“Suite” y “sweet” Alcarria

Mi pobre madre —que después de vivir más de 95 años se me fue en ocho días, escapándoseme de las manos como un gurriato aún no volandero caído del nido— me decía que no entendía mi poesía, que siguiera escribiendo en prosa, que eso sí le gustaba más y lo comprendía mejor. Mi madre tenía siempre razón, incluso cuando no la llevaba del todo, porque la parte en que sí la llevaba eclipsaba a la otra. “Es que, madre —le explicaba—, ahora estoy viéndome con la poesía; antes lo hacía a escondidas, desde muy joven, pero, deben ser las primeras viruelas de la ya no tan lejana vejez, ahora quiero que todo el mundo sepa que la poesía y yo nos estamos tratando abiertamente y que hay, al menos por mi parte, mucha ilusión en esta relación aún en ciernes. Ella, la poesía, digo, no sé si estará ilusionada conmigo, pero yo sí que lo estoy con ella y voy a insistir hasta que formalicemos lo nuestro… o se rompa”. Cuando yo le decía estas cosas y otras por el estilo, en esos diálogos, más bien juegos, que tanto me gustaba mantener con ella porque tanto le apetecían aunque a veces fingiera lo contrario, me solía contestar: “¡Anda, déjate de tanta palabrería, que los poetas son solo eso, lisonjeros y palabreros, y escribe como te enseñó Salvador Toquero; escribe artículos y libros sobre Guadalajara y, si es para niños, mejor, porque los viejos, en realidad, somos niños que peinamos canas…”.

Estas, y otras conversaciones parecidas, mantuve con mi madre cuando le llevé los primeros ejemplares salidos de imprenta de “Suite Comillas” (Poemario a capricho) y “Guadalajara, suite nocturna” (Poemario ad libitum), mis dos primeros poemarios publicados, que no escritos, de la trilogía de suites poéticas que comencé a escribir cuando el duelo por la muerte de mi hermano, Carlos, hace ya cuatro años, me llevó a la poética. Como si de un rito se tratara, temprana y lamentablemente ya muertos mi padre y mis hermanos, los dos primeros ejemplares de una nueva obra mía que llegaban de imprenta eran siempre para mi madre y para el único hermano que me queda vivo, Javier Borobia. Los de mi “proesía” —como yo mismo he bautizado mi forma prosaica y libre de versificar—, no le terminaban de gustar a Pili, como todo el mundo llamábamos a mi madre, sin duda porque para ella la poesía, o rima y bien rimada, o no es poesía, y porque muchas palabrejas se le atragantaban. Ella era pura sencillez y mi estilo, un tanto rococó a veces, lo confieso, le producía disfagia lectora; de la otra, jamás padeció, afortunadamente y pese a llegar a una edad tan longeva. A Javier, mis libros le siguen gustando porque, aunque no los lea, se los enseño, se los cuento y sé que los disfruta, como yo de él cuando estamos juntos que, aunque a veces no podamos vernos, es y será siempre.

Como mi madre murió a mediados de febrero de este mismo año y “Suite Alcarria” —mi último poemario presentado hace algunos días y con el que he dado por cerrada mi trilogía de suites poéticas—, vino de la editorial de Alicante donde lo han maquetado e imprimido a mediados de abril, esta vez no ha sido la primera en tener en sus manos mi última obra, pero Javier, sí. De todas formas, y como yo no quería que fuera de otra manera, el libro se lo he dedicado a ella “que me dio la vida y el alma”, a la magna mater Alcarria, “que nace donde muere el viento y vive la tierra erosionada”, y a mis nietos, Darío y Diego, “mis preciosos niños de naranja y miel”. Pese a no poder ya abrazarla y besarla, ni acariciar su bonita cara, ni oler su pelo siempre limpio, relimpio, ni hablar de poesía y no poesía con ella, sé que mi madre vive en el país reservado a las buenas personas, a las limpias de alma y corazón, y que los cristianos llamamos cielo, también los solo regulares como yo. En ese cielo, para mí tan lejano y egoísta porque tiene a mi madre y yo no, seguro que ha podido leer esta “Suite Alcarria” y estoy absolutamente convencido que, por primera vez, le habrá gustado un libro mío de poesía porque muchos de los poemas que contiene están escritos a su lado mientras la cuidaba en sus convalecencias, e inspirados por ella. En realidad, yo firmo el libro, pero mi madre lo ha escrito.

Como dije en la presentación de mi/nuestra —¿Verdad mamá?— “Suite Alcarria” (Poemario al viento), que con tan buen tino condujo mi compañero, amigo y también maestro, Santiago Barra, yo soy una persona que necesito mucha y buena compañía para seguir en el camino, en el beat de Kerouac o en el impresionista de Machado. También soy muy amigo de mis amigos y muy agradecido. Por ello, termino ya agradeciendo a Nacho Abascal su vieja amistad y sus extraordinarias fotografías que, una vez más, han acompañado y hecho mejores mis palabras en un libro. A David Pasamontes, su joven amistad y las “deliciosas”, como certeramente las adjetivó Santi, creaciones plásticas que complementan “Suite Alcarria” y las que ya complementaron las dos suites que le han precedido. A mi hija, Ana, debo darle las gracias, además de por su reconfortante alegría, por compartir proyectos editoriales conmigo y contribuir a hacerlos más atractivos con sus bonitos diseños. A Camilo José Cela Conde he de agradecerle su precioso prólogo y que siga estrechando vínculos entre su apellido y la Alcarria, un binomio ya indisoluble gracias al extraordinario “Viaje a la Alcarria” de su padre. Tampoco quiero, ni debo, dejar de agradecer a la Diputación Provincial y a mis compañeros del Servicio de Cultura que sigan siendo mi casa y mis amigos. A Álvaro Ruiz le debo el saber algo más de poesía y, sobre todo, su cercanía y amistad para ayudarme a partir de la tristeza para buscar la paz. Con Jesús Padín tengo una deuda impagable que es el hecho notorio de que muchos de mis hijos de papel sean tan bonitos. Y a mi familia, sobre todo a mi mujer, siempre les agradeceré que me dejen leer, escribir y soñar que para mí son palabras sinónimas y hechos iguales. Y termino agradeciendo a esos dos grandes músicos y buenas personas que son José y Carlos de Lucas la preciosa versión acústica de “Wish you were here”, del mítico grupo Pink Floyd, que ambos interpretaron mientras se proyectaban las fotografías, dibujos y diseños de mi “Suite Alcarria” el día de su presentación y que, como dice el título de la propia canción, me sirvió para que estuvieran en la sala (llena una vez más, gracias por ello, de todo corazón, a quienes asistieron), quienes yo hubiera querido tener a mi lado, pero el cielo no pudo esperar y se los llevó.

“Suite” es una palabra francesa que significa sucesión o secuencia y “sweet”, una inglesa que significa dulce. Aunque la segunda se lee con una “i” alargada” pues la fonética inglesa así se comporta cuando se presentan dos “es” juntas entre consonantes, ambas se pronuncian de forma parecida: “Suit”, “Suiit”. Con ustedes, con vosotros, mi “suite” alcarreña, mi sucesión de poemas dedicados a la dulce Alcarria, la tierra que mejor huele y sabe del mundo, hija del sol, del viento y el agua.

