La «Ruta 66″ de Santiago Barra»

Santiago Barra Toquero, director editorial y co-propietario de Guadalajara Diario, pero sobre todo Periodista con mayúscula, se acaba de jubilar a los 66 años de edad. Los periodistas de verdad como él no se jubilan nunca, simplemente dan un paso al lado y dejan hacer a otros, si bien mantienen la curiosidad en alerta y la pluma cargada de tinta. La curiosidad, que mató al gato según el dicho, es la que da vida a los periodistas: noticia es una voz castellana que deviene del latín “notitia”, que significa algo nuevo que se da a conocer con notoriedad, y “news”, la voz inglesa que igualmente significa noticia, es sinónimo de nuevo o novedad. La curiosidad por lo nuevo y notorio, por saber el qué, quién, cuándo, dónde y por qué se ha producido algo -las famosas cinco “w del abc periodístico, por empezar con esta letra en inglés estas cinco preguntas-, está en el ADN del periodista más “pinchurro”, que es como nos llamaban a los novatos en los tiempos en que yo empecé a destetarme en el periodismo. Imagino que esta palabreja que ni está en el diccionario de la RAE es una deformación de “pichurro”, la única palabra parecida que he encontrado en un diccionario panhispánico abierto, habitual en Colombia y Venezuela, y que significa “que no llena las expectativas que se tenían del objeto o persona de la que se habla”. Santi no fue ni “pinchurro” ni “pichurro” nunca porque desde muy joven dio muestra inequívoca de tratarse de un periodista de fino olfato para captar la noticia y de buena mano para tratarla y redactarla. No tardando mucho, también evidenciaría absoluta solvencia en el tercer punto de apoyo de la praxis periodística que es saber analizar y comentar la noticia, tanto en fondo como en forma.

Santiago Barra junto a Salvador Toquero, Leopoldo Torres (entonces diputado del PSOE por Guadalajara y vicepresidente 1º del Congreso) y Josepe Suarez de Puga, presidente de la Casa de Guadalajara en Madrid, durante la presentación en ésta del libro coescrito por Toquero y Barra titulado “Buscando a Cela en la Alcarria”. Abril de 1983. Foto: LUIS BARRA.

                Si he sabido utilizar bien el útil buscador virtual de prensa histórica del Ministerio de Cultura, fue a principios de 1972 cuando Santiago Barra se incorporó al cuadro de redacción de “Flores y Abejas”, con poco más de 15 años de edad. Su primera entrega firmada -como Santiago Barra (junior), al llamarse igual que su padre- fue una crónica de deportes, concretamente un partido de fútbol entre el Deportivo Guadalajara y el Acueducto segoviano. Casi todos los que comenzamos de meritorios en el viejo, querido y recordado “Flores” debutábamos con crónicas deportivas. Yo lo hice, seis años después que él, con una del Hogar Alcarreño. El maestro de ambos y de muchos más –Félix Torcal, Ángel Asensio, Fernando Chápuli, Luis Barra,…- fue Salvador Toquero, tío de Santi y director del semanario alcarreño que en 1958 retomó el camino en su segunda etapa, tras cerrar su primera de forma traumática al inicio de la Guerra Civil, 42 años después de su fundación, datada en 1894. Salva, además de ser una persona de excepcionales valores, era el mejor periodista de Guadalajara de su generación, no solo porque escribía como los ángeles, sino porque manejaba muy bien las fuentes de información y, aunque acomodado ideológicamente en el régimen franquista, era muy tolerante y rabiosamente independiente. Con un maestro de tal categoría, lo difícil era no aprender, pero Santi siempre destacó como alumno aventajado, fue su mano derecha y se ganó con creces ocupar el puesto de redactor jefe del periódico para ser después su director cuando Salva dio un paso al lado y él lo debió dar al frente. Bajo la dirección de Barra, el viejo semanario con tan romántica y decimonónica cabecera pasó a llamase “El Decano de Guadalajara”, primero impulsando la modernización de su tecnología de redacción y edición y, después, reconvirtiendo su formato y contenido en revista hasta su triste desaparición en 2011. Corrían entonces -y siguen corriendo- muy malos tiempos para la prensa provincial independiente. Así las cosas, a la desaparecida edición en papel de El Decano solo le sobrevivió su versión digital, también desaparecida no mucho tiempo después. Pero el espíritu inquieto de Santiago y su inquebrantable vocación periodística le llevaron a crear en 2013 Guadalajara Diario, iniciando el nuevo camino y después recorriéndolo durante 8 años y hasta hoy con su primo, Rafael Fernández Barra, un publicitario/comercial con amplio bagaje y muy cuajado, al tiempo que un gran comunicador en ciernes. Para quienes no lo sepan o finjan no saberlo, Santiago Barra no solo ha sido periodista que ha tocado un palo y conocido una empresa periodística, con sus precuelas y sus secuelas, Santi -como consta en su sucinta biografía de los blogs de GD en los que ambos, junto a Juan Pablo Mañueco, compartimos pasión por el periodismo y Guadalajara- ha trabajado en todos los soportes periodísticos: Fue corresponsal de Televisión Española, El País, Radio Nacional de España, Europa Press y diario As y hasta fundó y dirigió Canal 19 Televisión Guadalajara, de solvente pero efímera existencia condicionada por el temprano desinterés del socio mayoritario en seguir invirtiendo en comunicación. Ésta, ciertamente, no es un negocio con los parámetros actuales. Y un dato muy importante y que corona su CV profesional: Santiago fue uno de los principales impulsores de la creación de la Asociación de la Prensa de Guadalajara.

                Con 66 años recién cumplidos, en su particular “Ruta 66” -si la de USA lleva del este al oeste y es símbolo de libertad y esperanza, en este caso será un camino que le lleve del trabajo al ocio activo-, en el mismo momento de su jubilación quiero agradecer públicamente a Santiago Barra que, junto a Salva Toquero, fueran mis tutores y mentores, mi hermano mayor y padre periodísticos respectivamente, al tiempo que impagables maestros en el oficio de plumilla. Aprendí más con ellos en la vieja redacción abuhardillada de la calle Francisco Cuesta y en el cuartucho donde hacíamos el cierre de “Flores y Abejas”, en la imprenta De Mingo, que las horas que pasé en esa brutalista mole de hormigón que es la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, donde me cansé y aburrí al 50 por ciento hasta rendirme.

