Brihuega, el histórico, monumental y bello lugar de veraneo de los arzobispos toledanos al que, con todo mérito, se le conoce como el “Jardín de la Alcarria” pues verdaderamente lo es, ahora con la lavanda como referente de su floresta, acogió el pasado martes, 10 de diciembre, la presentación de una nueva obra de la que soy autor y a la que he bautizado con un título necesariamente largo para hacer honor a su contenido: “Viaje y Nuevo Viaje a la Alcarria en familia”. El libro lo ha producido y maquetado Aache, con su habitual buen hacer editorial, lo ha ilustrado Nora Marco, con su acreditada categoría artística, ha sido editado por FADETA, la Federación de Asociaciones para el Desarrollo del Tajo – Tajuña, y lo han cofinanciado la Unión Europea y la Junta de Comunidades de Castilla- La Mancha, a través del programa Leader, y la Diputación Provincial. A todas las personas e instituciones que han hecho posible la edición de la obra, mi obligado y sincero agradecimiento por motivarme a escribir y ayudar a publicar este libro del que se han editado 4.000 ejemplares, una tirada muy elevada y poco habitual en los tiempos que corren, y al que se pretende dar una amplia distribución no venal pues su objetivo principal es aprovechar el extraordinario recurso que suponen los dos viajes literarios de Cela a la Alcarria para contribuir a su promoción como destino turístico familiar. El intencionado carácter didáctico que he incorporado como apéndice a cada uno de los 30 capítulos que lo estructuran, sin duda colaborará en la promoción de ese conocimiento y disfrute de la comarca alcarreña por parte de adultos y menores unidos por vínculos familiares. Como oportunamente dijo el gran periodista que hace ya mucho tiempo es Antonio Herráiz, magnífico conductor del acto de presentación del libro, “la familia que viaja unida a la Alcarria permanece unida”.
Este nuevo libro, que me acerca ya a la quincena de los publicados en los últimos 14 años, es una evolución, actualizada y ampliada, de “Viaje a la Alcarria en familia”, que publiqué en 2016 con ocasión del centenario del nacimiento de Camilo José Cela. En aquella ocasión fue patrocinado por la obra social de La Caixa, aunque promovido y editado por “mi” Diputación Provincial, que no deja de ser una extensión de mi casa —y no me refiero al palacio provincial, sino a la institución— pues llevo unido a ella profesional y afectivamente casi 44 años. Si en la obra de 2016 visité con Cela 23 pueblos de la Alcarria, en esta de 2024 le he acompañado a otros 22 más. En total, pues, son 45 las localidades alcarreñas que tienen capítulo propio o compartido en este nuevo libro, aunque se cita y hacen referencias a muchas más. En esta obra el lector va a encontrar la sinopsis del paso literario de Cela por cada uno de los pueblos, tanto los que conoció en su primero como en su segundo viaje, así como un resumen de su historia, geografía, toponimia mayor, demografía, recursos histórico culturales, medioambientales y tradicionales, combinados con fotografías, planos, dibujos, códigos QR para ampliar información, y, como ya he anticipado, un apéndice de actividades didácticas para los más pequeños insertado al final de cada capítulo.
“Viaje y nuevo viaje a la Alcarria en familia” es una obra con mucho peso atómico —pues está editada en tapa dura, buen papel cuché brillo, tiene 480 páginas y pesa un kilo y medio— y espero que también específico pues en ella he seguido las huellas indelebles de los dos viajes físicos y literarios que Cela hizo a la Alcarria; el primero, y más importante, caminado en 1946 y publicado en 1948, y el segundo, conducido en 1985 —en un espectacular Rolls amarronado modelo Silver Spur manejado por una choferesa negra a la que el escritor bautizó como “Oteliña”— y publicado en 1986. La orogenia y los siglos, aliados con el sol, el viento y el agua, modelaron la Alcarria como paisaje singular, pero fue el Nobel de 1989 quien la puso en el mapa, aunque ya en el Cantar de Mio Cid su anónimo autor la cita: “Troçen las alcarias e yuan adelant”.
Como dije en el acto de presentación del libro —de asistencia masiva, que agradezco enormemente, y que tuvo lugar en el espléndido Hotel Castilla Termal, un cinco estrellas que ha venido a sublimar la categoría hostelera de Brihuega, la Alcarria y el conjunto de la provincia, al tiempo que a recuperar un histórico edificio como es el de la Real Fábrica de Paños— Guadalajara y la literatura se han gustado desde siempre y han hecho buenas migas, por utilizar una expresión dialectal puramente alcarreña. Recordemos que ya en las primeras jarchas, en un aún balbuciente castellano, se cita a Wadi-l-hiyara (sic) como una ciudad cuyo amanecer es tan alegre como el sentimiento de una mujer por el regreso de su amado. El Mio Cid, según he anticipado, no solo nombra por primera vez las “alcarias”, sino que recorre gran parte del norte, el este y el oeste de la actual provincia de Guadalajara, ora Rodrigo Díaz con toda su hueste, ora Alvarfáñez haciendo una algarada entre Castejón y Alcalá, por debajo de Hita y hasta Guadalajara. Juan Ruiz, el Arcipreste de esa Hita cidiana, sembró “avena loca a orillas del Henares” y fabuló sobre el Buen Amor, una pieza capital de la literatura medieval. Y hasta algunos Mendoza, mecenas de la cultura al tiempo que señores de espada, como el Marqués de Santillana o Diego Hurtado, destacaron por sus voces poéticas. En tiempos de Garcilaso y Boscán, cuando el renacimiento renovó la literatura, Gálvez de Montalvo categorizó muy alto las letras alcarreñas con su “Pastor de Filida”. A finales del XVIII el fabulista Tomás Ruiz de Iriarte hizo un “Viaje a la Alcarria”, yendo desde Alcalá a Gascueña, un pueblo conquense de la vega del Guadamejud, pasando por varias localidades de la actual Guadalajara: El Pozo, Aranzueque, Tendilla y la Salceda, Alhóndiga, Sacedón y Poyos, la aldea que, desde finales de los años 50 del siglo pasado, y junto con el balneario de la Isabela, duerme arruinada bajo las aguas del Guadiela embalsadas en Buendía. En el XIX, Espronceda comenzó a escribir su primera gran obra estando cautivo en el monasterio de San Francisco, y escritores como Zorrilla, Pio Baroja, Galdós o Clarín vivieron aquí un tiempo o escribieron o ambientaron obras en estas tierras. Y en el XX, pues eso, Ramón Hernández encontró en Guadalajara “El ayer perdido”, José Luis Sampedro hizo literatura antropológica, ecológica y etnológica en “El río que nos lleva”, Andrés Berlanga rescató para siempre en “La Gaznápira” la lengua dialectal del Señorío de Molina cuando comenzaba a desangrase demográficamente y Cela viajó a la Alcarria y nos puso en el mapamundi literario para siempre…
…“Siempre en la Alcarria”, como el propio Nobel dejó escrito en el libro de honor de la Diputación, apenas unas semanas antes de recibir este galardón.