Un “trigre” entre flores imposibles

Intenten pronunciar este conocido trabalenguas —que no deja de ser una aliteración— lo más deprisa que puedan y verán cómo, ciertamente, se les traba siempre la lengua por muchas veces que lo repitan para tratar de evitarlo: “Tres-Tristres-Trigres”. Supongo que habrán advertido que al conocido trabalenguas de “Tres-Tristes-Tigres” lo he complicado aún más. Si en vez de escribir con un ordenador lo hubiera hecho con una linotipia, habría acabado con todas las matrices de la letra “r”, como alguien que yo sé acababa con las de los puntos porque utilizaba los suspensivos de forma recurrente para no molestarse en buscar adjetivos. Es muy difícil no trastabillarse al hablar, incluso silabeando con tiento, entre tantas erres después de otra consonante con sonidos repetidos y emitidos en un solo golpe, y esparcidas por tres palabras de similar pronunciación, así al buen tuntún o al aliguí, como conocemos a nuestra rediviva botarga arriacense. Los logopedas le llaman “sinfón” a los grupos consonánticos que aparecen en la misma sílaba, llamada trabada, con las dos consonantes seguidas, como es el caso de “br” o “tr”, y que presentan dificultades de pronunciación. Solo a una mente lúcida e inquieta, intelectualmente hiperactiva y profunda, y a una persona empática y aglutinadora, como es Juan Carlos Pérez Arévalo —simplemente Juanky para sus muchos amigos— se le ocurriría acudir a un trabalenguas ya de por sí complicado,  tunearlo y complicarlo aún más, para poner nombre a un grupo de teatro aficionado… y más, pues no se ha quedado y conformado solo con eso. Porque, si aún no lo saben, “Tres-Tristres-Trigres”, que efectivamente nació como un colectivo teatral, andando el tiempo se ha reinventado, ha evolucionado y ya es mucho más, que no era poco. TTT —permítanme usar a partir de ahora el acrónimo que el propio grupo utiliza para no arriesgarme a sufrir un esguince de dedo si trato de escribir otra vez el nombre completo—, ya no es solo un grupo de teatro, es un verdadero rompeolas de creatividad escénica y literaria nacido en medio de un no-desierto, como es Guadalajara, pero en el que hay tanto páramo que muchas veces parece que lo es. Los páramos a los que me refiero no son las planicies que aquí llamamos alcarrias, esas mesetas horizontales, salpicadas de bosquetes de chaparros, encinas, aromáticas, labrantíos y encrucijadas de caminos que se suceden entre la verticalidad de vegas y barrancos, esos páramos son los de la dejadez, el abandono, el conformismo y la falta de inquietudes que tantas veces nos aquejan y penalizan, sobremanera en el ámbito cultural y, dentro de este, en el patrimonial. En ese desierto, de vez en cuando, aparece algún oasis que no es un trampantojo ni un espejismo, sino una feliz, reparadora y fértil realidad: es el caso del seminario de literatura infantil y su/nuestro “Maratón de los Cuentos”, es el de Gentes de Guadalajara y su/nuestro “Tenorio Mendocino”, es también el de la Fundación Siglo Futuro y su/nuestra cita casi permanente con actos culturales de relieve, y es el caso de algunos más —pero no muchos— colectivos que, no sólo promueven cultura, sino que también la agitan y le dan una vuelta. TTT, en formato compacto y sin grandes pretensiones de ser protagonista de la vida cultural de Guadalajara, sino ofreciéndose como actor de carácter, sin duda pertenece a ese escogido y limitado conjunto de grupos o entidades surgidos desde la sociedad civil que están despabilando nuestra acción cultural y aportando, no solo “actismo”, sino acción, creación y creatividad a ella. Coincidiendo con estas fechas de abril en las que se celebra el “Día del Libro”, TTT nos ha regalado este año NPG´22 (Nueva Prosa de Guadalajara 2022), que es un libro en el que 17 jóvenes creadores que residen en nuestra provincia han publicado relatos cortos, muchos de ellos por primera vez. Sus creaciones literarias se presentan en formato microrrelato o como historias algo más extensas y elaboradas, pero breves, con estilos diversos, desde el clasicismo narrativo típico del cuento a la experimentación formal vanguardista de las nuevas narrativas milenial. NPG´22 es el hermano pequeño de NPG´21 (Nueva Poesía de Guadalajara) que TTT ya nos obsequió hace un año y que también reunió las obras de 15 poetas “tímidos” de la provincia —muchos de ellos repiten ahora en NPG´22— que hasta entonces no habían publicado sus versos, de ahí ese adjetivo que los coordinadores de su edición, con Juanky al frente, aportaron como subtítulo a la publicación. NPG´21 fue todo un éxito, pues como tal cabe calificar el hecho de que se hayan distribuido los 1000 ejemplares de que constó la edición y sus coordinadores y autores hayan participado en varios recitales públicos y encuentros con clubes de lectura de bibliotecas municipales de la provincia. La Diputación es la patrocinadora de ambas obras y, aunque yo trabaje en su Servicio de Cultura y, por tanto, este asunto me roce, creo justo decir que la institución provincial ha acertado de lleno apoyando este proyecto de sacar del cajón, dinamizar y dar visibilidad a la creación literaria joven y hasta ahora tímida de la provincia. Es un camino que debe seguir haciéndolo al andar porque estos “trigres” de TTT no muerden, bien al contrario, solo dan zarpazos a la grisura, a la monotonía y a la literatura en blanco, que es la no escrita o la escrita pero no publicada. Lo que no se publica, no se ha escrito. Termino ya felicitando de nuevo a Juanky, a Ana García Lamparero —poeta fértil y frondosa, como su bellísimo “Jardín poético”, y profesora carismática y peripatética de Literatura, como lo era un predecesor suyo, enorme poeta, maestro y amigo, el recordado Fernando Borlán—, a Marcos Caballero —apunten este nombre porque un joven genio anda suelto— y a Rosalía Díaz Niño —tan buena poeta y rapsoda como su madre, Carmen Niño—. También quiero felicitar a mi querido y admirado Fernando Rojo, hace ya tiempo reputado periodista de ABC que, como yo, se destetó para el periodismo en el añorado “Flores y Abejas”, y que es autor del excelente prólogo de NPG´22. Precisamente de su gran texto prologal he tomado prestada esa referencia a los desiertos de Guadalajara que me ha servido para vertebrar este post: “(…) en Guadalajara, en mitad de lo que tantas veces percibimos como un desierto, brotan, como en los desiertos, flores imposibles”. NPG´22 es una de esas flores con pétalos de prosa. Si aún están a tiempo, no dejen de asistir al acto de su presentación que tendrá lugar el viernes, 21 de abril, a las siete de la tarde, en la Sala Multiusos del Centro San José.

Diseño de Tania Castellanos para NPG´22

Altas pasiones

Este año se han cumplido cincuenta de la celebración de la primera edición de la Pasión Viviente de Hiendelaencina que impulsara el entonces párroco de “Las Minas”, Bievenido Larriba, actual rector de Uceda. “Bienve”, a quien conozco y aprecio desde hace ya muchos años, es un cura molinés —de Tartanedo concretamente—, de los de sotana arremangada, trato afable y cercano, chato, pitillo, pelota a mano y lo que se tercie, siempre y cuando implique acercarse y ser útil a la comunidad en la que presta servicios. Hasta llegó a ser empleado de la extinta Caja de Guadalajara, precisamente en Hiendelaencina, compaginando sus labores pastorales con las de bancario, sabiendo distinguir, perfectamente, lo que era de Dios y lo que era del César.

                Solo perviven en el tiempo los proyectos que, además de tener sentido y solidez, incluso aun naciendo de la iniciativa de una persona, pronto son asumidos como propios por toda la comunidad. Este es el caso de la Pasión Viviente del pueblo serrano de la plata que, pese a tener actualmente poco más de un centenar de habitantes censados -hace 50 años tenía alrededor de 250-, sigue fiel a su cita con la representación de la Pasión del Señor por sus calles y entorno que cada año atrae a centenares de personas por la muy lograda fusión de figuras y paisaje con que se pone en escena. La Pasión de Hiendelaencina ha llegado este año a su cincuentenario, bodas de oro por tanto para la villa de la plata, un hecho que corrobora su aceptación y asunción por el pueblo, no solo en sus inicios, sino en su continuación a lo largo del tiempo al trascender con mucho de las generaciones que la vieron nacer. La mayor parte de los actuales actores que la representan, ni siquiera habían nacido hace 50 años y algunos de los que la han representado, ya han fallecido, hechos biológicos y biográficos que avalan que fue una semilla plantada en buena tierra y debidamente abonada. “Bienve” Larriba y quienes colaboraron con él desde el principio, especialmente el maestro Abelardo Gismera y el grupo de jóvenes entusiastas del pueblo que se sumaron a la iniciativa desde el primer momento, se merecen especial reconocimiento en este año en que la Pasión Viviente de “Las Minas” ha alcanzado su 50 edición, tras ponerse en marcha en aquel ya lejano 1972.

