el Nobel de Literatura de aquel año, el quinto español -y último, por el momento- que se hacía con este prestigioso galardón tras José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956) y Vicente Aleixandre (1977).

Desde que el 6 junio de 1946, con treinta años recién cumplidos, Cela llegara en tren a la estación de Guadalajara para viajar durante nueve días por la Alcarria y luego publicar, dos años después, su celebérrimo “Viaje a la Alcarria”, autor, paisaje y paisanaje se unieron para siempre, como él mismo proclamó en reiteradas ocasiones. Aquel libro que cambiara la literatura de viajes al dar a las figuras tanto protagonismo como al propio paisaje y producirse en un género narrativo singular muy cercano al de la novela, ha sido traducido a decenas de idiomas y ha situado a la Alcarria y a Guadalajara en el mapamundi, al igual que a La Mancha la puso ahí Cervantes con su extraordinario Quijote.

Como decíamos al principio, Camilo José Cela, como El Cid, va a ganar una nueva batalla después de muerto para volver a hacer cierta, una vez más, su voluntad de estar “siempre en la Alcarria”, en este caso inspirando el nacimiento del CeLA, en Almonacid de Zorita, el pueblo en el que “estuvo de boticario el poeta León Felipe” (Viaje a la Alcarria, 1948) y “que tiene unas arquitecturas meritorias” (Nuevo viaje a la Alcarria, 1986), según escribió y describió el propio CJC en sus dos periplos literarios alcarreños.

El Centro de encuentro Literatura y Arte se va a concretar inicialmente en una exposición permanente fundacional que va a instalarse en el Espacio Cultural El Molino, magníficamente restaurado como continente cultural tras ser durante décadas una fábrica de aceite. Este edificio, cuya construcción data del siglo XVII, fue originalmente una ermita dedicada a la Virgen de la Luz, la patrona de Almonacid, y en su fachada queda huella evidente de la presencia y poder que la Orden de Calatrava tuvo en aquella zona suralcarreña.

CeLA va a poner en valor la estrecha relación del literato CJC con el mundo de las artes plásticas, especialmente a través de la destacada presencia que a éstas les dio en los Papeles de Son Armadans, la célebre revista literaria que el escritor gallego editó y dirigió en Mallorca desde 1956 hasta 1979. La exposición inicial fundacional del Centro estará fundamentalmente conformada por obras de algunos de los pintores españoles más importantes del siglo XX, como Miró, Picasso, Rafael Zabaleta, el grupo El Paso y hasta del poeta Rafael Alberti, con quienes Camilo José Cela mantuvo fructífera relación, en algún caso derivando incluso en amistad, y a los que dedicó números especiales en los Papeles de Son Armadans. Papeles es una fuente casi inagotable de relación entre la literatura y el arte, pues además de ofrecer números monográficos dedicados a los artistas antes citados, también tuvieron tratamiento especial en sus páginas otros grandes creadores como los pintores José Gutiérrez Solana, Antoni Tàpies, Emilio Medova, Will Faber o John Ulbritch, el arquitecto Antonio Gaudí, el escultor Ángel Ferrant o el ceramista Llorens Artigas. La exposición la completarán obras pictóricas notables que Cela adquirió en propiedad y que colgaron de las paredes de sus sucesivos domicilios madrileños y mallorquines, especialmente el conocido de la Bonanova palmesana, así como retratos suyos que artistas de relevancia le hicieron como homenaje. El nexo de unión entre literatura y arte, a través de Cela, que inspirará el nacimiento del CeLA en Almonacid, lo subraya el hecho de que el mismo CJC, aunque esta circunstancia no es demasiado conocida, hiciera sus pinitos en el mundo de la pintura, llegando a exponer su obra en 1947 en la galería Clan, en Madrid, y después en La Coruña. En la exposición permanente de Almonacid también quedará algún reflejo del Cela pintor.

Aunque CeLA va a iniciar su andadura con esta exposición permanente, el propósito y el camino que tiene por delante puede ser de muy largo y considerable recorrido si se gestiona adecuadamente y a esta importante muestra se le va complementando con la programación periódica de otras exposiciones temporales y actividades como conferencias, seminarios, encuentros, etc.

CeLA lo van a hacer posible la Fundación Charo y Camilo José Cela, la Diputación de Guadalajara, que aportará apoyo técnico y soporte económico, y, muy especialmente, el Ayuntamiento de Almonacid de Zorita, que realizará un importante desembolso adquiriendo obra en propiedad y a quien cabe felicitar por esta decidida apuesta por llevar a su municipio un recurso cultural de tanta categoría y posibilidades de futuro. La zona de afección de la clausurada central nuclear de Zorita necesita y busca alternativas productivas y proyectos de calado socioeconómico para mirar con optimismo al futuro tras el cierre de la planta y el ya no lejano fin de su desmantelamiento; no me cabe duda que apostar por la cultura con mayúsculas, como va a hacer Almonacid acogiendo CeLA, es una decisión valiente e inteligente.

