El portalejo verde y negro de Belén

Hay fotos que no necesitan pie y pies de foto que dicen más en un puñado de palabras que las supuestas más de mil que vale cada imagen. La que acompaña este texto, como podrán apreciar, es pura elocuencia, habla por sí misma y no necesitaría pie porque se mantiene bien erguida y camina sola sin necesidad de ayuda.

La bella, la bellísima fotografía que acompaña este texto y que no precisa pie, podría ser una alegoría perfecta de la Navidad en las guadalajaras del norte más empinado y profundo. Un acebo cuajado de fruto en forma de drupas redondeadas de un intenso color rojo, contrastando con el verde intenso de sus perennes hojas, simples, enteras, coriáceas y pinchudas, se nos antoja un visillo natural tras el que aparece la torre de una iglesia en la que predomina la pizarra, uno de los templos más representativos de la que es y llamamos arquitectura negra.

Sí, efectivamente, se trata de la iglesia de Valverde de los Arroyos vista desde la plaza de María Cristina, con su fuente en medio y en cuyo pilón se refrescaban las cervezas de Paco, el entrañable y singular tabernero cojo natural de Zarzuela de Galve -“Zarzuelilla”, el anejo valverdeño- que durante mucho tiempo regentó el único establecimiento de hostelería del lugar, hasta que el turismo reparó en él.

El acebo es uno de los árboles más representativos del tiempo de Navidad porque, aunque sus frutos verdean en verano y se enrojecen en otoño, permanecen en el árbol incluso durante el invierno, poniendo una nota de color al ambiente húmedo, neblinoso y frecuentemente nevado que suele acompañar a este tiempo, especialmente entre diciembre y enero, los meses entre los que se acunan las navidades. Este acebo es un monumento natural vivo que se ha querido sumar a la fiesta de los sentidos que es siempre Valverde, aunque su momento cumbre llegue justo en el otro solsticio, el de verano, cuando la Octava del Corpus inunde las calles y las eras del pueblo de fervor a Jesús sacramentado, tradición, rito y belleza. Autos, loas y danzas de color para el pueblo que ya lleva color en su mismo nombre, el verde de la tierra generosa en aguas, que contrasta con el negro de la pizarra de su arquitectura negra. Que el color es la rebeldía de la luz frente al negro y toda la escala de grises es un axioma que se cumple a rajatabla en Valverde.

La iglesia valverdeña de San Ildefonso, datada inicialmente en el siglo XVI, rehecha dos veces en el XVIII y conformada mediado el XIX como ahora la conocemos, cuya torre se vislumbra entre las hojas y las bayas del acebo de la fotografía, alberga en su interior una singularidad arquitectónica poco conocida, incorporada en una restauración del templo que se acometió en 2012: la bóveda tabicada mudéjar que remata el crucero, para cuya construcción se  recuperó una técnica antigua, basada en la ejecución de tres roscas o hiladas de ladrillos, con la particularidad de ejecutarse sin apoyar en ningún momento sobre cimbras; es decir, esas hiladas de ladrillo se fueron sumando sin ningún elemento que las sustentara. A este tipo de bóvedas autoportantes, de origen centenario, se les llama también de “construcción cohesiva”, catalanas o “guastavinas”, en honor al arquitecto valenciano de la segunda mitad del XIX, Rafael Guastavino, que fue quien las recuperó y perfeccionó como sistema constructivo, dejando amplia huella de su obra especialmente en Estados Unidos. Quede este dato como curiosidad de las muchas que nos podemos encontrar en nuestra provincia si nos empeñamos en no solo mirar las cosas, sino también en verlas con detalle, algo a lo que solemos dedicar poco tiempo acaso porque creemos, como Antonio Machado en sus “Proverbios y cantares”, que “nuestras horas son minutos cuando esperamos saber y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender”.

Despido ya esta última entrega del año con otra referencia a la iglesia de Valverde que dialoga en la foto con un acebo, pues, como sí es más conocido, el pequeño atrio que da entrada al templo y su entorno es llamado “el portalejo”, un portalejo que es una especie de foro cívico en el que los valverdeños se reúnen para asistir a las representaciones de sus tradicionales autos sacramentales, iniciar y terminar sus procesiones religiosas, especialmente la de la Octava del Corpus, además de para celebrar otros actos públicos de distinto carácter. Un portalejo que, en este tiempo, se me antoja el de Belén.

Con mis mejores deseos de paz, felicidad y salud para todos en el nuevo año, vayan estos preciosos versos del maestro (de tantas cosas) “Josepe” Suárez de Puga contenidos en su poema “Navidad en el pico Ocejón” y que forman parte de su último poemario, hasta ahora editado, “Cancionero de lugares y compañías”, aunque me consta que ya está trabajando en uno nuevo de pronta publicación que aguardo con los dedos huéspedes:

 

El fuego de amor prende el paraje

de blancanieves que a Belén aloja,

donde el tomillo espera el estiaje

que prenda el verde de su nueva hoja.

 

Un villancico se oye en el hostigo

que asila el heno de la primavera,

donde el Hijo de Dios duerme al abrigo

de una sencilla tienda montañera.

Y no amanece

Aún a riesgo de que algunos me llamen “facha” por aquello de apelar al sol -aunque no cante de cara a él, sino que eche de menos la albada-, he titulado esta entrada de idéntica forma que la bonita canción que Enrique y Álvaro Urquijo compusieron para su grupo, Los Secretos, al que tanto nos unió a los guadalajareños su recordado batería, Pedro Antonio Díaz, muerto en accidente de circulación en la Feria Chica arriacense de 1984. Parafraseando al mítico Jethro Tull, Pedro era demasiado joven para morir, cuando era aún también joven para el rock and roll, pero ya no volvió a amanecer más para él, frustrándose con ello uno de los mejores músicos de la “movida” madrileña, la “new wave” cañí. El ritmo que “Pedrito” imprimió a la buena música de los hermanos Urquijo, fue determinante para que el grupo diera un salto de calidad y se convirtiera en todo un referente de su época, que aún hoy pervive, incluso tras perder a dos de sus puntales: Enrique Urquijo y el propio Pedro.

Pero hoy no toca hablar de música, pese a que me haya inspirado en el título de un tema de Los Secretos que, como casi todos, tiene su punto de melancolía: “(…) La lluvia que mojaba tus calles tan lloradas, quisiera que limpiara también tu alma. Y no amanece, y no amanece, y no amanece”. El “Y no amanece” de hoy está dedicado a la lamentable realidad de Cataluña, esa parte señera de España a la que los independentistas han metido en una encrucijada de muy difícil salida y en la que hace ya muchos meses que no amanece porque las sombras, la penumbra y la oscuridad invaden casi todo, de manera muy especial la convivencia.

En Cataluña, desde que el iluminado e irresponsable Puigdemont y sus sosías del PDCAT, ERC y las CUP, con la decisiva colaboración de la ANC y Omnium Cultural, decidieron huir hacia adelante y declarar una república y una independencia que no eran legalmente posibles, cada mañana sigue saliendo el sol, pero no amanece nunca. Puede parecer una contradicción, pero hay noches que se alargan una eternidad y días que no amanecen jamás; en esas está Cataluña desde que la mitad de ella decidiera excluir a la otra e imponer a espaldas del derecho, de la razón, del sentido común y de la comunidad internacional un ideario nacionalista radical, más propio de finales del siglo XIX que de principios del XXI.

Así las cosas, puede salir el sol por el cabo de Creus, el punto más oriental de Cataluña, pero no amanecer allí porque nunca puede ser de día cuando en un lugar de España se odia, insulta y veja lo español con impunidad y de forma reiterada como de un tiempo a esta parte se hace en Cataluña, cada vez de forma más descarada. No puede ser de día en una parte de España en la que se persigue el idioma español como si se tratara de Joan Serra, “el bandoler” apodado “Lapera” de la canción de Lluis Llach, un cantautor que parecía cantar a la libertad y lo que en realidad quería era atarnos a todos a la “estaca” independentista, tan estaca como la de la larga noche franquista.

