Archive for agosto, 2013

Biología y biografía de La Concordia

Me parece muy bien que el Ayuntamiento de Guadalajara vaya a invertir 600.000 euros en reparar, reformar y mejorar el Parque de la Concordia como ha anunciado el equipo de gobierno a través del segundo teniente alcalde de la ciudad, mi excompañero y sin embargo amigo, Jaime Carnicero. La Concordia, objetivamente, hace tiempo que demandaba una actuación en él, incluso de mayor calado que la que se va a acometer, pero entiendo que los tiempos no están para hacer lo que se quiere, sino lo que se debe y se puede. Ahora confío en el buen hacer de los técnicos municipales para que el proyecto sea lo más adecuado posible y se actúe de manera eficiente en los problemas más acuciantes del parque que, efectivamente, como ya anunció públicamente Carnicero, radican en la necesidad de mejorar la recogida de aguas pluviales, el drenaje y adecuada compactación de los paseos de tierra, muy afectados por las escorrentías, la mejora de los parterres y las praderas de césped, incluido su abordillamiento, bastante deteriorado en algunas zonas, la aplicación de las nuevas tecnologías a la red de riego automático, la renovación del mobiliario urbano, especialmente los juegos infantiles, y, por supuesto, un tratamiento adecuado de los árboles y arbustos que completan la floresta del parque, reponiendo marras, realizándose nuevas plantaciones y creando nuevos macizos para la plantación de flores de temporada, algo que se está haciendo muy bien en algunas glorietas de la ciudad, especialmente en la Avenida del Ejército. Si el presupuesto diera para ello, o habilitándose uno complementario, creo que también sería conveniente que se renovara la fuente luminosa que está en el eje del parque y que se tratara adecuadamente el entorno de las estatuas que hay en él, incluida su iluminación monumental.

Reconozco mi debilidad personal por el parque de la Concordia, debilidad que tiene su origen en que, desde que nací en 1961, cuando Guadalajara era una cuarta parte de lo que es ahora, siempre he vivido junto a él.  Y a él fui de la mano de mis padres incontables veces cuando era pequeño, allí dejé de ser niño y me hice adolescente mientras correteaba, jugaba a las chapas o leía a Tintín en la biblioteca de préstamo de libros que había junto al kiosco de música, después lo anduve hasta desgastar no pocas suelas de zapato y comer muchas bolsas de pipas, cogido de la mano de alguna chica a la que siempre llevaba al “árbol del amor” que aún pervive cerca de la Mariblanca, en él paseé a mis hijas y las llevé de la mano adonde me llevaron a mi y en él vi otoñar a mi padre mientras caminaba, al tiempo que leía, subrayaba y hasta corregía las erratas del periódico, como si fuera uno más de los miles y miles de exámenes que evaluó en los más de cuarenta años que ejerció de maestro. En La Concordia hay una estatua invisible de mi padre, a la que guiño el ojo y sonrío cuando paso cerca de ella.

Parque_de_la_Concordia_1910Por todo ello y mucho más –como, por supuesto, el hecho de que desde 1999 a 2003 yo fuera el responsable de su mantenimiento y conservación como Concejal delegado de Parques y Jardines de la ciudad-, la Concordia es para mí mucho más que un parque, un sentimiento que, estoy seguro, no es privativo mío por las muchas circunstancias que me vinculan a él, sino que comparten la inmensa mayoría de los habitantes de Guadalajara pues ésta, aunque afortunadamente sea una ciudad con muchas zonas verdes, tiene a la Concordia no sólo como un parque, así en indeterminado, sino como el parque por excelencia, no en vano es el más antiguo –data de 1854-, el más céntrico, el más concurrido y el más emblemático.

