Después de tres entradas dedicadas a Antonio Buero Vallejo con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento, hecho que tuvo lugar el pasado día 29 de septiembre, sin solución de continuidad llega esta cuarta, aunque como podrán advertir los lectores no lleva el mismo título que las tres anteriores ni está acompañada del ordinal correspondiente. La razón es bien sencilla: si bien el protagonista de esta entrega va a seguir siendo el gran dramaturgo arriacense -reivindico, como hizo el propio Buero, la belleza de este gentilicio para referirse a los naturales de esta ciudad-, hoy el foco lo voy a poner en el libro que he escrito sobre él y su vinculación con la capital alcarreña, y al que, sin necesidad de devanarme el seso, he titulado “Buero Vallejo y Guadalajara”.
Efectivamente, acudiendo a la famosa frase acuñada en televisión por el gran Paco Umbral ante la no menos grande Mercedes Milá -grandeza ganada por cada uno en lo suyo-, hoy he venido a hablar de mi libro que, por cierto, es el tercero que presento en un año, formando ese trío al sumarse al dúo anterior: las “Crónicas del Tenorio Mendocino” –presentado en octubre de 2015- y “Viaje a la Alcarria en familia” -junio de 2016-. El dedicado a Buero, si los duendes de la imprenta no hacen de las suyas -que, como las meigas gallegas, haberlos haylos, doy fe y no soy notario, pero sí me he manchado de tinta entre cajas bajas y altas, linotipias e impresoras-, se presentará el próximo martes, 18 de octubre, a las siete de la tarde, en la Sala Multiusos del Centro San José. Avisados e invitados quedan, quedáis todos.
Para mantener la siempre aconsejable reserva sobre el contenido de un libro hasta el mismo día de su presentación y preservar la información detallada sobre éste para premiar a los asistentes a ella -los que acuden a este tipo de actos se merecen eso y mucho más, pues cada vez escasean en mayor número, como las abejas, y ese es también un problemón, pero hoy no toca hablar de él-, me voy a limitar a adelantar una mínimas consideraciones sobre mi nuevo libro que, una vez más, va a patrocinar la Diputación Provincial; “mi” Diputación, pues ya llevo 13.035 días trabajando para ella y me complace y llena de orgullo haberlo hecho y poder seguir haciéndolo. La producción, maquetación y edición electrónica han coorido a cargo del gran Jesús Padín (Intermedio ediciones) -hoy parece que voy regalando este adjetivo, pero les aseguro que no- con las que estoy encantado. Como lo he estado siempre con los editores responsables de mis anteriores libros, Fernando Toquero (Tres Pasos Comunicación) y Antonio Herrera Casado (Aache ediciones). Aprovecho la ocasión para reiterarles mi agradecimiento a todos ellos pues un buen continente es capaz hasta de hacer parecer menos malos unos contenidos solo regulares. Y no es, al menos no pretende ser, falsa modestia.
Lo que resulta imposible es hablar de un libro sin decir nada de él -eso de hablar sin decir ni pío solo está reservado para algunos políticos; demasiados, diría yo- y, de momento, tan sólo les he adelantado del que he escrito sobre Buero el título, la editorial encargada de su producción material y la fecha de su presentación. Como premio a quienes hayan llegado a leer hasta aquí y como acicate a quienes, sin duda llevados más por la indulgencia de la amistad que por un verdadero y objetivo interés, vayan a acudir al acto de su presentación pública, les voy a adelantar el resumen de intención del libro que aparecerá en el texto de solapa:
“BUERO VALLEJO Y GUADALAJARA no es ni una biografía al uso ni una hagiografía del gran dramaturgo alcarreño, aunque en algunos momentos de la obra así pudiera parecerlo. Fundamentalmente se trata de un relato en el que se narran los vínculos entre Buero y su ciudad natal, en la que vivió su infancia, mocedad y primera juventud, pero con la que siempre mantuvo lazos afectivos, aunque ambos no siempre coincidieran en el mismo espacio y en el mismo tiempo, ni tuvieran la misma pulsión ni respiraran el mismo aire.
Además del tiempo vivido por Buero en Guadalajara, no sólo mientras se avecindó en ella, en este libro se resumen también los tiempos vividos por la propia ciudad en el siglo XX, dado que el escritor nació en 1916, en la segunda década de este siglo, y murió en 2000, el último año de la centuria. Dos vidas paralelas en lo biológico, pero no siempre en lo biográfico. En todo caso, el autor ha pretendido con esta obra acercar a Buero Vallejo a Guadalajara y a Guadalajara a Buero, trasluciendo sus palabras una fuerte carga de afección y emotividad hacia ambos”.
Termino ya con una reflexión del mismo Buero que sirvió de magnífica rúbrica al acto institucional de celebración de su centenario en el Teatro que lleva su nombre y que también forma parte del centenar de frases suyas que, con indudable creatividad, acierto y oportunidad, salpican otro tanto número de escaparates de toda la ciudad con motivo de su centenario: “Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”. Una locución bueriana que forma parte del libreto de su conocida obra, “La Fundación” (1974), y que, por cierto, continúa así: “No podemos despreciar las pequeñas libertades engañosas que anhelamos aunque nos conduzcan a otra prisión…”. Y hay muchos tipos de prisión y muchas formas de ser y estar prisioneros.
Buero, siempre Buero. Siempre grande. Hoy también.
En la imagen se ve a Buero Vallejo andando por la calle Miguel Fluiters, el mismo día en que se descubrió una placa conmemorativa en su casa natal, 11 de diciembre de 1991. Foto. Jesús Ropero