                Las buenas obras, además de ser útiles para la comunidad en la que surgen, suelen ser ejemplarizantes para las vecinas. Este es también el caso de la Pasión Viviente de Hiendelaencina pues, tras ella y sin duda siguiendo su camino y ejemplo, fueron naciendo en la provincia otras representaciones vivientes de la Pasión de Cristo que también se han ido consolidando y que tienen sus propias singularidades. Es el caso de las de Albalate de Zorita, Fuentelencina, Marchamalo y Trillo, en una primera oleada, y el de las de Iriépal, Pioz y Pozo de Guadalajara, de celebraciones más recientes pero que están también en vías de consolidación.

                Precisamente, el día 1 de abril, sábado, tuve el placer -no es un calificativo gratuito ni retórico- de asistir a la representación de la Pasión Viviente de Iriépal, pedanía de la capital desde finales de los años sesenta pero que siempre ha mostrado una actividad y un compromiso comunitario que trasciende de lo que suele ser habitual en un barrio anexionado sin personalidad jurídico-administrativa propia. En la Pasión de Iriépal vi implicado a casi todo el pueblo y eso dice mucho en su favor además de ser, ya de por sí, una garantía de éxito. Pese a nacer en 2017 y haberle afectado en dos ediciones la dichosa pandemia, la propuesta de teatro de calle de esta Pasión está perfectamente lograda con una ambientación trabajada y adecuada y una elección de escenarios naturales absolutamente acertada, especialmente los de las escenas del Huerto de los Olivos y el Calvario. El nivel actoral de esta Pasión también es realmente destacable, pese a tratarse de aficionados que solo se han acercado al mundo del teatro de manera reciente. A este respecto, muy meritoria es la labor de quien representa a Jesús, Miguel Redondo, destacando también el buen hacer de otros personajes, entre los que podríamos citar a “Tito” Ramos en el papel del rico. El atrezo, la iluminación y el sonido están igualmente muy bien conseguidos, así como la ambientación, sobremanera la musical, producida en vivo y en directo, sobresaliendo especialmente el coro que interpreta temas en arameo y que le dan un punto de compunción, sentimiento, oportunidad y calidad al conjunto de la representación. Además del momento cumbre de la crucifixión, muy bien emplazado como ya hemos dicho, al tiempo que bien escenificado, cabe destacar la intimidad y el clima de integración actores-público que se logra en la escena de la Última Cena que tiene lugar en el histórico lavadero de Iriépal, hace ya más de veinte años reconvertido en centro cultural. El público envuelve a los actores y puede ver muy de cerca hasta su más mínimo gesto, desmigarse el pan ácimo al ser partido, el color teja del vino, oler la cera ardiendo de las velas y escuchar casi como un susurro al oído los cánticos en arameo que dan una atmósfera especial a ese momento cumbre de la Pasión. Y lo mejor que se puede decir de la escena del cenáculo es que, sobre todo en ella, Miguel Redondo parece y es Jesús. Lástima que, al ser limitada la capacidad de público de este espacio, la escena se tenga que representar cuatro veces lo que rompe un tanto el ritmo del conjunto de la Pasión Viviente. De tanto bueno, tienen especialmente la “culpa” todas las gentes de Iriépal implicadas en el proyecto, bien sea como actores, principales o secundarios, como figurantes o como parte de la producción, y de manera señalada el equipo de dirección artístico y técnico conformado por un trío de absolutas garantías: Ana Vélez, César Maroto y Julio Prego. Es el mismo que ha dirigido el Tenorio Mendocino en la última edición, con eso está todo dicho.

Un poeta liberal recluido en Guadalajara

            José de Espronceda (Almendralejo, 1808 – Madrid, 1842) es considerado uno de los poetas románticos españoles de mayor categoría y fama, y su nombre se une con frecuencia a los de otros escritores coetáneos suyos de la talla de Bécquer, Larra, Rosalía de Castro o Zorrilla, entre otros. Aunque es extremeño de origen, el autor de la famosa “Canción del Pirata” —una de las composiciones poéticas sin duda más conocida y recitada de la época romántica española y cuyos versos aún resuenan en las aulas de muchas escuelas— nació en aquella tierra por causa de los destinos militares de su padre, Juan de Espronceda y Pimentel, quien también estuvo acuartelado en Guadalajara durante un tiempo. En todo caso, la formación de Espronceda y sus primeros y decisivos contactos con el mundo de las letras —y también de la política— se produjeron en Madrid, siendo un destacado alumno de Alberto Lista, una figura más conocida en la actualidad por la estación de metro que lleva su nombre que por su brillante polifacetismo como matemático, poeta, periodista y crítico literario.

            Espronceda, como le sucedió a unos cuantos poetas y escritores románticos, tuvo una vida breve, pero intensa, destacó como literato desde muy joven, siendo apenas adolescente, y dejó un cadáver bello al morir con apenas 34 años. Pese a que ha pasado a la historia fundamentalmente por su labor como poeta, también está en ella porque desde muy joven se implicó en las tensiones políticas vividas en España, sobre todo en la segunda y tercera década del siglo XIX, cuando el liberalismo y el absolutismo se alternaron en el poder y no precisamente de la forma pacífica en que después se relevarían liberales y conservadores tras la Restauración, sino a estacazo limpio. Espronceda simpatizó abiertamente con el liberalismo y tomó partido por él, enfrentándose por ello a los absolutistas de Fernando VII, el rey que se ganó a pulso el apelativo de “felón” pues traicionó y ató a sus “caenas” al pueblo que en 1812 se acababa de dar su primera Constitución y le esperaba con el sobrenombre de “el Deseado”. Con 15 años de edad, Espronceda y otros amigos, casi niños, apenas adolescentes, fundaron la Academia Poética del Mirto cuando en aquella España del primer tercio del siglo XIX comenzaron a florecer las sociedades políticas, públicas y secretas, entre las que sobresalieron la de los Comuneros —la más exaltada y patriótica de todas y que recuperó la memoria y el idealismo de los comuneros  castellanos del XVI— y la de los Anilleros —liderada por Martínez de la Rosa, poeta y dramaturgo que encabezó el gobierno durante el “Trienio Liberal” (1820-1823)—. De aquella asociación poética con tan lírico y florido nombre de la que Espronceda fuera uno de sus fundadores, simpatizante del liberalismo encarnado por el general Rafael del Riego, pronto devino una sociedad revolucionaria llamada los Numantinos, fundada en 1823, y en la que se integraron escritores y liberales tan reconocidos como Miguel Ortiz Amor, Patricio de la Escosura, Ventura de la Vega o Bernardino Núñez de Arenas, entre otros. Esta sociedad secreta con tan celtibérico y racial nombre se reunía en una gruta cercana al Retiro, espacio que ahora ocupa el Real Observatorio de Madrid. En su ideario básico bullía la idea de ofrecer una resistencia numantina frente al absolutismo de Fernando VII, vengar la muerte por ajusticiamiento del General Del Riego y fundar una república a la griega. A finales de 1823 y principios de 1824, los absolutistas, tras ajusticiar a Riego, no cejaron en su empeño de acabar con los liberales más radicales, ahorcando o fusilando por sus ideas a más de un centenar de ellos en apenas 18 días. En Guadalajara capital, los conocidos liberales Julián Antonio Moreno y José Marlasca, fueron vilmente asesinados en aquel tiempo, descuartizados sus cadáveres y puestas sobre picas sus cabezas para escarnio público. Sus restos se rescatarían décadas después y sus figuras serían elevadas a héroes locales de la libertad, guardándose sus despojos en una urna cineraria de piedra que durante un tiempo estuvo en el salón de sesiones del ayuntamiento, después en los jardines del cementerio municipal y ahora se custodia en el espacio donde se albergan parte de las piezas del futuro Museo de la Ciudad, en el centro Municipal Integrado Eduardo Guitián. Ambos tienen plaza en la ciudad: la de la Diputación Provincial y la que hay entre ésta y la calle Topete, en el solar que antaño ocupaba el claustro del antiguo convento de los Paúles.