                Termino ya diciendo que Santiago Barra es uno de los grandes periodistas que ha dado Guadalajara a caballo entre los siglos XX y XXI y tiene el mérito de haber sido uno de los primeros profesionales de la provincia que consiguió vivir del periodismo dignamente, aunque de manera bastante menos holgada que si hubiera ejercido la carrera de magisterio, que es la que estudió, pero nunca ejerció. El periodismo es lo que tiene, que es muy vocacional, pero del que solo viven muy bien unos cuantos elegidos, más bien afortunados. Aún recuerdo un chiste que el genial Forges regaló a los estudiantes de la IX promoción de la Facultad de Periodismo de la UCM para que lo vendieran como pegatina con la que recaudar fondos para el viaje de fin de curso: se veía al inefable Mariano, sin su ínclita Concha, al lado de un cartel que decía “Facultad de Parodismo”…

                Gracias Santi, por todo lo que has hecho -y vas a seguir haciendo, seguro que sí- por el periodismo y por Guadalajara, y, de manera muy sincera y personal, te agradezco lo mucho que me has enseñado, la confianza y el afecto que siempre depositaste en mi y, especialmente, tu limpia amistad. Seguimos andando el camino juntos con el alma blanca y el corazón carmesí.

Gracias a la vida

               Uno de estos días cumpliré (o habré cumplido, depende de cuando se lea este post) 60 años de edad. Afronto este cumpleaños con una sensación de cierto vértigo pues es seguro que ya he vivido bastante más de lo que me queda por vivir, la juventud es un recuerdo cada vez más lejano, incluso a veces borroso, y ya estoy en el atardecer de la madurez. No tardarán, por tanto, en salir los primeros soles de mi vejez, aunque me resistiré a ello todo lo que pueda, no porque esta edad no tenga sus afanes, que los tiene como todas las edades, sino porque me da mucha pereza llegar a ella cuando bien se que aún me quedan no pocas cosas para terminar de madurar. Envejecer antes de tiempo es tan malo como no terminar de madurar y ya ser viejo. Veremos en que tesitura me sitúa a partir de ahora la vida porque desde muy joven parecí ser mayor, probablemente porque siempre procuré juntarme con personas de más edad, atraído por su experiencia y sabiduría, que yo convertí en referentes y liderazgos. También me ayudó a parecer mayor, aún sin proponérmelo, el hecho de ser el hermano pequeño en mi familia pues, aún a veces sin yo quererlo, la vida de mis dos hermanos mayores la asumí como propia, acelerando mi reloj y adelantando mi calendario.             

Amanecer en octubre en Guadalajara

               No es mi intención hacer un impúdico “strip tease” emocional con motivo de mi 60 cumpleaños para lamerme en público la herida de llegar a una edad ya de flores caducas, aunque de ellas están hechas las guirnaldas, como defendía Góngora la senectud con uñas y dientes culteranos en su romance “Que se nos va la pascua, mozas”. Cumplir sesenta años no es una cuestión baladí, primero por haber llegado a ellos y segundo por hacerlo con una salud razonable como para afrontar con esperanza y sueños la nueva década vital que me abren. Lo de la salud lo digo con mucho recelo porque bien cerca he tenido, no uno, sino varios ejemplos de personas muy cercanas y queridas a las que la vida les ha partido como si fuera un rayo, de manera fulminante, inopinada e inesperada. Jamás divisaron la puerta de sus vidas que la guadaña iba a abrir de sopetón, pero llegó la parca antes de que les diera tiempo a empujar su barca, no en un levante otoñal, como en el precioso “Mediterráneo” de Serrat, sino ya en un poniente que devino en ocaso.

Cada año que se cumple es tiempo de punto y seguido; cuando se es muy joven, incluso basta con una coma o, a lo más, con punto y coma para proseguir viviendo sin mayor reflexión ni miramientos tras cada día de aniversario. En cambio, cumplir 60 entiendo que es ya cosa seria, tan seria como para, al menos, abrir un punto y aparte existencial que me permita reflexionar, hacer balance e inventario, para, eso sí, no quedarme solo ahí, sino relanzarme, coger impulso y, si hiciera falta, hasta reinventarme. 60 años pueden ser mucho o nada, como los 20 del tango de Carlos Gardel, porque la vida, más que cronología, es filosofía, a veces con letras y otras solo con música. Y de todas las definiciones de filosofía, me quedo con la cuarta y quinta entrada que de esta palabra se hace en el diccionario de la RAE: “Serenidad para soportar los contratiempos” y “Sistema particular de entender la vida y todo lo relativo a ella”. Esto que acabo de decir es un epígono de la recurrente cita de Ortega y Gasset en la que afirma que “el hombre, más que biología, es biografía”. ¡Qué gran verdad!

En estas sesudas reflexiones ando estos días, cuando me da la vida para ello porque últimamente, entre mi tarea profesional y mi vocación periodística y literaria -acabo de presentar mi primer poemario, he terminado ya de escribir el segundo y dentro de un mes presento un nuevo libro, “Tiempo de Pasión”, del que pronto daré noticias-, ando más liado que un gato con un menudo o que la pata de un romano, por recurrir a dos citas populares de primer escalón. Es evidente que, aunque los 60 años por cumplir o ya cumplidos me inviten a hacer un punto y aparte en mi vida, yo quiero seguir agarrándola por las orejas y tirar de ella como de un burro lo hace el ronzal, concediéndole, a lo más, un punto y seguido.

Decía antes que cumplir 60 años invita a hacer balance al llegar a ellos. En uno de urgencia y aproximación, he decidido titular esta entrada “Gracias a la vida”, como la preciosa canción de Violeta Parra, versionada por otras grandes cantautoras, como Mercedes Sosa o Joan Baez. Sí, gracias a la vida que me ha dado (y quitado) tanto. Ciertamente, me ha dado infinidad de personas y cosas por lo que debo estar agradecido: familia y amigos, sobremanera, pero también me ha quitado o dañado gravemente a personas de forma desgarradora, que es infinitamente peor que perder cosas. Personas que se me han ido mucho antes de tiempo -a los 37 años mi hermano mayor, Alfonso, y a los 61 mi segundo hermano, Carlos-, quedándome en una dolorosa orfandad, solo aliviada por la hermandad con Javier Borobia, no de sangre, pero sí de todo lo demás, que cultivé y guardo con celo. Alfonso y Carlos fueron mis referentes, uno con su rebeldía y su bohemia elegante, y otro con su talento y su talante. Muertos biológicamente los dos, me quedan sus ejemplos y sus recuerdos; sus biografías y nuestros afectos mutuos quedan a mi calor y cuidado. Con Javier, aún me restan el ejemplo de su tenaz resistencia ante las dificultades con la que ha decidido sobrevivir, además de la inteligencia y la bondad con las que hizo el camino mientras la vida se lo permitió. En todo caso, mis tres hermanos viven y vivirán en mi corazón y no habrá guadaña capaz de arrebatármelos del todo.

