Romanones y la Guadalajara vaciada

El último artículo que cada año suelo escribir antes de irme de vacaciones de verano -a Comillas, por supuesto, a mi casa del mar en medio de la montaña-, tengo por costumbre dedicarlo a temas relajados, intemporales, pegados a la tierra y a las gentes, como es propio de este tiempo en el que la intensidad debe dejar paso al apagamiento y la dulzura a la acritud porque el calor fogoso es mal compañero de sesudas y aristosas reflexiones. Rompo hoy esa tendencia a la atonía temática, formal y conceptual, de mi entrega previa a la vacación y la molicie porque las circunstancias así lo han querido al poner en mi camino varias informaciones procedentes de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha según las cuales luchar contra la despoblación regional va a ser una de las prioridades del nuevo mandato de Emiliano García Page. Nada que objetar a que, por fin, se priorice de verdad esa lucha, pero como uno ya va peinando canas y sabe más por viejo que por diablo, no estoy dispuesto al “trágala” de conocer este loable objetivo, elogiarlo por buenista y bienintencionado y… olvidarme que la despoblación, en el caso de Guadalajara que es el que mejor conozco, no es un hecho nuevo ni reciente como para priorizar ahora su lucha, sino que deviene de hace ya muchas décadas y no es un problema coyuntural, sino endémico, por inacciones previas. Especialmente de la Junta en los últimos casi 40 años.

El mínimo poblacional histórico de la provincia se produjo en 1981, cuando el total del padrón provincial apenas superaba los 140.000 habitantes. Como es sabido, actualmente la provincia casi ha doblado ese dato, pero con una circunstancia que singulariza mucho la problemática demográfica de Guadalajara:  Mientras la zona del Corredor del Henares y el entorno de la capital han crecido poblacionalmente casi de forma exponencial -por ejemplo, El Casar tenía 1400 habitantes en 1981 y a día de hoy ha multiplicado por 10 su censo-, la “otra Guadalajara” -no solo Molina, donde hace ya tiempo trabaja la asociación que lleva este nombre-, sino también las serranías del norte y cuatro quintas partes de la Alcarria, han seguido padeciendo la emigración, un hecho que no cesa prácticamente desde finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo pasado.

Son ya 70 años de regresión poblacional, casi un siglo, los que lleva padeciendo la provincia de Guadalajara que, por razones obvias, forma muy significativa parte de eso que ahora se ha dado en llamar “la España vaciada”, pero que, como decía, lleva muchos años vaciándose y quizá sea ya demasiado tarde -podría incluso quitar el quizá del beneficio de la duda-, para que revierta esa situación, al menos de manera notoria. Si se ha detenido o se va deteniendo un tanto la sangría poblacional es porque ya no se puede vaciar más lo que está vacío o casi.

No seré yo, que llevo preocupado y escribiendo sobre este asunto desde que tengo uso de razón periodística, quien ponga un palo en la rueda al nuevo gobierno regional si, de verdad de la buena y no como uno más de los anuncios/propaganda a los que nos tiene acostumbrados, se toma en serio contratacar y revertir la despoblación del medio rural. Para combatir la despoblación, nos dicen ahora que van a trabajar hasta 11 direcciones generales de la Junta, a lo que se sumará un “comisionado para el reto demográfico” que tendrá como encargo principal elaborar la futura ley de lucha contra el despoblamiento. De 79 altos cargos que tiene el gobierno regional, 11 van a dedicarse directamente a la despoblación, según ha informado la portavoz del ejecutivo de Page, aunque supongo que también dedicarán parte de su tiempo a la población… Ya voy siendo mayor y mi optimismo antropológico lo han ido chafando muchas banderas rotas; permítaseme, por ello, que me muestre desconfiado, renuente y escéptico con que se cumpla el propósito de luchar contra la despoblación, entre otras razones porque la despoblación extrema no vota o sus votos solo representan los decimales de la población que sí suma y decide mayorías.

No es mi intención dejarles con un poso de desazón cuando están ya disfrutando de las vacaciones o lo van a hacer pronto, bastantes de ustedes en esos pueblos vaciados once meses al año y que se llenan de bote en bote durante uno; pero no puedo terminar este “post” sin dar cuenta de algunos de los muchos planes y programas públicos, regionales y estatales, que, solo en los años 80, se pusieron en marcha -o se dijo que se iban a poner o se pidió que se pusieran- para luchar contra la despoblación en nuestro medio rural: Comarcas de Acción Especial (1982), Grandes Áreas de Expansión Industrial -con preferencia en el medio rural- (1983), Zonas de Urgente Reindustrialización (ZUR) -ésta solicitada por la Diputación a la Junta para compensar la caída de empleo previsible tras el fin de las obras de la Central Nuclear de Trillo-, Plan Especial de Regadíos -solicitado en 1985 por APAG y Jóvenes Agricultores para extender los cultivos regables de la provincia en 7000 hectáreas-, Zona de Ganadería de Montaña, en Molina -1986-, Zonas de Acción Especial -Molina y Serranías (triángulo Condemios, Jadraque y Sigüenza)-, en 1986, Zonas Asistidas de la U.E., en 1987, -curiosamente, en estas zonas había ayudas de hasta un 45 por ciento para la provincia de Guadalajara y del 75 para el resto de provincias-, Operaciones Integradas de Desarrollo -que incluía 90 municipios de la región, pero ninguno de Guadalajara-, en 1988, etc. Ya en los años 90, concretamente en 1991, se puso en marcha el programa Leader, al que siguieron el Leader II y el Leader Plus, además de otros programas europeos de desarrollo directamente dirigidos al medio rural.

Como verán, a la Guadalajara hoy vaciada, mientras se iba vaciando, llegaron varias actuaciones, algunos programas de desarrollo y muchos anuncios que no pasaron de eso, pero se siguió vaciando. ¿Qué quiere eso decir? Evidentemente que no se han hecho bien las cosas y, en algún caso, que se hicieron muy mal.  Espero que este nuevo anuncio del gobierno regional no se quede solo en eso y que, además de programas de desarrollo e inversión, vengan unas leyes que, de verdad, contribuyan a fijar y recuperar población en el medio rural. Lejos del clientelismo, por favor, que ya nos sabemos de memoria cómo funciona eso; lo inventó Romanones, sí, pero se sigue practicando con fruición y ya ni siquiera con la gracia que lo hacía don Álvaro pues, en vez de prometer puentes donde ni siquiera hay ríos, ahora se prometen puestos en los retenes de incendios, en la limpieza de los montes, en Geacam, en Tragsa o en las ambulancias.

 

Arriba, foto de Vallejuelos (Taracena)

 

 

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