Guadalajara se va a sumar esta semana a las seis únicas ciudades españolas –Betanzos (La Coruña), Gijón, Madrid, Tenerife, Valladolid y Zaragoza– que hasta ahora tienen el privilegio de acoger obras del genial artista esloveno, el padre jesuita Marko Ivan Rupnik, considerado a nivel mundial como uno de los principales referentes del arte decorativo religioso de vanguardia, especialmente como “mosaista”. Es autor, entre otras muchas creaciones, de la decoración de la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico de la Ciudad del Vaticano, la “Capilla Sixtina” del arte contemporáneo; no en vano, para muchos, este sacerdote y artista de 64 años de edad, residente en Roma, es el “Miguel Ángel del siglo XXI”.
En efecto, durante la última semana de abril, Rupnik permanecerá en la capital de la provincia trabajando con su equipo en la decoración interior integral, fundamentalmente el retablo, de la iglesia de El Salvador, el último templo bendecido en la ciudad, en 2013 –seis años antes ya se había bendecido y comenzado a utilizar para el culto la capilla lateral-, si bien su dedicación y consagración definitivas se producirán el próximo 23 de septiembre, una vez ultimada la decoración interior que llevará a cabo el gran artista esloveno. El párroco de El Salvador, Jesús Mercado, y el obispado de la diócesis en su conjunto, bien pueden estar satisfechos por lograr que sea Rupnik, finalmente, quien diseñe, ejecute y firme el retablo de El Salvador, algo que me consta que ha sido realmente difícil y en lo que se ha estado trabajando desde antes de que se pusiera la primera piedra de este moderno templo situado en el barrio de Aguas Vivas. En este caso es de oportunísima aplicación esa frase de Arturo Graf que afirma que “la constancia es la virtud por la cual todas las demás virtudes dan fruto”.
Rupnik trabaja en equipo y es director del Centro Aletti, perteneciente al Pontificio Instituto Oriental de Roma, donde también vive y enseña. Igualmente es allí responsable del taller de arte espiritual, un verdadero núcleo de creación de vanguardia en el que se ha esbozado, diseñado, compuesto y realizado gran parte del material, fundamentalmente mosaicos, de que constará el retablo de El Salvador. Aletti es un centro de estudios e investigaciones que se añade a la misión que los jesuitas desempeñan en el Pontificio Instituto Oriental, inaugurado por Juan Pablo II con el fin de que se convirtiera en un centro de relación y de reflexión intercultural. Se dirige, ante todo, a estudiosos y artistas de inspiración cristiana del centro y este de Europa, y trata de facilitar el encuentro fraterno entre artistas ortodoxos y católicos.
Así se define a Rupnik en el catálogo de una de sus muchas exposiciones, tanto individuales como colectivas: “Rupnik es un artista del color. El color es la luz de la materia del mundo que el artista busca. Al principio estuvo cerca de las conquistas de las vanguardias de este siglo, pero su itinerario artístico es una continua búsqueda del significado unificador de toda la vida. La vida es antinómica, y la unidad no debe destruir la diversidad, anular las personalidades. Por eso, el color de Rupnik es puro, intenso y a menudo sus cuadros se construyen sobre la regla de los contrastes entre los colores. Su arte consiste precisamente en encontrar la armonía, la fascinación del conjunto. Por eso, muy pronto, en su período no figurativo —caracterizado por la espátula, por la pastosidad— empieza la búsqueda del Rostro eterno y personal que está bajo todas las culturas. Estudia las culturas de los indios, de los eslavos antiguos, de los chinos, de los comienzos del arte cristiano. Desde hace algunos años, su arte está decididamente comprometido en una relación dialógica entre los frutos del arte occidental y del arte iconográfico. Se trata de una relectura del punto de vista del iconógrafo, pero con toda la riqueza instrumental de la pintura occidental de los últimos siglos.
Su arte consigue unir la tradición y la modernidad. La pintura de Rupnik nos confirma que la pregunta fundamental en el debate artístico contemporáneo no se puede agotar en las alternativas convencionales como, por ejemplo, arte figurativo o abstracto. Se trata, pues, de redescubrir el arte como servicio, como liturgia”.
El retablo que Rupnik ha preparado para El Salvador se puede encuadrar en un estilo neo-románico con técnica bizantina, enmarcándose dentro de la más pura filosofía de su taller en el que, como ya hemos dicho, conviven, entrelazan y se relacionan las estéticas y los gustos orientales y occidentales; así, admiraremos en él un pantocrátor que puede traernos a la memoria el de la famosa pintura románica del ábside de San Clemente de Tahull, al tiempo que percibir iconografías del arte religioso medieval del mediterráneo oriental. Rupnik trae a Guadalajara la historia de la salvación hecha arte, iniciándola en el Antiguo Testamento y concluyéndola en la propia iglesia. Un niño Jesús con estola puede resumir esa historia alegórica. Y atentos al guiño al barrio y a la ciudad en la que Rupnik va a dejar su genial sello: Moisés separando las “aguas vivas” del Mar Rojo y el reflejo intencionado de un “río de piedras” (Wad-al-hayara).
El lema que puede resumir la filosofía creativa de Rupnik y su taller es “A Dios por la belleza” y Guadalajara va a tener el privilegio de ser anfitriona de ella. Todo un hito, sin duda, por el que cabe felicitar a quienes lo han hecho posible y felicitarnos todos los guadalajareños por ser sus anfitriones permanentes. Laus Deo.