Y si hace ya muchos meses que no amanece en Cataluña, las cosas no tienen pinta de que vayan a cambiar por culpa del imprudente, insensato y radical presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, puesto a dedazo por el huido Puigdemont desde Waterloo. El, solo teóricamente, “molt honorable” está más por el “sostenella y no enmendalla” que por acabar con esta ignominiosa etapa en la que la región catalana hace tiempo que dejó de ser una de las locomotoras de España para convertirse en un colosal freno de desarrollo social y económico. Y eso sí que es romper con la mejor parte de su historia, complicar su presente y oscurecer su futuro.

Me insistía mi padre, cuando yo me empeñaba en alargar las noches hasta la albada en mi primerísima juventud, que en la oscuridad apenas se veía y que en ella había mucho peligro emboscado entre las sombras. Pese a que por el cabo de Creus salga el sol cada mañana, en Cataluña seguirá sin amanecer mientras se corten impunemente carreteras sin intervenir los “Mossos de Esquadra”, se “purgue” a policías por tratar de mantener el orden público o se apele a imitar al “modelo” esloveno de independencia, que costó 60 muertos, como ha hecho Torra sin que se le caiga la cara de vergüenza. Ni a él, ni a sus compañeros de este viaje a ninguna parte en el que se ha convertido el “procés”.

A día de hoy lo veo muy difícil porque el “seny” ha huido de una gran parte de Cataluña -eso sí que es perder identidad-, pero espero que, como afirmaba una de las proclamas del mayo del 68 francés, “algún día saldrá el sol” también allá; sí, por el cabo de Creus, “mágica luz de Cadaqués” que cantaba Mecano homenajeando a un catalán y español universal, Salvador Dalí, cuyas últimas palabras públicas fueron: “Els genis no tenim dret a morir, perquè fem falta pel progrès de l’Humanitat ¡Viva el Rei, viva Espanya, viva Catalunya!”. Las dejo ahí porque no hace falta traducirlas.

Las miradas del otoño en las guadalajaras

Siempre he pensado, dicho y escrito que el tiempo que mejor le sienta a la provincia de Guadalajara -mejor hablar de “las guadalajaras”, porque hay muchas y no solo una- es el de otoño. Este tiempo, frente al de primavera y por las razones justamente contrarias, tiene mala fama porque los días van acortando progresivamente, el calor cede el paso al frío y el agua, en forma de lluvia e, incluso de nieve adelantada, trae un ambiente de humedad que, a veces, cala hasta los tuétanos y penetra en nuestros cuerpos como la hiedra entre las piedras.

Cierto es que el otoño es un tiempo de cuenta atrás y cuesta abajo; cuenta atrás hasta llegar al cero que es el solsticio de invierno, en la Navidad, cuando el reloj de los días volverá a crecer en positivo, aunque sea minuto a minuto, a costa de las noches; cuesta abajo, desde las altas cumbres del sol del membrillo septembrino hasta los valles neblinosos y en cencellada de diciembre. Sí, cierto es que el otoño parece llevarnos hacia un pozo sin fondo en el que todo es -mejor, parece- oscuridad, frío y humedad, pero si hay algún tiempo en el que nuestra tierra nos hace un guiño de colores cálidos es, precisamente, este: amarillo intenso de las hojas de los abedules, los álamos temblones y los avellanos; pardo anaranjado de las de los castaños, los robles y las hayas; rojo, el calor cálido por excelencia, de las bayas de los serbales, los majuelos o los escaramujos.

La primavera, que nos devolverá el verde a los campos de cereal, rebrotará en las hojas de los árboles caducifolios y limpiará y hará brillar a los de hoja perenne -encinas, chaparros, enebros y sabinas, fundamentalmente-, el azul a los cielos y el violeta a sus primeras flores, entre ellas los zapatitos de la Virgen y las orquídeas silvestres, pero, recordemos, el azul, el verde y el violeta conforman la gama fría de la paleta de colores ¿Otoño cálido y primavera fría? Si nos guiamos solo por el color y sus gamas, así es, aunque a favor de ésta hay que apuntar que, cuando termina por romper su floración y se consagra, el estampido de coloración que ofrece rompe la barrera de los colores fríos e irrumpe también en los cálidos: todo es color, olor y sabor en primavera.

Si buscamos un macropaisaje de la provincia para fotografiar el otoño nos pueden servir muchos, aunque el Hayedo de Tejera Negra sea -por permitir el milagro de reunir una especie arbórea del norte tan al sur como el haya- sea, sin duda alguna, un lugar pintiparado para obtener una imagen de excelencia de este tiempo. A más de doscientos kilómetros de distancia, en nuestra misma provincia, el Alto Tajo se ofrece como otro destacado modelo para posar y mostrar lo más bello de este tiempo a una cámara fotográfica. Si Tejera Negra está en el noroeste de las guadalajaras, el Alto Tajo se localiza en el sureste; si el parque natural de Cantalojas conforma un ecosistema característico de bosque atlántico, en el del sur de Molina podemos admirar uno de tipo mediterráneo, confirmando esta feliz circunstancia que nuestra tierra no es solo una, aunque sea singular, sino que son muchas, diversas y plurales.

Y entre los grandes bosques del noroeste y el sureste provincial, está la Campiña del Henares, a la que podemos sumar las del Jarama y el Sorbe, así como los cursos de los ríos de Serranías y Alcarria, cuyos sotos y bosquetes de ribera escoltando a sus cursos fluviales nos ofrecen bellos panoramas en este tiempo al predominar en ellos especies que ahora están deshojando el frío, la lluvia y el viento; álamos y chopos, fundamentalmente. ¿O debería decir álamos o chopos? Porque ¿son lo mismo? Poco le importó a Antonio Machado esta dicotomía cuando, indistintamente, citaba a una y otra especie en su etapa soriana, a orillas del Duero y al calor de Leonor:

«En los chopos lejanos del camino,/
parecen humear las yertas ramas »
(Campos de Soria II)

“(…) álamos de las márgenes del Duero/
conmigo vais, mi corazón os lleva!”
(Campos de Soria VIII)

Sirvan estos versos de Machado para reivindicar que del paisaje son más dueños los poetas que los biólogos porque a éstos, a veces, los árboles no les dejan ver el bosque, mientras que a aquéllos lo que les importa no es ni cómo son ni cómo se llaman las cosas, sino las metáforas que les ofrecen para ponerle alma a la belleza. Y es que a la belleza sin alma solo le cantaba Ricardo Cocciante.

He teorizado sobre los mejores macropaisajes que ofrecen las guadalajaras para fotografiar el otoño cuando lo que de verdad importan son los micropaisajes, esos que tenemos a golpe de retina, al alcance de la mano y hasta podemos tocar. Miropaisajes de excelencia en otoño en la provincia hay tantos como miradas. Yo les aporto la que disfruté con Isabel, mi mujer, hace apenas unos días, en las eras de Valverde de los Arroyos, mirada que retuve en la fotografía que acompaña este texto.  ¿Es o no es una metáfora sin palabras de la belleza?