Hay una cita de Ortega y Gasset –puede que sea el español más citado, ¡por algo será!- que dice que “el hombre, más que biología, es biografía”. Tomando esa extraordinaria reflexión prestada, creo que la Concordia, más que biología, rica y diversa, es, efectivamente, biografía pues lo han vivido intensamente y asumido como propio todas las generaciones de guadalajareños, desde mitad del siglo XIX, cuando sobre lo que fueron las “Eras Grandes” de la ciudad, entre el Arrabal del Agua y el de Santa Catalina –zona de la actual C/ Nuño Beltrán de Guzmán-, el Paseo de San Roque –también llamado popularmente “Carrahorche”- y la Carrera de San Francisco –así nominada por los alardes a caballo que en ella se celebraban-, nació este parque que fue llamado de la Concordia “en testimonio de la que felizmente reina en esta muy noble y muy leal ciudad “.

Acabo citando a un tal Jesús Orea –al contrario que ocurre con Ortega, a mí solo me cito yo mismo- en un emotivo artículo que publicó el 16 de septiembre de 1987 en su querido y recordado periódico “Flores y Abejas” y que se titulaba “Elogio y nostalgia de La Concordia”: “Todos los niños del mundo deberían tener a la puerta de su casa un parque tan amplio, denso y bonito como La Concordia; incluso, tendría que ser un derecho del niño a añadir a la relación de los que la ONU aprobó en 1959 y a la que, en muchos países, no hacen ni puñetero caso, por cierto”.

 

Gráfico: Planos originales del parque de La Concordia/ Archivo Ayto. de Guadalajara.

Provincia abierta por vacaciones

El “Caso Bárcenas” no ha dado mucho de sí esta semana, a pesar de los empeños del flojísimo secretario de organización del PSOE, Oscar López, en forzar titulares que pueden costarle hasta una querella por calumnias; por otra parte, a UGT de Andalucía le han pillado malversando (presuntamente, of course) fondos públicos al derivar partidas de formación de desempleados a gastos de publicidad y propaganda –siempre va la burra al trigo…-. Y hablando de burras/dinero público y de trigo/propaganda: Arturo Mas se va a gastar más de 100.000 euros en la prensa escrita –es fácil adivinar qué cabeceras se van a llevar la magra- para publicitar la “Diada” catalana del próximo 11 de septiembre y ya se han presupuestado diez veces más, o sea un millón de “pavos”, para la del año que viene, puesto que entonces se conmemorará el tricentenario del triunfo de la dinastía Borbón frente a la de los Austria en la Guerra de Sucesión Española –la Batalla de Villaviciosa fue clave en su discurrir-, que es uno de los hitos históricos en los que se asienta el nacionalismo catalán, por considerar que tuvo unas muy negativas consecuencias para Cataluña, como si para el resto de las regiones de España la llegada del rey de origen francés en 1714 hubiera sido el bálsamo de Fierabrás para todos sus males; por cierto, que habría que revisar el por qué de este hecho, ya que Felipe V, antes de su victoria militar, llegó a acudir hasta las Cortes catalanas, a hablar en ellas en catalán y a pactar con los catalanes,… ¿podrían tener causa esas supuestas negativas consecuencias en algo que éstos después no cumplieron?-; ¡ahí lo dejo! El caso es que el nacionalismo radical, además de endogámico, sectario, centrípeto, aldeano y excluyente suele jugar con la historia a su conveniencia, silencia capítulos, amplifica otros y manipula casi todos. Y acostumbra ser muy caro…

En fin, que yo me proponía escribir hoy un post descargado de política, aunque sólo fuera por evitarme una sudada mental extra en estos días de sofoco agosteño, pero he terminado haciendo caso omiso a lo que se cuenta que Franco aconsejaba a quienes le iban a protestar al Pardo por alguna decisión de sus ministros: “¡haga usted lo que yo, no se meta en política!”, una frase que por su enorme calado merecería haber sido pronunciada de verdad por el “Generalísimo”.

IMG-20130821-WA0000Metido ya suficientemente en política por hoy, la segunda parte de este post la voy a dedicar a escribir de lo que verdaderamente me apasiona, que es mi provincia, especialmente sus zonas rurales, ahora que nuestros pueblos apuran sus últimos días del mes en el que, contrariamente a lo que ocurre durante el resto del año, excepción hecha de Semana Santa y algún fin de semana, la mayor parte de sus casas están abiertas, en sus calles no se escucha el silencio y la soledad no es la única compañera de los mayores que quedan  en ellos, cada vez menos y cada vez más mayores.