Retrato al pastel de Espronceda con el que se abre el libro de José Cascales Muñoz, titulado “D. José de Espronceda. Su época, su vida y sus obras”, publicado en 1914.

            Regresando a Espronceda, éste, con apenas 17 años, pasó a presidir aquella romántica, liberal e ingenua —por el poderoso enemigo contra el que luchaban solo cargados de ideas de libertad, bellísimas, pero sin pólvora— sociedad secreta de los Numantinos que sobre todo impulsara su amigo Ortiz y presidiera De la Escosura antes que él mismo. Una delación interna provocó que todos los miembros de la sociedad fueran detenidos, entre ellos el aún jovencísimo Espronceda, que inicialmente fue condenado al exilio fuera de Madrid, pena que después le fue conmutada por la de reclusión en el convento de San Francisco, de Guadalajara, apenas una década antes de su desamortización. En él permaneció tan solo tres meses, dándose la circunstancia —más causal que casual— de que su padre estaba también destinado entonces en Guadalajara con el rango de brigadier. En aquella reclusión temporal alcarreña, el poeta extremeño comenzó a escribir una de sus obras más conocidas, el poema épico titulado “Pelayo”, que dejó inconcluso y supervisó Lista, pero que pautó y encauzó su futura producción literaria, ya bastante alejada de la política que con tanta intensidad le hirviera la sangre, un hervor que también llevara a la tinta con la que escribió lo mejor de su poética.

            En el entorno del Día de la Poesía que, como siempre se celebra coincidiendo con el inicio de la primavera, concluyo esta entrada con estos versos de “Pelayo”, escritos en octava real por Espronceda en Guadalajara, y en los que muchos analistas y críticos literarios ven notables paralelismos con algunos de los más conocidos poemas clásicos, como La Eneida o La Ilíada, algo en absoluto extraño pues en la academia de Lista destacó por sus conocimientos de retórica y poética, historia, mitología y geografía antigua, además de estudiar latín, griego, francés e inglés:

De los pasados siglos la memoria                   

trae a mi alma, inspiración divina,                   

que las tinieblas de la antigua historia              

con tus fulgentes rayos ilumina.           

Virtud contemplo, libertad y gloria,                  

crímenes, sangre, asolación, ruina,                  

rasgando el velo de la edad mi mente,             

que osada vuela a la remota gente”

            Siempre joven, liberal y poeta ¡Qué envidia me da Espronceda!

Hola tristeza

Hace un par de semanas que murió mi madre, ya nonagenaria, con movilidad reducida por el inexorable y oxidante paso de los muchos años que vivió, pero con una lucidez mental que me permitió comunicarme e interactuar con ella hasta el último momento, algo que me alivió y aún alivia sobremanera en esta difícil hora del duelo. Perder a un ser querido es siempre muy doloroso, pero perder a una madre, bien lo saben quienes ya han pasado por este trance, es algo absolutamente desgarrador. Al pie de su cama en el hospital, cuando ella no, pero yo sí, sabía que se estaba muriendo, escribí estos versos en mi cuaderno/compañero de viaje porque, como dice Víctor Herrero, “hay cosas que para ser dichas necesitan la intimidad de la poesía”:
Mi madre
se está muriendo a mi lado y yo
un poco con ella; en su vientre
nací, no en las manos de la matrona,
y viví cálido y húmedo nueve meses,
el tiempo que ella y yo tuvimos solo para nosotros.

Mi madre y yo en el Barranco de la Hoz. 1972.

Algunas veces me han dicho y afeado que tiendo a hacer “striptease” emocionales cuando el sentimiento y la emoción me embargan, como es el caso. Yo soy de los que opino que hay que salir llorado de casa, pero a mí me ha ido muy bien contar mis sentimientos, incluso con detalle, cuando estos bullían en mi cabeza, mi alma o mi corazón, como también es el caso. Digamos que verbalizar emociones es para mí una terapia a la que, a mis 61 años, lejos de renunciar, me aferraré para seguir caminando en este “valle de lágrimas” que, ciertamente, es la vida y en el que, por cierto, ya no tengo muchas más que derramar porque han muerto mis padres y mis hermanos, quedándome yo solo y en primera fila al borde del abismo. Procuraré no dar un paso al frente.
Todas las madres son especiales, especialmente las que menos especiales son. Permitidme que hoy os hable brevemente de la mía porque ella se lo merece y yo lo necesito. Pilar, Pili para su familia y allegados, Piluca para mi padre, fue una mujer fundamentalmente luchadora y encajadora porque la vida le dio unas cuantas bofetadas, sobre todo cuando perdió a dos de sus tres hijos, mis queridos hermanos Alfonso y Carlos; el primero, hace ya treinta años, y, el segundo, acaba de hacer cuatro. Si es desgarrador para un hijo separarse de una madre, aún lo debe ser mucho más —me consta que lo es porque lo he vivido muy de cerca—, que una madre se separe de su hijo por la muerte de éste, sobremanera si es muy prematura, como fue el caso de la de mis hermanos, especialmente el de Alfonso que se nos fue a los 37 años y en unas circunstancias que aún hoy no están esclarecidas, lo que agrava el pesar y el duelo. Además de estos dos duros episodios vitales, mi madre vivió otros que me vais a permitir que no desvele porque una cosa es desnudar las emociones y otra abrir de par en par las puertas de la intimidad. Hay que tener mucho cuidado con los constipados del corazón. Sacando fuerzas de su encomiable entereza y apoyada en su inquebrantable fe cristiana, mi madre caminó por la vida hasta los 95 años con una dignidad ejemplar y sin reproches pese a las cicatrices que tenía en el alma. No caminó, ni caminará, sola, pero el dolor del alma no es transferible y lo cargó ella sola como Cristo con su cruz camino del calvario, y, quienes la acompañamos, lo más que pudimos ser fue cirineos; pero no nos clavaron manos y pies, ni nos quebraron la rodilla, ni abrieron el costado como a ÉL y a ella. Mi madre fue una santa anónima, de esas que viven en el piso de arriba o de abajo y que jamás serán elevadas a los altares; si alguien se escandaliza por esto que digo, pues ya sabe, que se arranque la parte de su cuerpo, de su alma o de su corazón que le provoque el escándalo.
Aunque de la unidad familiar en la que nací ya solo quedo yo, jamás me he sentido así en estos difíciles días, primero por el apoyo del resto de mi familia, especialmente de mi mujer, mis hijas y mis queridísimos nietos -los dos corazones jóvenes que ayudan a latir al mío ya con alguna arruga-, y, sobre todo, por el apoyo y cercanía de los muchos amigos que me precio tener. De mi hermano Alfonso solo heredé materialmente unos discos de vinilo y unos libros —de poesía, por supuesto—, pero sobre todo recibí de él un legado impagable: practicar la amistad hasta el extremo. Uno de esos buenos amigos que me he encontrado en el camino de la vida, Álvaro Ruiz Langa, que además de amigo es maestro, me hizo hace unos días un regalo muy especial que hoy quiero compartir con vosotros: se trata de un libro, un opúsculo, titulado “Tristeza” y del que es autor el anteriormente ya citado Víctor Herrero, un joven fraile capuchino salmantino que, además, es poeta, filólogo, filósofo y teólogo. Comparto con él la afición y la afección por la poesía y el pensamiento profundos, pero también el hecho de que perdió a su madre, que se llamaba Pilar, y que, como la mía, le despidió con una sonrisa cuando ya agonizaba. Este libro es un “striptease” emocional de un hombre y humanista que, como yo, vio morir a su querida madre tras mucho sufrir y el duelo le condujo a la tristeza, como es también mi caso, pero una tristeza en esperanza porque ambas dejaron ya atrás sus padecimientos, se ganaron el cielo y ahora nos cuidan desde él. Herrero se inspiró en una frase de Simone Weil para escribir su obra: “Lo contrario de la tristeza es la realidad”. Es una frase redonda, profunda y compleja, difícil de inteligir incluso, pero absolutamente certera. La realidad es la vida y la vida es la mejor forma de superar la tristeza derivada de una muerte. Lloro por mi madre, pero río por mis nietos al tiempo que sonrío por mi mujer, mis hijas, el resto de mi familia y amigos… y por el hermano sol y la hermana luna, como el “Poverello” Francisco, el de Asís, no el del Vaticano. No tengo derecho a estar triste. Hola tristeza, ¿tomamos algo?
Mamá, gracias por tanto y por todo. Y descansa en la paz que tan bien te has ganado.