 

 

El calor del frío serrano

Canta en sus “Jotas del Valle” el veterano grupo segoviano de música tradicional, Nuevo Mester de Juglaría, querido y ya mítico para quienes aún nos pone el castellanismo y su folclore a pesar de lo mucho que se ha hecho contra ambos, que “aunque me arizca de frío, a la sierra me he de ir (…)”. El verbo “arizcar” no aparece en el diccionario de la RAE, ni lo he encontrado en ninguno de los compendios de vocabularios populares castellanos que he consultado, incluido el serrano guadalajareño que recientemente ha editado la Asociación Serranía de Guadalajara, tras del que están tres muy buenas manos: los valverdeños, José María Alonso Gordo y José Fernando Benito Benito, y el robledeño (de Corpes y aún de todas las guadalajaras), José Antonio Alonso Ramos. La voz más cercana a “arizcar” que he localizado en esos diccionarios populares no oficiosos es “aricar”, incluida en una relación de vocablos segovianos antiguos casi en desuso, pero su significado, “arar superficialmente”, nada tiene que ver con el contexto de la letra de la canción de la que he tomado la cita y que el Mester recogió en la comarca abulense del entorno del Puerto del Pico.  Por deducción, parece que “arizca” es una deformación fonética de “arisca” pues, evidentemente, el frío intenso suele ser áspero, que es la primera acepción de esta palabra que recoge la RAE.

Ciertamente, el frío es algo consustancial a las serranías pues, por definición, son “terrenos cruzados por montañas y sierras”. Frío que, evidentemente, es más acusado en el invierno y que en este tipo de comarcas se suele alargar a más de seis meses, invadiendo frecuentemente la segunda mitad del otoño y la primera de la primavera y, a veces, hasta la mayor parte de ambas estaciones post-equinocciales. En Guadalajara lo sabemos bien pues todo el norte de la provincia es serranía (perteneciente al macizo central y siendo estribaciones de la cordillera carpeto-vetónica), parte del este (el sistema ibérico penetra en el Señorío de Molina de norte a sur), también parte del suroeste (sierra de Altomira, en el entorno de Bolarque, Buendía y Entrepeñas) e, incluso, hasta a la Alcarria le crecen algunos serrijones como los del Megorrón (que desde Cifuentes eleva el terreno hasta las tierras de este antiguo partido judicial que limitan con las de Molina) o los de la Solana y la Umbría (con las Tetas de Viana como referencia señera) y que se extienden hasta los límites de Cuenca, comarca que el gran cronista provincial, Francisco Layna Serrano, bautizó como “Tercera Alcarria”.

Y sí, aunque me “arizca” de frío, proclamo públicamente que yo, como las cabras, tiro al monte y que cuando no tengo claro por donde “guadalajarear”, siempre busco el norte y acabo en las serranías. Mi amigo y hermano del alma Javier Borobia, con quien compartí tantos días “arizcándonos” de frío donde se empinan las guadalajaras, tenía una teoría sobre esta querencia, nada descabellaba y muy cabal, como es él, aunque también original, como igualmente son siempre sus reflexiones y propuestas, a la par que profundas: Javier llamaba “faro-guía” a Ocejón y, ciertamente, sin ser el pico más alto de la provincia, pues sus 2048 metros de altitud son inferiores a los 2.200 del Lobo y sus montañas hermanas (Santuy, Tres Provincias, etc.), su perfil, aislado de la cuerda que une a estos últimos, surge señero en el paisaje y se nos ofrece, a la vista y al corazón, como un referente clarificador, una pauta a seguir, casi un polo de atracción.

Sin ir más lejos, a finales de la semana pasada volví a subir a las serranías del norte y me “arizqué” de frío pues Galve y Villacadima me recibieron con un termómetro incapaz de llevar su mercurio más allá de los seis grados y la sensación térmica era, incluso, inferior, pues el viento húmedo que dejaron las nieblas cuando levantaron, se calaba hasta los huesos que, ahora, los tengo más cerca de la piel que nunca. A pesar del frío, volví a disfrutar sobremanera de aquellas tierras en las que la naturaleza se recrea a poco que el páramo se quiebra y a la vegetación esteparia le suceden densos bosques de robles y de pinos que parecen querer auparse hasta el cielo para darle gracias por tanta belleza.

Las serranías de Guadalajara son muy ricas, a pesar de que a la más occidental y septentrional de ellas hasta la llaman “pobre”. Lo que pasa es que la riqueza de estas tierras no se mide con parámetros economicistas convencionales, sino con valores y elementos impagables como el aire que se respira en ellas -el segundo más puro de Europa, dicen quienes cuantifican y jerarquizan hasta estas cosas-, el viento -que ahora incluso trae recursos a la zona a través de los parques eólicos-, y el sol y el agua que, debidamente combinados, fabrican vida y la pintan de color.

Me niego a pensar que las serranías, y aún el resto de tierras de la Guadalajara rural, son ya solo desiertos de la cultura, como diría Araúz de Robles, o tierras de silencio y soledad, como canta José Antonio Alonso. Vive cada vez menos gente en las guadalajaras, sí, y va envejeciendo progresivamente, pero llegará un momento en que el hombre se hartará de la ciudad y, como cantaba Labordeta, regresará a la casa de su padre en el pueblo -póngase también del abuelo o del bisabuelo- y abrirá las ventanas para que la limpie el aire. Y no me refiero a volver de fin de semana a holgar, ni a cazar, ni a setas y, mucho menos aún, a “rólex”, algo que ya lleva ocurriendo desde hace décadas, sino a regresar para quedarse buscando la felicidad de la tierra, feliz y significativo título de una obra escrita en, por y para la Alcarria de Manu Lequineche, el guadalajareño que nació en Arrazua (Vizcaya) porque los guadalajareños no elegimos donde nacemos, pero sí donde vivimos y, si nos dejan las circunstancias, hasta donde morimos.

 

Fotos: castillo de Galve (superior) y Villacadima./ Jesús Orea.

 

 

La Biblioteca de Josepe

El miércoles, 24 de octubre, a tan temprana hora de la tarde que algún bostezo de los de cabezadita en el sillón tras la sobremesa se le escapó indisimuladamente a alguno, el ayuntamiento de la capital nos convocó a un acto protocolario, pero de total oportunidad y absoluta justicia, como fue la inauguración de la nueva Biblioteca municipal de la ciudad que llevará el nombre de José Antonio Suárez de Puga, “Josepe” para los amigos y aún para los conocidos, que son/somos muchos, tanto unos como otros dadas la empatía que genera y la sociabilidad que le caracteriza. Redundando en lo apuntado, oportuno, muy oportuno, es poner el primer hito en el mapa de bibliotecas municipales que tiene en proyecto implementar el ayuntamiento, y de absoluta justicia el hecho de que lleve el nombre de Suárez de Puga, una figura sobresaliente en la actividad cultural de la ciudad de las últimas seis décadas, un intelectual de auténtica talla, un guadalajareño comprometido sin caspa provinciana y un extraordinario creador. Otros nombres podrían habérsele dado a esta biblioteca naciente, sin duda, pero no se me ocurre otro mejor.

Esta nueva Biblioteca municipal está ubicada en el Centro Integrado “Eduardo Guitián”, en Aguas Vivas, junto al Polideportivo Multiusos que tanta actividad social y económica está aportando a la ciudad como disgustos a la, al menos en este caso, torpe oposición municipal que la está poniendo trabas por cálculos electoralistas en vez de colaborar con algo que es bueno para Guadalajara. Pero dejemos lo que antaño fue la “gimnasia higiénica”, primer nombre que se le dio a la actividad física y deportiva en los centros escolares mediado el siglo XIX, y volvamos a la cultura, esa que, como reza la cartela que Carlos Santiesteban integró en su fresco alegórico a ella dedicado en el palacio de la Diputación, conviene allegarse, sembrar y arar, como hace el labrador, para “lograr buenos frutos”, parafraseando a San Mateo en su Evangelio. Según informó el propio alcalde, Antonio Román, en el acto de inauguración de la sala que ya lleva el nombre de Suárez de Puga, el Patronato de Cultura ha elaborado un mapa de bibliotecas municipales que ha sido consensuado con los técnicos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Este plan contará con una biblioteca central, que estará ubicada en el Fuerte de San Francisco  (cuando la Junta cumpla la sentencia firme del Tribunal Supremo que le obliga a rehabilitar las naves del viejo cantón militar, algo a lo que se ha resistido de manera inentendible pues está obligada a ello por un convenio que la administración firmó en su día con el ayuntamiento); una biblioteca mediana (la que lleva el nombre de Josepe) y otras bibliotecas de menor tamaño y satélites, que se ubicarán en los cuatro barrios anexionados a la ciudad (Iriépal, Taracena, Usanos y Valdenoches) y en los centros sociales de Los Valles (situado entre el nuevo sector residencial del mismo nombre y la Colonia Sanz Vázquez) y del Cuartel del Henares (localizado en Los Manantiales).