60 años después de aquel día en que me parió mi madre -una grandísima mujer llena de sencillez-, aquí estoy, en el camino, junto a mi mujer, Isabel -los ojos y la sonrisa que me cautivaron-, mis hijas, María -con su bonita cara que al nacer se me antojó un pedazo de la luna- y Ana -con su infantil madurez y alegre sonrisa-, y Darío -mi nieto con nombre de poeta, mi precioso niño de naranja y de miel-. Gracias a la vida, sí, a pesar de los pesares.                        

Senderos de salud, fuerza y belleza

               El senderismo es una actividad que va a más, como es fácilmente constatable dándose una vuelta virtual por internet, donde se ofrecen un sinfín de opciones de pequeños, medianos y grandes recorridos senderistas, o, sobre todo, saliendo al campo cualquier fin de semana pues es casi imposible no encontrarse con caminantes haciendo camino al andar -como versó Antonio Machado-, a poco que el sendero discurra por parajes de reconocible interés natural, cultural y paisajístico. Guadalajara es una provincia que, por su variada y singular geografía, destacando entre ella su notable orografía y sus abundantes cuencas y recursos fluviales y lacustres -tanto naturales como artificiales-, es punto de destino frecuente de actividades senderistas.  Se cuentan por millares las opciones de pequeños recorridos que la provincia ofrece para los senderistas, pero destacan especialmente en ella cinco senderos de gran recorrido -de más de 50 kilómetros de longitud-, especialmente el GR-10 -que une el Mediterráneo con el Atlántico- y que entra en la provincia por Peralejos de las Truchas, procedente de la de Teruel, y sale de ella a tierras ya de la comunidad de Madrid por el Pontón de la Oliva, después de recorrer Guadalajara en diagonal, desde el sureste hacia el noroeste. Otros senderos de largo recorrido que discurren por la provincia son el GR-160 -Camino del Cid-, el GR-60 –Arquitectura Negra-, el GR-66 -Camino de la Hermandad, que cruza el señorío de Molina de Norte a Sur y pasa a Cuenca por el Alto Tajo- y la Ruta de la Lana-Camino de Santiago, que se inicia en Alicante y concluye en Burgos, entrando en Guadalajara desde Cuenca por Salmerón y saliendo a Soria por Miedes de Atienza.

Caminos junto a un sabinar en Otilla, en el Señorío de Molina.

               Como ya hemos dicho, el senderismo es una actividad que cada vez tiene más seguidores pues se trata de una opción muy saludable de práctica de ocio activo, al tiempo que reconfortante para los sentidos pues todos ellos se avivan al caminar por senderos previamente seleccionados y marcados por su valor natural, interés cultural y belleza paisajística. Las sociedades y costumbres cada vez más urbanitas que nos venimos dando desde hace ya décadas, encuentran en el senderismo una extraordinaria vía de escape y compensación al sedentarismo. Practicando el senderismo se compra salud pagándose el precio justo del ejercicio físico. Hay bastante de hedonismo en los senderistas pues caminar mucho y de manera frecuente por gusto es puro placer y, además, adictivo.

               Son numerosos los grupos y colectivos de la provincia que promueven actividades senderistas de manera periódica. El más veterano de ellos es el Club Alcarreño de Montaña, fundado en 1970 por ese gran montañero, poeta, colaborador de prensa y pionero de la promoción turística provincial que fue Jesús García Perdices, cuyas cenizas están repartidas entre su pueblo, Huérmeces del Cerro, y el collado del Ocejón, precisamente llamado “Perdices” en su honor. Fue exactamente el 1 de septiembre de 1970 cuando García Perdices y un grupo de animosos montañeros de la Guadalajara de aquella hora tardo-franquista celebraron la reunión fundacional del CAM. En esa fecha se constituyó la junta directiva provisional que se encargó de dar los primeros pasos del club y, especialmente, redactar, aprobar los estatutos y presentarlos a la Federación Castellana de Montañismo -¡qué bien me suena Castilla sin apellidos!-. Como no podía ser de otra manera en aquellos tiempos, el CAM nació tutelado por la entonces llamada Delegación Nacional de Deportes que, no obstante, ante el proyecto políticamente neutro que se proponían sus fundadores y los saludables y deportistas fines que perseguían, lejos de ser un obstáculo, dio todo tipo de facilidades. A ello contribuyó, sin duda, la inteligencia y mesura del entonces secretario de la Junta Provincial de Educación Física y Deportes, Amador Rodríguez Ayuso.

               La presentación pública del CAM tuvo lugar el 26 de octubre de 1970 y la protagonizó César Pérez de Tudela, un famoso montañero que ganó un concurso muy popular de TVE, titulado “Las diez de últimas”, y que contribuyó de manera notable a divulgar la actividad montañista en España. Pérez de Tudela dio una charla muy amena -ahí estaba yo para dar fe de ello, con apenas 9 años de edad- complementada por diapositivas tomadas en algunas de las más grandes cumbres nacionales e internacionales que él había hollado. Sin duda, fue todo un espaldarazo para el inicio de la actividad del club, cuya primera salida se produjo un mes de después, concretamente el 22 de noviembre, teniendo por destino Sacecorbo, Ocentejo y La Riba de Saelices. La espeleología, una de las tres secciones en las que se estructuró el club al nacer junto con el montañismo y las marchas y acampadas, tuvo mucho protagonismo en aquella primera actividad de campo del CAM. La jornada se inició con una visita a la Sima de las Majadillas (Sacecorbo), donde la Federación Madrileña de Espeleología estaba llevando a cabo un cursillo, y concluyó con otra a la Cueva de los Casares (La Riba), tras almorzar en Ocentejo. Ese día se anduvo poco, haciéndose gran parte de los desplazamientos en autobús, al precio de 50 pesetas (0,30 euros al cambio de hoy). El CAM también colaboró en aquellos sus pioneros tiempos con el grupo espeleológico de la Escuela de Ingenieros de Minas, de Madrid, en los trabajos de reconocimiento, datación y elaboración de mapas y planos que llevaron a cabo en la espectacular Cueva del Tornero (Checa), con sus casi diez kilómetros de desarrollo horizontal y sus 300 metros de desnivel en vertical sobre un espectacular cañón del Hoz Seca.