 

Nunca caminarás solo (y 2)

                Hace ya casi 26 años que en la columna en la que me desteté como periodista, que tenía por cabecera “Luces de bohemia”, como la obra homónima de Valle Inclán, y que tuve activa durante casi 15 años, primero en el histórico semanario “Flores y Abejas” y después en la cabecera que le sucedió, “El Decano”, publiqué un artículo que llevaba exactamente el mismo título que hoy y que dediqué a mi hermano, Alfonso, que acababa de fallecer en Zaragoza, a la edad de 37 años. Más que con tinta, aquel artículo lo escribí con lágrimas, con el alma desgarrada y el corazón “partío”, como la bonita canción de Alejandro Sanz. Jamás pensé que la vida, de nuevo, me iba a desgarrar el alma y partirme el corazón teniendo que despedir a otro hermano, pero así ha sido, lamentablemente, y hoy me veo obligado a decir adiós a Carlos, a sus 61 años de edad, con el mismo dolor y los mismos sentimientos que despedí a Alfonso, cuando aún le quedaba más de media vida por delante. Parafraseando a Jethro Tull, ambos eran demasiado jóvenes para morir, pero aún no viejos, ni para el rock and roll ni para ningún otro estilo musical porque los dos fueron grandes aficionados a la música, especialmente Carlos que, no solo disfrutaba oyéndola, como Alfonso, sino también tocándola y hasta componiéndola.

De tres hermanos que éramos, ya solo quedo yo en el mundo, con la responsabilidad que ello conlleva pues he de tratar de seguir viviendo, no solo por mí y los míos, sino también por ellos, y esa es una responsabilidad que asumo con gusto, pero también con la incertidumbre de saber si estaré a la altura de dos grandes personas, muy diferentes entre sí, pero con un par de corazones tan cálidos, generosos y amicales que latían al unísono. “You´ll never walk alone” (“Nunca caminarás solo”) es el lema del Liverpool FC inglés, toda una declaración de fidelidad de los aficionados a su mítico equipo que yo elegí para despedir, primero, a Alfonso, y ahora también a Carlos, porque, como hermano pequeño suyo que era, siempre fui su primer fan y admirador, algo que su muerte no va a interrumpir porque nadie muere del todo mientras se le recuerda. Estoy bien seguro que ellos nunca van a morir en muchos corazones, pero conmigo vivirán hasta que mi corazón dé el último latido. Eso sí, y no es humor negro, cuando llegue ese momento ya no podré escribirme a mí mismo un “Nunca caminarás solo”, de ahí que cierre la serie con este artículo.

Con estas palabras hemos dicho hoy “hasta luego, hasta siempre” a Carlos en su funeral en la iglesia de Taracena; les aseguro que no hay ni un adjetivo ni un adverbio de más en ellas:

“Carlos era una persona tan discreta y sencilla que, probablemente, hasta esté incómodo en su propio entierro por ser el protagonista.

                Carlos era una persona tan digna que ha sobrellevado su dura enfermedad con una entereza ejemplar.

                Carlos era un maestro tan vocacional que hizo mejores las escuelas por las que pasó, siempre hombro con hombro con los demás, porque también fue un buen compañero.

                Carlos amaba tanto la música que a todo lo que tocaba le sacaba sonidos armónicos, con un gusto exquisito y siempre persiguiendo la perfección.

                Carlos era tan buen amigo que, aún no ha terminado de marcharse, y ya somos muchos los que le echamos de menos.

                Carlos era tan buen hijo que tuvo unos grandes padres: Juanjo y Pili.

                Carlos era tan buen marido que tuvo la suerte de encontrar una gran mujer, Carmen.

                Carlos era tan buen padre que la vida le premió con dos buenos hijos: Javier y Carlos.

                Carlos era tan buen hermano que además fue mi amigo.

                Gracias por tu ejemplo, Charly.

                ¡Nunca caminarás solo!”

Una exposición que hay que ver

Durante todo el mes de febrero, permanecerá abierta al publicó una magnífica exposición de fotografías de Nacho Abascal, en la sala de arte “Antonio Pérez”, en el Centro San José, que lleva por significativo título el de “Andar y ver la provincia de Guadalajara” y por singular subtítulo el de “Guadalajareando”. Como es sabido por muchos, con casi 300 fotografías de Abascal y textos míos, se presentó el pasado mes de octubre un libro de gran formato (30 por 30 cms.), tapa dura, buen papel y a todo color que lleva por título el que ahora es el subtítulo de la exposición de Nacho y por subtítulo, su título. Parece un trabalenguas, pero no es más que un guiño mutuo que escritor y fotógrafo nos hemos querido hacer para repicar y amplificar el trabajo en común de ambos que, primero, derivó en un libro y, después, en esta exposición que les recomiendo expresa y encarecidamente visitar porque disfrutarán mucho si lo hacen.