El carnaval de la prensa

La ciudad de Guadalajara tiene el carnaval que se merece. El febrero castellano no da para más ni para mucha mascarada de calle, sólo la justa y por cumplir con el calendario festivo tradicional. Lo mejor de las carnestolendas arriacenses es su anuncio y pregón con las botargas y otros personajes enmascarados de la provincia, reuniéndose en la capital como rompeolas y punto de encuentro de sus propios pueblos y de sus más peculiares y vistosas costumbres. Javier Borobia —que hace ya 14 años que vive al ralentí tras medio siglo de hacerlo a muchas revoluciones para bien de la ciudad—, junto a sus compañeros y amigos de Mascarones, son los principales artífices de que la capital tenga, al menos, un carnaval sobrio, pero digno, y que alcanza su momento álgido cuando principia con la reunión y el encuentro de las botargas, el personaje tradicional más singular y representativo de la provincia.

Javier Borobia anunciando y pregonando el carnaval de Guadalajara

               Tras su prohibición durante el franquismo, los carnavales de la ciudad se recuperaron en el primer mandato (1979-1983) de Javier Irízar como alcalde, el primer primer munícipe arriacense —procede la repetición— elegido democráticamente tras la aprobación de la Constitución de 1978. Pese a que Guadalajara era una de las ciudades de España con mayor porcentaje de voto de centro-derecha, una bufonada protagonizada por el entonces gobernador civil, Fernando Domínguez, y los mandamases provinciales de la extinta e histórica UCD propició que este partido —en ese momento aquí, mayoritario, no, lo siguiente—, ni siquiera pudiera presentarse a las elecciones municipales de 1979, pese a que, de haberlo podido hacer, habría ganado con absoluta claridad, como avalaban todas las encuestas y era público y notorio a nivel de calle. Este fiasco político, más carnavalesco que el mismísimo carnaval, propició que el PSOE se hiciera sorpresivamente con la alcaldía de Guadalajara, gracias al apoyo del PCE. Resultado de aquel “rocambole” más propio de polichinelas que de políticos serios: Una ciudad claramente conservadora, gestionada por una coalición social-comunista que no lo debió hacer tan mal pues la izquierda mantuvo la alcaldía durante 13 años (1979-1992), finalizando ese periplo cuando otra arlequinada política, en este caso de la propia izquierda, por fuertes desavenencias entre Blanca Calvo (entonces IU) y el PSOE, dio paso a un gobierno de centro-derecha que duró 11 años, con José María Bris a la cabeza, un buen alcalde cuya gestión fue refrendada las dos veces que volvió a concurrir detentando el sillón de la alcaldía.

               ¿Y aquel carnaval que recuperó Irízar qué antecedentes tenía en la ciudad? Como nos cuenta con todo detalle Pedro José Pradillo en su última -y, una vez más, extraordinaria- obra publicada, “Las musas en el Henares”, los carnavales arriacenses de finales del siglo XIX y principios del XX los protagonizaban las numerosas sociedades y ateneos surgidos en aquella época de inusitada actividad cultural, especialmente escénica y musical, que vivió la ciudad, pese a tener sólo una séptima parte de población de la que ahora tiene. Esas sociedades y ateneos —de notorios y notables nombres como Ateneo Caracense, Ateneo Científico, Literario y Artístico, Ateneo Instructivo del Obrero, Liceo Artístico, Sociedad Casino o Casino La Peña, entre otros—, además de impulsar acciones culturales y educativas con una filantropía encomiable, organizaban en el tiempo de carnaval bailes de máscaras muy esperados, celebrados y concurridos en sus propios locales, si disponían de ellos, o en salas públicas o salones privados, especialmente en el Teatro Principal, demolido hace 90 años y cuyo solar ocupa el antiguo edificio del Banco de España. Y entre aquellas sociedades que tanto hicieron por los carnavales de Guadalajara de las últimas décadas del XIX y primeras del XX, destacó la Asociación de la Prensa local que, como el Guadiana, nacía y cejaba en su empeño y actividad cada pocos años, pero siempre, especialmente en la década de los años 20, organizaba unos famosos bailes concurso de máscaras en salones primorosamente adornados y engalanados, entre otros artistas plásticos por el padre del afamado pintor alcarreño, Carlos Santiesteban, e impulsados por Francisco Goñi, el excepcional fotógrafo y sobre todo gran fotoperiodista que tanta huella dejó en Guadalajara y cuyo legado, encontrado casualmente en un derribo y recuperado por la Agrupación Fotográfica Alcarreña, está depositado en el Archivo Histórico Provincial y es gestionado por él.

Aunque a veces parezca que la prensa es un carnaval permanente, especialmente en los momentos actuales, hubo otro tiempo en que ella lo organizaba, pero no se enmascaraba.

El grafitero homófobo

Hace ya mucho tiempo que un grafitero que odia al superhéroe murciélago por excelencia, Batman, dejó su homófoba huella en la parte trasera de un edificio que da al antiguo lavadero de la Alaminilla, junto al puentecillo que vierte sus aguas al parque lineal del Barranco y cerca ya de los históricos puente de las Infantas y torreón del Alamín: “Batman maricón”, proclama la pintada que lleva allí puesta unos cuantos años sin que nadie la limpie, ni los vecinos del inmueble pintarrajeado ni los servicios de limpieza municipales. No es, ni mucho menos, la única pintada que hay en la ciudad y lleva ya tanto tiempo hecha que ha pasado a formar parte del paisaje urbano.  Es, sin duda, una de las más curiosas que he visto y más me han llamado la atención por su sorprendente imbecilidad en fondo y forma.

