Botargas en negro o en rojo

Concluido el tiempo de Navidad, el negro de los días laborables se impone por goleada al rojo de los festivos en el calendario. De hecho, hasta el 2 y el 3 de abril, fechas en las que este año caen Jueves y Viernes Santo, no habrá más días festivos que los ordinarios, o sea, los domingos, que siempre vienen de la mano de las jornadas que les preceden, los sábados, que, para quienes no trabajan en ellos, son parejas de baile del día festivo por excelencia, no pudiéndose concebir el uno sin el otro porque los días tienen su propia personalidad al asociarse a su víspera o ser ellos mismos vísperas del que anteceden. Así, pues, para los trabajadores de la llamada “semana inglesa”, que somos mayoría, sábado y domingo son matrimonio festivo de conveniencia, bajo el nombre común de fin de semana, aunque aquél se pinte de negro en el calendario y éste de rojo.

                Pero, si bien las primeras hojas del calendario se pintan de negro más que de rojo, y nuestros ánimos se disfracen de gris por lo poco que sigue a tantos días de mucho, el tiempo de invierno que estamos aún principiando es mucho más festivo de lo que las tintas de imprenta nos transmiten a primera vista. Efectivamente, si hay un momento del año en que se suceden fiestas tradicionales sin solución de continuidad y casi todas ellas con mucho sentido y profundidad, este es el tiempo de invierno y, más aún, el del primer invierno, que es en el que nos encontramos, a pesar de que “para los Reyes, ya lo notan los bueyes”, que es la forma en que el dicho popular nos cuenta que, desde el 21 de diciembre, cuando tiene lugar el solsticio de invierno, los días ya van ganándole un poco de tiempo a la noche, la luz a la oscuridad y el sol a la luna y las estrellas, y así continuará siendo hasta el solsticio de verano, el 21 de junio, en que se invertirá la tendencia.

Desde Epifanía –que significa “manifestación”, fecha en la que se conmemora el conocimiento que el mundo tuvo del nacimiento de Jesús a través de la Adoración de los Reyes- hasta Jueves Santo, ya no habrá más festivos extraordinarios este año, salvo para el sector de la enseñanza, en el que educadores y educandos disfrutarán de un día extra de vacaciones el 30 de enero –“Día de la Enseñanza”- y de dos el 16 y 17 de febrero, que serán dos jornadas “sin actividad docente”, coincidentes con el Carnaval, la fiesta de invierno por excelencia, pero ni mucho menos la única como después veremos.

 Camino del puerto de la Quesera se rodó un famoso anuncio que hizo popular al "tío Jesús" de Majaelrayo en esta taina de pastores junto a la carretera, frente a la que aparece aparcada una Harley Davidson. Foto: Santiago Barra


Camino del puerto de la Quesera se rodó un famoso anuncio que hizo popular al «tío Jesús» de Majaelrayo en esta taina de pastores junto a la carretera, frente a la que aparece aparcada una Harley Davidson. Foto: Santiago Barra

Entre la festividad de Reyes y la Semana Santa hay casi tres meses de calendario que hay que consumir de un tirón, sin festividad extra de por medio, y ese tirón empieza con un puerto de primera, la llamada “cuesta de enero”, casi tan sofocante como el Puerto de la Quesera, ese espectacular pico que, más que separar, une a las provincias de Guadalajara y Segovia, situado a mitad de camino entre Majaelrayo y Riaza, y por el que pasará la Vuelta Ciclista a España en su próxima edición, según se acaba de hacer público recientemente. Excelente noticia es, sin duda, que un evento deportivo de la fama, capacidad de convocatoria y repercusión de la Vuelta discurra por uno de los parajes más bellos y espectaculares de la provincia, como son las serranías de la zona de la Arquitectura Negra, a la que el entrañable “abuelo Jesús”, en aquél ya casi mítico anuncio televisivo de Toyota, contribuyó de manera notoria a poner en el mapa, gracias a su genial, por natural, interpretación de sí mismo, o sea, de un cabrero serrano. Aunque, por lo que voy a decir, algunos me tachen de oportunista y de madridista irredento –esto sí que lo asumo y, además, con orgullo-, efectivamente, añorado Jesús, este año “el Madrid ha vuelto a ser Campeón de Europa” y puede que lo vuelva a ser otra vez más –y ya irían once- antes de que la Vuelta discurra por esos parajes serranos suyos en los que el negro no es el color ni del diario, ni mucho menos del luto, sino todo lo contrario, es la vida misma extraída de las entrañas de la tierra, en forma de lajas de pizarra, para construir hogares en los que guardarse del viento helado y la nieve durante el invierno, que allí hay veces que dura hasta nueve meses, lo que un embarazo, que es la más grande y bella antesala de la vida, como lo son las largas invernadas porque después traen esplendorosas primaveras.