               Termino ya volviendo a referirme al fundador del CAM, Jesús García Perdices, quien, para animar a la gente a apuntarse al club, resumió con estas cuatro palabras lo que a su juicio aportaba la actividad montañista: “salud, fuerza, belleza y alegría de vivir”. Aquella semilla plantada hace 50 años por él y otros animosos montañeros alcarreños -pongámosles nombres: Juan José Fernández Codonal, Amador Rodríguez Bailón, Pilar Martín Blanquer, Andrés Carnicero Cañadas, José Luis García Romo y Mariano Remartínez, componentes de la junta directiva provisional fundacional-, sigue germinando y dando frutos. Y gracias a ello y a ellos y a quienes les acompañaron y siguieron, hay caminos en Guadalajara porque, siguiendo la lógica poética de Machado, estos solo son las huellas de los caminantes. Y nada más.

El sol baila la yenka con San Miguel

Septiembre se despide con el renombrado Veranillo de San Miguel que viene a ser un breve período en el que el tiempo se quiere aferrar al verano de soles fogosos, entre paisajes de blancos y azules, antes de imbuirse de lleno en el otoño de soles tenues, con geografías en verdes, marrones y amarillos. A menos calor, más color, hasta que al final del otoño llegue una nueva ecuación meteorológica en la que el blanco casi infinito de hielos y nieves sea la incógnita que se despeje. Será ya invierno entonces, aunque parezca que lo empieza a ser desde que los días acortan y las noches ensanchan de forma notoria, algo que sucede a partir del equinoccio de otoño.

Colorista y espectacular imagen del Hayedo de Tejera Negra en otoño. Foto Nacho Abascal («Guadalajareando»)

Escribió Herman Hesse que “La mitad de la belleza depende del paisaje, y la otra mitad de la persona que lo mira”. Así es, ciertamente. El paisaje está ahí para todos igual, pero cada uno lo vemos o lo miramos de manera distinta. Ver y mirar parecen lo mismo, pero no lo es. Ver es encontrarse visualmente con las cosas sin focalizarlas, mientras que mirar es buscarlas adrede y poner el foco y la atención en ellas. Todo lo que se mira, se ve, pero no todo lo que se ve se mira. El otoño que acaba de comenzar y que en sus primeras semanas nos regala una especie de primavera madura, es un buen momento para mirar los paisajes de las guadalajaras -así, muy en plural- y no solo verlos. En Molina, junto a los verdes eternos de los pinares y los sabinares, se nos ofrecen los marrones y amarillos de las hojas de álamos, fresnos y alisos en las riberas, aferradas a sus ramas hasta que el viento y la lluvia les haga caer y alfombrar los sotobosques. En la paleta de colores del paisaje molinés, siempre el escarlata de su característica piedra de rodeno, la tierra color carne frente a la tierra color tierra de la Alcarria, como la bautizó Cela a su paso por Taracena cuando llamó su atención el contundente panorama de la Peña Hueva y el Pico del Águila, dos montañas alcarreñas de manual. En la Campiña del Henares -que también lo es del Jarama y del Sorbe medios, y aún del Torote-, la comarca menor en extensión de las cuatro que conforman las guadalajaras, los sotos fluviales en la otoñada son también sinfonías de verdes y amarillos, contrabandeadas por el azul de los ríos y el verde de prados y campos de labor ya en nuevo ciclo. En las Serranías de Guadalajara, a sus arquitecturas negras de pizarra, y rojas y doradas de cuarcitas, en el primer otoño se le suman todas las gamas y matices posibles de colores porque es tiempo de frutos y flores cuando aún están vestidos los bosques caducifolios y los de hoja perenne todavía no tiritan. ¿Quién dijo que nuestras sierras son negras y oscuras? Sin duda, alguien que pudo verlas, pero no mirarlas, y que, siguiendo la reflexión de Hesse, si las miró fue con gafas de sol puestas, a través de las que no caben ni el color ni los brillos.

El sol anaranjado y tenue del Veranillo de San Miguel nos adentra ya en el otoño, pero girando la vista atrás hacia ese estío que ya es solo recuerdo en nuestras retinas, pese a que ocupe algunos megas virtuales en las galerías fotográficas de nuestros teléfonos móviles. Los equipos telefónicos portátiles de hoy, que además de para muchas cosas también sirven para hablar, son nuestras memorias externas, aunque las de verdad y que no solo nos hacen recordar, sino también sentir, son las que aloja nuestro cerebro. No hay nada más inútil que guardar una imagen que no se va a volver a ver o que, a lo más, se le va a echar un vistazo fugaz a la velocidad que un dedo se desliza por una pantalla de cristal líquido, solidificada con plástico, vidrio y otros materiales. Creemos que una fotografía rápida de móvil atrapa el tiempo y lo que capta, pero lo que las más de las veces hace es distraernos de lo que estamos viendo en ese momento. O sea, nos conformamos con poder ver en diferido cuantas veces queramos algo que no estamos mirando -y disfrutando- con atención y detalle cuando lo fotografiamos. Así no hay forma de captar la belleza subjetiva del paisaje, que es el cincuenta por ciento del total de su belleza si seguimos la reflexión de Hesse.

                Guadalajara no es una, son muchas. La Guadalajara castellana no es llana, aunque la mejicana sí lo sea y cuando estamos lejos y decimos de donde somos nos lo canten en ranchera de forma tan recurrente como errática. Guadalajara no es gris ni monocorde, como un paisaje velado; bien al contrario, es un arco-iris de tierras, incluso sin que llueva y salga el sol a la vez. Y eso que aquí suele llover poco, pero nunca falta el sol. Los colores más vivos son, precisamente, los que se abren paso entre el secano. Los olores, también, de ahí que esta sea la tierra que mejor huele del mundo, incluso cuando se está constipado, algo propio de este tiempo en el que el sol baila la yenka con San Miguel. No se pierdan ni un segundo del otoño de las guadalajaras, es el tiempo que mejor le sienta a esta tierra, pero que se escapa tan pronto que hay años que pasamos directamente del verano al invierno, que es tanto como eliminar la escala de grises entre el blanco y el negro. Maximalismo mesetario que dirían algunos.