La exposición de Nacho consta de 37 extraordinarias imágenes de otros tantos lugares de la provincia de Guadalajara en los que su cámara ha captado encuadres y momentos de luz idóneos de ciudades y villas, piedras con historia, paisajes de agua y de altura de este territorio que es tan bello y diverso como, lamentablemente, desconocido para no pocos, aunque, afortunadamente, cada vez para menos. Cierto es que, como dijo Cela cuando escribió su “Nuevo viaje a la Alcarria” en 1986, a la gente ya le va dando la gana venir a esta tierra, aunque, eso sí, poco a poco. Lo que aseveró el Nobel gallego sobre la Alcarria es extensible al resto de tierras que conforman las “guadalajaras”: Serranías del Norte, Campiñas del Henares, Jarama y Sorbe y Señorío de Molina.

Nacho, y no lo digo por la amistad que me une a él desde la juventud, es uno de los mejores fotógrafos actuales que ha dado esta tierra de grandes fotógrafos pues en Guadalajara han nacido, o han estado y están estrechamente vinculados a esta provincia, artistas de la cámara de la talla de José Ortíz-Echagüe, Francisco Goñi, Tomás Camarillo, Francisco de las Heras, José López, Eugenio Ruiz García (“Peco”), Antonio López-Palacios o Santiago Bernal, entre una larga nómina que podría extenderse bastante más, pero que dejamos en Bernal para, con él, citar a la Agrupación Fotográfica de Guadalajara, que tanto impulsó este segoviano afincado en Guadalajara desde hace décadas, colectivo que goza de un justo y reconocido prestigio a nivel nacional.

Abascal domina el amplio espectro técnico y temático de la fotografía, pero entiendo que su mayor nivel lo da como fotógrafo del paisaje, probablemente porque es un gran viajero, minucioso observador y amante de la naturaleza y el arte que no se conforma con mirar, sino que quiere retener esos instantes especiales de luz que, cuando tiene la oportunidad de captar con su cámara, desea compartir como solo lo hacen las buenas y generosas personas, dos de sus más reconocibles señas de identidad. Nacho es un excelente fotógrafo, sí, pero aún es mejor persona.

Les encarezco que no dejen de visitar su exposición en el Centro San José, pudiéndolo hacer hasta el 28 de febrero, de lunes a sábado, en horario de tarde, de 19 a 21 horas. En ella encontrarán 37 imágenes positivadas en gran tamaño (hasta 1,50 m) y sobre soportes y materiales que, posteriormente, permitirán que la exposición vaya a los municipios de la provincia que deseen acogerla tras solicitar su cesión a la Diputación Provincial, que la va a incluir dentro del conjunto de exposiciones itinerantes que ofrece desde el CEFIHGU (Centro de la Fotografía y la Imagen Históricas de Guadalajara).

Tengo la certeza de que la exposición de Nacho Abascal va a recibir un montón de visitas y que va constituir todo un éxito porque la belleza de sus fotografías hace justicia a la hermosura intrínseca de esta tierra, fotogénica como pocas, pero no siempre fotografiada por artistas de su sensibilidad, calidad y generosidad.

Aunque hoy tocaba hablar de la exposición de Nacho, por razones de actualidad no quiero dar por concluidas estas líneas sin referirme a “Guadalajareando”, el libro al que él puso imágenes y yo letras, como señalaba al principio, y cuyo título aporta el subtítulo a su muestra fotográfica; me complace mucho hacer público que la primera edición del libro se ha agotado en apenas tres meses y que la Diputación se propone ya abordar de manera inmediata su segunda edición. Bueno es que se conjugue el verbo “guadalajarear” que, aunque no esté en el diccionario de la RAE, sí lo está en los quereres y en los sentires de muchos, por supuesto también en los de Nacho y míos, y no significa otra cosa que andar y ver la provincia de Guadalajara con el corazón puesto en los ojos y el alma en la palabra.

 

Pie de foto: Imagen del Alto Tajo que forma parte del libro titulado “Guadalajareando” y de la exposición fotográfica de Nacho Abascal.

 

El metro de Guadalajara

Las redes sociales las carga el diablo porque tienen más peligro que un vampiro infiltrado en una asociación de donantes de sangre. Cierto es que como a ellas puede acceder cualquiera, sea cual sea su intención y voluntad, un mensaje a través de las redes más utilizadas (Facebook, Youtube, Whats App, Messenger, Instagram, etc) puede hacerse viral en minutos y tener más difusión e impacto que una noticia en el telediario de cualquier televisión; evidentemente, los alentadores y aventadores (“haters” y “trolls”) de noticias falsas (“fake news”), de “zascas” malintencionados y otras formas de expresión perversa, tienen un filón en las redes sociales para que sus falsedades y comentarios injuriantes y/o calumniadores se difundan, algo que puede ser aún peor a que en vez de que tu sangre donada termine en el cuerpo de una persona que la necesita, acabe goteando en los colmillos de un vampiro.

