Aunque el tiempo por excelencia de los enmascarados es el de carnaval -que este año llegará muy pronto, el primer fin de semana de febrero- en nuestra provincia, desde el mismo día en que principia el año, ya tenemos a nuestros singulares personajes tradicionales enmascarados, las botargas, revolucionando el cotarro, danzando, saltando, requebrando y trajinando por los pueblos, con sus coloridos atavíos y sus ruidosos cencerros y cascabeles, más para algarabía que para pánico de chicos. Se supone que las botargas deberían dar miedo, pero, en los tiempos que corren, los pocos chiquillos que nacen o viven en los pueblos ya lo hacen avisados y, más que miedo, las botargas les dan risa, probablemente porque la tosquedad y simpleza de sus máscaras están muy alejadas de la sofisticación y complejidad de los enmascarados de las grandes producciones cinematográficas, que son las que verdaderamente marcan la pauta de las modas, copan los medios y hasta condicionan los miedos.
Apenas unas horas después de que el Año Nuevo se estrenara, ya en Alarilla salió por sus calles el Zarragón, la botarga más madrugadora de la provincia junto con la de casados de Robledillo de Mohernando. No tenemos noticias de que este año haya salido la botarga de Humanes, también campiñera y vecina de ambas, que igualmente solía salir el 1 de enero, después de recuperarse hace ya algunos lustros tras haber desaparecido durante décadas. Si volvió a salir la botarga de Humanes, me alegro de ello; si no lo hizo este año, espero que vuelva a hacerlo pronto pues no estamos para perder lo que tanto costó recuperar. Como en “Por quién doblan las campanas”, de Hemingway, al igual que las de la muerte tañen en un conflicto bélico civil por todos, cuando se pierde una seña de identidad tradicional, aunque sea en un lugar determinado, todos la estamos perdiendo un poco.
El domingo pasado, en Valdenuño Fernández, volvieron a salir la botarga y los danzantes del Santo Niño, como los días 19 y 20 saldrá en Montarrón la botarga de San Sebastián, el 23 la de San Pablo, en Fuencemillán -en esa misma fecha salía la desaparecida de San Ildefonso, en Taracena-, el 24 se echarán a la calle las botargas y mujigangas en Málaga del Fresno, la botarga de San Sebastián y el bufón en Mohernando, y la botarga infantil en Robledillo. Para la Paz, además de una hora más (de sol, respecto al solsticio de invierno), como dice el refranero, en Mazuecos saldrá la vistosa e histórica Soldadesca acompañada de la botarga, una de las pocas que quedan por la Alcarria baja, junto con la de Albalate, pues este tipo de enmascarados tradicionales son, fundamentalmente, campiñeros y preserranos. El 30 de enero, en Beleña de Sorbe, el mensario tradicional tiene su cita con la adelantada fiesta de las Candelas, botarga incluida. Y, ya en febrero, aún nos esperan otras Candelas con botarga el día 2 en Arbancón, el pueblo del “Mere”, ese gran constructor artesanal de las mejores máscaras de botarga en madera, toscas, sí, pero genuinas y que el plástico industrial jamás podrá si quiera igualar, por muy elaboradas y bien terminadas que estén. Por San Blas, además de no tener que volver las cigüeñas porque hace ya tiempo que dejaron de marcharse, los que sí regresan son las botargas y los danzantes de Albalate de Zorita; en esa misma fecha, en Peñalver, volverá a salir su botarga, hace años rediviva. Y, ya en carnaval, concretamente el sábado, día 6, las coloristas botargas y mascaritas tomarán de nuevo las angostas y cuestudas calles de Almiruete; al día siguiente, Retiendas vivirá su tradicional botarga de la Candelaria y, para cerrar el ciclo botarguero, el martes de carnaval saldrá de nuevo a la calle la botarga de Tórtola de Henares que, si no estoy equivocado, es la última recuperada.
Y entre botarga y botarga, tenemos próximas citas con otros enmascarados singulares de la provincia, como los Diablos de Luzón, los Vaquillones de Robledillo, y los Vaquillones y Zorramangos de Villares de Jadraque (sábado de carnaval) cerrándose el ciclo de este tipo de personajes cuando acaba el tiempo de antruejo y comienza la cuaresma con los Chocolateros de Cogolludo (miércoles de ceniza).
Aunque pueda parecer que enero es un mes que sólo tiene cuesta, por lo mucho gastado y disfrutado en diciembre, y de encefalograma plano festivo después de tanta celebración navideña, como habrán podido comprobar, al menos en la provincia de Guadalajara, hay fiestas para dar y tomar y donde elegir; enero es, pues, un mes requetefestero. Al fin y al cabo, como decía mi amigo Javier Borobia, “los dioses no emigran”, y en estas fiestas del ciclo de invierno, como corroboraría mi también amigo José Ramón López de los Mozos, las botargas son, fundamentalmente, talismanes de fertilidad de la tierra que ahora duerme para despertar y revivir en la primavera avanzada y el primer verano.
No quiero terminar este post sin comentar que todos los datos de citas festivas aportados en él han sido tomados del “Calendario de Fiestas Tradicionales de la Provincia de Guadalajara”, que viene editando la Diputación de Guadalajara desde 1987, y del que han sido habituales realizadores, en su calidad de técnicos de la institución provincial, el ya citado López de los Mozos y José Antonio Alonso, quien, al jubilarse el primero hace unos meses, es desde este año su principal responsable, en colaboración con Ana López. Un calendario este de 2016 en el que, acertadamente, se ha tenido en cuenta que se conmemora el centenario del nacimiento de Camilo José Cela, acompañando a las buenas y bien escogidas fotografías representativas de cada mes una oportuna cita del Nobel gallego extraída del “Viaje a la Alcarria”. Las cosas bien hechas, bien parecen, y este calendario está muy bien hecho.