Como es sabido, hasta la inauguración de la Biblioteca Suárez de Puga, el ayuntamiento de la capital no gestionaba ningún centro de préstamo de libros y de lectura en sala, aunque sí ofrecía espacios para el estudio en varias dependencias municipales como el Centro Joven y el Centro Integrado Guitián, entre otros. El hecho de que la Biblioteca Pública Provincial -cuya actual sede en el palacio de Dávalos la aportó el propio ayuntamiento al adquirirlo a sus antiguos propietarios y salvarlo así de la ruina a finales de los años 90, siendo alcalde Bris– tenga su sede física en la capital, había supuesto que, hasta este momento, el ayuntamiento no se planteara la necesidad de crear su propia red de bibliotecas municipales. Esa circunstancia tornó en la primavera de 2017, gracias a una moción de fomento de la lectura presentada por el grupo municipal de Ciudadanos, a la que se unió una transaccional de Ahora Guadalajara para que ese plan se concretara en la creación de una red local de bibliotecas y servicios bibliotecarios. Ese tipo de propuestas sí son útiles para los vecinos y van en la buena dirección de lo que debe ser una oposición también útil, que es la mejor que se puede hacer.

Así que, bienvenido sea este nuevo mapa local de bibliotecas y servicios bibliotecarios que, en principio, parece bien planificado por el equipo de gobierno del PP y cuyo primer paso para ponerlo en marcha se ha dado con la inauguración de la Biblioteca José Antonio Suárez de Puga, la última llegada a esta ciudad a la que bien podemos atribuir el adjetivo de lectora pues, no en vano, la Pública Provincial tiene casi 40.000 socios adultos y más de 10.000 infantiles, cifras espectaculares para nuestra población. Recordemos que la primera Biblioteca Provincial la acordó crear el Pleno de la Diputación el 6 de marzo de 1837, reuniendo en ella los fondos provenientes de los conventos y monasterios de la provincia, entonces recientemente desamortizados, y fue instalada en la que en ese momento era sede de la propia institución provincial, el Convento de la Piedad.

  1. B.- Aprovecho este post para agradecer pública y vivamente la masiva presencia de asistentes al acto de presentación del libro titulado “Guadalajareando”, celebrado al día siguiente de la inauguración de la “Biblioteca de Josepe”, y de cuyo texto soy autor, mientras que las magníficas fotografías que lo complementan y enriquecen son de Nacho Abascal. La mejor compensación que puede tener un autor -y en este caso somos dos, pues yo hablo por medio de la palabra, pero Nacho es aún más elocuente y brillante con su cámara- es que su obra tenga una cálida acogida y sentir el aliento, como nosotros sentimos, de tantos amigos. Esperamos no defraudarlos cuando empiecen a “guadalajarear”.

 

 

Crónicas sietemesinas en azul, rojo, naranja y morado

Quedan siete meses para la celebración de las elecciones locales, autonómicas y europeas y es muy probable que ésta sea la ocasión en que más incógnitas y dudas haya por despejar pues el panorama político es de lo más incierto y puede que se complique todavía más en los próximos meses. Pronosticar, por tanto, a día de hoy, quién va a gobernar y con quién el Ayuntamiento de la capital, la Diputación Provincial o la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha se me antoja más una cuestión para adivinos que para analistas políticos y hasta para expertos en demoscopia; incluso, a esta fecha, resulta difícil poner nombre a los candidatos a presidir estas instituciones, excepción hecha de la Junta, que parece cosa del veterano Page (PSOE) o del novísimo Núñez (PP), si no salta la liebre de la sorpresa mayúscula.

A pesar de lo confuso que se muestra en esta hora el horizonte político, en general, y el electoral, en particular, vamos a intentar analizar algunas de sus claves objetivables para, a través de su proyección, entrar en un terreno ya más subjetivo como es el de la predicción, pero tratando de alejarnos de la elucubración. En todo caso, la inestabilidad actual del gobierno nacional de Pedro Sánchez, podría alterar notablemente el futuro político en todo orden, especialmente si éste arrojara la toalla y convocara elecciones, algo a lo que él se resiste tenazmente, aunque veremos si puede mantener por mucho tiempo la ecuación del quiero y el puedo sin que le aparezcan nuevas y aún más desestabilizadoras incógnitas de las que ya acumula. Depender de la voluntad ajena y que esa voluntad sea tan interesada, poliédrica y, a veces, hasta deleznable, es lo que tiene.

Como decíamos, en este momento no sabemos ni quiénes van a ser los candidatos a la alcaldía de la capital de las cuatro opciones políticas actualmente representadas en su corporación municipal, como para saber qué correlación de fuerzas se van a dar en ella. Antonio Román, una vez más, parece deshojar la margarita, y está entre el “no quiero” porque ya ha cumplido su ciclo, y el “sí debo” porque, a pesar del lógico desgaste, es probable que siga siendo la mejor baza electoral del PP. Esta incógnita parece que se va a despejar pronto pues los populares han anunciado que antes de que lleguen las navidades se sabrán sus candidatos a las capitales de provincia y principales poblaciones españolas. Si Román, finalmente, no repite a la alcaldía, el candidato más probable a ella es Alfonso Esteban Señor, segundo teniente alcalde, y solvente concejal delegado de economía, hacienda y recursos humanos. Esteban está mucho mejor posicionado ante el partido que Jaime Carnicero, el proactivo vicealcalde al que Román preferiría como su sucesor. Por lo que respecta al resto de fuerzas, a día de hoy no hay candidatos oficiales, si bien parece que en el PSOE se inclinan porque sea una mujer y, probablemente, que esté vinculada al actual gobierno regional; tampoco es descartable la opción de Alberto Rojo, el actual delegado de la Junta. De lo que vaya a ocurrir con “Ahora Guadalajara” y otras opciones a la izquierda del PSOE que valoran presentar lista propia en la capital, nos iremos enterando por capítulos, como suele ser habitual en estas “confluencias” que no siempre confluyen. En referencia a Ciudadanos, parece que a Alejandro Ruiz le esperan responsabilidades fuera del Ayuntamiento, probablemente en la región, y es muy posible que siga el actual número dos, Ángel Bachiller, aunque no de uno. Cuando se despejen las incógnitas de los nombres, será más fácil sondear posibles resultados electorales de mayo de 2019. No obstante, encuestas realizadas en mayo de este año, seguían concediendo al PP el mayor número de votos y escaños, con un descenso del que se beneficiaba Ciudadanos. Según estas mismas encuestas, PP y Ciudadanos podrían seguir sumando la mayoría absoluta. Aunque, en política, ya sabemos que uno más uno, no siempre suman dos.

