La garza de ómicron

               Es archisabido el hecho de que la pandemia de Covid sigue complicándonos a todos la vida, algo impensable hace un año cuando por estas mismas fechas ya había un calendario de vacunación inminente que parecía que iba a acabar con ella, si no de un plumazo, sí de un pinchazo. Bueno, es un decir, en realidad, de millones de pinchazos. Pero no, el dichoso virus sigue estando ahí, mutando a una media de casi una vez al mes, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud ha tenido que tirar del alfabeto griego para ir poniendo nombre a las sucesivas variantes con las que viene presentándose. A la actual, infectiva como pocas, se le ha bautizado con el nombre de ómicron, que viene a ser la “o” de nuestro alfabeto, y que en el griego ocupa el decimotercer lugar. Las dos letras que preceden a ómicron son “Nu” y “Xi”, a las que la OMS no ha querido utilizar para bautizar variante alguna de Covid porque ‘Nu’ se confunde demasiado fácilmente con ‘nuevo’ en inglés, y ‘Xi’ porque es un apellido común, sobre todo en China. Ojo con los miramientos que se tienen a veces para no molestar u ofender a algunos, sobremanera a los chinos pese a que hay más evidencias que sospechas de que el virus surgió allí y puede que no de una buena praxis científica precisamente. Hace algo más de un siglo no hubo tantos remilgos cuando a la mortal pandemia de gripe declarada en plena I Guerra Mundial se le bautizó como “española”, pese a que todo apunta a que surgió en un cuartel del ejército norteamericano en Kansas y que fueron tropas de este país las que lo trajeron a Europa. ¿Y por qué se le bautizó entonces como gripe española? Pues hasta donde he podido saber, porque fue la prensa española la que más se ocupó y preocupó del asunto de aquella mortífera gripe, al ser España un país neutral en la contienda, mientras que el resto de naciones europeas estaban enfrascadas en la llamada “Gran Guerra” y los titulares y la máxima preocupación de sus medios de comunicación eran para ella. Imagino que también tendría algo que ver en el asunto de aquel ignominioso bautizo el hecho de que entonces España apenas tenía influencia en la política internacional; bien al contrario, era un país considerado subdesarrollado, más africano que europeo y con una sanidad y una salubridad precarias, circunstancias que sí que tuvieron que ver en que aquí se disparara la mortandad. El caso es que con el nombre de gripe española se quedó aquella pandemia que se desató en 1918 y que en nuestro país causó muchos miles de muertos, entre los 182.000 -dato oficial del Instituto Geográfico y Estadístico– y los 300.000 -estimación más alta de varios estudios independientes- y su contagio pudo alcanzar a cerca de ocho millones de personas, un 40 por ciento de la población nacional de ese momento. Uno de los pueblos de nuestra provincia más afectados por aquella gripe fue Aldeanueva de Guadalajara pues en él se contagió la mitad de la población -alrededor de 200 personas- y fallecieron 20. Un médico alcarreño, natural de Las Inviernas, Feliciano García Pastor, ejerciente en Chiloeches, se destacó a nivel internacional por el valioso estudio que hizo de aquella gripe, hasta el punto de recibir honores y distinciones por su trabajo incluso en Estados Unidos, previamente ya reconocido por la Real Academia Nacional de Medicina. Era tan buena persona y tan celoso profesional aquel médico que renunció a un lucrativo viaje a USA, al que fue invitado para impartir conferencias y recoger su premio, justificando su negativa en que debía seguir atendiendo a sus pacientes de Chiloeches, pueblo en el que ejerció la medicina durante casi medio siglo y que terminó otorgándole la Medalla al Mérito en el Trabajo.

               El o la Covid, que casi dos años después aún no se sabe si es chico o chica -o chique-, ahora transmutado en su variante ómicron, sigue haciendo enfermar a muchas personas, contagiando a muchas más, aunque llevando a la muerte a menos, sin duda por la eficacia de las vacunas, los avances en los tratamientos y los propios procesos de autodefensa que el cuerpo humano genera. Ya van seis olas y 11 variantes. Cuando a finales de verano y principios de otoño se doblegó la curva de la quinta ola, cantamos victoria y relajamos muchísimo las medidas preventivas de contagio que, en el tiempo en que más arreciaba el asunto, nos mantuvieron sanos o, cuando menos, vivos. Maximalistas como somos los españoles, pasamos de la noche al día, del invierno al verano, de la oscuridad a la luz y, a lomos de Herr Pfizer, Mr. Moderna, Mademoiselle Jansen y Lord AstraZeneca, cabalgamos hacia la república de la felicidad y el imperio de la “dolce vita”… Y, como suele ocurrir, el refranero volvió a tener razón: “Días de mucho, vísperas de poco”. Y aquí estamos otra vez, puestos contra la pared por ómicron, que es solo una letra y además griega, el país en el que nació la filosofía, uno de los tres puntos de apoyo de la cultura y la civilización occidental, junto con el derecho romano y la religión cristiana. Pero hoy, de Grecia –mejor dicho, a ella-, ya no vienen/llegan los Diálogos de Platón o la Metafísica de Aristóteles, sino miles de atribulados migrantes en botes y barcazas que huyen de la guerra de Siria y el horror talibán de Afganistán y que se mezclan con turistas millonarios en islas mediterráneas paradisiacas como Lesbos, Miconos o Samos. Lo de mezclarse es un decir.Hay muchos virus además del SARS Covid 19 en este mundo y a los del tipo del actual drama griego -que no es el único, ahí están las vallas de Ceuta y Melilla-, mucho me temo que en pocos laboratorios se está trabajando para atacarlos con vacunas verdaderamente eficaces. Así las cosas, Jesús va a nacer en Navidad con sus mensajes de verdadero amor, verdadera justicia y verdadera paz siendo más necesarios que nunca. Contra ómicron, Alfa y Omega, la primer y la última letra del alfabeto griego como significado del comienzo y el final de todas las cosas que es y representa Jesús.

