Archive for julio, 2017

Crónica de un no-viaje y de un pájaro amarillo

El lector asiduo de este blog -a quien aprovecho la ocasión para agradecer su fidelidad, virtud hoy en desuso-, probablemente estaría ya esperando mi entrada de finales de julio que, habitualmente, suelo dedicar a Comillas, la maravillosa villa cántabra que desde hace ya muchos años me tiene ganado el corazón, reconforta mi alma y dilata mis pupilas sin necesidad de colirios, ante la acumulación de belleza que ofrece a mis ojos cada verano cuando regreso a ella para vacacionar con mis queridísimas chicas. Este año, por circunstancias inesperadas que te aguardan en los recodos del camino de la vida emboscadas como bandidos, más que una crónica de un viaje a Comillas, me veo obligado a escribir una contracrónica; o, mejor dicho, la crónica de un no-viaje, porque, de momento, no voy a poder volver a ese lugar que, si aún no lo he hecho, hoy lo proclamo, hace ya tiempo que considero mi patria de adopción, sin renunciar, por supuesto, a la de nación, pues bien sabido es que ejerzo de guadalajareño militante.

No sé cuántas crónicas de un no-viaje se han escrito, supongo que no demasiadas, porque es poco menos que intentar jugar al absurdo o tratar de hacer posible lo imposible; pero, como empeño y voluntad no me faltan y no estoy de acuerdo con Ungaretti en eso de que “la meta es partir”, aún sin salir de Guadalajara y poder poner proa al norte a amarrar mis vacaciones en uno de los tres puertos históricos de Cantabria -título que Comillas comparte con Laredo y Castro Urdiales-, voy a viajar hasta allí con el pensamiento y la palabra, aunque a éste le va a transportar un avión llamado “El pájaro amarillo”. Este pájaro de metal puede ser considerado un primo hermano mayor, en gesta pionera aeronáutica, del “Cuatro Vientos”, el aeroplano con el que el guadalajareño, capitán Barberán, y el gerundense, teniente Collar, cruzaron el Atlántico, entre Sevilla y Camagüey (Cuba), en 1933. Lean, lean la historia de estos dos pájaros metálicos porque con ellos viajarán conmigo desde Guadalajara a Comillas, sin necesidad de mover más músculo que los que activan los dedos y los ojos.

“El pájaro amarillo” era el nombre del avión que, sorpresivamente, aterrizó en la playa de Oyambre -un bellísimo parque natural situado entre Comillas y San Vicente de la Barquera, en el término de Valdáliga- el 14 de junio de 1929, cuando sus tripulantes, Armand Lotti, Jean Assollant y René Lefebvre, acompañados del primer polizón de la  historia de la aeronáutica, Arthur Schreiber, se vieron obligados a tomar tierra allí pues el combustible que tenían en el depósito no les daba para llegar a su destino, París. Habían partido del aeródromo de Old Orchard, en el estado americano de Maine, 30 horas antes de aterrizar forzosamente en Oyambre, y su viaje ha quedado enmarcado con letras de oro dentro de los hitos de la aeronáutica pionera pues supuso repetir la hazaña, pero con cuatro miembros a bordo, que Lindbergh había protagonizado en solitario, apenas dos años antes, cuando consiguió unir por primera vez América y Europa en un vuelo sin escalas tripulando el mítico “Espíritu de San Luis”.El Pájaro amarillo” no llegó a su destino parisino, no por error en el cálculo del combustible necesario por parte de su tripulación ni por un despiste en la orientación de ésta, sino porque el peso del polizón que les acompañó y que descubrieron cuando ya no era posible regresar a Maine, incrementó notablemente el consumo de gasolina del avión, de tal forma que se vieron obligados a virar hacia el sur y buscar el norte de España porque, de intentar llegar a París, probablemente habrían caído al Atlántico. Es fácil imaginarse, primero, la sorpresa, y la expectación, después, de los santanderinos que disfrutaban de la playa el día que aterrizó en Oyambre este pájaro inesperado, hecho del que se guarda memoria en la zona y que lo recuerda un monolito de piedra situado en la propia playa. Por cierto, “El pájaro amarillo” permaneció unos días allí, hasta que pudieron traer de Madrid la gasolina necesaria para reemprender el vuelo y concluir su viaje a la capital francesa, donde fueron recibidos con gran alborozo e interés mediático, pero no con tanto calor y hospitalidad como en Comillas, según reconoció y agradeció públicamente la tripulación.