Puesto que las diputaciones provinciales se conforman con las proyecciones de los resultados electorales que obtienen las formaciones políticas en cada uno de los partidos judiciales en que se dividen -en el caso de Guadalajara, tres: Guadalajara (15 diputados provinciales), Molina de Aragón (4) y Sigüenza (6)-, tratar de pronosticar en estos momentos quién va a gobernar en la plaza de Moreno a partir de mayo de 2019 es, ciertamente, una quimera. Si, como decíamos al principio, es muy difícil predecir, a día de hoy, los resultados electorales de la capital e, incluso, hay incertidumbre hasta en los nombres de los candidatos, algo parecido ocurre con bastantes municipios de la provincia, especialmente los más poblados, por lo que, al tratarse de una elección de segundo grado, muy difícilmente podremos acercarnos, con cierta verosimilitud, a la correlación de fuerzas que va a darse en el nuevo mandato en la Diputación de Guadalajara. A este respecto, lo único que parece más que probable es que siga habiendo cuatro fuerzas políticas representadas en la corporación provincial (PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos) y que, una vez más, el partido judicial de Sigüenza pueda ser decisivo; otra circunstancia probable en la zona norte provincial, dada su sociología, es que en ella no vayan a tener fácil Ciudadanos y Podemos obtener escaño, aunque los votos que ambas formaciones quiten a PP y PSOE, podrían condicionar el resultado zonal. En el partido judicial de Molina, tampoco será fácil que Ciudadanos y Podemos obtengan escaño en la Diputación, lo que no está garantizado es que se mantenga el 2-2 actual de PP y PSOE porque, simplemente, con el desplazamiento de unos centenares de votos desde estas fuerzas a las anteriormente citadas, ya podría romperse el 3-1 a favor de populares o socialistas, posiblemente más hacia estos últimos, pues manejan mejor que los primeros el clientelismo que les posibilita gobernar la Junta. Respecto al partido judicial de Guadalajara, en el que se reparten quince escaños, el comportamiento electoral en la capital y el Corredor del Henares, que es donde se concentran los municipios de mayor población, va a ser determinante. Será, sin duda, en este partido en el que Ciudadanos y Podemos tendrán más opciones de restar votos y escaños a PP y PSOE. Aunque pueda parecer casi una obviedad que si PP y Ciudadanos, por una parte, o PSOE y Podemos, por otra, suman mayoría absoluta, vayan a gobernar unos u otros en coalición, yo no descartaría otras opciones, casi todas ellas perjudiciales para el PP. Recordemos que Ciudadanos, aunque en la Diputación de Guadalajara posibilitó el gobierno del PP en el actual mandato, en la de Toledo inclinó la balanza en favor del PSOE, pese a que el PP también fue, como aquí, la fuerza más votada.

Por lo que respecta a la Junta, Page quiere sumar mayoría absoluta con Ciudadanos, a quienes prefiere de socios de gobierno antes que a Podemos, aunque si hay que abrazarse a una farola, se abraza, pues ya sabemos que es un “bonista” irredento; en cualquier caso, una cosa es querer y otra es poder. El PP, con el recién estrenado liderazgo regional del almanseño Paco Núñez -por cierto, casado con la casareña, Fátima Torija, ex presidenta de NNGG de Guadalajara-, es, a día de hoy, otra incógnita que añadir a las muchas que ya hay. Lo evidente es que, aunque amagó con ello, Antonio Román ni llegó a formalizar su candidatura a la presidencia del PP regional y, pese a que muchos lo dieran por hecho, Ana Guarinos no ha sido nombrada, finalmente, secretaria regional de los populares. Nadie de Guadalajara, ni en el PP ni en el PSOE, ha sido presidente o secretario regional de estos partidos desde que se inventara Castilla-La Mancha hace ya casi cuarenta años. Y este sí que es un hecho cierto.

 

Foto superior: Jaime Carnicero, Antonio Román y Alfonso Esteban, en una  rueda de prensa.

Dos primeros de octubre muy parecidos

Desde 1936 y hasta 1975, el 1 de octubre era el “Día del Caudillo» porque en esa fecha, en el año 1936, en Burgos, con España partiéndose la cara y el alma entre hermanos en plena Guerra Civil, Francisco Franco tomó solemne posesión como “Jefe del Gobierno del Estado” (sic), tras haber sido nombrado una semana antes “Generalísimo”. Desde entonces, el primero de octubre fue, junto con el 18 de julio -fecha del, por los alzados, llamado “Alzamiento Nacional”– y el primero de abril –“Día de la victoria” para los «nacionales” y de la derrota para todos, ellos incluidos, porque nadie gana en una contienda civil-, una de las tres fechas festivas por excelencia de Su Excelencia el Generalísimo. También en Cataluña, donde el franquismo fue un caldo de cultivo extraordinario para el progreso de su industria y su comercio, gracias, en gran parte, a las decisiones políticas que la beneficiaron -por ejemplo, la instalación de la planta de SEAT- y, sobre todo, a la mano de obra esforzada y barata que allí emigró, a costa de la sangría demográfica de la ahora llamada “España vacía”.

Pero como los tiempos adelantan y, sobre todo, cambian que es una barbaridad -como las ciencias en la “Verbena de la Paloma” según cantaba don Hilarión, aunque luego también lo hizo Sabina-, el primero de octubre dejó de ser una fecha muy remarcada en el calendario desde 1976, o, mejor dicho, desde 1979, porque hasta que no tuvimos Constitución y aún a pesar de haber muerto ya el “Caudillo” y no poder dar sus míticas soflamas desde el Palacio Real de Madrid, aún quedaban el eco de ellas. Que, por cierto, tampoco se apagó con la Constitución del 78 como el que aprieta un interruptor, pero cierto es que fue remitiendo progresivamente, aunque algunos se resistieran, no poniendo pie en pared -del Palacio Real, se entiende- sino alzando el brazo en la plaza de Oriente.

Cuando el viejo 1 de octubre ya solo eran, apenas, unos segundos del guion de un capítulo de la serie televisiva “Cuéntame” -cuya pervivencia parece competir en longevidad con el franquismo-, en 2017, causal que no casualmente porque el separatismo no da puntada sin hilo, el primero de octubre volvió a convertirse en una fecha con una alta carga de dosis política, especialmente en Cataluña, pero con repercusión en toda España. Como recordarán -y si se les había olvidado ya se han encargado los independentistas catalanes de recordárnoslo a todos y los medios de comunicación y las redes sociales de hacerse eco-, el 1 de octubre del año pasado se celebró el “no-referéndum” en Cataluña en el que se preguntaba a la mitad de los catalanes si querían ser independientes de la otra mitad y del resto de España, al tiempo que si, ya una vez independientes, deseaban que esa independencia lo fuera en forma de república. La jornada del supuesto referéndum, ilegal a todas luces, incluidas las de neón y, por supuesto, las de bohemia, se convirtió, no obstante, en una colosal jornada de propaganda separatista porque el gobierno de Rajoy, sin duda movido por la mejor de las intenciones, pero errático en estrategia y táctica, terminó permitiendo, aunque fuera muy a su pesar, que hubiera urnas y colegios electorales. Ese hecho posibilitó a los independentistas venderse como pacíficos ciudadanos que simplemente querían votar, siendo duramente reprimidos por la policía. Manipular, primero, y simplificar las cosas, después, siempre ha dado muchos réditos en comunicación.

El independentismo catalán está plagado de violencia dialéctica, de violencia moral y de violencia social y, pese a que le convenga ir de pacifista, también tiene su dosis de violencia física, principalmente encarnada por los CDR, los sectores más activos de las CUP e, incluso, algunos de ERC y el PDECAT, incluso alentada por el mismísimo Torra: “Presionad, hacéis bien en presionar” (1-O-2018), llamando “presión” a lo que es sencillamente violencia tumultuaria. Pero el 1-O de 2017, los independentistas se vendieron, y algunos se lo compraron, como gazapillos a los que la Policía Nacional y la Guardia Civil disparaba a tenazón, mientras los Mossos, vergonzante y vergonzosamente, les hacían el juego, miraban para otro lado y silbaban. Els Segadors, por supuesto.

