Hace unos días, la Asociación Cultural “Tierra Molinesa” hizo entrega, en Guadalajara, de los “Premios Emprendedores Molineses” que, cada año, desde hace ya siete, este colectivo de molineses inquietos y comprometidos con el presente y el futuro de su tierra concede a personas, empresas, asociaciones, instituciones y entidades originarias de la zona que se distinguen de manera señalada en su trabajo y que vienen a ser un espejo en el que mirarse, un ejemplo a imitar por otros para coadyuvar en la revitalización social y económica que Molina precisa desde hace ya tanto tiempo que casi nadie ya se acuerda de otros, mucho mejores, que vivió el Señorío. Bueno es, muy bueno diría yo, que se lleven a cabo este tipo de iniciativas que sacan a la luz y reconocen públicamente a molineses verdaderamente ejemplares y que son referentes a seguir.
Los “VII Premios Emprendedores Molineses” de este año han recaído en Florentino García Martínez, teólogo y experto mundial en lenguas muertas, nacido en Mochales; en el Grupo Folk “El Pairón“, creado en 1995 para recuperar la música folk de la comarca molinesa; en Carnicerías Ortega, empresa familiar radicada en la tierra molinesa, y en el Ayuntamiento de Milmarcos por la recuperación del Teatro Zorrilla.
Aunque, como en ocasiones anteriores, fui invitado al acto, mucho lamenté no poder asistir porque siempre me ha tirado mucho la tierra molinesa pues, no en vano, en uno de sus pueblos más pequeños, Otilla, nació mi abuelo paterno y él y mi padre -que circunstancialmente no vio allí su primera luz, pero ejercía de molinés- siempre me inculcaron el afecto por su “patria chica”, de la que, como tantos otros y durante tanto tiempo, tuvieron que marchar en busca de oportunidades en la vida, pero a la que jamás echaron en cara que ella misma no se las diera; bien al contrario, incluso mi abuelo, cuando ya anochecía su vida y las cataratas en los ojos no le dejaban ver más allá de sus aguileñas narices, quiso volver a vivir -más bien a morir- a la casa de Otilla en la que había nacido, a pesar de que de ella apenas quedaban unos muros y un tejado maltrechos, un habitáculo más propio para refugio de ganado que de personas. El poeta checo Rilke decía que “la verdadera patria de los hombres es la infancia”, y decía bien.
A pesar de que, como ya he comentado, no estuve presente en el acto de entrega de estos premios, sí he estado pendiente de él y me consta que el presidente de “Tierra Molinesa”, Ernesto Esteban, originario de Alustante, no solo se limitó a felicitar a los galardonados y a agradecer a las instituciones públicas su presencia -por cierto, estuvieron todas: Gobierno del Estado, Junta de Comunidades, Diputación, Comunidad del Real señorío y su Tierra y los Ayuntamientos de Molina de Aragón y de Guadalajara, lo que es de destacar-, como la buena compostura y la nobleza obligan, sino que lanzó algunos mensajes de calado como la necesidad de impulsar el potencial medioambiental de la comarca molinesa, “desarrollando un grado de gestión que atraiga a jóvenes y propiciar una fiscalidad ventajosa que también cautive a empresas e inversiones a asentarse en la zona”. Esteban también incidió en la necesidad de la colaboración público-privada para impulsar la comarca de Molina, algo en lo que estoy completamente de acuerdo, como sostengo, precisamente, en una colaboración que firmo en la revista que “Tierra Molinesa” acaba de editar con motivo de la entrega de sus premios anuales y cuyos dos últimos párrafos dicen así: “La sociedad civil molinesa, a pesar de su patente debilidad, ha dado muestras en los últimos años de ser capaz de impulsar importantes iniciativas que están redundando en claros beneficios para la comarca, algo por lo que cabe felicitarse y que supone un soplo de esperanza e invita a tomar ese mismo camino en el futuro. Aunque podría poner algún ejemplo más -no muchos, bien es cierto-, quiero destacar en ese sentido la magnífica labor emprendida por la Asociación de Amigos de los Museos de Molina y el Geoparque Comarca de Molina-Alto Tajo, un auténtico ejemplo de la puesta en valor de los recursos histórico-artísticos y naturales del Señorío.
La iniciativa de la propia sociedad molinesa, con la imprescindible colaboración activa y comprometida de las administraciones públicas, es la clave del futuro de Molina, un futuro que hay que ir a buscar y no esperarlo, que hay que intentar construir y no aguardar a que nos lo construyan”.
Me reitero en ello. El futuro de Molina está en manos de los propios molineses, aunque sin las necesarias ayudas públicas es ir “camino de nada”, como cantaba José Antonio Labordeta refiriéndose a la tierra hermana y vecina de Aragón.