Eso es bien cierto, sí, pero como comunicador también he de reconocer que, gracias a las redes sociales, los canales y medios de comunicación entre emisor y receptor se han ensanchado, acercado y acelerado de tal manera que, en la información actual, quien emite y quien recibe casi van de la mano, se pueden hasta tocar y, lo que es más importante, interactuar, de tal manera que se acabó el frontón comunicativo en que los intentos del receptor por contactar con el emisor eran prácticamente rechazados por norma, como las pelotas son devuelvas por un frontis cuando chocan contra él. No pretendo en tan limitado espacio revisar críticamente los “Elementos para una teoría de los medios de comunicación”, de ese gran referente del ensayo, no exento de polémica, que es Hans Magnus Enzensberger, sino simplemente llamar la atención sobre un hecho que está ahí, que ha llegado para quedarse, que forma parte de nuestras vidas cada vez de forma más notoria e influyente y que, bien utilizado, puede ser una extraordinaria herramienta de progreso, pero que, malamente -como canta Rosalía, la chavalita catalana que se ha puesto tan de moda-, puede hacernos regresar a las cavernas en muchos aspectos, aunque en vez de enfrentarnos a mamporros, lo hagamos ahora a “tuits”, “GIFs”, “stickers” y “zascas”. Como decía Aristóteles en su gran obra “La política”, en el medio está la virtud, lo que él llamaba el “Aurea mediocritas”, que no deja de ser un elogio de la moderación, algo no solo aconsejable de aplicar a la comunicación actual, sino también a la propia política pues ambas van cada vez más de la mano.

Tras esta pretendidamente breve introducción que se ha ido más lejos de lo que pensaba, quiero comentar la guasa que se han traído las redes sociales en los últimos días con el hundimiento de una pequeña máquina excavadora que estaba realizando unas primeras tareas de reforma en la Plaza del Concejo, que falta le iba haciendo desde hace ya mucho tiempo. La excavadora en cuestión se hundió súbitamente en la plataforma de la plaza que está más cerca de la calle del Arco, justo enfrente del edificio que sustituyó hace unos años al viejo en cuyo local comercial se situaba “La Popular”, el comercio de baratijas y chucherías que fue un referente para muchas generaciones de chavales arriacenses, entre las que estaba la mía. A la excavadora se la comió literalmente la tierra -parece ser que por su peso se desplomó el terreno que cubría una antigua bodega-, como se encargaron de difundir, en apenas unas horas, las redes sociales, pero con un cachondeíto y un pitorreo que a mi me parecieron muy ocurrentes y que provocaron no pocas sonrisas, algo que en los taciturnos tiempos que corren es realmente de agradecer.

     De entre todos los mensajes, de los muchos que recibí, sobre la excavadora que se había tragado la plaza del Concejo, me quedo con un fotomontaje en el que se veía el tan reconocible logotipo del Metro de Madrid, pero en el que se anunciaba la guadalajareñísima estación de “Plaza del Concejo”. En otro fotomontaje, que si se hubiera producido el día 28 de diciembre ya habría sido la remonda, con la imagen de fondo de la excavadora tragada por la tierra y el alcalde, Antonio Román, en primer plano, se podía leer el siguiente texto: “Íbamos a quitar unas baldosas pero nos vinimos arriba”, comentaba el alcalde, echando las culpas a Carnicero al decir éste la mítica frase de “No hay huevos”. Estoy seguro que también ellos se lo tomaron con humor, porque es como debía tomarse.

Termino ya diciendo que el alcalde que precedió a Antonio Román, el socialista Jesús Alique, habría dado mucho juego en estos tiempos de tuit y zasca porque le gustaba mucho sobreactuar en asuntos de comunicación. A veces, aunque fuera por su parte con la mejor intención, incluso le “vendían” alguna burra -en este caso, seguro que fue un promotor que se vino arriba en la efervescencia del ladrillazo- como, por ejemplo, construir un túnel prácticamente a lo largo de todo el paseo de las Cruces para soterrar el tráfico a su paso por esta calle, la plaza de Santo Domingo y la Carrera, desembocando en la plaza de Bejanque. La propuesta la hizo en la campaña electoral de 2007, su coste lo valoró en 32,6 millones de euros, incluida la construcción de un parking y una nueva plaza de toros cubierta, pero los ciudadanos no se la “compraron” pues perdió las elecciones. Del tranvía que iba a subir desde la estación hasta el centro de la ciudad ya hablaremos otro día.

Postal de posnavidad

Estamos metidos de lleno en la posnavidad, la “cuesta de enero” o como queramos llamar a este período del recién estrenado invierno que llega tras despedir un año y recibir otro después de dar continuos homenajes al colesterol y jalear al ácido úrico y las transaminasas, y que se parece un poco al principio del otoño; no lo digo por la climatología, bien diferente, sino por las sensaciones de finalizar un ciclo muy marcado y comenzar otro. Si el tiempo del final del verano y el principio del otoño nos invita un poco a la melancolía por lo bueno que dejamos atrás -vacación, luz y calor, fundamentalmente- y por lo no tanto que se aviene -rutina laboral, luz y calor que van menguando- la etapa de conclusión del otoño e inicio del invierno la recibimos dándolo todo -algunos, incluso más de lo que pueden- y, claro, después se cumple el sabio refranero: “Días de mucho, vísperas de poco”.

