La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha sigue confundida y empeñada en confundir al personal, incluso a los turistas con los que pretende ser hospitalaria, afirmando, un día sí y otro también, y aunque a veces sea de forma indirecta, que la provincia de Guadalajara es parte de la comarca de La Mancha, cuando, evidentemente, no lo es y ni siquiera un pacto de Page con Podemos e, incluso, también con el PP, podría cambiar esa realidad. No es opinable, como tampoco lo es decretable, que ni un centímetro cuadrado de las diferentes tierras de Guadalajara son manchegas, esa es una realidad cierta e inmutable desde que la orogenia, en la noche de los tiempos, puso en el sitio en que siguen estando los accidentes geográficos que confieren personalidad y unidad al paisaje y a las comarcas.
La última ocurrencia regional en la que a Guadalajara se le ha situado en la comarca de La Mancha ha sido la instalación de unos voluminosos y bien visibles carteles publicitarios -la Junta siempre ha sido muy amiga de la cartelería y la propaganda, que no en toda ocasión es publicidad, al menos eficaz- en varios puntos de la provincia dando a los visitantes la “Bienvenida a la tierra de Don Quijote”. De color rojo intenso y con la imagen de Cervantes como motivo reconocible, estas nuevas señales de supuesta identidad regional -digo supuestas porque, si bien pretenden representar a toda la región, solo lo hacen a una parte- ya han sido colocadas en la entrada a la provincia desde Madrid por la A-2 y próximamente se instalarán en las entradas a ella por esta misma vía desde Aragón, así como en la entrada de Madrid por la N-320.
Sin ser, evidentemente y como ya hemos comentado, parte de su paisaje manchego, la mayor relación que Guadalajara tiene con Don Quijote no se da por el extraordinario personaje literario en sí, sino indirectamente a través de su autor, el gran Miguel de Cervantes, y no sólo por haber nacido éste en la vecina -y hermana, aunque ahora pertenezca a otra comunidad autónoma- Alcalá de Henares. Efectivamente, una curiosa historia de amores pecaminosos vincula al autor del Quijote con Guadalajara, cual es la protagonizada por una tía suya, María, que fue la amante y mantenida de don Martín “El Gitano”, un hijo ilegítimo que el Duque del Infantado tuvo con una cíngara, llamada María Cabrera, que había acudido a Guadalajara con una troupe de su etnia con motivo de las fiestas del Corpus. Una historia concatenada y poliédrica de amoríos supuestamente prohibidos que aún presenta una cara más si recaemos en que el hijo ilegítimo del Duque que tenía por amancebada a la tía de Cervantes era entonces el arcediano de Guadalajara, después de haber ostentando otros títulos eclesiásticos como el arcedianato de Talavera, el curato de Galapagar y las abadías de Santillana y Santander. En cualquier caso, no creo que esta singular anécdota histórica cambie la incierta realidad de que cuando se entra en la provincia de Guadalajara, se haga a “la tierra de Don Quijote”.
Termino diciendo lo que no debería ser necesario ya decir por tratarse de una verdad de Perogrullo: la provincia de Guadalajara, desde que Javier de Burgos cerrara en 1833 los límites de las actuales provincias españolas, la conforman cuatro grandes comarcas: La Alcarria, la Campiña, el Señorío de Molina y las Serranías del Norte, que podríamos estructurar en otras subcomarcas, pero ninguna de ellas manchega pues La Mancha sólo ocupa una parte de las otras cuatro provincias que conforman Castilla-La Mancha. Aunque también es una obviedad, parece necesario repetirlo ante tanto intento “macheguizador” de Guadalajara: Toda la Mancha es tierra castellana, pero no toda la tierra castellana es manchega.
Sin duda, la improvisación y las prisas con que nació esta región para cerrar el mapa autonómico nacional tras aprobarse la Constitución de 1978 y la fractura de Castilla que esa nueva estructura territorial implicó, han contribuido a esta ceremonia de la confusión que, lamentablemente, va a más. Y no se trata sólo de un problema de errático pero simple nominalismo como es el caso, sino de un focalizar las políticas regionales en esa gran parte, pero no la única, de la región que es la Mancha, desenfocando, cuando no dejando a oscuras, al resto de comarcas y, de entre ellas, muy especialmente a las de Guadalajara. Puede que en mis palabras haya algo de victimismo, no lo niego, pero que eso no oculte que también hay en ellas una gran parte de verdad.