Soplar y absorber a la vez

               Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

               Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

               Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

               Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

               En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.                 En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

Soplar y absorber a la vez

Si intentan soplar y absorber a la vez, comprobarán que es imposible. Ni las especiales versatilidad y elasticidad de un faquir o de un contorsionista lo lograrían. Soplar y absorber, inspirar y expirar, son dos acciones justamente contrarias y que no pueden realizarse de forma simultánea. Como tampoco subir y bajar. Un dicho popular, de esos que fomentan los tópicos regionales, afirma que solo los gallegos son capaces de hacer una cosa y la contraria a la vez. La señal indicativa de tráfico que acompaña este post es muy ilustrativa de lo que digo, muy gallega ella en fondo y forma, aunque al tiempo universal porque viene a confirmar que la tierra es redonda, pese a que antaño se creía que era plana y el fin del mundo estaba, precisamente, en Galicia, la “finis terrae”. El cabo coruñés de Finisterre lo recuerda y el Camino de Santiago adquirió su relevancia, precisamente, porque llevaba a Compostela, el “campo de estrellas” que según la tradición católica era el final de la tierra entonces conocida y hasta la que llegó predicando el evangelio el apóstol que le dio nombre. Recordemos que católico es sinónimo de universal y no había mayor símbolo de la universalidad en la edad antigua que llegar hasta el final de la tierra.

                Aunque los gallegos tienen la fama, quienes de verdad cardan la lana y son capaces de soplar y absorber, de inspirar y expirar o de bajar y subir a la vez son un número creciente de políticos a quienes les da lo mismo ocho que ochenta, pasan por Llodio, ven los antiguos “aceros” de esta localidad alavesa y se hacen de ella, y, en definitiva, practican el marxismo de Groucho, o sea “estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros”. Ya sé que lo que he afirmado tiene un claro tinte demagógico, pero también más verdad de la que sería razonable porque no son excepción, sino paulatinamente más los políticos contorsionistas que hacen y dicen lo que haga falta con tal de permanecer en el poder. La política hace tiempo que dejó de ser solo un fin (el del servicio público) para convertirse en un medio que es vivir (lo mejor posible y el mayor tiempo posible) de ella.

                Lo del soplar y absorber a la vez es una práctica que, de haber sido posible, habría solucionado y evitado muchos problemas en este período de pandemia de Covid-19 que no termina de cesar. Uno de los principales dilemas que habría ayudado a resolver es el de determinar cuáles eran las medidas de prevención estrictamente necesarias a adoptar y no “matar moscas a cañonazos”, como recientemente ha reconocido que se hizo Fernando Simón, el archiconocido director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad y portavoz del mismo. En ese cañonear dípteros se incluye el largo y extremo confinamiento domiciliario que vivimos y que, ahora, el Tribunal Constitucional ha declarado ilegal al devenir de un estado de excepción inadecuadamente aplicado. Cierto es que ese estado excepcional y las numerosas e importantes medidas restrictivas que conllevó salvaron muchas vidas, pero también afectaron psicológicamente a muchas personas, condicionaron de manera absoluta la vida de todos y tuvieron graves consecuencias sociales para bastantes, perdiéndose empleos y cerrándose empresas a centenares de millares. Con las decisiones adoptadas se quiso soplar para detener el coronavirus, pero se absorbió una crisis personal, social y económica que tardará muchos años en superarse y en la que, pese a lo que diga la propaganda del gobierno, muchos se han quedado atrás y la forma de reincorporarlos al grupo no es detener la marcha de éste, sino acelerar la de los rezagados. Mucho me temo que gran parte de las medidas de recuperación que están implementándose desde el gobierno, especialmente las más intervencionistas, van en ese sentido, que es tan errático como el de reformar los planes de enseñanza para homogeneizar los niveles de las aulas en función de quienes más retrasados van en ellas, pero a costa de frenar a los que van más avanzados. Soplar y absorber a la vez no es ajustar fino y adoptar decisiones ponderadas y a la medida de necesidades y conveniencias, es justamente lo contrario; o sea, matar moscas a cañonazos. Uno de los problemas que tiene actualmente España es que el gobierno sopla muchas veces cuando sería necesario que absorbiera y absorbe cuando debería soplar. Menos Estado y más sociedad, esa es la receta que en Moncloa no quieren ni ver.

                Volviendo a la curiosa imagen que acompaña esta entrada, todos los días nos desayunamos con, al menos, una noticia política que nos lleva a “Monforte” y a “Orense” por dos caminos distintos que salen a la derecha y a la izquierda por lo que, no pocas veces, para elegir el más adecuado hemos de echar una moneda al aire o encomendarnos a la providencia y después que salga el sol por Antequera. Un ejemplo paradigmático del soplar y absorber político simultáneo no viene de Galicia, sino del mismo Toledo, y su protagonista es Page, un político cercano, templado y listo como pocos, pero que para ser toledano hace una política muy a la gallega. Emiliano, no pocas veces, sopla y absorbe o baja y sube al mismo tiempo, según convenga. Un ejemplo de ello lo encontramos en su mandato anterior como presidente regional: fue el primer “barón” socialista que pactó un gobierno autonómico con Podemos (cuando ahora no le gusta que estén en el de Sánchez) y hasta consintió que su vicepresidente “podemita” visitara Cataluña en pleno “procés” en apoyo del mismo, cuando siempre aparentó ser el más contrario a él de los líderes socialistas. Ese contrasentido lo intentó justificar diciendo que el vicepresidente hacía aquel viaje a título personal, no oficial, y como representante de su partido, pero la Generalitat y los medios de comunicación lo recibieron y trataron como vicepresidente de Castilla-La Mancha, bandera incluida. Item más: mientras Page aún no había concluido su mandato con Podemos, sabido es que llegó a un acuerdo con Ciudadanos para pactar el futuro gobierno regional con los naranjas, si éstos eran decisivos tras las elecciones de 2019, algo que no se concretó ni en “Los Gilitos” ni en Fuensalida porque el PSOE obtuvo mayoría absoluta. Donde sí pactaron fue en los ayuntamientos de Albacete, Ciudad Real y Guadalajara -y en otras 17 alcaldías, casi todas ellas de ciudades grandes-, y en la Diputación de Guadalajara, unos pactos que fueron justo en la dirección contraria de los que se hicieron en otras regiones. Cierto es que ir de la mano de Ciudadanos tiene el riesgo de soplar y absorber a la vez con mucha frecuencia. Les advierto: No les extrañe que de aquellos pactos de 2019 y de las conversaciones que hace unos días han tenido Page y Arrimadas se derive pronto una nueva ley electoral que beneficie a Ciudadanos (al aumentar el número de escaños y ponerlos más “baratos” dada su evidente regresión), a cambio de que los naranjas apoyen a Page si en 2023 necesita sus votos para volver a gobernar en Castilla-La Mancha. Que tenga cuidado porque las reformas de las leyes electorales de esta región las carga el diablo: Barreda la reformó y perdió con Cospedal y ésta hizo lo propio y cedió ante Page.