               Termino ya esta entrada en tiempo de Navidad refiriéndome al montaje gráfico que acompaña el texto. Se trata de una garza real fotografiada por mi hace unos días junto al puente del Henares de Guadalajara, envuelta en la letra ómicron. Las garzas reales (Ardea cinerea) son aves que en el tramo medio del Henares, en temporada invernal, encuentran un hábitat adecuado para pasar esta fría estación. Que se aten las aletas pectorales con ellas los barbos, las carpas, las bogas y demás ciprínidos que ahora semi hibernan en el fondo del río, al igual que deben hacerlo las pocas truchas despistadas que aún boquean a medias aguas por este tramo del Henares, ya poco oxigenado para ellas. El largo y afilado pico de las garzas es una lanza tan hiriente para los peces como la de Longinos lo fue para el costado de Cristo en la cruz. Como muestra la imagen, a la garza del Henares le rodea ómicron, la letra que ha dado su nombre a la última variante de Covid, conformando ambas una alegoría gráfica del peligro latente que el ave representa para los peces, pese a parecer reposar tranquila sobre una roca, y el virus llamado ómicron para los hombres, a pesar de ser altamente infeccioso, pero cursar leve. Disfruten todo lo que puedan de la verdadera Navidad, pero con sentido común pues aún queda mucho abecedario griego para bautizar variantes hasta llegar a omega.

La boca cosida y la herida abierta

Cuando escribo esta entrada es 6 de diciembre de 2021. Hace, por tanto, 43 años que los españoles aprobaron, por abrumadora mayoría -un 91,81 por ciento de los votos-, la desde unos días después –cuando fue publicada en el BOE, el 29 de diciembre de 1978- y desde entonces vigente Constitución Española, no gratuitamente ni en vano llamada de “la concordia”. Se da la circunstancia de que hoy también se cumple una luctuosa efeméride en Guadalajara pues hace exactamente 85 años que unos milicianos descontrolados fusilaron sin pausa ni miramientos a 282 presos políticos y religiosos que estaban el 6 de diciembre de 1936 en la cárcel de la capital de la provincia, acusados de no ser afectos a la República. De aquella matanza –no cabe otro nombre para el suceso-, solo sobrevivió un preso, Higinio Busons, quien salvó la vida al esconderse en la leñera de la prisión cuando se inició la escabechina y quien unos años después escribiría un libro contando aquel terrible y dramático episodio que se tituló “Relato de un testigo”. En esas mismas fechas, en la cárcel de mujeres, fueron fusilados otros 20 presos en idénticas circunstancias a los de la prisión central.

               Durante la larga noche del franquismo, en Guadalajara, cada 6 de diciembre era un día de luto oficial y de recordatorio público de aquellas 300 personas que fueron vilmente asesinadas por unos milicianos ávidos de venganza que se maliciaron cuando, en la mañana de aquel infausto día de diciembre de 1936, la aviación llamada “nacional” bombardeó la ciudad, causando varias decenas de víctimas mortales en la zona norte –las fuentes más fiables hablan de alrededor de 40-, afectando especialmente al barrio de la Estación. Aquel bombardeo también provocó importantes destrozos materiales, entre ellos el incendio que asoló el palacio del Infantado. Los cadáveres de los presos masacrados fueron enterrados en varios lugares, algunos en las tapias del cementerio, pero la mayoría en un olivar situado a la derecha del inicio de la carretera de Chiloeches, donde al acabar la guerra se erigió un monolito. En los años sesenta, la mayor parte de los presos que allí yacían, sin poder ser identificados dado el estado que presentaban, fueron trasladados al cementerio de la capital, a un panteón/memorial conjunto llamado de los Caídos”, que preside un pebetero, hace ya muchos años sin llama, y un lema que dice: “Dios os tiene, España os guarda”.

Hace ya bastantes años que no hay recordatorio oficial ni público para estas 300 personas que fueron asesinadas por razones políticas. El luto y el memorial por ellos queda ahora ya solo para sus descendientes, y a título privado; para ellos, el 6 de diciembre es una fecha emborronada por aquel sombrío capítulo que pone el vello de punta solo rememorarlo. Como también lo pone, por supuesto, recordar a las cerca de 3000 personas que llegaron a estar confinadas y hacinadas, en abril del 39, en el llamado campo de concentración de “las Bernardas”, por no ser afectas al nuevo régimen franquista que acababa de “ganar” la guerra -pongo entre comillas lo de ganar porque ninguna guerra la gana nadie, menos aún una civil-. Según el Foro de la Memoria por Guadalajara, en la capital de la provincia, al acabar la contienda del 36, entre 1939 y 1944 –con especial saña en abril y mayo de 1940-, fueron fusilados alrededor de un millar de presos republicanos, entre ellos los exalcaldes Marcelino Martín, Facundo Abad y Antonio Cañadas, tras ser objeto de juicios sumarios por parte del gobierno franquista, acabando muchos de ellos baleados al amanecer en un paredón del camposanto de Guadalajara y después enterrados en el cementerio civil. Se da la circunstancia de que este espacio no se integró en el conjunto del cementerio municipal hasta finales de los años sesenta, cuando el entonces concejal del Ayuntamiento y que después llegó a ser alcalde, Francisco Borobia, aprovechó unas obras de reforma para ordenar el derribo de su deteriorado muro de separación, que jamás sería ya rehecho, a pesar de las fuertes presiones de algunos sectores que así lo demandaban. Como es sabido, el Ayuntamiento de Guadalajara, hace apenas unas semanas, ha erigido en el camposanto municipal un gran monumento/memorial a las víctimas del franquismo tras la Guerra Civil en el que puede leerse la inscripción “por la libertad, la justicia y la democracia”. En los años 80, siendo alcalde el socialista Javier Irízar, el Ayuntamiento ya había instalado un monumento a las “víctimas de la libertad” en la zona del antiguo cementerio civil integrada por Borobia en el desde entonces recinto único de la necrópolis arriácense.

