Desde las últimas elecciones municipales de junio de 2015 el Ayuntamiento de Guadalajara vive una situación de gobernabilidad compleja pues aunque Ciudadanos permitió –eso sí, solo por pasiva- que gobernara el PP como primera fuerza, y por mucho, del consistorio que es, los de Rivera, lejos de comprometerse con el equipo de gobierno de Román están haciendo un juego político que se parece mucho a una canción-baile sesentera, la Yenka, cuyo cansino estribillo se repetía una y mil veces: “izquierda, Izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, un, dos, tres…”. Al menos a mí me recuerda a esa apolillada y un tanto casposa canción esa política poliédrica “anaranjada” de ahora voto con el PP, pero luego con PSOE y Ahora Guadalajara -la marca local de Podemos que en un 75 por ciento controla IU, no nos olvidemos- y hasta le creo al Alcalde una situación tan incómoda como es darle a elegir que, o se libera al cien por cien en el Ayuntamiento, o no le permito que lo haga en un ochenta para seguir ejerciendo “marginalmente” la medicina y así no perder contacto con su vocación y profesión, como es su lógico deseo; que, por cierto, le honra, porque evidencia que está de paso en la política, aunque ya acumule un importante y extenso currículo en ella. Mejor nos iría a todos si hubiera menos profesionales de la política y más profesionales en la política, que parece lo mismo, pero no lo es; la lengua castellana es tan rica que una simple preposición es capaz de cambiar todo el sentido a una frase.
Estuve ocho años en política activa y siempre he sido y seré político, en el sentido etimológico de la palabra, el socrático, el de estar preocupado y comprometido con las cosas de mi ciudad –la “polis” griega de la que deviene “política”- y he conocido y conozco mucha y muy buena gente que ha trabajado o trabaja en ella, aunque también bastantes mediocres e, incluso, algún rufián. La política es necesaria y conveniente y, por ende, los políticos; hasta me parece una ocupación muy noble y que debería estar mucho mejor considerada por la sociedad de lo que actualmente lo está, aunque también es explicable esa mala fama del oficio político y sus actuales oficiantes porque el partidismo, el sectarismo y el tacticismo que con tanta frecuencia y, a veces, descaro, practican las fuerzas políticas llevan al hastío de la gente, que solo encuentra problemas en quienes ha elegido para que le den soluciones.
Los llamados partidos “emergentes”, venidos supuestamente a practicar la “nueva política”, hace demasiado poco tiempo que han emergido como para que ya se estén liando a mamporros entre ellos -especialmente Podemos, aunque las galletas que se reparten en Ciudadanos no son de Cuétara precisamente- y si venían a sustituir a la “vieja guardia” con un mejor talante y limpieza de sus dirigentes, una mayor transparencia de sus estructuras y unas mucho más comprometidas acciones con los verdaderos problemas de la gente, pronto la realidad les ha comenzado a igualar con la “casta” que repudiaban y de cuyo desgaste se han nutrido electoralmente pues ya han perdido su virginidad política, incluso estando en las puertas del poder y sin haberlas traspasado aún de verdad. Y allá donde gobiernan, ya sabemos cómo se las gastan…
Volviendo a la situación del Ayuntamiento de Guadalajara, parecía positivo el hecho de que, tras dos mayorías absolutas seguidas del PP –la segunda, más que mayoría, multitud, que terminó volviéndose en su contra-, llegara un escenario político en el que fuera necesario alcanzar acuerdos, al menos entre dos fuerzas políticas, para garantizar la gobernabilidad municipal. La investidura de Román por mayoría relativa al no pactar las otras tres fuerzas municipales, parecía indicar que íbamos a asistir a un mandato en el que Ciudadanos tendría influencia en el equipo de gobierno, al tiempo que corresponsabilidad; pero no, al menos de momento, y a pesar de que Román les ha ofrecido una y mil veces cogobernar la ciudad, han optado por tener influencia –y, en ocasiones, imponer su “santa” voluntad, incluso aunque ésta tuviera un punto caprichoso- pero no corresponsabilizarse de nada, o de muy poco. Y esa forma de actuar es puro tacticismo político y, no nueva, sino viejísima política, que es la de arrimar el ascua a su sardina con fines electorales, aunque eso suponga problemas para que el Ayuntamiento tenga un gobierno municipal estable, algo absolutamente necesario pues las arritmias en política son tan malas como las que afectan al corazón de las personas, como muy bien sabe el doctor Román.
La política “yenkista” de los Ciudadanos arriacenses no sé si les va a dar réditos electorales dentro de dos años y medio –empiezo a intuir que no-, pero lo que sí parece evidente es que a la ciudad le está creando problemas y encima no le están saliendo baratos pues si con “la vieja política” había cinco concejales liberados en la oposición, ahora hay diez.