                En estos días de no-ferias y no-fiestas, y como aquéllas cada uno las cuenta según le van y éstas suelen ir por barrios, quienes siguen soplando y absorbiendo casi a diario son los populares de Castilla-La Mancha porque su líder, Paco Núñez, aún no se sabe si va a Monforte o a Orense y por qué carretera. Más que de Almansa, parece del mismo Vigo y que ya está en Navidad.

El mar y el gran cocodrilo de Tamajón

Si no se está vinculado a la paleontología o a algún otro ámbito científico relacionado con el estudio de tiempos remotos, cuesta una enormidad pensar que el páramo alto en el que está ubicado Tamajón, que es la puerta de la sierra de Ocejón, estaba cubierto por el mar en la noche de los tiempos. Hay que remontarse a hace casi 100 millones de años y al período Cretácico Superior, cuando en la Tierra había un mar más alto, un clima tropical y cálido que permitió la llegada de grandes especies, pero, efectivamente, las estribaciones del Ocejón y, por ende, gran parte del actual territorio provincial estaban entonces cubiertos por el océano, algo que prueban los numerosos restos de fósiles marinos y terrestres vinculados al hábitat acuático que aquí se han encontrado. El Centro de Interpretación Paleontológica y Arqueológica (CIPAT) que acaba de inaugurarse en Tamajón es un importante jalón, un óptimo punto de referencia para conocer el “parque cretácico” de aquellas tierras que el Ocejón domina como si de un faro-guía se tratase. En él se ofrece amplia información a través de paneles, así como piezas de verdadero interés científico, bastantes originales y otras representadas por medios reprográficos en dos y tres dimensiones, destacando el gran “cocodrilo” que preside la sala e impacta al visitante, cuya presencia en la zona está confirmada a través de icnitas (huellas), concretamente en un canal arenoso a modo de marisma próximo al océano. Sin duda este cocodrilomorfo agallonero -gentilicio de los habitantes y el pueblo de Tamajón-, por el que ha mostrado interés hasta la prestigiosa National Geographic Society, es la “estrella” del CIPAT y será la imagen más recurrente y reproducida de él, pero hay otro mucho y buen material expuesto allí que merece la pena conocer.

Cocodrilomorfo agallonero

                Desde hace ya más de 40 años, la zona de Tamajón es un entorno de especial interés para la investigación científica gracias a las evidencias encontradas en ella, especialmente el gran yacimiento de icnitas que está permitiendo determinar y estudiar las especies que habitaron aquellas tierras en el Cretácico, entre las que no se descarta que hubiera hasta dinosaurios y en las que sí hay ya confirmado un carnívoro de dos patas. Por razones profesionales, he conocido la evolución del proyecto de este centro desde que nació hasta que se ha convertido en una realidad y he tenido noticias de él gracias a Mélani Berrocal. Mélani fuebecada por la Diputación Provincial en el curso 2017/18 para investigar “Los ecosistemas del Cretácico de Guadalajara”, centrándose en la zona de Tamajón, y es una de las jóvenes investigadoras que más ha colaborado en el nacimiento del CIPAT junto con los prestigiosos geólogos Fernando Barroso y Manuel Segura, amboscoordinadores de la parte de paleontología del mismo.También ha participado en la concepción del centro otro reputado biólogo y antropólogo, Nacho Martínez Mendizábal, que forma parte como investigador principal del equipo científico que trabaja en el mundialmente conocido e importantísimo yacimiento burgalés de Atapuerca. Mendizábal es el encargado de coordinar la parte de arqueología del centro, que es la que aún queda pendiente de dotar del contenido final previsto inicialmente en el proyecto, un retraso ajeno a su voluntad y a la del ayuntamiento de Tamajón. La última información que me ha aportado Mélani sobre las investigaciones en la zona destaca que “recientemente, las huellas del yacimiento paleontológico se han asignado a crocodiliformes con adaptaciones a la locomoción terrestre rápida, cercanos a los descritos únicamente en el Cretácico del Norte de África, y referidos en famosos documentales a “galloping crocs”. Se trata de unos cocodrilomorfos muy extraños y las huellas de Tamajón constituyen la primera cita de éstos, no sólo en España, sino fuera de África”. En la Bienal de La Real Sociedad Española de Historia Natural que se celebrará el día 9 de septiembre se darán y ampliarán noticias de ello; este relevante hecho amplificará aún más la importancia ya conocida de este yacimiento que, a partir de ahora, va a tener en el CIPAT su mejor escaparate.

El centro se estructura en tres áreas: Paleontológica, Arqueológica y Didáctica. La paleontológica es la que está más completa y en ella se pueden ver, además del crocodiliforme a escala real ya comentado, recreación de los ecosistemas de hace 95-93 millones de años, fósiles originales y réplicas de huellas de vertebrados, plantas e invertebrados, incluyendo corales, braquiópodos, moluscos bivalvos, gasterópodos y cefalópodos y equinodermos, además de algunos restos de peces y reptiles marinos. Parte de estos fondos han sido cedidos por el Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha. En el área arqueológica, como ya hemos dicho aún pendiente de completar con los resultados de las también importantes excavaciones que se viene realizando en la zona pues en ella se han descubierto los restos más antiguos de homo sapiens de la Meseta, de momento se ofrece una muestra de la singular piedra de Tamajón, de la que se ha encargado el profesor Segura, con la que fueron construidos notables edificios, entre ellos el palacio del Infantado, de Guadalajara. El centro se completa con un espacio didáctico en el que los más pequeños pueden trabajar con materiales de conocimiento y entretenimiento expresamente preparados para ellos.                 Este Centro, como tantas veces ocurre, no ha nacido fruto de un voluntarismo bienintencionado, pero limitado, sino con todo el rigor científico que han aportado un equipo multidisciplinar de la Universidad de Alcalá, conformado por paleontólogos, arqueólogos, biólogos, geólogos, antropólogos…, con el que también han colaborado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid. Quien sí ha puesto su mejor voluntad y todo el apoyo posible, tanto económico como gestor, ha sido el Ayuntamiento de Tamajón, cuyo alcalde, Eugenio Esteban de la Morena, es todo un ejemplo de proactividad para que su pueblo y su comarca tengan opciones de desarrollo y futuro y no seguir vaciándose, tratando de revertir la dinámica de la despoblación progresiva tras muchas décadas sufriéndola. Como dije en la plaza Mayor del propio Tamajón hace unos días, con ocasión de la presentación del libro “Serranías de Guadalajara: Despoblados, expropiados y abandonados” con el que he colaborado, “en el pasado, traído al presente con inteligencia, radica buena parte del futuro de las zonas rurales”. El CIPAT es un proverbial ejemplo de ello y otro motivo más para visitar una de las zonas más bellas de la provincia como es la comarca del Ocejón. Alta Sierra hoy, bajamar anteayer.

