Después de un sinfín de dimes y diretes, de gambeteos varios y de mucha política toledana, demasiada, por fin se ha desbloqueado la ampliación del campus universitario de Guadalajara y, finalmente, como dictaba el sentido común y quería el Ayuntamiento que representa la voluntad mayoritaria de los habitantes de Guadalajara, se va a emplazar en el antiguo colegio de las Cristinas, desarrollándose así el protocolo que, unas semanas antes de las elecciones autonómicas de 2015, suscribieron el Ayuntamiento, la Junta, la UAH y el Ministerio de Defensa. Conforme a ese protocolo, la Junta abonará a Defensa 2 millones de euros y el Ayuntamiento permutará terrenos con el Ministerio por valor de 7,5 millones de euros, momento en que el protocolo dejará de tratarse solo de una declaración de intenciones para pasar a ser un convenio, con eficacia jurídica plena, a partir del cual habrá de venir la fase de reforma y readaptación de uso de las antiguas Cristinas a campus universitario, último obstáculo para que el centro histórico de la ciudad pueda acoger los estudios superiores de más de 3000 jóvenes, lo que sin duda redundará en su dinamización, algo absolutamente necesario.
Me cuentan que con motivo del debate de la moción que el PP presentó en las Cortes regionales pidiendo que se agilizara la construcción de la ampliación del campus universitario en Guadalajara y que éste se ubicara en el centro histórico, salió mi nombre a relucir por unas declaraciones que hice siendo viceportavoz del PP en el Ayuntamiento, en el mandato 2003-2007, en las que daba por bueno que ese campus se ubicara en el Polígono El Ruiseñor, como quería la Junta y apoyó el entonces alcalde socialista de Guadalajara, Jesús Alique, siempre en primer tiempo de saludo con las instrucciones que venían de Toledo. Como es sabido, esa opción fue después descartada por varios motivos: paralización de la urbanización del sector por problemas de financiación y litigios del agente urbanizador con varios propietarios, falta de recursos para la construcción de los edificios universitarios y el parque científico y tecnológico anexo que estaba previsto y, especialmente, por la voluntad del alcalde Román, y su equipo, de que ese campus se instalara en el centro de la ciudad y no en la periferia.
Que yo manifesté públicamente, en su día, mi apoyo a la ubicación del campus en El Ruiseñor es verdad, pero no es toda la verdad. Mi posición y la de todo el Grupo Popular con respecto a la ubicación de la ampliación del campus universitario de Guadalajara ya la conté en este mismo blog en marzo de 2015, cuando se firmó el protocolo al que me he referido al principio de este post. Este párrafo que reproduzco a continuación, es parte literal de aquel artículo: “En el Grupo del que entonces era viceportavoz, siempre preferimos que ese campus se desarrollara en el casco urbano, proponiendo tres opciones para su ubicación: el entorno que ahora se ha elegido, en el que ya estaba la entonces recientemente reformada y ampliada Escuela de Magisterio, el de Adoratrices-Fuente de la Niña o el Fuerte; pero, aunque desde el primer momento tuvimos serias dudas sobre la viabilidad económica del proyecto de campus en el Ruiseñor, decidimos apoyarlo porque no se nos daba ninguna alternativa y, sobre todo, por puro posibilismo pues queríamos que no se perdiera la que se nos “vendió” como única oportunidad de ampliar el campus de Alcalá en Guadalajara y, por ende, de reforzar la vinculación de esa Universidad con nuestra ciudad. Finalmente, aunque se iniciaron, pero no terminaron, las obras de urbanización del sector del Ruiseñor, el proyecto de Campus y Parque Científico y Tecnológico que llevaba anexo ni siquiera se empezó, sencillamente porque, aunque naciera con la mejor intención –hay quien dice que también con algún contubernio de intereses entre promotores, empresarios y la administración regional de Barreda, muñido en restaurantes y despachos de Toledo y Madrid-, no era económicamente sostenible ni viable, menos aún en los tiempos ya de inminente crisis en que se intentó gestar, por lo que jamás pasó de ser una maqueta y una virtualidad, rodeada de mucha propaganda y cohetería, eso sí”. Si alguien quiere leer este artículo al completo, titulado, por cierto, “Mejor el centro”, le facilito el enlace: http://guadalajaradiario.es/blogs/jesusorea/2015/03/
Aunque estoy de acuerdo con Page en que, a partir de ahora, lo mejor es mirar hacia adelante y hacer realidad, lo antes posible, ese nuevo campus en Guadalajara, de vez en cuando conviene echar un vistazo atrás para saber de dónde partimos, hacia dónde vamos y con quién tratamos. Y en ese echar un vistazo atrás nos podemos encontrar, por ejemplo, con que la Junta no siempre cumple sus compromisos con Guadalajara, incluso los firmados en Convenio, como ocurrió con el Proyecto de Singular Interés que se desarrolló en el Fuerte: la urbanización de los terrenos se demoró más de tres años y la Junta, a pesar de lo estipulado en el Convenio, aún no ha rehabilitado ni acondicionado el edificio del antiguo Convento de San Francisco y, respecto a las naves del antiguo TYCE, solo se ha actuado en las que ocupa el Centro Joven. De la famosa y costosa maqueta que el PSOE mandó hacer y publicitar, como si no hubiera mañana, con recursos públicos en la campaña electoral de 2003 para “vender” su propuesta partidista para el Fuerte, echamos de menos la construcción en sus terrenos de un Palacio de Congresos, una Residencia de Mayores, campos de fútbol y no sé cuántas cosas más, pero muchas. Cuatro años antes, también en campaña electoral, un alto cargo del PSOE, incluso habló de construir en el Fuerte un Parador de Turismo ¡Que fuerte!
Por cierto, por si a alguien le cabe alguna duda de lo que yo considero que es la política toledana, este episodio de la maqueta del Fuerte es un gráfico ejemplo. Espero que el proyecto de ampliación del campus universitario de Guadalajara en el centro histórico no se quede solo en una realidad virtual, sino que se concrete en un hecho material. Y pronto, que el tiempo, como el cóndor andino, pasa, y ya se ha perdido mucho, demasiado.