Como es sabido, hace ya años que se constituyó en la comarca de Molina de Aragón una asociación cívica que tiene por nombre “La otra Guadalajara” y cuyo fin primordial es reivindicar políticas y actuaciones de las administraciones públicas para sacar a la comarca molinesa de la postración y la falta de desarrollo social y económico que lleva acusando largo tiempo, siglos, diría yo, aunque en las últimas décadas su regresión, especialmente la demográfica, haya llegado ya a cotas verdaderamente alarmantes. Si bien no siempre he compartido las formas y los medios con que se ha producido “La otra Guadalajara” e, incluso, algunas veces me ha parecido ver detrás de sus actuaciones más política partidista que de comarca, sigo identificándome con sus fines porque la tierra molinesa, en la que nació mi abuelo paterno y, por tanto, en la que tengo fuertes raíces, lejos de progresar, continúa en regresión, y si ésta, a veces, parece ralentizarse, es porque no se puede desangrar con mayor celeridad lo que ya está casi exangüe.
Todo el mundo entiende, perfectamente, que a Molina se le llame “la otra Guadalajara” porque, efectivamente, es la más distante, no sólo físicamente, del entorno de la capital y el Corredor del Henares, donde sí crece la población y hay actividad económica, aunque aquélla haya llegado, en gran medida, de aluvión y durante el “boom” del ladrillo, ahora en grave crisis, y a veces ésta vaya a trompicones. Pero, lamentablemente, no sólo Molina es “la otra Guadalajara”, sino que hay “otras Guadalajaras”: las Serranías y aún gran parte de la comarca de la Alcarria presentan síntomas de regresión demográfica y socio-económica similares a los de Molina y necesitan políticas activas de desarrollo rural bastante más eficaces que las hasta ahora puestas en marcha, que han sido escasas en forma y cuantía, y muy limitadas en fondo y objetivos.
Abordar en profundidad los ya endémicos males que aquejan a nuestro medio rural y proponer soluciones asdecuadas para combatirlos no están ni en mi capacidad ni en el espacio del que dispongo en este post, aunque, simplemente, dejar constancia de que es un problema que sigue estando ahí entiendo que ya es aportar algo disonante con la publicidad y la propaganda políticas que, con tanta frecuencia, pretenden vender acciones para el medio rural como si fueran el “bálsamo de Fierabrás” –a esta región le quitas a Don Quijote y se queda como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando- que, las más de las veces, no pasan de episódicas y coyunturales.
Lo que sí me da tiempo a tratar, aunque sea de forma muy limitada, es un hecho que, precisamente, me comentó el presidente de la Diputación Provincial y Alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, el pasado viernes, en el bello patio neo-mudéjar del palacio provincial, en el acto institucional de celebración de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, patrón de la Diputación: aunque este año, en razón de la oportunidad que supone la conmemoración del centenario del nacimiento de Cela, se esté trabajando muy especialmente en torno a su libro “Viaje a la Alcarria”, hay que ponerse a trabajar en la misma línea con el resto de comarcas de la provincia. Por lo que me dijo, intuyo que Latre tiene muy claro que en Guadalajara tenemos “otras Guadalajaras” que pueden y deben promocionarse, de igual o parecido modo a como se está haciendo este año con la Alcarria, lo que sin duda repercutirá en el turismo, un sector que no es la panacea para todos los males de nuestro medio rural, pero que, sin duda, es una eficaz aspirina para el dolor de cabeza y un aliviador antiácido para el de estómago. Eso sí, para otros males mayores de nuestra provincia, harán falta otros remedios más complejos que un simple comprimido.
Me parece muy acertada la reflexión que me hizo Latre a la sombra del ladrillo mudejarizante de Marañón y Aspiunza, los arquitectos del palacio provincial en la penúltima década del XIX, y cuyo proyecto ganó el concurso nacional que se convocó para diseñarlo y construirlo, presentándose a él con un lema realmente significativo: “Con trabajo y economía se enriquecen los pueblos”. Al hilo de la apuesta del presidente de la Diputación por promocionar, no sólo la Alcarria, sino el resto de la provincia, o sea “las otras Guadalajaras”, gracias al turismo cultural, se me ocurre pensar que, al contrario que el coronel de García Márquez, éstas sí han tenido quienes les escriban: El autor anónimo del Poema de Mio Cid a las Serranías, la Campiña, la Alcarria y Molina –o sea, al norte, el este y aún parte del centro y el oeste de la provincia-, el Arcipreste de Hita a la Campiña, la Alcarria y las Serranías en el “Libro de Buen Amor”, Ortega y Gasset a las Serranías en “El Espectador (Notas de andar y ver)”, José Luis Sampedro al Ato Tajo en “El río que nos lleva”, Ramón Hernández a la capital en “El ayer perdido”, Andrés Berlanga a la tierra molinesa en “La Gaznápira,… entre una larga e importante nómina de autores y de obras. Además, lo que no está escrito, está por escribir.
Con trabajo, economía… e inteligencia, se enriquecen los pueblos, aunque sea poco a poco, como las gentes, a las que, según Cela en su “Nuevo viaje a la Alcarria”, ya les va dando la gana venir a esta tierra guadalajareña, a la que antes no le daba la gana venir a nadie. Hasta que a él sí le dio. ¡En buena hora!