Entiendo perfectamente los sentimientos de todas las personas que tienen familiares muertos en uno y otro caso –no quiero hablar de bandos, me niego- y soy sensible aún más con quienes ni siquiera saben dónde están enterrados o sus huesos están confundidos y mezclados con los de otros en una fosa común, pero con lo antes narrado, queda claro que los muertos de manera violenta fuera del campo de batalla son homenajeados u olvidados oficialmente dependiendo de la legalidad de turno. Es decir, son muertos bien muertos para unos y vilmente asesinados para otros. Las balas de los pelotones de fusilamiento que cayeron sobre sus pechos, en unos casos era el peso de la justicia –más bien venganza-, y en otros, plomo que cargó sus alas, lastrando su libertad al cercenar sus vidas. “Cualquiera, sirve cualquiera para enterrar a los muertos, menos un sepulturero”, decía León Felipe.

En este 6 de diciembre, 85 años después de la matanza de la cárcel de Guadalajara y en el que hace 43 que se aprobó la actual Constitución Española, apelo a ella y a la lección de concordia y reconciliación que supuso y que nos ha aportado el período de mayor libertad, progreso, bienestar y derechos sociales de la historia de España. Para quienes no estén de acuerdo en parte o en todo con esta Constitución, algo perfectamente legítimo, ella misma en su título X marca la senda de su reforma, eso sí, exigiendo un amplio consenso y una mayoría reforzada porque lo que tanto costó conseguir, no se puede permitir derribar por intereses minoritarios y coyunturales de bandería.

Busto de Buero Vallejo en el paseo de Las Cruces

Acabo ya refiriéndome y citando a Buero Vallejo, cuyo busto del paseo de la Cruces con mascarilla acompaña estas líneas y que me sirve como alegoría para alertar de los muchos virus en forma de radicalidad, intolerancia y sectarismo de los que debe protegerse la sociedad actual, sacando así partido al mal gusto de quien pusiera al escritor ese cambuj. Buero fue un hombre que vivió y murió siendo inequívocamente de izquierdas, que estuvo condenado a muerte y sufrió cautiverio durante siete años tras la Guerra Civil, pero que perdió a su padre en Paracuellos tras una “saca” de milicianos de la cárcel/checa de la calle Porlier, donde estaba preso, justo al lado de la casa familiar. Su propia sobrina, Chari, decía a este respecto que “a los Buero nos dieron por todos lados”, algo que fue común a no pocas familias españolas, tanto en la guerra como después de ella. El dramaturgo alcarreño siempre apeló a la necesidad y conveniencia de la reconciliación nacional que devino con la Transición y tomó carta de naturaleza jurídica y política con la Constitución de 1978.  Acabo ya con unos versos que Buero –sí, también fue poeta, aunque a tiempo parcial-, dedicó al presidente chileno Salvador Allende tras ser éste derrocado y asesinado, y que bien pueden servir de epitafio para todo muerto de manera violenta por sus ideas:

Fue condenado antaño

un español cualquiera: miles de ellos.

Hoy el mismo verdugo te desangra

y ha cosido tu boca.

El país de la palabra

               Las circunstancias -un eufemismo tras el que se esconde la nefanda pandemia que no se va ni a escobazos en forma de vacunas- han propiciado que en apenas cuatro meses hayan visto la luz dos libros de los que soy autor –“Suite Comillas” y “Tiempo de Pasión”- y otro en el que he aportado un capítulo -“Serranías de Guadalajara: despoblados, expropiados, abandonados”-, el dedicado a La Vihuela, del total de veinte de que consta la obra. Para los próximos meses está en proyecto ya muy avanzado la edición de un nuevo libro, mi segundo poemario, esta vez dedicado a Guadalajara, como no podía -ni debía- ser de otra manera tras el de Comillas. No soy más rápido escribiendo que Lucky Luke sacando su pistola -ya saben, siempre gana sus duelos a su propia sombra-, lo que ha sucedido para que en tan poco espacio de tiempo vayan a editarse cuatro libros con mi firma es que están escritos en los dos últimos años, pero el funesto Covid ha aconsejado posponer su salida editorial por razones obvias. Del libro de los despoblados ya les hablé en su día, cuando vio la luz al inicio del verano y no voy a volver sobre él, salvo para decir que la Asociación Serranía de Guadalajara, su editora, lo está moviendo muy bien, presentándolo en cuantos sitios surge la ocasión y posibilitando con ello que haya sido necesario ampliar la tirada inicial. Buenas noticias que un libro tan pegado a la tierra, al tiempo que cargado de mucho humanismo, como es el de los despoblados serranos del siglo XX, esté teniendo tan exitoso recorrido.