Agosto es a Guadalajara lo que el domingo a la semana. Es sinónimo de fiesta, antes de baño semanal en balde con agua soleada y ahora de ducha con agua corriente, pero no pocas veces traída al depósito por camiones de la Diputación porque los manantiales, como las lágrimas de las abuelas, hace tiempo que ya se secaron. Y no hay mayor dolor y desconsuelo que querer llorar y no poder. Como no hay mayor injusticia que ver el agua caída en tu tierra camino de otras de mayor fortuna, mientras tú te quedas con tu secano y tu sed.

Agosto es a los pueblos de la Guadalajara rural, que es la que ocupa un ochenta por ciento de su extensión pero sólo reúne a un veinte por ciento de su población, lo que el canto de los gallos picajosos a las albadas; el final de la noche, la amanecida, ese momento en el que tras una noche de bochorno en un mar de sudor y sábanas arrugadas, una fresca y aliviante brisa se cuela por las ventanas de las alcobas incitando a retomar el sueño y la pereza. En agosto, Guadalajara está de fiesta y es una fiesta total, sin duda porque no hay mayor fiesta que la del regreso y el reencuentro, que la de los pueblos llenos de gentes y además alegres, aunque sólo sea por unos días, porque el silencio y la soledad ya no habrán de faltar los otros once meses del año en los que podría colgarse un gigantesco cartel que gritara a la escarcha, al hielo y al viento solano: “Provincia cerrada por no vacaciones”.

No quiero terminar este artículo sin tratar de ponerle un buen punto y final –aparte mejor, que los finales son tajantes y excluyentes- con un poema del viajero que mejor cantó a la Alcarria, Camilo José Cela, y que por un tiempo hasta se avecindó en ella; gustoso, me consta. Se trata de la “Cancioncilla de los cuatro ríos”, que forma parte del “Cancionero del Viaje a la Alcarria”. Lean y disfruten:

 

Por el Jarama

va un negro toro.

                                               Una señora

                                               y  un caballero.

Muy de mañana

el río es de oro.

                                               Corre la aurora

                                               por el sendero.

El río Henares

lleno de agua.

                                               Un caballero

                                               y una señora.

Negros pesares

y alba la enagua.

                                               Vuele el sombrero!

                                               Cante la alondra!

Pasa el Tajuña

lindando huertas.

                                               Una señora

                                               y un caballero.

Gata garduña

la barbechera.

                                               Marca una hora

                                               sobre el pañuelo.

El río Tajo

como un lebrel.

                                              Un caballero

                                               y una señora.

Ni alto ni bajo:

plomo y cordel.

                                               Sobre el estero

                                               va una amazona.                                

“Poderoso caballero es don dinero” (fin de la cita)

            Para mí, hoy, no es lo mismo decir “se cierra Comillas” que “fin de la cita”, aunque puedan ser dos expresiones sinónimas en la mayoría de las ocasiones en que se emplean, sobre todo si la voz “comillas” se escribe con minúscula. Y digo para mí –o sea, que hago de ello una cuestión personal- porque, como ya dejé dicho en mi post anterior, cerrarse este año Comillas, así, con mayúscula, significa que, bien a mi pesar, se me han acabado las vacaciones disfrutadas en esta preciosa villa castellana vieja y cántabra, a la que renuevo mi afecto y fidelidad, y a la que me propongo el próximo verano volver a volver que, aunque pueda parecer un silogismo más que una redundancia, no es lo mismo que revolver, por mucho que el prefijo “re” indique repetición de la acción a la que precede. Me cito a mi mismo en una de las “125 Luces de Bohemia”: “Sólo se regresa al punto de donde se parte; a los demás sitios, simplemente se va”. Y créanme, cuando fui por primera vez a Comillas tuve la sensación de que regresaba, no de que iba por primera vez.