Ahora que los tiempos los marcan “stories telling” en las redes sociales y los “relatos” en la comunicación global, especialmente en la política, que no siempre tienen que ver con la realidad -cada vez más “fake”-, creo que ni el “community manager” más activo ni el comunicador político más sectario pueden no dar un “like” e incluso “retuitear” ese refrán que resume el tiempo recién pasado y el presente, incluso aunque eso de los refranes sea más “out” que “in” y esté bastante demodé porque suena a viejo y a rural.

Y ahí quería llegar yo. Me sorprendió gratamente que en el informativo de mediodía de Antena 3 TV, el mismísimo día de Reyes, con las familias “zangolotineando” -perdón por este abuso del castellano al convertir en verbo un adjetivo- compulsivamente alrededor de regalos y roscones, se le dedicaran tres minutos a la alarmante despoblación que padece el medio rural español. En ese mapa de la España cada vez más desierta, se destacaba a tres comunidades autónomas como principales víctimas de la sangría poblacional que no cesa desde los años sesenta del siglo pasado: Castilla y León, Aragón y La Rioja. Castilla-La Mancha y, por ende, Guadalajara no estaban en ese plano de la España despoblada, a pesar de que la mayor parte de nuestra provincia, excepción hecha del Corredor del Henares y el entorno de la capital, está tan deshabitada como los territorios de las regiones antes citadas. Es lo que tiene la estadística, que es una ciencia teóricamente exacta pero plagada de inexactitudes porque las medias, las modas y las medianas desprecian las dataciones extremas, y el medio rural de Guadalajara ofrece dataciones demográficas sumamente extremas respecto a su propia capital y entorno y, no digamos ya, en relación a la mayor parte del resto de Castilla-La Mancha -excepto Cuenca y algunas zonas puntuales de las otras tres provincias-, donde hay muchos menos municipios que aquí y bastante más poblados.

La base documental de esta información televisiva que le restó tres minutos de protagonismo a los Reyes Magos y a la “Lotería del Niño” parte de un estudio elaborado por el profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joaquín Recaño, según el cual la mitad de los municipios españoles están afectados por problemas graves de despoblación. Este mismo estudio alerta de que 1.840 de ellos han sido identificados como espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible; entre los que, evidentemente, se encuentran todos los que tienen menos de 100 habitantes que, recordemos, en el caso de Guadalajara son 178 de un total de 288.

El estudio de la UAB determina que en España hay un total de 8.125 municipios, de los que casi 5000 tienen menos de 1000 habitantes, pero ocupan el 40% de la superficie del país, si bien apenas concentran el 3% de población. Nosotros podemos aportar, en el caso concreto de nuestra provincia, que el 80 por ciento de la población se concentra en menos de un 20 por ciento del territorio, por lo que, si damos la vuelta a este dato, podemos afirmar que menos del 20 por ciento de la población provincial ocupa el 80 por ciento de su territorio. Las dos Guadalajaras de las que hemos hablado tantas veces y cuyas diferencias siguen ensanchándose porque, como sostiene el profesor Recaño «cierto es que la emigración ha perdido empuje, pero han cobrado más importancia las pérdidas de población por una natalidad muy baja y una mayor mortalidad por envejecimiento, por lo que el escenario se ha agravado y presenta ya un serio problema de sostenibilidad demográfica».

Son nuevos números de una vieja y conocida preocupación que, lejos de resolverse, se va agravando paulatinamente, aunque varíen algo sus causas y circunstancias: antes era un problema cuantitativo -la emigración masiva vivida en gran parte de nuestro medio rural- y ahora, una vez diezmada la población hasta el extremo, ya es también cualitativo: su envejecimiento y lo que éste conlleva, especialmente la falta de actividad productiva.

Ya se cuenta por décadas el tiempo que España lleva recibiendo importantes fondos estructurales de la UE para el desarrollo regional, social y rural:  FEDER, FEADER, FSE y hasta hace poco también los Fondos de Cohesión; numerosos son los programas que se han financiado con estos fondos y que se han traducido en sustanciosas inversiones en el medio rural: Leader I, Leader II, Leader Plus, Proder I y Proder II, fundamentalmente, pero es evidente que, al menos en el caso de nuestra provincia aunque me consta que también en el de otras, el medio rural, lejos de desarrollarse, se está sub o infra desarrollando, como prefieran, hasta el punto de que muchos pueblos sufren riesgo de desaparición, incluso siendo ya casi prácticamente segundas residencias desde hace tiempo.

Es muy grave el problema y, por tanto, no puede ser sencilla la solución, aunque yo comenzaría haciendo una auditoría y una autocrítica de qué es lo que se ha hecho en nuestro medio rural, céntimo a céntimo, con todos esos millones de euros que han venido de Europa, qué se podría haber hecho y, lo que es más importante, qué es lo que se puede hacer mejor con lo que aún esté por venir. Sin autocrítica y autoexigencia, no se puede ni criticar ni exigir. O, al menos, no se tiene autoridad moral para ello. En todo caso ¡feliz posnavidad, paisanos!

