El país de la palabra

               Las circunstancias -un eufemismo tras el que se esconde la nefanda pandemia que no se va ni a escobazos en forma de vacunas- han propiciado que en apenas cuatro meses hayan visto la luz dos libros de los que soy autor –“Suite Comillas” y “Tiempo de Pasión”- y otro en el que he aportado un capítulo -“Serranías de Guadalajara: despoblados, expropiados, abandonados”-, el dedicado a La Vihuela, del total de veinte de que consta la obra. Para los próximos meses está en proyecto ya muy avanzado la edición de un nuevo libro, mi segundo poemario, esta vez dedicado a Guadalajara, como no podía -ni debía- ser de otra manera tras el de Comillas. No soy más rápido escribiendo que Lucky Luke sacando su pistola -ya saben, siempre gana sus duelos a su propia sombra-, lo que ha sucedido para que en tan poco espacio de tiempo vayan a editarse cuatro libros con mi firma es que están escritos en los dos últimos años, pero el funesto Covid ha aconsejado posponer su salida editorial por razones obvias. Del libro de los despoblados ya les hablé en su día, cuando vio la luz al inicio del verano y no voy a volver sobre él, salvo para decir que la Asociación Serranía de Guadalajara, su editora, lo está moviendo muy bien, presentándolo en cuantos sitios surge la ocasión y posibilitando con ello que haya sido necesario ampliar la tirada inicial. Buenas noticias que un libro tan pegado a la tierra, al tiempo que cargado de mucho humanismo, como es el de los despoblados serranos del siglo XX, esté teniendo tan exitoso recorrido.

Portadas de Suite Comillas y Tiempo de Pasión

 De “Suite Comillas” les adelanté ya algo en este mismo blog el verano de 2020, pero no he comentado nada de él con motivo de su presentación, hace ahora un mes. Aprovecho esta inmersión editorial en la que ha devenido el post de hoy para decir que estoy muy satisfecho de la acogida que ha tenido este mi primer poemario, hasta el punto de que se ha agotado su primera edición. Bien es cierto que se hizo deliberadamente corta por elemental prudencia pues ni yo soy poeta, ni la poesía está de moda, ni Comillas dice mucho por aquí, aunque nos diga muchísimo a mí y a quienes disfrutamos periódicamente de ese maravilloso enclave montañés a orillas del Cantábrico. Y a los miles de visitantes que cada año pasan por este extraordinario lugar en el que la historia, el arte -especialmente el modernismo-, el paisaje y la naturaleza alcanzan niveles excelsos y son todo un regalo para los sentidos. Tanto es capaz de inspirar Comillas que hasta a un no-poeta como yo es propicio a arrancarle un poemario que ha agotado edición y que ha merecido elogios de personas a las que respeto, aprecio y admiro al mismo tiempo, como Antonio Herrera Casado, a quien agradezco sumamente estas cálidas palabras de crítica a la obra: “(…) su texto, de perfecta elaboración, nítido y descriptivo, hondo y revelador, nos sume en el ambiente que quiere describirnos. Y no lo hace con métrica, sino con una prosa equilibrada, en la que cada palabra está elegida a propósito, en una suma perfecta de conceptos y descripciones” yDa gusto tener libros como esta “Suite Comillas” entre las manos, porque evidencian que la satisfacción de leer va pareja con la del tocar, la del oler, la del ver unas hojas danzarinas en las que se ocultan, y al fin salen a luz, las palabras medidas. Es este un libro que te reconcilia con la lectura, con la visualidad, y el arte de los libros”. Esta crítica a “Suite Comillas” y otras referidas a muchos otros libros puede ser leída en el blog que Herrera Casado dedica en Internet a las novedades editoriales vinculadas a Guadalajara por temática o autoría y al que se puede acceder a través de esta dirección: http://www.herreracasado.com/libros/. Si la labor de Herrera como Cronista Oficial de la provincia desde hace ya 50 años es ingente e impagable, la que está haciendo en Aache desde 1988 como editor, divulgador y crítico literario con obra de raíces guadalajareñas es merecedora de un aplauso interminable, como la historia de Michael Ende. Que nadie vea en estos merecidos elogios a Antonio un “quid pro quo” de agradecida compensación por su favorable crítica a mi primer poemario; es una cuestión de mera justicia que siempre que tengo ocasión procuro reconocer públicamente porque de desagradecidos -y de envidiosos- está el mundo lleno hasta los bordes, como de cosas pequeñas de las que disfrutar, según decía el autor del delicioso “Principito”, Antoine de Saint Exupéry. Llegados a este punto, también quiero agradecer al enorme poeta gaditano, aunque afincado en Madrid, Antonio HernándezPremio Nacional de Poesía en 2014 por su extraordinario poemario “Nueva York antes de muerto”-, sus amables palabras para mi “Suite Comillas” que recientemente me ha hecho llegar por carta y ha autorizado a divulgar: “Admirado (Ya) Jesús Orea Sánchez: recibo tu Suite Comillas y rememoro ´Mi Santander, mi cuna, mi palabra´ del maestro Gerardo. Enhorabuena. Y como te veo tan montañés adoptivo del corazón te reservo mi “estudio” sobre Pepe Hierro con motivo de su “presencia” en Belgrado, donde fui su embajador, a petición de su familia”. Precisamente, hay una trilogía sobre Nueva York en la poesía española de nivel sublime: “Poeta en Nueva York” (Federico García Lorca, 1929-1930), “Cuaderno de Nueva York” (José Hierro, 1998) y “Nueva York antes de muerto” (Antonio Hernández, 2013), el libro apenas iniciado e inacabado por Luis Rosales y del que tomó inspiración y titulo su alumno, Antonio Hernández. ¿Qué tendrá ese apellido que, al inscribir con él a un neonato en el Registro Civil, el sistema por defecto ya le adjudica la profesión de Poeta? así, con mayúscula. Es un decir, claro. Mucho decir.

Y termino ya con mi último libro: “Tiempo de Pasión”, presentado públicamente el pasado día 20 en el monumental marco de la iglesia de Santiago y que es una aproximación a la historia de la Cofradía de la Pasión en el LXXV aniversario de su fundación. La obra me la encargó la junta de gobierno de la hermandad, a la que por raíces familiares estoy vinculado desde el mismo momento de su fundación, y he disfrutado enormemente, primero documentándome, y después escribiéndola. Confieso que escribir es mi pasión y que ha sido apasionante escribir este libro porque me ha permitido conocer los entresijos de una hermandad con mucha historia e intrahistoria, al tiempo que profundizar en el conocimiento de la Semana Santa de Guadalajara desde los tiempos de la posguerra civil hasta estos del coronavirus que no cesan, como el rayo del poemario de Miguel Hernández. Siempre Hernández. Fue con este entrañable compañero de celda de mi admirado primo, Antonio Buero Vallejo -poeta y dramaturgo coincidieron en 1940 en la prisión de la madrileña calle de Conde de Toreno-, con quien me desteté como lector de poesía con apenas 14 años de edad. Iniciarse en poesía como lo hice yo con “El rayo que no cesa” es como comenzar una carrera con una asignatura de último curso. Esa teórica carrera, obviamente, no la terminé, pero sí aprendí que solo se hacía camino al andar ¿Verdad, don Antonio? Machado/Hernández. Puede responder quien quiera de los dos, el sevillano a quien en Colliurele cubre el polvo de un país vecino” o el gaditano de Arcos de la Frontera que vive en Madrid, pues ni la muerte separa a los grandes poetas y su voz perdura eternamente en ese país de la palabra que es la poesía.

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