No corrieron la misma suerte nuestro paisano, Barberán, y su compatriota catalán, Collar, con su “Cuatro Vientos”, el avión que ambos tripularon y que partió del aeródromo de Sevilla el 8 de junio de 1933 para aterrizar tres días más tarde en Camagüey (Cuba), batiendo en ese momento el récord de distancia recorrida en aeroplano en un vuelo sin escalas, al cubrir los 7.895 kilómetros que hay entre la capital andaluza y la ciudad cubana. Esta gesta apenas la pudieron saborear Barberán y Collar pues, tras despegar de La Habana con destino a Ciudad de Méjico nueve días después de llegar a Cuba, su avión jamás alcanzó su destino, perdiéndose su rastro ya en territorio mejicano, en el estado de Tabasco. Los restos del avión y de sus tripulantes nunca fueron encontrados, lo que aún constituye un misterio. Hace alrededor de veinte años, unos investigadores mejicanos vinieron a España, incluida la capital alcarreña, sosteniendo la tesis de que habían aparecido algunos restos del “Cuatro Vientos” en la sierra de Mazateca (Oaxaca), trayendo, incluso, una mínima parte de ellos a Guadalajara, que mostraron al entonces alcalde de la ciudad, José María Bris. Esos restos no se ha confirmado científicamente que correspondieran al siniestro del “Cuatro Vientos”; más bien, se ha descartado.

“El pájaro amarillo” y el “Cuatro vientos”, América y Europa, Comillas y Guadalajara unidos a través de dos de las más grandes gestas de la aeronáutica mundial y cuyo recuerdo me ha permitido escribir esta crónica de un no-viaje contradictoriamente sustentada en dos viajes mayúsculos. Por cierto, decía al principio que no sabía cuántas crónicas de no-viajes se habían escrito, pero sospechaba que pocas; pues he de rectificar porque acabo de recordar que uno de los más grandes escritores de la literatura de viajes y aventuras de la historia, el italiano Emilio Salgari, a pesar de ser marinero, en realidad parece que no surcó más que las aguas del doméstico Adriático y, sin embargo, fue capaz de escribir algunas de las obras más importantes de este género, ambientadas en el exótico y lejano Índico y, por tanto, muy alejadas del Mediterráneo, entre ellas las que tenía por protagonista a “Sandokán”, “el Tigre de Mompracem” o de Malasia. Ciertamente, para viajar no hacen falta maletas y ni siquiera partir; basta con querer llegar a un destino, aunque sea sin salir de casa. La meta, Ungaretti, está siempre al final del camino, otra cosa es el medio de transporte -o no-medio- con el que lo hagamos.

 

Foto: Playa de Oyambre./ S. Barra.

Guadalajara y el turismo de estrellas, aire limpio y miel

 

Hace muy poco nos felicitábamos en este mismo blog -que, por si alguien no ha recaído en ello, lleva el bueriano, al tiempo que guadalajareño, título de “Misión al pueblo desierto”- porque Sigüenza había sido elegida “Capital del turismo rural español 2017” a través de una votación realizada por varios millares de usuarios de “Escapada rural”, una de las páginas webs más importantes especializadas en este tipo de turismo. Pues bien, a esa buena noticia relacionada con el turismo rural que, fundamentalmente, atañía a nuestra “joya” en ese ámbito por excelencia, como es la “Ciudad del Doncel”, le ha seguido otra no menos buena que incumbe al conjunto de la provincia: Guadalajara ha sido la tercera provincia más dinámica de España en demanda de turismo rural en los cinco primeros meses del año, al haber acogido en sus alojamientos rurales un total de 5.060 viajeros, una cifra que supone un 10,8 por ciento sobre el mismo mes en de 2016. Estos viajeros realizaron un total de 13.061 pernoctaciones en este tipo de establecimientos, una cifra muy respetable ya que es, con diferencia, la mayor de todas las provincias de la región: Albacete (8.700), Ciudad Real (5.400), Cuenca (10.200) y Toledo (9.700). Evidentemente, aún estamos muy lejos de ofrecer cifras como las de provincias de “primera división” en el mercado turístico rural, como por ejemplo Asturias -39.000 pernoctaciones-, pero no andamos ya muy lejos de otras que, si no están en la primera, sí están en la segunda en este ámbito y con muchas opciones de ascender, como Ávila -15.200- o Huesca -14.500-. Incluso el dato de Madrid no queda excesivamente lejano del nuestro pues en mayo se produjeron en la comunidad vecina 19.500 pernoctaciones, “solo” 6.000 más que en nuestra provincia.

Aunque, como señala el dicho inglés, “el 91 por ciento de las estadísticas son falsas, inclusive este mismo dato“, no cabe duda que las cifras sobre el dinamismo del mercado turístico en la provincia que hace unos días se han hecho públicas por parte del INE, al dar a conocer los resultados del período enero-mayo 2017 de la “Encuesta de ocupación en alojamientos de turismo rural”, son realmente favorables pues no han venido solas, sino acompañadas de otro buen parámetro: En los cinco primero meses del año la provincia ha experimentado un incremento del 13,2 por ciento en número de turistas llegados a instalaciones hoteleras y un 16,2 por ciento en pernoctaciones en este tipo de establecimientos, en relación con el mismo periodo del año anterior. Otro dato favorable significativo relacionado con el sector turístico es que las visitas al castillo de Torija, la oficina de turismo provincial virtual y real que comparte este histórico recinto con el Museo del Viaje a la Alcarria -cuyos fondos pronto se van a engrosar gracias al convenio recientemente suscrito por la Diputacion con la Fundación Charo y Camilo José Cela-, han crecido un 26,79 por ciento, y eso que hay que pagar por entrar, un hecho a tener en cuenta.