Y así hemos pasado del primero de octubre, “Día del Caudillo Franco”, al primero de octubre, “Día del Caudillo Puigdemont”, y digo Puigdemont y no Torra porque el teórico presidente de la Generalitat es un mero trampantojo y más falso que un billete de 3 euros, aunque, eso sí, se le caen de los bolsillos radicalidad, xenofobia y anti-españolismo; como muestra de esto último, baste esta última cita del susodicho: “España, esencialmente, ha sido un país exportador de miseria, material y espiritualmente hablando. Todo lo que ha sido tocado por los españoles se ha convertido en fuente de discriminaciones raciales, diferencias sociales y subdesarrollo”. Es evidente que a Torra, del bolsillo, también se le cae odio y con odio no se puede construir nada, ni un país, ni absolutamente nada. En realidad, en Cataluña hace tiempo que, creyendo construir un país independiente, lo que están haciendo es destruir la convivencia de un pueblo y soliviantar a toda una nación, plural y diversa, pero nación, que es España.

Resulta curioso, pero en absoluto gracioso, bien el contrario, que el debate y el calendario político los monopolicen casi permanente los nacionalismos radicales, antaño el vasco con el terrorismo de ETA, hogaño el catalán con el independentismo torriano, cuando el País Vasco y Cataluña son dos las dos regiones más ricas de España, además de tener unos niveles de autogobierno y libertad de los que jamás han gozado. Entre tanto, la “España vacía” a la que antes hacía alusión -entre la que se encuentra más de un 80 por ciento del territorio provincial de Guadalajara- sigue vaciándose y estando muy alejada de las infraestructuras, servicios y recursos de las áreas urbanas del resto de España y hasta de las rurales de Cataluña y Euskadi. Lo resumía muy bien Julio Llamazares en una entrevista que le hizo el periodista galvito, Raúl Conde, para El Mundo, publicada el 30 de septiembre: “El Estado de las Autonomías ha acentuado la desigualdad entre regiones”. Y, esto es de mi cosecha, ha fracturado España, puede que ya de manera irreversible.

Entre el primero de octubre de Franco y el de Puigdemont/Torra hay más parecidos de los que parece. El liderazgo de Puigdemont es caudillista y Franco también puso urnas alguna vez.

 

 

Tesis, antítesis y sin tesis

Cada uno contará la feria como le haya ido, que espero que mayoritariamente haya sido bien. A mí, ni me ha ido ni me ha venido porque, siguiendo la conocida reflexión orteguiana, mis circunstancias no están ahora como para andar tirando cohetes, sino para guardarlos para mejor ocasión, que sin duda la habrá porque, aunque no soy un optimista antropológico, me resisto a caer en brazos del pesimismo crónico. Además, como afirma el sabio refranero, no hay mal que cien años dure. Como el general Mc Arthur volvió a Filipinas tras ser obligado a salir de ellas por el empuje bélico japonés, yo volveré a la fiesta.

El día después de las ferias suele ser sombrío, mal encarado, antipático y, las más de las veces, aunque no ésta, hasta desapacible en lo meteorológico. De momento sigue siendo verano, y no solo oficialmente, sino oficiosa y realmente, lo que sin duda tiene más valor porque la oficialidad meteorológica septembrina en esta tierra suele caer en la informalidad. Y no seré yo quien se lo afee a los meteoros ya que la rebeldía siempre me pareció virtud frente al conformismo, aunque aquella, a veces, te lleve a situaciones comprometidas; pero, sin riesgo, la vida solo es una película en blanco y negro.

Filosofías baratas aparte, con las ferias de la capital y las fiestas de casi toda la provincia ya terminadas, llegan, al tiempo que el otoño, el inicio del curso académico y del político que, en esta ocasión, desembocará a finales de primavera en un triple proceso electoral: local, autonómico y europeo que hasta pudiera ser cuádruple si se convocan también elecciones generales en los próximos meses, algo no descartable por la actual debilidad del gobierno “bonito” de Pedro Sánchez, al que se le están poniendo las cosas cada vez más feas. Y esta afirmación, evidentemente, no es solo una tesis mía, sino la síntesis de las tesis de muchos analistas políticos, solo enfrentadas a las antítesis de bastantes menos, algunas de ellas bien pagadas, como las de los nuevos responsables de informativos y colaboradores de TVE, tras las purgas de Rosa María Mateo pactadas por el PSOE Y Podemos.

El caso es que, cuando apenas han arrancado los cursos docente y político, ya hay síntomas de fin de año acdémico en el ambiente informativo pues jamás se ha hablado tanto de la universidad y la política como en los últimos tiempos. Que si masters que se aprueban sin ni siquiera cursarse, que si trabajos fin de master que son puro copia y pega de la Wikipedia, que si tesis doctorales que son más que cuestionables en fondo y forma, que si doctorandos que ni merecen el gerundio ni el participio del verbo doctorar, que si carreras que se ofrecen terminar de manera “fácil”, que si patatín, que si patatán… Y todo este sinfín de despropósitos, malas praxis y golferías relacionados con las titulaciones universitarias y protagonizados, chusca y lamentablemente, por políticos, entre ellos el presidente del gobierno, el del PP, el de Ciudadanos y hasta la alcaldesa “en comú”-podemita de Barcelona.

De las dimisiones de Cristina Cifuentes como presidenta de la CAM y de la Ministra de Sanidad, Carmen Montón, por las más que acreditadas irregularidades en la obtención de sus respectivos másteres en la URJC, ni si quiera vamos a referirnos por tratarse de piezas de caza menor, dicho sea de manera gráfica, pero con todo el respeto a ambas. Eso sí, no me resisto a mostrar mi estupefacción por la forma en que fue despedida la señora Montón del gobierno de ministros y ministras por sus compañeros y compañeras, calificando de “ejemplar” su decisión de dimitir. Nunca puede ser ejemplar dimitir porque “te han pillao con el carrito del helao”, permítaseme la expresión tan de charanga y aún con la resaca de las ferias.

Al nuevo presidente del PP, Pablo Casado, se le acusa de haber aprobado, con irregularidades, un máster oficial -aunque no habilitante- en la Universidad Rey Juan Carlos I, de 60 créditos, de los cuales 40 le fueron convalidados por ser Licenciado en Derecho y 20 aprobados a través de la presentación de unos trabajos que, juntos, no suman un centenar de páginas. En los próximos días, el Tribunal Supremo decidirá si investiga -lo que antes era imputación- a Casado por este asunto o no. Al estar judicializada la cuestión, toca esperar acontecimientos, aunque el presidente de los populares afirma que “va a quedar en nada”.

Al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, que abrió la caja de los truenos cuando, por sorpresa, pero con toda intención, preguntó a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados por su controvertida, polémica y entonces escondida tesis doctoral, se le echa en cara un asunto menor, pero también relacionado con el “titulismo” universitario tan de moda: en su CV figuraba -ya lo ha actualizado- que era “doctorando” en Derecho en la Universidad de Barcelona, cuando no está matriculado en los cursos de doctorado y, por lo tanto, no está en esa situación. De todas formas, que se prepare el líder naranja si, por un casual, tiene el más mínimo borrón en su expediente académico o laboral porque el dedo amenazante de Pedro Sánchez pesa sobre él.

Por su parte, Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona de la confluencia de Podemos “En comú”, afirmó que le habían ofrecido acabar su carrera de Filosofía “de manera fácil”. Cuando la UB le exigió explicaciones, Colau dijo que se había “colao”, pidió perdón y dio marcha atrás. ¿Pero se lo ofrecieron o no? Caben dos posibilidades: que no se lo ofrecieran y mintiera como una bellaca -algo no descartable en este histriónico personaje político- o que sí se lo ofrecieran, pero no pudiera demostrarlo, dando marcha atrás por temor a una querella y/o a enfrentarse a la todopoderosa UB.