Portadas de Suite Comillas y Tiempo de Pasión

 De “Suite Comillas” les adelanté ya algo en este mismo blog el verano de 2020, pero no he comentado nada de él con motivo de su presentación, hace ahora un mes. Aprovecho esta inmersión editorial en la que ha devenido el post de hoy para decir que estoy muy satisfecho de la acogida que ha tenido este mi primer poemario, hasta el punto de que se ha agotado su primera edición. Bien es cierto que se hizo deliberadamente corta por elemental prudencia pues ni yo soy poeta, ni la poesía está de moda, ni Comillas dice mucho por aquí, aunque nos diga muchísimo a mí y a quienes disfrutamos periódicamente de ese maravilloso enclave montañés a orillas del Cantábrico. Y a los miles de visitantes que cada año pasan por este extraordinario lugar en el que la historia, el arte -especialmente el modernismo-, el paisaje y la naturaleza alcanzan niveles excelsos y son todo un regalo para los sentidos. Tanto es capaz de inspirar Comillas que hasta a un no-poeta como yo es propicio a arrancarle un poemario que ha agotado edición y que ha merecido elogios de personas a las que respeto, aprecio y admiro al mismo tiempo, como Antonio Herrera Casado, a quien agradezco sumamente estas cálidas palabras de crítica a la obra: “(…) su texto, de perfecta elaboración, nítido y descriptivo, hondo y revelador, nos sume en el ambiente que quiere describirnos. Y no lo hace con métrica, sino con una prosa equilibrada, en la que cada palabra está elegida a propósito, en una suma perfecta de conceptos y descripciones” yDa gusto tener libros como esta “Suite Comillas” entre las manos, porque evidencian que la satisfacción de leer va pareja con la del tocar, la del oler, la del ver unas hojas danzarinas en las que se ocultan, y al fin salen a luz, las palabras medidas. Es este un libro que te reconcilia con la lectura, con la visualidad, y el arte de los libros”. Esta crítica a “Suite Comillas” y otras referidas a muchos otros libros puede ser leída en el blog que Herrera Casado dedica en Internet a las novedades editoriales vinculadas a Guadalajara por temática o autoría y al que se puede acceder a través de esta dirección: http://www.herreracasado.com/libros/. Si la labor de Herrera como Cronista Oficial de la provincia desde hace ya 50 años es ingente e impagable, la que está haciendo en Aache desde 1988 como editor, divulgador y crítico literario con obra de raíces guadalajareñas es merecedora de un aplauso interminable, como la historia de Michael Ende. Que nadie vea en estos merecidos elogios a Antonio un “quid pro quo” de agradecida compensación por su favorable crítica a mi primer poemario; es una cuestión de mera justicia que siempre que tengo ocasión procuro reconocer públicamente porque de desagradecidos -y de envidiosos- está el mundo lleno hasta los bordes, como de cosas pequeñas de las que disfrutar, según decía el autor del delicioso “Principito”, Antoine de Saint Exupéry. Llegados a este punto, también quiero agradecer al enorme poeta gaditano, aunque afincado en Madrid, Antonio HernándezPremio Nacional de Poesía en 2014 por su extraordinario poemario “Nueva York antes de muerto”-, sus amables palabras para mi “Suite Comillas” que recientemente me ha hecho llegar por carta y ha autorizado a divulgar: “Admirado (Ya) Jesús Orea Sánchez: recibo tu Suite Comillas y rememoro ´Mi Santander, mi cuna, mi palabra´ del maestro Gerardo. Enhorabuena. Y como te veo tan montañés adoptivo del corazón te reservo mi “estudio” sobre Pepe Hierro con motivo de su “presencia” en Belgrado, donde fui su embajador, a petición de su familia”. Precisamente, hay una trilogía sobre Nueva York en la poesía española de nivel sublime: “Poeta en Nueva York” (Federico García Lorca, 1929-1930), “Cuaderno de Nueva York” (José Hierro, 1998) y “Nueva York antes de muerto” (Antonio Hernández, 2013), el libro apenas iniciado e inacabado por Luis Rosales y del que tomó inspiración y titulo su alumno, Antonio Hernández. ¿Qué tendrá ese apellido que, al inscribir con él a un neonato en el Registro Civil, el sistema por defecto ya le adjudica la profesión de Poeta? así, con mayúscula. Es un decir, claro. Mucho decir.

Y termino ya con mi último libro: “Tiempo de Pasión”, presentado públicamente el pasado día 20 en el monumental marco de la iglesia de Santiago y que es una aproximación a la historia de la Cofradía de la Pasión en el LXXV aniversario de su fundación. La obra me la encargó la junta de gobierno de la hermandad, a la que por raíces familiares estoy vinculado desde el mismo momento de su fundación, y he disfrutado enormemente, primero documentándome, y después escribiéndola. Confieso que escribir es mi pasión y que ha sido apasionante escribir este libro porque me ha permitido conocer los entresijos de una hermandad con mucha historia e intrahistoria, al tiempo que profundizar en el conocimiento de la Semana Santa de Guadalajara desde los tiempos de la posguerra civil hasta estos del coronavirus que no cesan, como el rayo del poemario de Miguel Hernández. Siempre Hernández. Fue con este entrañable compañero de celda de mi admirado primo, Antonio Buero Vallejo -poeta y dramaturgo coincidieron en 1940 en la prisión de la madrileña calle de Conde de Toreno-, con quien me desteté como lector de poesía con apenas 14 años de edad. Iniciarse en poesía como lo hice yo con “El rayo que no cesa” es como comenzar una carrera con una asignatura de último curso. Esa teórica carrera, obviamente, no la terminé, pero sí aprendí que solo se hacía camino al andar ¿Verdad, don Antonio? Machado/Hernández. Puede responder quien quiera de los dos, el sevillano a quien en Colliurele cubre el polvo de un país vecino” o el gaditano de Arcos de la Frontera que vive en Madrid, pues ni la muerte separa a los grandes poetas y su voz perdura eternamente en ese país de la palabra que es la poesía.

La «Ruta 66″ de Santiago Barra»

Santiago Barra Toquero, director editorial y co-propietario de Guadalajara Diario, pero sobre todo Periodista con mayúscula, se acaba de jubilar a los 66 años de edad. Los periodistas de verdad como él no se jubilan nunca, simplemente dan un paso al lado y dejan hacer a otros, si bien mantienen la curiosidad en alerta y la pluma cargada de tinta. La curiosidad, que mató al gato según el dicho, es la que da vida a los periodistas: noticia es una voz castellana que deviene del latín “notitia”, que significa algo nuevo que se da a conocer con notoriedad, y “news”, la voz inglesa que igualmente significa noticia, es sinónimo de nuevo o novedad. La curiosidad por lo nuevo y notorio, por saber el qué, quién, cuándo, dónde y por qué se ha producido algo -las famosas cinco “w del abc periodístico, por empezar con esta letra en inglés estas cinco preguntas-, está en el ADN del periodista más “pinchurro”, que es como nos llamaban a los novatos en los tiempos en que yo empecé a destetarme en el periodismo. Imagino que esta palabreja que ni está en el diccionario de la RAE es una deformación de “pichurro”, la única palabra parecida que he encontrado en un diccionario panhispánico abierto, habitual en Colombia y Venezuela, y que significa “que no llena las expectativas que se tenían del objeto o persona de la que se habla”. Santi no fue ni “pinchurro” ni “pichurro” nunca porque desde muy joven dio muestra inequívoca de tratarse de un periodista de fino olfato para captar la noticia y de buena mano para tratarla y redactarla. No tardando mucho, también evidenciaría absoluta solvencia en el tercer punto de apoyo de la praxis periodística que es saber analizar y comentar la noticia, tanto en fondo como en forma.