El portalejo verde y negro de Belén

Hay fotos que no necesitan pie y pies de foto que dicen más en un puñado de palabras que las supuestas más de mil que vale cada imagen. La que acompaña este texto, como podrán apreciar, es pura elocuencia, habla por sí misma y no necesitaría pie porque se mantiene bien erguida y camina sola sin necesidad de ayuda.

La bella, la bellísima fotografía que acompaña este texto y que no precisa pie, podría ser una alegoría perfecta de la Navidad en las guadalajaras del norte más empinado y profundo. Un acebo cuajado de fruto en forma de drupas redondeadas de un intenso color rojo, contrastando con el verde intenso de sus perennes hojas, simples, enteras, coriáceas y pinchudas, se nos antoja un visillo natural tras el que aparece la torre de una iglesia en la que predomina la pizarra, uno de los templos más representativos de la que es y llamamos arquitectura negra.

Sí, efectivamente, se trata de la iglesia de Valverde de los Arroyos vista desde la plaza de María Cristina, con su fuente en medio y en cuyo pilón se refrescaban las cervezas de Paco, el entrañable y singular tabernero cojo natural de Zarzuela de Galve -“Zarzuelilla”, el anejo valverdeño- que durante mucho tiempo regentó el único establecimiento de hostelería del lugar, hasta que el turismo reparó en él.

El acebo es uno de los árboles más representativos del tiempo de Navidad porque, aunque sus frutos verdean en verano y se enrojecen en otoño, permanecen en el árbol incluso durante el invierno, poniendo una nota de color al ambiente húmedo, neblinoso y frecuentemente nevado que suele acompañar a este tiempo, especialmente entre diciembre y enero, los meses entre los que se acunan las navidades. Este acebo es un monumento natural vivo que se ha querido sumar a la fiesta de los sentidos que es siempre Valverde, aunque su momento cumbre llegue justo en el otro solsticio, el de verano, cuando la Octava del Corpus inunde las calles y las eras del pueblo de fervor a Jesús sacramentado, tradición, rito y belleza. Autos, loas y danzas de color para el pueblo que ya lleva color en su mismo nombre, el verde de la tierra generosa en aguas, que contrasta con el negro de la pizarra de su arquitectura negra. Que el color es la rebeldía de la luz frente al negro y toda la escala de grises es un axioma que se cumple a rajatabla en Valverde.

La iglesia valverdeña de San Ildefonso, datada inicialmente en el siglo XVI, rehecha dos veces en el XVIII y conformada mediado el XIX como ahora la conocemos, cuya torre se vislumbra entre las hojas y las bayas del acebo de la fotografía, alberga en su interior una singularidad arquitectónica poco conocida, incorporada en una restauración del templo que se acometió en 2012: la bóveda tabicada mudéjar que remata el crucero, para cuya construcción se  recuperó una técnica antigua, basada en la ejecución de tres roscas o hiladas de ladrillos, con la particularidad de ejecutarse sin apoyar en ningún momento sobre cimbras; es decir, esas hiladas de ladrillo se fueron sumando sin ningún elemento que las sustentara. A este tipo de bóvedas autoportantes, de origen centenario, se les llama también de “construcción cohesiva”, catalanas o “guastavinas”, en honor al arquitecto valenciano de la segunda mitad del XIX, Rafael Guastavino, que fue quien las recuperó y perfeccionó como sistema constructivo, dejando amplia huella de su obra especialmente en Estados Unidos. Quede este dato como curiosidad de las muchas que nos podemos encontrar en nuestra provincia si nos empeñamos en no solo mirar las cosas, sino también en verlas con detalle, algo a lo que solemos dedicar poco tiempo acaso porque creemos, como Antonio Machado en sus “Proverbios y cantares”, que “nuestras horas son minutos cuando esperamos saber y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender”.

Despido ya esta última entrega del año con otra referencia a la iglesia de Valverde que dialoga en la foto con un acebo, pues, como sí es más conocido, el pequeño atrio que da entrada al templo y su entorno es llamado “el portalejo”, un portalejo que es una especie de foro cívico en el que los valverdeños se reúnen para asistir a las representaciones de sus tradicionales autos sacramentales, iniciar y terminar sus procesiones religiosas, especialmente la de la Octava del Corpus, además de para celebrar otros actos públicos de distinto carácter. Un portalejo que, en este tiempo, se me antoja el de Belén.

Con mis mejores deseos de paz, felicidad y salud para todos en el nuevo año, vayan estos preciosos versos del maestro (de tantas cosas) “Josepe” Suárez de Puga contenidos en su poema “Navidad en el pico Ocejón” y que forman parte de su último poemario, hasta ahora editado, “Cancionero de lugares y compañías”, aunque me consta que ya está trabajando en uno nuevo de pronta publicación que aguardo con los dedos huéspedes:

 

El fuego de amor prende el paraje

de blancanieves que a Belén aloja,

donde el tomillo espera el estiaje

que prenda el verde de su nueva hoja.

 

Un villancico se oye en el hostigo

que asila el heno de la primavera,

donde el Hijo de Dios duerme al abrigo

de una sencilla tienda montañera.