Y termino ya con la madre de todas las tesis, la de Pedro Sánchez, si es que le es atribuible pues, como es sabido, varios medios de comunicación afirman -y documentan- que una amplia parte de su contenido es plagio y que tuvo un “negro” que le ayudó a hacerla. Hasta el gobierno ha reconocido que “solo un 13 por ciento” de la tesis del presidente puede ser considerado como “plagio”, un dato “permisible”. El asunto está muy feo porque también se acusa al tribunal que le juzgó de estar integrado por personas que tenían relación con Sánchez y que, incluso, alguna, hasta había compartido trabajos con él, parte de los cuales se incorporaron a la tesis. ¿Jueces y parte? Por otro lado, y para mí quizá sea lo más sangrante, reconocidos expertos economistas han afirmado que, en todo caso, la tesis no es merecedora, ni mucho menos, del “cum laude” con que fue calificada. Hasta el jurista y economista Manuel Conthe, que llegó a ser vicepresidente del Banco Mundial, en Washington, califica la tesis de Sánchez de “superficial, banal, inane con una infinita mediocridad intelectual”. Cabe recordar que, sin el doctorado, el presidente del gobierno habría tenido mucho más limitadas sus opciones para desarrollar la docencia universitaria, única actividad profesional que ha ejercido y solo en la misma universidad en la que se doctoró, la Camilo José Cela, además de la política.

Sánchez está gobernando en la antítesis de lo que dijo cuando accedió al gobierno pues se comprometió a ejercer su labor “con transparencia y honorabilidad”, entre otras muchas cosas que sonaban muy bien como declaración de intenciones, pero que no han pasado de ahí. Transparencia, de momento, la justa, pues sus ruedas de prensa abiertas son contadas, solo atiende a medios de comunicación “cómodos” para él -dejémoslo ahí-, se ha negado a comparecer en el Congreso para explicar este espinoso asunto y solo ha publicado su tesis cuando se ha visto contra la espada y la pared. ¿Honorabilidad? No puede calificarse de honorable afirmar, cuando se es candidato a presidir el gobierno, que “hay países donde se dimite por plagiar tesis” y, cuando está en cuestión que la suya es plagiada, amenazar con querellas y demandas, pero no dar explicaciones sobre las muchas cuestiones referidas a su tesis que están en el disparadero. Sin tesis, no hay presidente. Al tiempo.

 

 

Las pelas de la Luna

Cuando muchos están aún deshaciendo las maletas tras disfrutar de las vacaciones en agosto y el síndrome posvacacional, el moreno playero y las barrigas cerveceras son pruebas irrefutables de ello, apenas sin tregua se nos convoca a la fiesta a los arriacenses que, para muchos paisanos, es la octava, o la minerva si lo prefieren, de la que hace apenas unos días han disfrutado en sus pueblos, si es que los tienen, que casi todos los tenemos. Los de la capital alcarreña, como los de la vizcaína, nacimos donde nos vino en gana, pero todos somos de aquí. Al menos los que queremos serlo, aunque en el DNI ponga otra cosa, que no es mi caso.

Efectivamente, del 10 al 16 de septiembre nos esperan ya las Ferias, pero desde el 29 de agosto, fecha en la que se trasladó a la Virgen de la Antigua -este año ataviada con el precioso vestido que le diseñó, pintó y regaló el gran Carlos Santiesteban–  desde su santuario a la Iglesia de San Francisco para ser honrada allí en su tradicional novenario, ya se vienen celebrando actos festivos previos a la “semana grande”. De entre ellos, por su capacidad de convocatoria, por su repercusión social y económica, por su ambientación y tamaño -tanto en propuesta como en nombre-, ha destacado la celebración del “Gigante”, el festival de música indie, rock y pop que se celebra en Guadalajara desde 2014 y que ya ocupa un lugar de referencia en el cada vez más nutrido conjunto de festivales de estas características que se programan en España.

Este año, el programa del “Gigante” lo han completado casi medio centenar de grupos, con una calidad media bastante alta, algo que hay que reconocer y agradecer a sus promotores, gente de Guada sin complejos que arriesga cada año tiempo, dinero e ilusiones para que la ciudad tenga un festival de música importante, del que podemos disfrutar los propios guadalajareños, a la vez que quienes, por miles, acuden de fuera a su atractiva convocatoria. Al ambiente de la ciudad y, sobre todo, a la hostelería, les viene muy bien el “Gigante” porque contribuye a llenar unas calles que, a finales de agosto, solo las pasea el sol, y a hacer unas cajas en bares, restaurantes y terrazas que solo se hacen en días contados.

Hace tiempo que me descolgué de seguir al día la música de actualidad, pero sigo reconociendo y degustando la de calidad. Del buen cartel del “Gigante” de este año, hay muchas opciones para destacar, pero, si he de quedarme con solo dos, lo hago con Enrique Bunbury, uno de los modernos más clásicos del pop-rock español, y con Josete Villanueva, un gran músico gallego que viene creciendo en la última década y que actuó con otros dos grupos más (The Groovies y Nixon) el sábado por la mañana en la plaza de Santo Domingo, momento en que el festival eligió para bajar de la Fuente de la Niña al centro de la ciudad y ofrecer, gratis et amore, un buen rato musical para quienes quisimos disfrutarlo. Que fuimos pocos, pero gozamos mucho, porque a las 12 del mediodía en que comenzó a actuar Villanueva era una hora aún muy temprana para los festivaleros, noctámbulos de vocación, a pesar de lo cual el sol ya picaba en ese solárium de lagartijas que es esta céntrica plaza cuando el astro rey se empeña en ser déspota. Dorian, La M.O.D.A, el Kanka, Ángel Stanich, Elefantes y hasta nuestros Despistaos fueron algunos de los grupos de mayor tirón en este “Gigante” que aún tiene margen de crecimiento en el futuro porque sus promotores saben lo que quieren y están haciendo las cosas bien. El provincianismo de manga ancha y mirada corta no debe cortapisar un buen proyecto como éste -mejor dicho, una realidad ya contrastada- y hace muy bien el ayuntamiento en apoyarlo porque convierte a la ciudad en receptora de visitantes y en promotora y organizadora de actividad, una fórmula que se está aplicando con absoluto acierto en la gestión deportiva, liderada por ese extraordinario concejal que es Eladio Freijo; con la doble virtud, en este caso, de que se está haciendo de una forma continuada y no solo ocasional.

Terminamos con las Ferias que, como el mar en la canción de Aute, ya se adivinan. Hace años que el programa es continuista, algo que no lo digo en sentido negativo, sino como indicativo de que el modelo festivo está consolidado después de muchos años de dudas, incluso hasta en las fechas de celebración. No obstante, con un poco más de presupuesto e imaginación, especialmente en actividades de dinamización de calle, la programación podría colorear también más.

Al hilo de los presupuestos municipales para ferias, como concejal delegado de festejos que fui entre 1999 y 2003, aconsejo a la oposición en el ayuntamiento de la capital que no intente soplar y absorber a la vez, porque es imposible; es decir, no se puede pedir que se gaste menos dinero en fiestas -Ciudadanos así lo ha exigido en dos de los tres presupuestos aprobados en este mandato-, al tiempo que se reclama que la programación sea mejor y no tan continuista, algo en lo que hacen sobre todo hincapié PSOE y Podemos cada año. No obstante, cierto es que no todo lo compra el dinero, como nos invita a reflexionar este inteligente mensaje que leí en la camiseta de un festivalero del “Gigante” cuando escuchábamos los dos a Villanueva en Santo Domingo: “Cuántas pelas debe tener la Luna para salir todas las noches”. La imaginación al poder, sí, pero las ideas no pueden pasar de proyecto si no se dispone de recursos para que bajen de la nube al suelo.