Santiago Barra junto a Salvador Toquero, Leopoldo Torres (entonces diputado del PSOE por Guadalajara y vicepresidente 1º del Congreso) y Josepe Suarez de Puga, presidente de la Casa de Guadalajara en Madrid, durante la presentación en ésta del libro coescrito por Toquero y Barra titulado “Buscando a Cela en la Alcarria”. Abril de 1983. Foto: LUIS BARRA.

                Si he sabido utilizar bien el útil buscador virtual de prensa histórica del Ministerio de Cultura, fue a principios de 1972 cuando Santiago Barra se incorporó al cuadro de redacción de “Flores y Abejas”, con poco más de 15 años de edad. Su primera entrega firmada -como Santiago Barra (junior), al llamarse igual que su padre- fue una crónica de deportes, concretamente un partido de fútbol entre el Deportivo Guadalajara y el Acueducto segoviano. Casi todos los que comenzamos de meritorios en el viejo, querido y recordado “Flores” debutábamos con crónicas deportivas. Yo lo hice, seis años después que él, con una del Hogar Alcarreño. El maestro de ambos y de muchos más –Félix Torcal, Ángel Asensio, Fernando Chápuli, Luis Barra,…- fue Salvador Toquero, tío de Santi y director del semanario alcarreño que en 1958 retomó el camino en su segunda etapa, tras cerrar su primera de forma traumática al inicio de la Guerra Civil, 42 años después de su fundación, datada en 1894. Salva, además de ser una persona de excepcionales valores, era el mejor periodista de Guadalajara de su generación, no solo porque escribía como los ángeles, sino porque manejaba muy bien las fuentes de información y, aunque acomodado ideológicamente en el régimen franquista, era muy tolerante y rabiosamente independiente. Con un maestro de tal categoría, lo difícil era no aprender, pero Santi siempre destacó como alumno aventajado, fue su mano derecha y se ganó con creces ocupar el puesto de redactor jefe del periódico para ser después su director cuando Salva dio un paso al lado y él lo debió dar al frente. Bajo la dirección de Barra, el viejo semanario con tan romántica y decimonónica cabecera pasó a llamase “El Decano de Guadalajara”, primero impulsando la modernización de su tecnología de redacción y edición y, después, reconvirtiendo su formato y contenido en revista hasta su triste desaparición en 2011. Corrían entonces -y siguen corriendo- muy malos tiempos para la prensa provincial independiente. Así las cosas, a la desaparecida edición en papel de El Decano solo le sobrevivió su versión digital, también desaparecida no mucho tiempo después. Pero el espíritu inquieto de Santiago y su inquebrantable vocación periodística le llevaron a crear en 2013 Guadalajara Diario, iniciando el nuevo camino y después recorriéndolo durante 8 años y hasta hoy con su primo, Rafael Fernández Barra, un publicitario/comercial con amplio bagaje y muy cuajado, al tiempo que un gran comunicador en ciernes. Para quienes no lo sepan o finjan no saberlo, Santiago Barra no solo ha sido periodista que ha tocado un palo y conocido una empresa periodística, con sus precuelas y sus secuelas, Santi -como consta en su sucinta biografía de los blogs de GD en los que ambos, junto a Juan Pablo Mañueco, compartimos pasión por el periodismo y Guadalajara- ha trabajado en todos los soportes periodísticos: Fue corresponsal de Televisión Española, El País, Radio Nacional de España, Europa Press y diario As y hasta fundó y dirigió Canal 19 Televisión Guadalajara, de solvente pero efímera existencia condicionada por el temprano desinterés del socio mayoritario en seguir invirtiendo en comunicación. Ésta, ciertamente, no es un negocio con los parámetros actuales. Y un dato muy importante y que corona su CV profesional: Santiago fue uno de los principales impulsores de la creación de la Asociación de la Prensa de Guadalajara.

                Con 66 años recién cumplidos, en su particular “Ruta 66” -si la de USA lleva del este al oeste y es símbolo de libertad y esperanza, en este caso será un camino que le lleve del trabajo al ocio activo-, en el mismo momento de su jubilación quiero agradecer públicamente a Santiago Barra que, junto a Salva Toquero, fueran mis tutores y mentores, mi hermano mayor y padre periodísticos respectivamente, al tiempo que impagables maestros en el oficio de plumilla. Aprendí más con ellos en la vieja redacción abuhardillada de la calle Francisco Cuesta y en el cuartucho donde hacíamos el cierre de “Flores y Abejas”, en la imprenta De Mingo, que las horas que pasé en esa brutalista mole de hormigón que es la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, donde me cansé y aburrí al 50 por ciento hasta rendirme.

                Termino ya diciendo que Santiago Barra es uno de los grandes periodistas que ha dado Guadalajara a caballo entre los siglos XX y XXI y tiene el mérito de haber sido uno de los primeros profesionales de la provincia que consiguió vivir del periodismo dignamente, aunque de manera bastante menos holgada que si hubiera ejercido la carrera de magisterio, que es la que estudió, pero nunca ejerció. El periodismo es lo que tiene, que es muy vocacional, pero del que solo viven muy bien unos cuantos elegidos, más bien afortunados. Aún recuerdo un chiste que el genial Forges regaló a los estudiantes de la IX promoción de la Facultad de Periodismo de la UCM para que lo vendieran como pegatina con la que recaudar fondos para el viaje de fin de curso: se veía al inefable Mariano, sin su ínclita Concha, al lado de un cartel que decía “Facultad de Parodismo”…

                Gracias Santi, por todo lo que has hecho -y vas a seguir haciendo, seguro que sí- por el periodismo y por Guadalajara, y, de manera muy sincera y personal, te agradezco lo mucho que me has enseñado, la confianza y el afecto que siempre depositaste en mi y, especialmente, tu limpia amistad. Seguimos andando el camino juntos con el alma blanca y el corazón carmesí.

