Los últimos diez días han sido grandes para Marruecos, no solo porque su selección nacional de fútbol haya eliminado en el Mundial de Qatar, contra pronóstico, a selecciones a priori -solo a priori- más potentes que la suya, como es el caso de Bélgica, España y Portugal, provocando una sonora celebración por el medio mundo en que hay migrantes magrebíes, también fue sonada -nunca mejor dicho- porque el último día de noviembre de 2022 se celebró en Rabat la Reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO en el que se aprobó que la candidatura presentada por España, en nombre y representación de todos los campaneros españoles, haya sido inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la UNESCO. Aunque es una lista abierta a la futura incorporación de otros campaneros, la relación aprobada por este organismo de la ONU, creado en 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones, fue promovida e impulsada por Hispania Nostra, “Campaners d’Albaida”, y el Museo Internacional del Toque Manual de Campanas, “MitMac”, y en ella se integraban 30 campaneros y sus respectivas localidades, entre ellas Alustante. Con esta resonante y estruendosa declaración llegada desde el reino alauita, son ya 18 los bienes inmateriales españoles declarados “Patrimonio de la Humanidad”, entre ellos el Misterio de Elche, la Patum de Berga, el Silbo gomero, el Flamenco, los Castells, la Dieta Mediterránea o las Tamborradas. Repasada esta relación, parece que la UNESCO tiene el oído fino y está por apoyar la cultura acústica, cuanto más vibrante y canora, mejor. No es esta la primera ocasión en que la provincia de Guadalajara se incorpora a un listado de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO pues ya en 2017, junto con otros de España y Europa, el Hayedo de Tejera Negra -uno de los más meridionales del continente, si no el que más- fue declarado bien natural Patrimonio de la Humanidad como extensión de los Hayedos primarios de los Cárpatos y otras regiones europeas. Y, como es sabido, a principios de 2021, el “Paisaje Dulce y Salado de Sigüenza y Atienza” entró en la lista indicativa, paso previo para que un bien, en este caso mixto -cultural y natural-, pueda obtener la declaración de Patrimonio de la Humanidad, algo en lo que se está trabajando en buena línea, especialmente desde la Ciudad del Doncel, pero que no será fácil lograr pues son muchos los llamados -otros 30 bienes españoles están en este listado- y pocos los elegidos. También cabe recordar que el palacio del Infantado fue postulado por el ayuntamiento de Guadalajara, hace ya una veintena de años, para obtener esta declaración de la UNESCO, pero no llegó siquiera a entrar en la lista indicativa por varias razones: la primera, porque este organismo cada vez es más receloso de otorgar declaraciones a monumentos aislados de Francia, Italia y España, pues los más destacados y de referencia de estos tres países ya la tienen; la segunda, porque el Infantado es un gran palacio tardo-gótico, pero muy intervenido a nivel de restauración dada su notoria destrucción material durante la Guerra Civil, perdiéndose con las bombas incendiarias gran parte de sus tesoros muebles e inmuebles más valiosos; y, tercera, porque la Junta no estuvo por la labor y, sin el apoyo de la administración regional, difícil es llevar a cabo este o cualquier proyecto. La Junta le debe mucho a Guadalajara, especialmente en materia patrimonial, y la lista se sigue engrosando. No me extraña que, por esta causa, algunos hace tiempo que se refieran a ella como Junta de Calamidades, en vez de Comunidades…
Al tiempo que los toques de campanas, incluido el de Alustante, la UNESCO ha declarado también Patrimonio inmaterial de la Humanidad el proyecto denominado ‘Timber Rafting, transporte fluvial de madera’, liderado por Polonia y en el que España ha participado representada por cinco comunidades autónomas (Aragón, Cataluña, Castilla-La Mancha, Navarra y Valencia). Los gancheros del Alto Tajo que José Luis Sampedro inmortalizara en su conocida novela, “El río que nos lleva”, son también la aportación de la provincia de Guadalajara a esta singular y tradicional forma de transporte de madera, ya en desuso, aprovechando los cursos fluviales. Logística sostenible, aventura y cultura popular se daban la mano en las maderadas y los hombres que el Tajo llevaba.
Volviendo al principio, cabe felicitar a Alustante, y muy especialmente a su empecinado -en el mejor sentido de la palabra- campanero, Diego Sanz Martínez, gracias a cuya impagable labor este pueblo molinés no ha perdido la cultura del toque de campanas y se ha integrado con todos los honores en el listado de 30 poblaciones cuya tradición campanera acaba de declarar la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, entre los goles de En-Nesyri y las paradas de Bono, dos marroquíes sevillistas, al igual que las campanas de Utrera son sevillanas y que, junto con las valencianas de Albaida, forman parte muy destacada de esa importante declaración. Dieciséis son los toques tradicionales de campana que se preservan en Alustante, con repiques que van desde los 27 segundos de duración -los que llaman a confesión en la iglesia de la Asunción o a misa en la ermita del Pilar- a los 2 minutos y siete segundos que dura el bandeo. Otros toques son el que llama a los escolares a clase, el toque de gloria, los de clamores -distinguiéndose si el difunto es adulto o niño, este último un toque de nervioso y profundo duelo que se puede oír en este enlace, a concejo -reunión comunitaria-, rebato -cuando alguien se ha perdido- o a tintilinublo -cuando amenaza tormenta y para ahuyentarla-, entre otros. Como verán, las campanas de Alustante -que son cuatro y cada una tiene un nombre de Virgen o de santo, como es tradición en muchos lugares- no solo tocan por lo religioso, sino también por lo civil. El toque de campanas es una forma comunitaria de comunicarse una población que, durante siglos -la tradición se remonta a la edad media y en el caso de Alustante están datados ya los toques a principios de la moderna-, ha sido la más eficaz y singular; por ello, la UNESCO, con buen criterio, ha decidido hacerla doblar y revolar con su declaración protectora.
Termino ya con una inteligente y curiosa reflexión del campanero de Alustante, un hombre activo y culto, de mediana edad y que ha decidido luchar por su pueblo y su tierra desde allí mismo, haciendo doblar las campanas más a vida que a muerto, como doblaban las de la novela de Hemingway. Diego Sanz declaraba a los medios de comunicación nacionales interesados por la decisión de la UNESCO que en Alustante -y en este mismo caso están gran parte de la Guadalajara y la España rural- “con tres ridículos megas, no reales, de velocidad de navegación y sin cobertura de las plataformas telefónicas, excepto Movistar, no podemos sobrevivir”. Suena a diario a tintilinublo en la España que ahora llaman vaciada y cada vez más a clamores.