El mar y el gran cocodrilo de Tamajón

               Si no se está vinculado a la paleontología o a algún otro ámbito científico relacionado con el estudio de tiempos remotos, cuesta una enormidad pensar que el páramo alto en el que está ubicado Tamajón, que es la puerta de la sierra de Ocejón, estaba cubierto por el mar en la noche de los tiempos. Hay que remontarse a hace casi 100 millones de años y al período Cretácico Superior, cuando en la Tierra había un mar más alto, un clima tropical y cálido que permitió la llegada de grandes especies, pero, efectivamente, las estribaciones del Ocejón y, por ende, gran parte del actual territorio provincial estaban entonces cubiertos por el océano, algo que prueban los numerosos restos de fósiles marinos y terrestres vinculados al hábitat acuático que aquí se han encontrado. El Centro de Interpretación Paleontológica y Arqueológica (CIPAT) que acaba de inaugurarse en Tamajón es un importante jalón, un óptimo punto de referencia para conocer el “parque cretácico” de aquellas tierras que el Ocejón domina como si de un faro-guía se tratase. En él se ofrece amplia información a través de paneles, así como piezas de verdadero interés científico, bastantes originales y otras representadas por medios reprográficos en dos y tres dimensiones, destacando el gran “cocodrilo” que preside la sala e impacta al visitante, cuya presencia en la zona está confirmada a través de icnitas (huellas), concretamente en un canal arenoso a modo de marisma próximo al océano. Sin duda este cocodrilomorfo agallonero -gentilicio de los habitantes y el pueblo de Tamajón-, por el que ha mostrado interés hasta la prestigiosa National Geographic Society, es la “estrella” del CIPAT y será la imagen más recurrente y reproducida de él, pero hay otro mucho y buen material expuesto allí que merece la pena conocer.

Cocodrilomorfo agallonero

               Desde hace ya más de 40 años, la zona de Tamajón es un entorno de especial interés para la investigación científica gracias a las evidencias encontradas en ella, especialmente el gran yacimiento de icnitas que está permitiendo determinar y estudiar las especies que habitaron aquellas tierras en el Cretácico, entre las que no se descarta que hubiera hasta dinosaurios y en las que sí hay ya confirmado un carnívoro de dos patas. Por razones profesionales, he conocido la evolución del proyecto de este centro desde que nació hasta que se ha convertido en una realidad y he tenido noticias de él gracias a Mélani Berrocal. Mélani fue becada por la Diputación Provincial en el curso 2017/18 para investigar “Los ecosistemas del Cretácico de Guadalajara”, centrándose en la zona de Tamajón, y es una de las jóvenes investigadoras que más ha colaborado en el nacimiento del CIPAT junto con los prestigiosos geólogos Fernando Barroso y Manuel Segura, ambos coordinadores de la parte de paleontología del mismo.También ha participado en la concepción del centro otro reputado biólogo y antropólogo, Nacho Martínez Mendizábal, que forma parte como investigador principal del equipo científico que trabaja en el mundialmente conocido e importantísimo yacimiento burgalés de Atapuerca. Mendizábal es el encargado de coordinar la parte de arqueología del centro, que es la que aún queda pendiente de dotar del contenido final previsto inicialmente en el proyecto, un retraso ajeno a su voluntad y a la del ayuntamiento de Tamajón. La última información que me ha aportado Mélani sobre las investigaciones en la zona destaca que “recientemente, las huellas del yacimiento paleontológico se han asignado a crocodiliformes con adaptaciones a la locomoción terrestre rápida, cercanos a los descritos únicamente en el Cretácico del Norte de África, y referidos en famosos documentales a “galloping crocs”. Se trata de unos cocodrilomorfos muy extraños y las huellas de Tamajón constituyen la primera cita de éstos, no sólo en España, sino fuera de África”. En la Bienal de La Real Sociedad Española de Historia Natural que se celebrará el día 9 de septiembre se darán y ampliarán noticias de ello; este relevante hecho amplificará aún más la importancia ya conocida de este yacimiento que, a partir de ahora, va a tener en el CIPAT su mejor escaparate.

El centro se estructura en tres áreas: Paleontológica, Arqueológica y Didáctica. La paleontológica es la que está más completa y en ella se pueden ver, además del crocodiliforme a escala real ya comentado, recreación de los ecosistemas de hace 95-93 millones de años, fósiles originales y réplicas de huellas de vertebrados, plantas e invertebrados, incluyendo corales, braquiópodos, moluscos bivalvos, gasterópodos y cefalópodos y equinodermos, además de algunos restos de peces y reptiles marinos. Parte de estos fondos han sido cedidos por el Museo Paleontológico de Castilla-La Mancha. En el área arqueológica, como ya hemos dicho aún pendiente de completar con los resultados de las también importantes excavaciones que se viene realizando en la zona pues en ella se han descubierto los restos más antiguos de homo sapiens de la Meseta, de momento se ofrece una muestra de la singular piedra de Tamajón, de la que se ha encargado el profesor Segura, con la que fueron construidos notables edificios, entre ellos el palacio del Infantado, de Guadalajara. El centro se completa con un espacio didáctico en el que los más pequeños pueden trabajar con materiales de conocimiento y entretenimiento expresamente preparados para ellos.