Dos repúblicas independientes dos

De momento, la “república independiente de Cataluña” tiene la misma solvencia y eficacia jurídicas que la de “Ikea”; o sea, que es pura propaganda. Mientras los independentistas catalanes venden lazos amarillos, victimismo de Calimero, lágrimas de cocodrilo por sus “presos políticos”, historia relatada a la carta y hechos diferenciales al peso, los de la república independiente de “Ikea”, como es sabido, venden muebles y objetos para el hogar a muy buen precio y de diseño moderno, aunque, eso sí, te los tienes que montar tu mismo. Vistas así las cosas, ambas repúblicas, la catalana y la de Ikea, se parecen en muchas cosas pues, efectivamente, las dos tienen mucho de montaje; en el caso de la de Ikea, pagando el que compra, y en el de Cataluña, pagando todos.

Cuando Pedro Sánchez llegó al poder, gracias, entre otros apoyos, a los de ERC y el PDCAT –o sea, los principales impulsores de la república independiente de Ikea, digo, de Cataluña-, pagando el primer plazo de ese carísimo apoyo, dijo que había que recuperar el diálogo y la normalidad institucional entre el gobierno del Estado y el de la Generalitat. Esa intención es de manual y no tiene nada de reprochable si no fuera porque el “supremacista” –el propio Sánchez así lo definió antes de acceder a la Moncloa- presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, su (des)gobierno, la mayoría que domina el Parlament (que trabaja menos que un vendedor de hielo en el Polo Norte) y sus corifeos, los CDR, Omnium, ANC y demás siglas que sumar a la ensalada independentista, siguen en sus trece y solo aceptan independencia o referéndum vinculante para alcanzarla. Como la Constitución no permite ninguna de las dos cuestiones, el gobierno español también debería seguir en sus trece y decir a los independentistas que “no es no”, pero para no cabrear a quienes les ayudaron a derribar a Rajoy, les hacen guiños y gestos de buen rollito para que, como mal menor, sigan prefiriendo las buenas palabras sanchistas al 155 rajoyano, aunque también lo apoyara el PSOE, pero condicionando tanto su liviandad que las cosas siguen estando como estaban antes de su aplicación temporal. O “pior”, como dice un buen amigo mío.

El juego del “dialoguismo” y los paños calientes del gobierno con el “procés” es evidente y, al menos a corto plazo, parece que le está siendo rentable al PSOE, aunque habrá que ver a medio y largo plazo si le es rentable a España porque, de momento, el independentismo no da un paso atrás ni para coger impulso, mientras que la representación y presencia del Estado en Cataluña es cada vez más residual y hasta ya, de momento solo verbalmente, se le amenaza con atacar. Para colmo, quienes, en nombre del Estado, deberían garantizar la seguridad ciudadana en Cataluña -los Mossos de Escuadra, fundamentalmente-, son descaradamente utilizados por el independentismo gobernante, hasta el punto de tenerles entretenidos persiguiendo y multando –con cifras desorbitadas- a quienes quitan los dichosos lazos amarillos y protegiendo a quienes los ponen, en vez de garantizar las libertades de quienes defienden la Constitución, sus valores, sus principios y el estado de derecho. No hay derecho ni casi Estado ya en Cataluña.

Dialogar en política es siempre positivo, pero cuando quienes hablan lo hacen de manera franca y leal, y, por supuesto, dentro del marco de la ley. Puede que Torra y su gobierno autonómico estén siendo francos en su diálogo con el del Estado, pero las evidencias cuestionan muy mucho su lealtad. Por otra parte, a día de hoy, la Constitución española no permite ni la independencia de Cataluña ni un referéndum que sea su antesala, por lo que dialogar sobre ello es como brindar al sol. Eso lo saben, perfectamente, tanto el gobierno socialista español como el independentista catalán, por lo que, mucho me temo, que si los independentistas siguen sentados a esa mesa del diálogo imposible es porque, aunque no les guste la letra de gran parte de lo que oigan, puede que la música de fondo sí les resulte familiar. ¿Qué les une a PSOE, ERC y PDECAT? No solo su animadversión a lo que, curiosa y estratégicamente, las tres formaciones han coincidido en llamar “extrema derecha” –o sea, PP y Ciudadanos-, sino su simpatía –dejémoslo ahí en el caso del PSOE- y clara apuesta – en el de ERC y PDCAT- por la república como sistema de gobierno. Ya lo dijo Joan Tardá, y no ayer, sino en julio de 2017, en Alcoy: “Si proclamamos la república catalana hay muchas posibilidades de que se abra un ´procés´ en el Estado español, y el objetivo sería la proclamación de la III República Española». Como decía otro nacionalista “pata negra”, Xavier Arzalluz, “otros mueven el árbol y nosotros cogemos las nueces”. Eso es, precisamente, lo que puede que estén pensando algunos, aunque, de momento, callen porque saben que “no hay nada más silencioso que un cañón cargado”.

En este contexto, no es de extrañar que el gobierno de Sánchez esté, como mínimo, mirando para otro lado cuando el presidente de la Generalitat afirma que “Felipe VI ya no es el rey de los catalanes”, lo trata con frialdad y descortesía en las dos ocasiones en que ha coincidido en actos públicos con él –Juegos del Mediterráneo, en Tarragona, y manifestación por los atentados del 17 de agosto- y aplaude y consiente las pancartas contra el jefe del Estado que ni los Mossos ni la Guardia Urbana retiraron de la plaza de Cataluña en la manifestación del 17-A porque nadie les dio esa orden, a pesar de que, incluso, una de ellas comprometía la seguridad del monarca y del resto de autoridades y asistentes.

A mí me parece muy bien que los que deseen una república que sustituya a la monarquía trabajen para ello, como que los que quieren que sus regiones se independicen de España también lo hagan. Ahora bien, el límite para sus aspiraciones lo marca la ley, así que, en vez de saltársela a la torera o malearla hasta hacerla irreconocible, en vez de coger atajos y anteponer la vía de hecho a la del derecho, lo que deben hacer es cumplir lo previsto en el título X de la Constitución que es el que prevé su reforma. Falso es que sea inamovible. Para que no pierdan tiempo buscando su articulado, les copio y pego a continuación los dos principales artículos que prevé la carta magna para ser reformada:

Artículo 167

  1. Los proyectos de reforma constitucional deberán ser aprobados por una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras. Si no hubiera acuerdo entre ambas, se intentará obtenerlo mediante la creación de una Comisión de composición paritaria de Diputados y Senadores, que presentará un texto que será votado por el Congreso y el Senado.
  2. De no lograrse la aprobación mediante el procedimiento del apartado anterior, y siempre que el texto hubiere obtenido el voto favorable de la mayoría absoluta del Senado, el Congreso, por mayoría de dos tercios, podrá aprobar la reforma.
  3. Aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su ratificación cuando así lo soliciten, dentro de los quince días siguientes a su aprobación, una décima parte de los miembros de cualquiera de las Cámaras.
  • Artículo 168
    1. Cuando se propusiere la revisión total de la Constitución o una parcial que afecte al Título preliminar, al Capítulo segundo, Sección primera del Título I, o al Título II, se procederá a la aprobación del principio por mayoría de dos tercios de cada Cámara, y a la disolución inmediata de las Cortes.
    2. Las Cámaras elegidas deberán ratificar la decisión y proceder al estudio del nuevo texto constitucional, que deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de ambas Cámaras.
    3. Aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para su ratificación

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