Si se fijan bien en la fotografía que acompaña este artículo, debajo del grafiti, en pequeño, aparece un texto que dice: “Sup Mod”. Entiendo que lo que quiere decir es que esa imprecación a Batman la suscriben los fans de Superman, el héroe de comic y de película también conocido como «El Hombre de Acero», «El Hombre del Mañana» o «El Último Hijo de Krypton». Incluso es llamado «El gran boy scout azul» por el color de su atuendo y por la solidaria filantropía a lo Baden Powell -el fundador de los scouts- con la que comparece allá donde hay alguien a quien salvar o algún malhechor al que poner en su sitio. Es todo un contrasentido que los fans más ultras de Superman sean tan desconsiderados y faltones con Batman. Seguramente, su propio superhéroe, si no fuera porque es hijo de la mente calenturienta de Siegel y de la hábil mano de Shuster, pero no -ilusos- de la kryptonita, hubiera aparecido volando mientras hacían la pintada llamando maricón a Batman para reconvenirles por tan impropio y feo acto e, incluso, para darles un superpapo -la versión super del sopapo-, que bien merecido se lo tenían. No está bien llamar maricón a nadie con ánimo de insulto, como es evidente que lo hay en esta pintada alaminera, pero aún es de peor gusto llamárselo a un superhéroe de ficción como Batman que, si mal no recuerdo de cuando yo moceaba con los comics, más bien era un tanto narcisista y mujeriego. Cuando la farra y la pitanza eran regadas con vino y chanza -¡toma pareado!-, decía a sus amigos un notable poeta de Guadalajara, de cuyo nombre no debo acordarme: “¡No me llaméis “marica”; llamadme “maricón” que suena a bóveda!”. No creo que los faltones fans de Superman hayan caído en que suena a bóveda lo de maricón para llamárselo a Batman, simplemente querían insultarle porque estamos en tiempos  de banderías maximalistas, incluso en el mundo virtual de los superhéroes, lo que ya es de nota. Por cierto, yo creía que Batman, lejos de ser un enemigo de Superman como Lex Luthor, era un aliado de Superman, junto a la Mujer Maravilla, Flash Aquaman, Linterna Verde, Flecha Verde, Cyborg, Gemelos Fantásticos, Shazam, Hombre Halcón, Detective Marciano, Superboy, Supergirl, Jimmy Olsen, Krypto o el Superperro. Algo me he debido perder en el mundo de los superhéroes para que Superman y Batman estén ahora en bandos contrarios. Imagino que también habrá política en ese “supermundo” virtual y ya se sabe que “la política hace extraños compañeros de cama” (como dicen que dijeron Churchill, Groucho Marx y Fraga, tres personajes de difícil compactación) y que la culpa de muchos divorcios la tienen las propias camas… Dejémoslo ahí.

La pintada homófoba del lavadero del Alamín lleva ya tanto allí que le ha dado tiempo a mutar, me explico: cuando la vi por primera vez, hace ya tres o cuatro años porque fue antes de la pandemia, la firmaban los “Superman supporters”, o sea, los aficionados, los forofos, los fans de Superman. Curiosamente, alguien borró esa parte de la pintada y se quedó solo el insulto homófobo a Batman, aunque firmado por ese misterioso “Sup Mod” que yo he interpretado que es una abreviatura de lo de “supporters” o una variante de su apelativo. El caso es que los “supermaners” de Guada o, al menos, uno de ellos que también es grafitero, además de ensuciar paredes en entornos de valor histórico-artístico y social, son unos insultones que, para poner en valor a su héroe, intentan hacer de menos a otro. Y, por cierto, si se fijan de nuevo en la foto, igualmente aparece en una esquina una huella de tela de araña como si los fans de Spiderman también hubieran rondado por allí. ¿Estamos ante una “guerra civil” entre aficionados a los superhéroes? No creo que llegue a tanto la cosa, lo que sí pienso es que, cuando tras las pintadas no hay arte -que lo hay y muy bueno en algunas de ellas, Bansky es el ejemplo proverbial, pero por aquí también tenemos a Rector, Zharsone, Juan Carlos Fernández y otros-, lo que hay es suciedad, mal gusto y hasta vandalismo… y otros ismos que nada tienen que ver con los movimientos literarios y artísticos que siguieron a los “ismos” -modernismo, cubismo, surrealismo…- del primer tercio del siglo XX. Limpien la pintada homófoba del Alamín, por favor, que ese “Batman maricón” ni lo ha pintado un artista ni un poeta ni suena a bóveda.

De fiesta

               En el más crudo invierno, que suele devenir en enero, pese a la dura climatología propia de la época tiene lugar uno de los ciclos más relevantes e intensos del calendario festivo provincial, ancho, largo y alto donde los haya. Aunque pueda resultar una paradoja la circunstancia de que se festeje más cuando el tempero, teóricamente, menos favorece la celebración de la fiesta, en realidad tiene todo el sentido del mundo pues el hecho festivo siempre ha estado condicionado en el medio rural por los propios ciclos de la tierra, con minúscula y con mayúscula, y, por tanto, también del sol y de la luna. Enero es tiempo de escasa actividad agraria y, por ello, de espera y momentos para el ocio, si bien también lo es de siembra de algunas hortalizas y verduras, siendo el último mes para la tardía de avena, cebada y trigo. Trabajo y fiesta es una dualidad que parece alternativa y excluyente, pero en el fondo son dos caras de la misma moneda y una y otra se necesitan , complementan y alternan. A este respecto, en algún sitio que ahora no recuerdo he leído la afirmación de que el hombre es el único animal festejante. Abundando en ello, Helmuth Plessner dice que “el hombre es el único ser capaz de vivir su vida -la cotidianidad- y capaz de distanciarse de ella -la fiesta-“, mientras que Marquard sostiene que “el hombre necesita de la fiesta, pero al lado de lo cotidiano”.

               Tras esta conveniente introducción, vuelvo a subrayar que la provincia de Guadalajara está viviendo en enero su gran ciclo festivo de invierno que, no por casualidad, se prolongará hasta febrero, cuando llegará a su punto álgido y final con el carnaval -días de mucho y vísperas de poco- que antecede a la cuaresma, etapa en la que la fiesta cesará, no casual sino causalmente, porque con ella llegaremos a un tiempo doliente y nada festejante como es el previo y preparativo de la Semana Santa. Por ello, marzo es tan poco festero. La fiesta no es partidaria de los corredores de la muerte.

               Enero, en Guadalajara, es tiempo de botargas, nuestras particulares mascaradas de invierno que, aunque ahora viven un momento de impulso y recuperación, estuvieron a punto de desaparecer en el siglo XX por las sucesivas crisis agrarias y las consecuentes despoblaciones del medio rural, pero también por un hecho negativo de moda cultural que devino a finales del XIX y se prolongó bien entrado el siglo pasado. Un caso paradigmático de ello que bien conozco es el de Taracena, cuyas botargas salían el día de San Ildefonso -23 de enero-, iniciándose en esa fecha las ferias y fiestas de invierno de este hoy barrio de la capital que se completaban con dos días de celebración más: La Paz -el día 24- y la llamada “Paz chiquita” -el día 25-. En el año 1901, el entonces alcalde de Taracena decidió suprimir la salida de las botargas “porque si bien representaban la tradición, patentizaban de un modo claro y evidente un atraso grandísimo con relación a la cultura actual de los pueblos”, como se recoge en el periódico “Flores y Abejas”, en su edición del 27 de enero de 1901. Este hecho, documentado y contrastado, es muy representativo de lo que ocurrió con otras muchas botargas y enmascarados de la provincia que fueron desapareciendo en aquel tiempo y en el que le siguió porque, si ahora estamos en un ciclo en el que la cultura tradicional, tanto material como inmaterial, se está poniendo cada día más en valor, entonces esa moda cultural a la que me refería iba en el sentido justamente contrario. En las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX -después también en el desarrollismo de los 60, 70 y aún 80-, lo tradicional y lo antiguo no eran valores estimados precisamente por la pátina que les había aportado el tiempo, sino, bien al contrario, tenían la consideración de viejo, de anticuado, de rancio, de concepto, cosa o trasto inútil, y se contraponían con las corrientes y vanguardias modernistas que comenzaban a surgir. Esas modas de modernidad, radicalmente concebidas y aplicadas en no pocos casos y contrapuestas y enfrentadas con lo antiguo y lo tradicional, no solo se llevaron por delante numerosos y valiosos elementos culturales tradicionales, materiales e inmateriales, también conllevaron la demolición de bastantes monumentos de valor histórico-artístico y otras construcciones estimables pero “viejas” -la propia Guadalajara es, lamentablemente, un ejemplo proverbial de ello-, para ser sustituidos por impersonales edificios supuestamente más útiles y racionalistas. También alteraron el urbanismo, en aras de una supuesta modernidad que no pocas veces fue una patente de corso para practicar el derribo y el expolio, cuando no la especulación. Pedro José Pradillo y José Antonio Alonso han hablado de ello recientemente en sendas conferencias -el segundo centrándose en las botargas-, cada uno con su tono personal, uno más contundente y otro más comedido, pero ambos coincidiendo e incidiendo en denunciar y lamentar la pérdida patrimonial sufrida en la provincia, tanto en el ámbito histórico-artístico como en el etnográfico y, dentro de este, en la cultura material y la inmaterial.