Y no amanece

Aún a riesgo de que algunos me llamen “facha” por aquello de apelar al sol -aunque no cante de cara a él, sino que eche de menos la albada-, he titulado esta entrada de idéntica forma que la bonita canción que Enrique y Álvaro Urquijo compusieron para su grupo, Los Secretos, al que tanto nos unió a los guadalajareños su recordado batería, Pedro Antonio Díaz, muerto en accidente de circulación en la Feria Chica arriacense de 1984. Parafraseando al mítico Jethro Tull, Pedro era demasiado joven para morir, cuando era aún también joven para el rock and roll, pero ya no volvió a amanecer más para él, frustrándose con ello uno de los mejores músicos de la “movida” madrileña, la “new wave” cañí. El ritmo que “Pedrito” imprimió a la buena música de los hermanos Urquijo, fue determinante para que el grupo diera un salto de calidad y se convirtiera en todo un referente de su época, que aún hoy pervive, incluso tras perder a dos de sus puntales: Enrique Urquijo y el propio Pedro.

Pero hoy no toca hablar de música, pese a que me haya inspirado en el título de un tema de Los Secretos que, como casi todos, tiene su punto de melancolía: “(…) La lluvia que mojaba tus calles tan lloradas, quisiera que limpiara también tu alma. Y no amanece, y no amanece, y no amanece”. El “Y no amanece” de hoy está dedicado a la lamentable realidad de Cataluña, esa parte señera de España a la que los independentistas han metido en una encrucijada de muy difícil salida y en la que hace ya muchos meses que no amanece porque las sombras, la penumbra y la oscuridad invaden casi todo, de manera muy especial la convivencia.

En Cataluña, desde que el iluminado e irresponsable Puigdemont y sus sosías del PDCAT, ERC y las CUP, con la decisiva colaboración de la ANC y Omnium Cultural, decidieron huir hacia adelante y declarar una república y una independencia que no eran legalmente posibles, cada mañana sigue saliendo el sol, pero no amanece nunca. Puede parecer una contradicción, pero hay noches que se alargan una eternidad y días que no amanecen jamás; en esas está Cataluña desde que la mitad de ella decidiera excluir a la otra e imponer a espaldas del derecho, de la razón, del sentido común y de la comunidad internacional un ideario nacionalista radical, más propio de finales del siglo XIX que de principios del XXI.

Así las cosas, puede salir el sol por el cabo de Creus, el punto más oriental de Cataluña, pero no amanecer allí porque nunca puede ser de día cuando en un lugar de España se odia, insulta y veja lo español con impunidad y de forma reiterada como de un tiempo a esta parte se hace en Cataluña, cada vez de forma más descarada. No puede ser de día en una parte de España en la que se persigue el idioma español como si se tratara de Joan Serra, “el bandoler” apodado “Lapera” de la canción de Lluis Llach, un cantautor que parecía cantar a la libertad y lo que en realidad quería era atarnos a todos a la “estaca” independentista, tan estaca como la de la larga noche franquista.

Y si hace ya muchos meses que no amanece en Cataluña, las cosas no tienen pinta de que vayan a cambiar por culpa del imprudente, insensato y radical presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, puesto a dedazo por el huido Puigdemont desde Waterloo. El, solo teóricamente, “molt honorable” está más por el “sostenella y no enmendalla” que por acabar con esta ignominiosa etapa en la que la región catalana hace tiempo que dejó de ser una de las locomotoras de España para convertirse en un colosal freno de desarrollo social y económico. Y eso sí que es romper con la mejor parte de su historia, complicar su presente y oscurecer su futuro.

Me insistía mi padre, cuando yo me empeñaba en alargar las noches hasta la albada en mi primerísima juventud, que en la oscuridad apenas se veía y que en ella había mucho peligro emboscado entre las sombras. Pese a que por el cabo de Creus salga el sol cada mañana, en Cataluña seguirá sin amanecer mientras se corten impunemente carreteras sin intervenir los “Mossos de Esquadra”, se “purgue” a policías por tratar de mantener el orden público o se apele a imitar al “modelo” esloveno de independencia, que costó 60 muertos, como ha hecho Torra sin que se le caiga la cara de vergüenza. Ni a él, ni a sus compañeros de este viaje a ninguna parte en el que se ha convertido el “procés”.

A día de hoy lo veo muy difícil porque el “seny” ha huido de una gran parte de Cataluña -eso sí que es perder identidad-, pero espero que, como afirmaba una de las proclamas del mayo del 68 francés, “algún día saldrá el sol” también allá; sí, por el cabo de Creus, “mágica luz de Cadaqués” que cantaba Mecano homenajeando a un catalán y español universal, Salvador Dalí, cuyas últimas palabras públicas fueron: “Els genis no tenim dret a morir, perquè fem falta pel progrès de l’Humanitat ¡Viva el Rei, viva Espanya, viva Catalunya!”. Las dejo ahí porque no hace falta traducirlas.