Estas buenas cifras no son aisladas, sino que vienen proyectándose en el tiempo, lo que evidencia que, efectivamente, el dinamismo del turismo rural en la provincia no es meramente coyuntural, sino que comienza ya a ser tendencia, una circunstancia que, no obstante, no ha de servir para acomodarse sino, bien el contrario, para reinventarse cada día porque la competencia de otras provincias en este ámbito es cada vez mayor. Es una realidad palmaria que el turismo se ofrece como una de las pocas y más importantes opciones de desarrollo que le quedan al medio rural y que, a pesar de la sangría poblacional que éste ha vivido en la segunda mitad del siglo XX, el impulso de esta actividad en los últimos años está contribuyendo significativamente a frenar esa migración hacia núcleos urbanos. Nuestra provincia ofrece al turista rural un amplio y variado abanico de recursos, especialmente medioambientales e histórico-culturales, y está muy cerca de uno de los principales mercados nacionales demandantes de este tipo de turismo que es Madrid. Pero, como decía antes, nuestra principal competencia -fundamentalmente las provincias más cercanas a la capital, aunque también las de interior que están a media distancia- es mucha y activa, por lo que, si nos limitamos a congratularnos de nuestra buena dinámica actual, seguramente otros se aprovechen de esa complacencia y pasividad. El turismo rural no es solo alojamiento y restauración, es mucho más, cada vez más: actividades de aventura, senderismo, turismo especializado, nuevas formas de turismo… Y en ellas -además de procurar mejorar la calidad de su oferta y sus canales de distribución y promoción-, es donde Guadalajara debe innovar y buscar sus propios yacimientos de turismo especializado. Entre ellos, yo me permito apuntar y justificar mínimamente algunos:

Astroturismo (Turismo estelar o de astronomía popular): Los cielos de gran parte de la provincia tienen muy poca contaminación lumínica y ya hay un sector emergente de aficionados a este tipo de turismo que consiste en la observación de los cielos, su estudio y fotografía. Hay lugares, como el entorno del embalse de La Tajera, por ejemplo, entre otros de las zonas de la Alcarria, Molina de Aragón y las Serranías del Norte que son excepcionales para practicar este tipo de novedoso turismo. No por casualidad está en Yebes el Centro Astronómico mayor y más importante del Instituto Geográfico Nacional.

Turismo de Aire Limpio: Se da la circunstancia de que Campisábalos es la población con el aire más limpio de España y el tercero del mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son varios los factores que influyen en ello: Alejamiento de zonas industriales, dirección de los vientos dominantes, altitud, población, etc. El aire limpio es una constante no solo en este municipio y en los próximos de la Sierra de Pela, sino en una gran parte de la Guadalajara rural. Un dato muy vendible con un buen marketing para el llamado turismo verde y de salud.

Geoturismo: Es un término y un concepto de turismo novedoso que disfruta del patrimonio geológico, la geodiversidad y la biodiversidad singulares. Gran parte de la provincia ofrece en estos ámbitos grandes recursos, con especial mención al Señorío de Molina-Alto Tajo y su geoparque, así declarado oficialmente por la UNESCO.

Apiturismo: Por razones conocidas, la provincia de Guadalajara dispone en este ámbito de un gran potencial. Ya en 2015 se puso en marcha en torno al Ocejón una “Ruta de Flora y Miel”, a cargo de la Fundación “Amigos de las Abejas”. En España solo hay cuatro mieles con denominación de origen protegida y una con indicación de origen protegida (la de Galicia). Las únicas mieles con D.O. son la de la Alcarria (Guadalajara y Cuenca), la de Liébana (Cantabria, León Y Palencia), la de Granada, la de Villuercas-Ibores (Cáceres) y la de Tenerife. De todas ellas, la nuestra es la más afamada; además, ya hay algunas infraestructuras y convocatorias en torno a la apicultura y la miel que pueden ser potenciadas y vertebrar rutas y actuaciones: Centro apícola de Marchamalo, Observatorio apícola de Mantiel, Aula apícola de Azuqueca de Henares, Museo de la Miel de Peñalver y, por supuesto, la Feria Internacional Apícola de Pastrana.

                Innovar en materia turística, más que inventar, es saber aprovechar, promover y emprender y, por tanto, arriesgar. Pero con sentido común, profesionalidad y rigor.

 

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