               Precisamente, Alonso, el gran cantautor y notable etnólogo que está en un punto de madurez como investigador y divulgador realmente fértil, grabó hace ya 33 años el disco en vinilo cuya carátula acompaña este artículo, titulado “De fiesta”, en el que se recogen siete temas, dos de ellos compuestos por él mismo pero inspirados en la música tradicional: “En un día de abril” -una preciosa tonada plena de poesía, melancolía y color- y “De fiesta”, un popurrí de canciones tradicionales hiladas por letras del propio José Antonio que nos llevan de uno a otro festejo en orden cronológico. Comienza así: “En enero, compañero, deberás considerar que ha salido la botarga, no te dejes alcanzar…”. Afortunadamente, casi una treintena de botargas y otros enmascarados tradicionales han salido ya o van a salir entre enero y febrero en la provincia, cuando hace apenas cuatro décadas salían poco más de la decena. Corren, pues, aires bien distintos -fríos también pero más luminosos- a aquellos en los que el alcalde de Taracena decidió suprimir por “atrasadas” las botargas -felizmente recuperadas en 2017, aunque ahora con un solo enmascarado-. Un hecho que evidencia lo dicho es que está en marcha el proyecto de “La ruta de las botargas”, del que ya hablamos con detalle el año pasado, y hasta hay en camino una posible declaración de patrimonio cultural inmaterial por parte de la UNESCO para las botargas guadalajareñas junto con otras mascaradas de este ciclo en el sur de Europa en general y en España en particular. Si en el carnaval las máscaras ocultan, en las botargas representan. Además, son nuestras señas de identidad tradicionales más representativas, que, lejos de atraso, evidencian futuro porque, como decía Malraux, “la tradición no se hereda, se conquista”. Y el futuro jamás se hereda, siempre hay que conquistarlo.

CODA

En mi anterior post hablé de que el PP ya estaba tardando en designar a su candidato -o candidata- a la alcaldía de Guadalajara. Finalmente, casi ya con el “control” político de lo razonable cerrado, la elegida ha sido Ana Guarinos, siendo ella, probablemente, la primera sorprendida. Es una mujer muy trabajadora y solo vive de la política y para la política desde hace 24 años. El 28 de mayo veremos si el PP ha acertado con esta designación y si ella acierta con la lista, el programa, si conecta con el electorado y si las circunstancias políticas nacionales le favorecen. Alfonso Esteban irá de dos, comienza acertando.

El kilométrico dubitativo

                Quedan menos de cinco meses para la celebración de las elecciones municipales y autonómicas, fijadas para el 28 de mayo, y, si no recuerdo mal, es la primera vez desde la restauración del sistema democrático vigente que, a estas alturas, el Partido Popular aún no ha designado su candidato –o candidata- para la alcaldía de la capital de la provincia. En pueblos medianos y pequeños es una práctica frecuente que no se conozcan muchos candidatos hasta que el total de las candidaturas se publican en el Boletín Oficial de la Provincia, como exige la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), apenas unas semanas antes de la celebración de los comicios, pero no es usual que las candidaturas a grandes municipios y capitales de provincia se conozcan con menos de cinco meses de antelación como va a ser el caso de la del PP para Guadalajara. Los tiempos en la política gallego-andaluza, con un punto madrileño, que se practica en Génova 13 desde que Feijóo es su máximo jerarca, “son inescrutables como los caminos del Señor” (Romanos 11:33-36). Si es estratégico y, por ende, calculado el hecho de que todavía no se conozca quién encabezará la lista de los populares para la alcaldía de la capital, habrá que ver después su resultado táctico, pero mucho me temo que, más que de una estrategia, se trate de un problema de duda que hace tiempo superó la fase de razonable para ya habitar en lo incomprensible. “Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar” es una soberbia frase de Buero Vallejo que forma parte del libreto de una de sus obras más conocidas y de referencia, “La Fundación”, escrita en 1973 y estrenada un año más tarde, cuando Franco ya estaba en las penúltimas. No estaría mal que esa frase presidiera los despachos de cuantos nos gobiernan o nos quieran gobernar porque la duda razonable siempre tiene plazo de caducidad y una de las virtudes del mejor político es que no llegue nunca ese momento sin haber tomado la mejor decisión posible, aún a riesgo de equivocarse.

                Por lo que ya sabía cuando milité durante unos años en el PP hasta que me di cuenta de que un “marxista” como yo no pintaba nada en ese ni en ningún partido –marxista de Groucho, no de Karl, por aquello que dijo de que “jamás pertenecería a un club que me aceptara como socio”; sustituyan partido por club y militante por socio y darán con mi caso-, por lo que he leído en artículos de periodistas generalmente bien informados, por lo que me han contado fuentes solventes y por lo que intuyo, “Guadalajara”, “Toledo” y “Madrid” no se han puesto aún de acuerdo en la persona que debe encabezar la lista a la alcaldía de la capital. Candidatos -y candidatas- tienen de sobra, es evidente, pero aún tienen más dudas que opciones lo que a estas alturas no es comprensible, es más bien preocupante y, lo que es peor para sus intereses, puede ser perjudicial pues a quien vaya a serlo finalmente se le va a hurtar muchísimo tiempo para proyectarse y dar a conocer, elaborar un potente programa electoral y conformar un buen equipo. Fue el mismísimo Feijóo quien dijo en un acto público celebrado en la propia Guadalajara que el candidato -o candidata- de su partido a la alcaldía sería el que decidieran de común acuerdo los responsables provinciales y regionales y que Génova solo intervendría en el caso de que éstos no propusieran el mismo nombre. Si esto es verdad, que no dudo que lo sea, el problema de que Guadalajara aún no tenga candidato –o candidata- popular parece radicar en que “Toledo” y “Guadalajara”, es decir, Paco Núñez y Lucas Castillo, aún no se han puesto de acuerdo. Llegados a este punto, voy a entrar en el terreno de la especulación, pero estoy seguro de que lo que voy a decir no está muy lejos de ser lo que realmente ha sucedido y aún sucede. El presidente provincial del PP y actual alcalde de Yunquera, Lucas Castillo, quiere revalidar su alcaldía porque lo que más quiere y le importa es su pueblo, algo que le honra, y, en todo caso y dependiendo de los resultados electorales provinciales, podría postularse después como candidato a la presidencia de la Diputación o, de no posibilitarlo la matemática electoral, ser el portavoz de su partido en ella. Por otra parte, su número dos y secretario provincial desde el último congreso provincial del PP, Alfonso Esteban, es actualmente el portavoz de los populares en la Diputación por lo que, lógicamente, debe ceder su posición a Lucas. Esteban fue un gran concejal de personal y economía y hacienda en las alcaldías de Román, conoce por tanto muy bien los dos principales ejes de funcionamiento del ayuntamiento capitalino y puede y quiere ser el candidato a la alcaldía. A estas circunstancias ya de por sí favorables cabe añadir las de que es un político aún joven pero ya maduro, muy preparado, afable, dialogante y elocuente, virtudes que no es fácil encontrar juntas en una misma persona. Por jerarquía, currículum y todo lo ya apuntado, Alfonso Esteban podría llevar ya mucho tiempo proclamado como candidato porque, lógicamente, cuenta con el apoyo de Lucas Castillo puesto que solo faltaría que no fuera así cuando él mismo lo eligió como su número dos. ¿Cuál es entonces el problema? Evidentemente, Paco Núñez tiene dudas, no porque no le parezca que Esteban podría ser un buen candidato, sino porque se ha intoxicado o, mejor, le han intoxicado, con otras opciones, algunas de ellas mirlos blancos y otras, cantos de sirenas. Utilizo la expresión “intoxicado” porque el presidente regional del PP, que viene mucho por aquí pero solo de visita, es evidente que no conoce en profundidad a muchas de las personas que ha barajado o está barajando como opción y su potencialidad como candidatos y, sobre todo, después como posibles alcaldes, y, por tanto, sus análisis sobre ellas son superficiales, de trazo grueso y, en muchos casos, influenciados por intereses de parte. Parece ser que Núñez apostaba, inicialmente, por un reputado médico sin experiencia política y muy activo en redes sociales que le dijo que no, pero le propuso a un amigo. ¡Manda huevos! como dijo Trillo. También dudó con otros nombres que, por distintas causas, se alejaban de la idoneidad. A ambas circunstancias podemos unir el hecho de que hay más de un PP en Guadalajara, pese a que cuenta con su número de militancia más baja y desmovilizada, y también añadir que alguien ha caído a última hora que los populares tienen tres hombres y solo una mujer para las candidaturas ya confirmadas a las otras cuatro capitales de provincia de la región y que sería conveniente dejarlo en, al menos, 3-2. Por argumento de tan poco calado parece que lo que ahora se busca es una candidata. O sea que el sexo de los candidatos del PP de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo puede condicionar el de Guadalajara. Lo dicho: ¡manda…! Paco Núñez, ya conocido en Génova por el apodo de “el kilométrico” porque es un viajero impenitente y aspirante, supongo que sin pretenderlo, al don divino de la ubicuidad, se desplaza mucho pero a veces no llega a ninguna parte o lo hace tarde y, no pocas, mal. Pues él mismo y sus mecanismos porque el PP, con estas tribulaciones y dudas, puede estar perdiendo sus opciones a recuperar la alcaldía de la capital, aunque sea con la “muleta” de Vox que, por cierto, ha elegido a una excelente persona, Javier Toquero, como candidato. Las encuestas están muy ajustadas y, cualquier error, puede decantar la alcaldía hacia un lado u otro. Y no hay mayor error que dudar mucho más de lo razonable y debilitar con esa duda a quien finalmente sea designado candidato -o candidata-. Parece que esa designación llegará muy pronto, pero es posible que ya tarde.