Las miradas del otoño en las guadalajaras

Siempre he pensado, dicho y escrito que el tiempo que mejor le sienta a la provincia de Guadalajara -mejor hablar de “las guadalajaras”, porque hay muchas y no solo una- es el de otoño. Este tiempo, frente al de primavera y por las razones justamente contrarias, tiene mala fama porque los días van acortando progresivamente, el calor cede el paso al frío y el agua, en forma de lluvia e, incluso de nieve adelantada, trae un ambiente de humedad que, a veces, cala hasta los tuétanos y penetra en nuestros cuerpos como la hiedra entre las piedras.

Cierto es que el otoño es un tiempo de cuenta atrás y cuesta abajo; cuenta atrás hasta llegar al cero que es el solsticio de invierno, en la Navidad, cuando el reloj de los días volverá a crecer en positivo, aunque sea minuto a minuto, a costa de las noches; cuesta abajo, desde las altas cumbres del sol del membrillo septembrino hasta los valles neblinosos y en cencellada de diciembre. Sí, cierto es que el otoño parece llevarnos hacia un pozo sin fondo en el que todo es -mejor, parece- oscuridad, frío y humedad, pero si hay algún tiempo en el que nuestra tierra nos hace un guiño de colores cálidos es, precisamente, este: amarillo intenso de las hojas de los abedules, los álamos temblones y los avellanos; pardo anaranjado de las de los castaños, los robles y las hayas; rojo, el calor cálido por excelencia, de las bayas de los serbales, los majuelos o los escaramujos.

La primavera, que nos devolverá el verde a los campos de cereal, rebrotará en las hojas de los árboles caducifolios y limpiará y hará brillar a los de hoja perenne -encinas, chaparros, enebros y sabinas, fundamentalmente-, el azul a los cielos y el violeta a sus primeras flores, entre ellas los zapatitos de la Virgen y las orquídeas silvestres, pero, recordemos, el azul, el verde y el violeta conforman la gama fría de la paleta de colores ¿Otoño cálido y primavera fría? Si nos guiamos solo por el color y sus gamas, así es, aunque a favor de ésta hay que apuntar que, cuando termina por romper su floración y se consagra, el estampido de coloración que ofrece rompe la barrera de los colores fríos e irrumpe también en los cálidos: todo es color, olor y sabor en primavera.

Si buscamos un macropaisaje de la provincia para fotografiar el otoño nos pueden servir muchos, aunque el Hayedo de Tejera Negra sea -por permitir el milagro de reunir una especie arbórea del norte tan al sur como el haya- sea, sin duda alguna, un lugar pintiparado para obtener una imagen de excelencia de este tiempo. A más de doscientos kilómetros de distancia, en nuestra misma provincia, el Alto Tajo se ofrece como otro destacado modelo para posar y mostrar lo más bello de este tiempo a una cámara fotográfica. Si Tejera Negra está en el noroeste de las guadalajaras, el Alto Tajo se localiza en el sureste; si el parque natural de Cantalojas conforma un ecosistema característico de bosque atlántico, en el del sur de Molina podemos admirar uno de tipo mediterráneo, confirmando esta feliz circunstancia que nuestra tierra no es solo una, aunque sea singular, sino que son muchas, diversas y plurales.

Y entre los grandes bosques del noroeste y el sureste provincial, está la Campiña del Henares, a la que podemos sumar las del Jarama y el Sorbe, así como los cursos de los ríos de Serranías y Alcarria, cuyos sotos y bosquetes de ribera escoltando a sus cursos fluviales nos ofrecen bellos panoramas en este tiempo al predominar en ellos especies que ahora están deshojando el frío, la lluvia y el viento; álamos y chopos, fundamentalmente. ¿O debería decir álamos o chopos? Porque ¿son lo mismo? Poco le importó a Antonio Machado esta dicotomía cuando, indistintamente, citaba a una y otra especie en su etapa soriana, a orillas del Duero y al calor de Leonor:

«En los chopos lejanos del camino,/
parecen humear las yertas ramas »
(Campos de Soria II)

“(…) álamos de las márgenes del Duero/
conmigo vais, mi corazón os lleva!”
(Campos de Soria VIII)

Sirvan estos versos de Machado para reivindicar que del paisaje son más dueños los poetas que los biólogos porque a éstos, a veces, los árboles no les dejan ver el bosque, mientras que a aquéllos lo que les importa no es ni cómo son ni cómo se llaman las cosas, sino las metáforas que les ofrecen para ponerle alma a la belleza. Y es que a la belleza sin alma solo le cantaba Ricardo Cocciante.

He teorizado sobre los mejores macropaisajes que ofrecen las guadalajaras para fotografiar el otoño cuando lo que de verdad importan son los micropaisajes, esos que tenemos a golpe de retina, al alcance de la mano y hasta podemos tocar. Miropaisajes de excelencia en otoño en la provincia hay tantos como miradas. Yo les aporto la que disfruté con Isabel, mi mujer, hace apenas unos días, en las eras de Valverde de los Arroyos, mirada que retuve en la fotografía que acompaña este texto.  ¿Es o no es una metáfora sin palabras de la belleza?

 

 

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