               Este Centro, como tantas veces ocurre, no ha nacido fruto de un voluntarismo bienintencionado, pero limitado, sino con todo el rigor científico que han aportado un equipo multidisciplinar de la Universidad de Alcalá, conformado por paleontólogos, arqueólogos, biólogos, geólogos, antropólogos…, con el que también han colaborado investigadores de la Universidad Complutense de Madrid. Quien sí ha puesto su mejor voluntad y todo el apoyo posible, tanto económico como gestor, ha sido el Ayuntamiento de Tamajón, cuyo alcalde, Eugenio Esteban de la Morena, es todo un ejemplo de proactividad para que su pueblo y su comarca tengan opciones de desarrollo y futuro y no seguir vaciándose, tratando de revertir la dinámica de la despoblación progresiva tras muchas décadas sufriéndola. Como dije en la plaza Mayor del propio Tamajón hace unos días, con ocasión de la presentación del libro “Serranías de Guadalajara: Despoblados, expropiados y abandonados” con el que he colaborado, “en el pasado, traído al presente con inteligencia, radica buena parte del futuro de las zonas rurales”. El CIPAT es un proverbial ejemplo de ello y otro motivo más para visitar una de las zonas más bellas de la provincia como es la comarca del Ocejón. Alta Sierra hoy, bajamar anteayer.         

¡Abre la muralla!

               En plena ola de calor y con vientos solanos capaces de hervir hasta la sesera, ha sido demolido en Guadalajara el edificio que daba entrada a la calle Mayor desde la Plaza de Santo Domingo, conocido como “casa de los Solano”, por ser propiedad de los herederos de Felipe Solano Antelo, hombre de leyes y servidor público que mereció tener calle en la ciudad, de quien no voy a dar muchas pistas biográficas por si en la siguiente tanda de “callejericidios” alguien cae en la cuenta de que era hombre y acumuló cargos políticos en el franquismo. Este edificio, notorio y señero por su volumen y emplazamiento, estaba muy deteriorado y afeaba enormemente la entrada a la calle principal de la ciudad por lo que su demolición ha venido a eliminar uno de los no pocos “puntos negros” arquitectónicos que hay en la ciudad y que tan negativamente condicionan su aspecto urbano en el casco histórico. Aunque el edificio estaba catalogado, su mal estado de conservación, especialmente en lo relativo a la estructura, ha aconsejado su demolición total, si bien su volumen, huecos y detalles constructivos de las fachadas serán reproducidos de forma idéntica en el nuevo edificio que se levante en su solar, gracias a la fotogrametría. Se da la circunstancia, además, de que Miguel Ángel Utrilla, el empresario que ha adquirido el viejo edificio y va a construir el nuevo, es uno de los mejores promotores de la ciudad y destaca por la calidad de los proyectos que acomete y la notabilidad de su construcción y acabados. Se que arriesgo poco si afirmo que Utrilla va a hacer bien su trabajo en el viejo solar de los Solano y que el nuevo edificio será un buen remedo del viejo, pero rejuvenecido, ganando con ello prestancia la ciudad en un lugar de mucho tránsito, tanto de guadalajareños como de visitantes.

Lienzo de la muralla medieval que quedó al descubierto tras el derribo de Casa de los Solano.

               No ha sido una sorpresa, ni mucho menos, que al demoler el edificio hayan aparecido restos de la antigua muralla medieval de la ciudad, como se aprecia claramente en la fotografía que acompaña este texto. Exactamente donde se ubica este edificio discurría uno de los paños de la antigua muralla arriacense, que venía desde Bejanque por la calle de la Mina, y en su entorno se localizaba una de las principales arcadas de entrada a la ciudad, la conocida como puerta del Mercado ya que en lo que hoy es la plaza de Santo Domingo se emplazaba el antiguo mercado local, allende muralla. Como exacta y puntualmente ha informado Guadalajara Diario, los arqueólogos van a trabajar al menos durante un mes en los restos de muralla encontrados para cumplir con las leyes de patrimonio nacional y regional. En función de los resultados del estudio arqueológico se actuará posteriormente con los restos, conforme determinan la Ley de Patrimonio Cultural de Castilla-La Mancha, y las ordenanzas municipales. Confío en que lo que pueda ser conservable e integrable en el nuevo edificio, se conserve e integre -hay fórmulas muy imaginativas para ello, que preservan parcialmente los restos, al tiempo que ponen en valor la nueva construcción-, y lo que no, se documente y proteja adecuadamente, como exigen las leyes y como aconseja el sentido común.

Guadalajara es una ciudad que, por diversas causas y a lo largo del tiempo, especialmente desde el siglo XIX, viene sufriendo un continuo deterioro, cuando no auténtico expolio, de su patrimonio histórico y artístico, que nunca termina de cesar. Las bombas y la dinamita en las guerras -por aquí han pasado y dejado su huella destructora, primero las carlistas y después la Civil-, las piquetas ligeras en los tiempos de paz, confundir lo antiguo con lo viejo y acabar con ello en aras de una supuesta modernidad, todo esto salpimentado por no pocas decisiones municipales cuestionables, tanto en tiempos preconstitucionales como constitucionales, y avinagrado por una especulación que a veces llegó al descaro, han sido ingredientes que se han sido sumando para formar esta ensalada urbanística y arquitectónica que aqueja al casco histórico de Guadalajara en numerosos puntos críticos y que va a ser ya muy difícil aderezar justo en su punto porque hay mucho tomate. Demasiado. No se si es muy afortunado el símil gastronómico, pero expresivo seguro que sí y, como bien saben los actores y el público veteranos, hay veces en que es necesario sobreactuar, incluso caer en el histrionismo, para que el personal se entere de qué va la obra, nunca mejor dicho.

Termino ya recomendando a aquellos lectores que no conozcan con detalle el trazado de la muralla medieval de la ciudad y la traza urbana de ese mismo tiempo que visiten cualquier fin de semana o día festivo el Torreón del Alamín. Además de descubrir el singular interior de un torreón medieval y que junto con el puente de Infantas (siglo XIII) forma una histórica y evocadora estampa, van a poder conocer a través de una magnífica maqueta y diferentes grabados y objetos el sistema defensivo murado de Guadalajara, entre dos barrancos (Alamín y San Antonio), además de su antigua trama viaria, de calles estrechas adaptadas a las curvas de nivel. Guadalajara no nació en los años sesenta con los polígonos de descongestión de Madrid, no. Hace ya mucho tiempo que en esta ciudad debía haberse abierto la muralla al conocimiento pues de él se deriva la autoestima y de ella el celo por preservar lo que es digno de ser preservado. Parafraseando a Nicolás Guillén y su conocido poema que musicó Quilapayún, hay que abrir la muralla al viento y la yerbabuena de la conservación y puesta en valor del patrimonio y cerrársela al veneno y al puñal de las piquetas irresponsables y especuladoras, pero también de las indiferentes.  

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