Gracias a la vida

               Uno de estos días cumpliré (o habré cumplido, depende de cuando se lea este post) 60 años de edad. Afronto este cumpleaños con una sensación de cierto vértigo pues es seguro que ya he vivido bastante más de lo que me queda por vivir, la juventud es un recuerdo cada vez más lejano, incluso a veces borroso, y ya estoy en el atardecer de la madurez. No tardarán, por tanto, en salir los primeros soles de mi vejez, aunque me resistiré a ello todo lo que pueda, no porque esta edad no tenga sus afanes, que los tiene como todas las edades, sino porque me da mucha pereza llegar a ella cuando bien se que aún me quedan no pocas cosas para terminar de madurar. Envejecer antes de tiempo es tan malo como no terminar de madurar y ya ser viejo. Veremos en que tesitura me sitúa a partir de ahora la vida porque desde muy joven parecí ser mayor, probablemente porque siempre procuré juntarme con personas de más edad, atraído por su experiencia y sabiduría, que yo convertí en referentes y liderazgos. También me ayudó a parecer mayor, aún sin proponérmelo, el hecho de ser el hermano pequeño en mi familia pues, aún a veces sin yo quererlo, la vida de mis dos hermanos mayores la asumí como propia, acelerando mi reloj y adelantando mi calendario.             

Amanecer en octubre en Guadalajara

               No es mi intención hacer un impúdico “strip tease” emocional con motivo de mi 60 cumpleaños para lamerme en público la herida de llegar a una edad ya de flores caducas, aunque de ellas están hechas las guirnaldas, como defendía Góngora la senectud con uñas y dientes culteranos en su romance “Que se nos va la pascua, mozas”. Cumplir sesenta años no es una cuestión baladí, primero por haber llegado a ellos y segundo por hacerlo con una salud razonable como para afrontar con esperanza y sueños la nueva década vital que me abren. Lo de la salud lo digo con mucho recelo porque bien cerca he tenido, no uno, sino varios ejemplos de personas muy cercanas y queridas a las que la vida les ha partido como si fuera un rayo, de manera fulminante, inopinada e inesperada. Jamás divisaron la puerta de sus vidas que la guadaña iba a abrir de sopetón, pero llegó la parca antes de que les diera tiempo a empujar su barca, no en un levante otoñal, como en el precioso “Mediterráneo” de Serrat, sino ya en un poniente que devino en ocaso.

Cada año que se cumple es tiempo de punto y seguido; cuando se es muy joven, incluso basta con una coma o, a lo más, con punto y coma para proseguir viviendo sin mayor reflexión ni miramientos tras cada día de aniversario. En cambio, cumplir 60 entiendo que es ya cosa seria, tan seria como para, al menos, abrir un punto y aparte existencial que me permita reflexionar, hacer balance e inventario, para, eso sí, no quedarme solo ahí, sino relanzarme, coger impulso y, si hiciera falta, hasta reinventarme. 60 años pueden ser mucho o nada, como los 20 del tango de Carlos Gardel, porque la vida, más que cronología, es filosofía, a veces con letras y otras solo con música. Y de todas las definiciones de filosofía, me quedo con la cuarta y quinta entrada que de esta palabra se hace en el diccionario de la RAE: “Serenidad para soportar los contratiempos” y “Sistema particular de entender la vida y todo lo relativo a ella”. Esto que acabo de decir es un epígono de la recurrente cita de Ortega y Gasset en la que afirma que “el hombre, más que biología, es biografía”. ¡Qué gran verdad!

En estas sesudas reflexiones ando estos días, cuando me da la vida para ello porque últimamente, entre mi tarea profesional y mi vocación periodística y literaria -acabo de presentar mi primer poemario, he terminado ya de escribir el segundo y dentro de un mes presento un nuevo libro, “Tiempo de Pasión”, del que pronto daré noticias-, ando más liado que un gato con un menudo o que la pata de un romano, por recurrir a dos citas populares de primer escalón. Es evidente que, aunque los 60 años por cumplir o ya cumplidos me inviten a hacer un punto y aparte en mi vida, yo quiero seguir agarrándola por las orejas y tirar de ella como de un burro lo hace el ronzal, concediéndole, a lo más, un punto y seguido.

Decía antes que cumplir 60 años invita a hacer balance al llegar a ellos. En uno de urgencia y aproximación, he decidido titular esta entrada “Gracias a la vida”, como la preciosa canción de Violeta Parra, versionada por otras grandes cantautoras, como Mercedes Sosa o Joan Baez. Sí, gracias a la vida que me ha dado (y quitado) tanto. Ciertamente, me ha dado infinidad de personas y cosas por lo que debo estar agradecido: familia y amigos, sobremanera, pero también me ha quitado o dañado gravemente a personas de forma desgarradora, que es infinitamente peor que perder cosas. Personas que se me han ido mucho antes de tiempo -a los 37 años mi hermano mayor, Alfonso, y a los 61 mi segundo hermano, Carlos-, quedándome en una dolorosa orfandad, solo aliviada por la hermandad con Javier Borobia, no de sangre, pero sí de todo lo demás, que cultivé y guardo con celo. Alfonso y Carlos fueron mis referentes, uno con su rebeldía y su bohemia elegante, y otro con su talento y su talante. Muertos biológicamente los dos, me quedan sus ejemplos y sus recuerdos; sus biografías y nuestros afectos mutuos quedan a mi calor y cuidado. Con Javier, aún me restan el ejemplo de su tenaz resistencia ante las dificultades con la que ha decidido sobrevivir, además de la inteligencia y la bondad con las que hizo el camino mientras la vida se lo permitió. En todo caso, mis tres hermanos viven y vivirán en mi corazón y no habrá guadaña capaz de arrebatármelos del todo.

60 años después de aquel día en que me parió mi madre -una grandísima mujer llena de sencillez-, aquí estoy, en el camino, junto a mi mujer, Isabel -los ojos y la sonrisa que me cautivaron-, mis hijas, María -con su bonita cara que al nacer se me antojó un pedazo de la luna- y Ana -con su infantil madurez y alegre sonrisa-, y Darío -mi nieto con nombre de poeta, mi precioso niño de naranja y de miel-. Gracias a la vida, sí, a pesar de los pesares.                        