Como decía, este tiempo del invierno recién estrenado es, aunque no lo parezca y no lo remarque en rojo el calendario, festivo como pocos, más aún en esta tierra en la que, desde el mismo día en que principia el año, ya salen en Humanes, Alarilla y Robledillo, al pie de la Muela y en las riberas del Sorbe y el Henares, las primeras botargas, esos singulares personajes de las guadalajaras, enmascarados y ataviados de ropajes multicolores, las más de las veces con cachiporra en mano y haciendo sonar cascabeles y cencerros con sus saltos y requiebros. Una figura tradicional muy nuestra esta de la botarga que Julio Caro Baroja, sobrino de don Pío, estudió y contribuyó a divulgar en su día con sus artículos en la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares y la proyección de su documental, titulado “A caza de botargas”, especialmente divulgado a través de aquel eficacísimo recurso de información y, sobre todo, de propaganda que constituyó el NO-DO durante el franquismo. A las botargas campiñeras antedichas, le siguen en orden cronológico otras también campiñeras, serranas o alcarreñas como las de Razbona, Valdenuño Fernández –junto con los danzantes del Niño Perdido-, Mohernando –con “el Bufón”-, Montarrón, Mazuecos, Fuencemillán, Málaga del Fresno, de nuevo Robledillo –esta vez la “Botarga infantil”, tras salir el uno de enero la llamada “de casados”-, Beleña, Arbancón, Retiendas, Albalate, Peñalver, Almiruete –al pie de ese faro-guía que es Ocejón, junto con las coloristas Mascaritas, ya en carnaval- y Tórtola, cuya botarga, recientemente rediviva, sale también en Carnaval. En el camino del olvido –espero que sólo sea temporal y no llegue a la desmemoria- se quedaron otras botargas, como la de San Ildefonso, en Taracena, según nos recordaba Sinforiano García Sanz, el célebre “Sinfo”, ese recordado maestro, sabio de la tierra y librero de antiguo, natural de Robledillo, avecindado en Madrid, que fue quien más trabajó por el conocimiento, recuperación y divulgación de este singular personaje tradicional tan nuestro, y que fue quien puso a Caro Baroja tras su pista. Y, por cierto, también a mi amigo y compañero en estos blogs de GD, José Ramón López de los Mozos, extraordinario etnógrafo y gran “botargófilo”, valga la expresión.

Pero no sólo de botargas vive el calendario festivo de invierno de las guadalajaras pues en la segunda quincena de enero y en la primera de febrero, hasta llegar el Carnaval, se suceden y acumulan fiestas tan señeras como las de San Antón –el patrón de los animales, bendiciéndose éstos en bastantes pueblos-, San Sebastián -especialmente vistosa en Pastrana gracias a la Ronda-, San Vicente -la fiesta de invierno por excelencia en Sigüenza-, San Ildefonso, la Paz –muy celebrada en toda la provincia, singularmente en Mazuecos con la Soldadesca que acompaña a la botarga-, Santa Águeda –patrona de las mujeres, festejada con especial arraigo y brillantez en Cogolludo, Espinosa y Málaga del Fresno, entre otros muchos lugares-, la Candelaria –destacando las Cartas de Candelas en El Casar-, San Blas –patrón de las enfermedades de la garganta y cita ineludible en Albalate, fecha en la que sale su botarga junto con los vistosos Danzantes– y hasta “San Blasillo” y “La Paz chiquita”, que tienen –más bien, tenían- lugar los días inmediatamente siguientes a la celebración de la Virgen y el Santo que les da nombre en diminutivo y que son –eran- su “octava”, pero sin esperar siete días.

Con toda esta “percha de botargas”, como diría mi muy querido hermano y amigo Javier Borobia, y con todas estas otras fiestas de invierno que aparecen en nuestro calendario, da igual que estén tintadas en negro o en rojo en él, sólo se pueden aburrir los que quieran y dejar de aprender los que ya lo saben todo.

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