Mi álamo caminero y navideño

Los árboles por excelencia de la Navidad son los pinos y los abetos porque es costumbre en muchas casas llevarlos por estas fechas, artificiales o naturales –en este caso cometiéndose un crimen sin castigo pues pocos de ellos sobreviven al impacto del cambio de entorno y especialmente de la calefacción- para adornarlos y, junto al tradicional belén, conformar un paisaje de hogar navideño en el que brillan y destellan bolas y espumillón multicolores. Últimamente, a nuestra estética tradicional del tiempo de Navidad, como a tantas otras cosas, se le están uniendo renos, elfos, gnomos, duendes y otras figuras boreales más propias del entorno del Atlántico Norte y el Báltico que del Mediterráneo, pero es que por aquí nos hemos vuelto muy facilones y lo nuestro cada vez nos parece más demodé y lo de otros absolutamente chic. Así, Papá Noël, el personaje escandinavo que los americanos adoptaron para sí y muchos de los demás como el padre de la Navidad, hasta ya tiene su desfile oficial en Guadalajara, esta ciudad que tantas veces se acuesta despersonalizada y aún alguna más se levanta anodina, que lo mismo le da ocho que ochenta o Papá que Mamá Noël, quien no tardará en llegar a lomos de la perspectiva de género. Entre tanta competencia y con tanta antipatía monárquica que se está fomentando, incluso con el dinero de todos y contra el pensamiento de una clara mayoría –hasta las encuestas trampantojo de Tezanos así lo reflejan-, los Reyes Magos lo van a tener cada vez más difícil porque los reyes son cosas de fachas –todo lo que queda a la derecha de la izquierda últimamente es así calificado- y los magos, de ilusos. Bueno, bien pensado, puede que lo de los magos sobreviva sin los reyes, ya se buscarían formulas, porque algunos viven muy bien a costa de tanto iluso… Dejo la ironía ahí para no agriarle la lombarda a nadie, aunque me da que también esta col tan de este tiempo está de capa caída en nuestras mesas festivas y no tardando hasta formará parte de los arcaísmos gastronómicos porque tampoco es chic y, además, tarda mucho en cocerse y deja un rastro oloroso que no es propio de las finas pituitarias de hoy en día. Resulta curioso que nos tapemos la nariz cuando olemos a lombarda cocida y nos hayamos acostumbrado a votar sin hacerlo…Es mi última concesión en este post a la acidez porque estamos entre pascuas, o sea, entre pasos: el de la Nochebuena a la Navidad, el de la Nochevieja a Año Nuevo y el de la Epifanía, la Noche de Reyes, la gran velada de la ilusión y que pervivirá mientras siga habiendo niños a los que sus padres les hablen de ellos y los esperen juntos.

Chopo del bosque de ribera del Henares

Porque está mejor donde está y porque su porte y edad, además de la ley, el sentido común y la biología no permiten que me lo traiga a casa, este año he adoptado un viejo chopo o álamo, un añoso populus alba de la ribera del Henares a su paso por Guadalajara, como mi particular y onírico, pese a ser muy real, árbol de Navidad. Es un magnífico ejemplar que pueden contemplar en la foto que acompaña esta entrada y cuyo tronco es trino, como las personas de la Santísima Trinidad y como los Reyes Magos. El tres es un número mágico, cabal y pragmático pues al menos con tres puntos no alineados ya se puede construir un plano y, entre otras muchas cosas en geometría y álgebra, es un número primo gemelo del cinco. No debemos olvidar la regla de tres, que tantas proporciones y porcentajes nos ayuda a resolver sin necesidad de calculadora y cabe recordar también que tres eran tres las hijas de Elena…Y ninguna era buena. Mi chopo del Henares se me antoja una mano a la que le faltan los dedos meñique y pulgar que busca el cielo y con el escorzo de sus tres troncos parece querer encajarse en él como una bombilla a un casquillo. El recién pasado otoño, que quiso despedirse remolón con la lluvia que nos negó en octubre y noviembre, dejó un manto de hojas secas dentado-angulosas a sus pies que parece un promontorio al que el álamo ha querido subirse para ser aún más alto. Al ser un ejemplar de ribera que forma parte del bosque de galería del Henares y no ser un árbol callejero ahogado en su alcorque ni sombrero de parque, se ha librado de las podas de hacha y solo se le han caído las ramas que le han talado el agua y el viento a lo largo del tiempo. A mi álamo, a mi chopo de Navidad del Henares ya ajado por los años y que tiene sus propios chupones por bolas y espumillón, le rondan a diario una pareja de mirlos que caminan a saltitos por el sotobosque en busca de insectos y semillas, y se le posa un carbonero garrapinos que acaba de llegar a pasar aquí la invernada. Su inconfundible y melódico canto -“tsitiú-tsitiú-tsitiú”- se mezclará con el gorjeo aflautado de los mirlos a poco que la invernada afloje, como lo está haciendo en estos primeros días en que los almendros y los prunos quieren ya florecer, confundidos por el amable tempero. Que no se dejen engañar porque en cualquier momento puede volver una Filomena a nuestro pesar o, simplemente, un invierno castellano de los de verdad y que a veces se alargan hasta bien entrada la primavera. Mientras llega ese tiempo, que también es el de la poesía, recuerdo a Concha Espina con estos versos dedicados a un álamo que yo quiero que sea el mío que he elegido como árbol de Navidad y que comparto con el Henares, el río más de barro que de piedras:
“Álamo caminero
con lazo de primera comunión;
gigante niño bueno
en la procesión
interminable del sendero […]”

Ir a la barra de herramientas