Senderos de salud, fuerza y belleza

               El senderismo es una actividad que va a más, como es fácilmente constatable dándose una vuelta virtual por internet, donde se ofrecen un sinfín de opciones de pequeños, medianos y grandes recorridos senderistas, o, sobre todo, saliendo al campo cualquier fin de semana pues es casi imposible no encontrarse con caminantes haciendo camino al andar -como versó Antonio Machado-, a poco que el sendero discurra por parajes de reconocible interés natural, cultural y paisajístico. Guadalajara es una provincia que, por su variada y singular geografía, destacando entre ella su notable orografía y sus abundantes cuencas y recursos fluviales y lacustres -tanto naturales como artificiales-, es punto de destino frecuente de actividades senderistas.  Se cuentan por millares las opciones de pequeños recorridos que la provincia ofrece para los senderistas, pero destacan especialmente en ella cinco senderos de gran recorrido -de más de 50 kilómetros de longitud-, especialmente el GR-10 -que une el Mediterráneo con el Atlántico- y que entra en la provincia por Peralejos de las Truchas, procedente de la de Teruel, y sale de ella a tierras ya de la comunidad de Madrid por el Pontón de la Oliva, después de recorrer Guadalajara en diagonal, desde el sureste hacia el noroeste. Otros senderos de largo recorrido que discurren por la provincia son el GR-160 -Camino del Cid-, el GR-60 –Arquitectura Negra-, el GR-66 -Camino de la Hermandad, que cruza el señorío de Molina de Norte a Sur y pasa a Cuenca por el Alto Tajo- y la Ruta de la Lana-Camino de Santiago, que se inicia en Alicante y concluye en Burgos, entrando en Guadalajara desde Cuenca por Salmerón y saliendo a Soria por Miedes de Atienza.

Caminos junto a un sabinar en Otilla, en el Señorío de Molina.

               Como ya hemos dicho, el senderismo es una actividad que cada vez tiene más seguidores pues se trata de una opción muy saludable de práctica de ocio activo, al tiempo que reconfortante para los sentidos pues todos ellos se avivan al caminar por senderos previamente seleccionados y marcados por su valor natural, interés cultural y belleza paisajística. Las sociedades y costumbres cada vez más urbanitas que nos venimos dando desde hace ya décadas, encuentran en el senderismo una extraordinaria vía de escape y compensación al sedentarismo. Practicando el senderismo se compra salud pagándose el precio justo del ejercicio físico. Hay bastante de hedonismo en los senderistas pues caminar mucho y de manera frecuente por gusto es puro placer y, además, adictivo.

               Son numerosos los grupos y colectivos de la provincia que promueven actividades senderistas de manera periódica. El más veterano de ellos es el Club Alcarreño de Montaña, fundado en 1970 por ese gran montañero, poeta, colaborador de prensa y pionero de la promoción turística provincial que fue Jesús García Perdices, cuyas cenizas están repartidas entre su pueblo, Huérmeces del Cerro, y el collado del Ocejón, precisamente llamado “Perdices” en su honor. Fue exactamente el 1 de septiembre de 1970 cuando García Perdices y un grupo de animosos montañeros de la Guadalajara de aquella hora tardo-franquista celebraron la reunión fundacional del CAM. En esa fecha se constituyó la junta directiva provisional que se encargó de dar los primeros pasos del club y, especialmente, redactar, aprobar los estatutos y presentarlos a la Federación Castellana de Montañismo -¡qué bien me suena Castilla sin apellidos!-. Como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos, el CAM nació tutelado por la entonces llamada Delegación Nacional de Deportes que, no obstante, ante el proyecto políticamente neutro que se proponían sus fundadores y los saludables y deportistas fines que perseguían, lejos de ser un obstáculo, dio todo tipo de facilidades. A ello contribuyó, sin duda, la inteligencia y mesura del entonces secretario de la Junta Provincial de Educación Física y Deportes, Amador Rodríguez Ayuso.

               La presentación pública del CAM tuvo lugar el 26 de octubre de 1970 y la protagonizó César Pérez de Tudela, un famoso montañero que ganó un concurso muy popular de TVE, titulado “Las diez de últimas”, y que contribuyó de manera notable a divulgar la actividad montañista en España. Pérez de Tudela dio una charla muy amena -ahí estaba yo para dar fe de ello, con apenas 9 años de edad- complementada por diapositivas tomadas en algunas de las más grandes cumbres nacionales e internacionales que él había hollado. Sin duda, fue todo un espaldarazo para el inicio de la actividad del club, cuya primera salida se produjo un mes de después, concretamente el 22 de noviembre, teniendo por destino Sacecorbo, Ocentejo y La Riba de Saelices. La espeleología, una de las tres secciones en las que se estructuró el club al nacer junto con el montañismo y las marchas y acampadas, tuvo mucho protagonismo en aquella primera actividad de campo del CAM. La jornada se inició con una visita a la Sima de las Majadillas (Sacecorbo), donde la Federación Madrileña de Espeleología estaba llevando a cabo un cursillo, y concluyó con otra a la Cueva de los Casares (La Riba), tras almorzar en Ocentejo. Ese día se anduvo poco, haciéndose gran parte de los desplazamientos en autobús, al precio de 50 pesetas (0,30 euros al cambio de hoy). El CAM también colaboró en aquellos sus pioneros tiempos con el grupo espeleológico de la Escuela de Ingenieros de Minas, de Madrid, en los trabajos de reconocimiento, datación y elaboración de mapas y planos que llevaron a cabo en la espectacular Cueva del Tornero (Checa), con sus casi diez kilómetros de desarrollo horizontal y sus 300 metros de desnivel en vertical sobre un espectacular cañón del Hoz Seca.

