Ferragosto

Estamos metidos de lleno en el “ferragosto”, como llaman en Italia al ecuador del estío, a este tiempo mediado de verano y de agosto en el que la vacación y la fiesta se imponen por goleada al trabajo; de hecho, el ferragosto -cuya etimología se refiere a la feria de Augusto, el primer emperador romano que fue quien dio nombre a este tiempo y al propio mes- nació como punto de inflexión en los ciclos del trabajo agrario: acabada la cosecha de cereal y antes del inicio de la vendimia y la recogida de la aceituna, las siguientes tareas de primer orden que aguardaban a las gentes del campo, era un momento de comba muy oportuno y adecuado para la fiesta. De hecho, era y es costumbre en Italia en este tiempo que la gente vacacione y viaje, aunque sea a corta distancia, y que festeje mucho y con gran algarabía. Como verán, el ferragosto italiano tiene una correspondencia casi total con el llamado “puente de agosto” en España, como no podía ser de otra manera pues somos dos países mediterráneos y, además de geografía y sociología, compartimos también gran parte de nuestra historia. No olvidemos que en la península ibérica hay una huella indeleble de la cultura romana y hasta nuestro idioma común, el castellano, y los propios de algunas regiones españolas –Cataluña y Galicia, fundamentalmente-, tienen su origen en el Latín, el lenguaje de las gentes del Lazio, la región de Roma, capital y eje del viejo y gran imperio nacido en la península itálica y que hizo suyo el “Mare Nostrum”.

Pese a que el ferragosto es una fiesta de origen pagano, como ha sido habitual terminó cristianizándose, haciéndose coincidir con la celebración de la Virgen de la Asunción, el 15 de agosto, que, en muchos lugares de España, especialmente en la provincia de Guadalajara, tiene su continuidad el día 16 con la festividad de San Roque. La gentil feria de Augusto comenzaba a celebrarse el 1 de agosto, pero el ferragosto actual y desde su cristianización tiene lugar en el entorno del día 15, si bien continúa manteniendo en muchos lugares un componente eminentemente civil y profano. En España, la llamada “Tierra de María Santísima” por el papa santo Juan Pablo II, la fiesta mariana del 15 tiene muchísimo peso, aunque a los religiosos les complementen -y a veces hasta diluyan- numerosos actos de carácter civil.

La península itálica y la ibérica, Italia y España -también Portugal, aunque con mayor influencia británica por razones históricas geopolíticas y comerciales-, son dos caras de la misma moneda, dos naciones hermanas en mucho y primas en bastante; y lo de primas no lo digo en el sentido ordinal, sino en el de la quinta acepción que a esta entrada le otorga el diccionario de la RAE, sinónimo de incautas, porque, cierto es que a ambas nos las suelen dar con queso con frecuencia los mercaderes del centro y el norte de Europa, que son quienes dominan verdaderamente la UE, con el gallo francés enseñando siempre el espolón, aunque muchas veces va de farol. En el fondo, los franceses son más parecidos a los españoles y los italianos de lo que ellos creen, pero su liga está con Alemania e Inglaterra y a los del sur nos miran por encima del hombro.

Nos parecemos tanto los españoles a los italianos que no solo compartimos el ferragosto, el Mediterráneo, el origen de nuestros respectivos idiomas, el evidente poso común de la cultura y el arte, el origen de la red de carreteras, las primeras ingenierías del agua o el derecho, sino que hasta últimamente hemos conseguido que funcione el país, incluso sin gobierno, una característica muy muy italiana que hemos adoptado como propia, aunque espero que solo sea de forma coyuntural porque del in-gobierno -o, mejor, a-gobierno- es muy fácil pasar al des-gobierno. En Italia llevan ya mucho tiempo con gobiernos provisionales y efímeros y se han acostumbrado a ello; en España es novedad y qué quieren que les diga, prefiero que importemos de Italia otras cosas, como la industria del automóvil, el diseño de la moda, sus compositores de ópera, en particular, y su música en general, y… como conservan y gestionan de bien el patrimonio histórico-artístico: Allí hay cuatro piedras de origen, por ejemplo, etrusco, y alrededor de ellas montan un centro de recursos del que viven unas cuantas personas. Aquí, aunque vamos mejorando poco a poco, concretamente en el campo de la arqueología aún nos queda mucho por andar, no en el ámbito científico, en el que poco o nada tenemos que envidiar a los italianos, sino en el de su puesta en valor y explotación como recurso. En Guadalajara, sin ir más lejos, tenemos varios ejemplos de ello, aunque voy a destacar solo dos: La Cueva de los Casares y su entorno -necrópolis celtibérica, restos de atalaya musulmana y poblado medieval cristiano agrupados en un corro- y Recópolis. Si la cueva de La Riba estuviera en Italia -incluso sin ir tan lejos-, no duden que se crearía un parque arqueológico transversal de primer orden con la rica y variada suma de restos materiales de diversas culturas que agrupa, arrancando con la potencialidad de las pinturas rupestres. Respecto a Recópolis, aunque es uno de los cinco parques arqueológicos de Castilla-La Mancha y tiene hasta centro de interpretación desde hace años, su gestión y potencialidad son manifiestamente mejorables, especialmente ahora que se puede complementar con lo que vaya apareciendo en Caraca, tanto en la zona de Driebes como en la de Illana, con el Tajo siempre de por medio.

Y por seguir con la costumbre italiana, no sin antes desearles un feliz ferragosto, termino diciendo: “¿Non piove? ¡Porco Governo!”. Y es que lleva sin caer una gota de verdad, al menos en la ciudad de Guadalajara, desde Jueves Santo. Y ya debería haber llovido, ya.

 

Pie de foto: Óleo de Regino Pradillo titulado “De mi tierra” (1985), patrimonio de la Diputación Provincial de Guadalajara. Foto Zoilo Notario.

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