El lector avisado, que doy por hecho que lo son todos ustedes porque no es fácil que uno despistado se pase por aquí y, menos aún, que regrese, ya habrá intuido que no voy a escurrir el bulto por mi pasado pepero, del que ni reniego ni renegaré –y mi presente, porque mi pensamiento político liberal forma parte del ideario básico del PP aunque algunos de sus dirigentes no se enteren o no se quieran enterar, que es peor-, y que voy a volver a hablar del espinoso tema del “Caso Bárcenas”, que se está enmarañando y comprometiendo a los populares cada vez más y, especialmente, a su presidente, que es también presidente del gobierno español, Mariano Rajoy. Esa ya célebre expresión de “fin de la cita” -sinónima de “se cierran comillas” pero no de “se cierra Comillas”-, pronunciada por Rajoy en voz alta en su discurso de comparecencia ante el Congreso el pasado 1 de agosto, cuando era una acotación al margen escrita para no ser leída, es muy gráfica de la desorientación que, a mi juicio y al de muchísimos más, informan desde hace meses la actuación del PP con el follón que les está montando su “bien pagao” particular, que no es otro que su extesorero, Luis Bárcenas. Porque no me digan que no está bien pagao cobrar más de 18.000 euros al mes, como él cobraba del PP, según demostró ayer El Mundo publicando su nómina de mayo de 2012. Y lo que es peor: no es que 18.000 euros mensuales sea un sueldo obsceno por llevar las cuentas de un partido, que lo es, sino que además demuestra que el señor Bárcenas estaba en esa fecha vinculado contractualmente con los populares, con su alta en la Seguridad Social y todo, cuando Rajoy había afirmado, literalmente, en su comparecencia agosteña que, desde que él era presidente del gobierno –diciembre de 2011-, “Luis Bárcenas no estaba ya en el partido”, manipulando encima la realidad porque, efectivamente, éste había dejado de ser militante a petición propia, pero seguía siendo el empleado que más cobraba de Génova, 13 aunque ya ni si quiera era tesorero, sino simplemente “licenciado” al servicio  de los populares. Cuando de las universidades españolas salen “licenciados” como churros que, o se van directamente al paro o, los que tienen suerte, a trabajar como burros por una beca de 500 euros, que el partido del gobierno pagara 18.000 euros a su “licenciado” Bárcenas clama al cielo. Y más allá.

Creo que Mariano Rajoy es una persona honrada, sensata y cabal; incluso pienso que está siendo un, relativamente, buen presidente del gobierno de España para la difícil etapa que vivimos, y que el tiempo le recompensará aciertos que hasta ahora se le niegan, pero lo que es una verdad como un puño porque está probada es que, si no ha mentido del todo, como mínimo no ha dicho toda la verdad en sede parlamentaria sobre el “Caso Bárcenas”, lo que acabará siendo un lastre muy pesado que minará su credibilidad, disminuirá su moral y la de su tropa y terminará diluyendo el rédito político que pudiera obtener en el futuro, según vaya mejorando la situación económica de España, como parece que va a mejorar si se cumplen las previsiones de la mayoría de los observadores cualificados, FMI, OCDE y UE incluidos.

Y todo este embrollo del “Caso Bárcenas”, que parece un culebrón con más capítulos que “Amar en tiempos revueltos”, se resume muy fácilmente: El PP está metido en un lío colosal por la irregular forma –les competerá a los jueces determinar si, además de irregular, fue ilegal- en que se financió en tiempos pasados y por los sueldos y sobresueldos que se pagaron en su sede.

Hoy se publica en ABC que “Rajoy renovará el PP en otoño tras el caso Bárcenas” y que “él y Cospedal preparan cambios en la estructura que podrían afectar a nombres de la vieja guardia”. Más de la “vieja guardia” que Rajoy hay pocos en el PP y más comprometidos por el “Caso Bárcenas” que él –por acción o por omisión; por hechos, por dichos o por silencios-, tampoco. Y veremos cómo sale de ésta Cospedal, aunque en su favor siempre quedará el hecho cierto de haber sido la primera secretaria general del PP que se enfrentó a Bárcenas y le quitó su poder que, por lo visto, era omnímodo pues, como decía Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”.

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