               Termino ya volviendo a referirme al fundador del CAM, Jesús García Perdices, quien, para animar a la gente a apuntarse al club, resumió con estas cuatro palabras lo que a su juicio aportaba la actividad montañista: “salud, fuerza, belleza y alegría de vivir”. Aquella semilla plantada hace 50 años por él y otros animosos montañeros alcarreños -pongámosles nombres: Juan José Fernández Codonal, Amador Rodríguez Bailón, Pilar Martín Blanquer, Andrés Carnicero Cañadas, José Luis García Romo y Mariano Remartínez, componentes de la junta directiva provisional fundacional-, sigue germinando y dando frutos. Y gracias a ello y a ellos y a quienes les acompañaron y siguieron, hay caminos en Guadalajara porque, siguiendo la lógica poética de Machado, estos solo son las huellas de los caminantes. Y nada más.

El sol baila la yenka con San Miguel

Septiembre se despide con el renombrado Veranillo de San Miguel que viene a ser un breve período en el que el tiempo se quiere aferrar al verano de soles fogosos, entre paisajes de blancos y azules, antes de imbuirse de lleno en el otoño de soles tenues, con geografías en verdes, marrones y amarillos. A menos calor, más color, hasta que al final del otoño llegue una nueva ecuación meteorológica en la que el blanco casi infinito de hielos y nieves sea la incógnita que se despeje. Será ya invierno entonces, aunque parezca que lo empieza a ser desde que los días acortan y las noches ensanchan de forma notoria, algo que sucede a partir del equinoccio de otoño.

Colorista y espectacular imagen del Hayedo de Tejera Negra en otoño. Foto Nacho Abascal («Guadalajareando»)

Escribió Herman Hesse que “La mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que lo mira”. Así es, ciertamente. El paisaje está ahí para todos igual, pero cada uno lo vemos o lo miramos de manera distinta. Ver y mirar parecen lo mismo, pero no lo es. Ver es encontrarse visualmente con las cosas sin focalizarlas, mientras que mirar es buscarlas adrede y poner el foco y la atención en ellas. Todo lo que se mira, se ve, pero no todo lo que se ve se mira. El otoño que acaba de comenzar y que en sus primeras semanas nos regala una especie de primavera madura, es un buen momento para mirar los paisajes de las guadalajaras -así, muy en plural- y no solo verlos. En Molina, junto a los verdes eternos de los pinares y los sabinares, se nos ofrecen los marrones y amarillos de las hojas de álamos, fresnos y alisos en las riberas, aferradas a sus ramas hasta que el viento y la lluvia les haga caer y alfombrar los sotobosques. En la paleta de colores del paisaje molinés, siempre el escarlata de su característica piedra de rodeno, la tierra color carne frente a la tierra color tierra de la Alcarria, como la bautizó Cela a su paso por Taracena cuando llamó su atención el contundente panorama de la Peña Hueva y el Pico del Águila, dos montañas alcarreñas de manual. En la Campiña del Henares -que también lo es del Jarama y del Sorbe medios, y aún del Torote-, la comarca menor en extensión de las cuatro que conforman las guadalajaras, los sotos fluviales en la otoñada son también sinfonías de verdes y amarillos, contrabandeadas por el azul de los ríos y el verde de prados y campos de labor ya en nuevo ciclo. En las Serranías de Guadalajara, a sus arquitecturas negras de pizarra, y rojas y doradas de cuarcitas, en el primer otoño se le suman todas las gamas y matices posibles de colores porque es tiempo de frutos y flores cuando aún están vestidos los bosques caducifolios y los de hoja perenne todavía no tiritan. ¿Quién dijo que nuestras sierras son negras y oscuras? Sin duda, alguien que pudo verlas, pero no mirarlas, y que, siguiendo la reflexión de Hesse, si las miró fue con gafas de sol puestas, a través de las que no caben ni el color ni los brillos.

El sol anaranjado y tenue del Veranillo de San Miguel nos adentra ya en el otoño, pero girando la vista atrás hacia ese estío que ya es solo recuerdo en nuestras retinas, pese a que ocupe algunos megas virtuales en las galerías fotográficas de nuestros teléfonos móviles. Los equipos telefónicos portátiles de hoy, que además de para muchas cosas también sirven para hablar, son nuestras memorias externas, aunque las de verdad y que no solo nos hacen recordar, sino también sentir, son las que aloja nuestro cerebro. No hay nada más inútil que guardar una imagen que no se va a volver a ver o que, a lo más, se le va a echar un vistazo fugaz a la velocidad que un dedo se desliza por una pantalla de cristal líquido, solidificada con plástico, vidrio y otros materiales. Creemos que una fotografía rápida de móvil atrapa el tiempo y lo que capta, pero lo que las más de las veces hace es distraernos de lo que estamos viendo en ese momento. O sea, nos conformamos con poder ver en diferido cuantas veces queramos algo que no estamos mirando -y disfrutando- con atención y detalle cuando lo fotografiamos. Así no hay forma de captar la belleza subjetiva del paisaje, que es el cincuenta por ciento del total de su belleza si seguimos la reflexión de Hesse.

                Guadalajara no es una, son muchas. La Guadalajara castellana no es llana, aunque la mejicana sí lo sea y cuando estamos lejos y decimos de donde somos nos lo canten en ranchera de forma tan recurrente como errática. Guadalajara no es gris ni monocorde, como un paisaje velado; bien al contrario, es un arco-iris de tierras, incluso sin que llueva y salga el sol a la vez. Y eso que aquí suele llover poco, pero nunca falta el sol. Los colores más vivos son, precisamente, los que se abren paso entre el secano. Los olores, también, de ahí que esta sea la tierra que mejor huele del mundo, incluso cuando se está constipado, algo propio de este tiempo en el que el sol baila la yenka con San Miguel. No se pierdan ni un segundo del otoño de las guadalajaras, es el tiempo que mejor le sienta a esta tierra, pero que se escapa tan pronto que hay años que pasamos directamente del verano al invierno, que es tanto como eliminar la escala de grises entre el blanco y el negro. Maximalismo mesetario que dirían algunos.

Soplar y absorber a la vez

               Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

               Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

               Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

               Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

               En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.                 En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

                En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

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