Cada uno contará la feria como le haya ido, que espero que mayoritariamente haya sido bien. A mí, ni me ha ido ni me ha venido porque, siguiendo la conocida reflexión orteguiana, mis circunstancias no están ahora como para andar tirando cohetes, sino para guardarlos para mejor ocasión, que sin duda la habrá porque, aunque no soy un optimista antropológico, me resisto a caer en brazos del pesimismo crónico. Además, como afirma el sabio refranero, no hay mal que cien años dure. Como el general Mc Arthur volvió a Filipinas tras ser obligado a salir de ellas por el empuje bélico japonés, yo volveré a la fiesta.
El día después de las ferias suele ser sombrío, mal encarado, antipático y, las más de las veces, aunque no ésta, hasta desapacible en lo meteorológico. De momento sigue siendo verano, y no solo oficialmente, sino oficiosa y realmente, lo que sin duda tiene más valor porque la oficialidad meteorológica septembrina en esta tierra suele caer en la informalidad. Y no seré yo quien se lo afee a los meteoros ya que la rebeldía siempre me pareció virtud frente al conformismo, aunque aquella, a veces, te lleve a situaciones comprometidas; pero, sin riesgo, la vida solo es una película en blanco y negro.
Filosofías baratas aparte, con las ferias de la capital y las fiestas de casi toda la provincia ya terminadas, llegan, al tiempo que el otoño, el inicio del curso académico y del político que, en esta ocasión, desembocará a finales de primavera en un triple proceso electoral: local, autonómico y europeo que hasta pudiera ser cuádruple si se convocan también elecciones generales en los próximos meses, algo no descartable por la actual debilidad del gobierno “bonito” de Pedro Sánchez, al que se le están poniendo las cosas cada vez más feas. Y esta afirmación, evidentemente, no es solo una tesis mía, sino la síntesis de las tesis de muchos analistas políticos, solo enfrentadas a las antítesis de bastantes menos, algunas de ellas bien pagadas, como las de los nuevos responsables de informativos y colaboradores de TVE, tras las purgas de Rosa María Mateo pactadas por el PSOE Y Podemos.
El caso es que, cuando apenas han arrancado los cursos docente y político, ya hay síntomas de fin de año acdémico en el ambiente informativo pues jamás se ha hablado tanto de la universidad y la política como en los últimos tiempos. Que si masters que se aprueban sin ni siquiera cursarse, que si trabajos fin de master que son puro copia y pega de la Wikipedia, que si tesis doctorales que son más que cuestionables en fondo y forma, que si doctorandos que ni merecen el gerundio ni el participio del verbo doctorar, que si carreras que se ofrecen terminar de manera “fácil”, que si patatín, que si patatán… Y todo este sinfín de despropósitos, malas praxis y golferías relacionados con las titulaciones universitarias y protagonizados, chusca y lamentablemente, por políticos, entre ellos el presidente del gobierno, el del PP, el de Ciudadanos y hasta la alcaldesa “en comú”-podemita de Barcelona.
De las dimisiones de Cristina Cifuentes como presidenta de la CAM y de la Ministra de Sanidad, Carmen Montón, por las más que acreditadas irregularidades en la obtención de sus respectivos másteres en la URJC, ni si quiera vamos a referirnos por tratarse de piezas de caza menor, dicho sea de manera gráfica, pero con todo el respeto a ambas. Eso sí, no me resisto a mostrar mi estupefacción por la forma en que fue despedida la señora Montón del gobierno de ministros y ministras por sus compañeros y compañeras, calificando de “ejemplar” su decisión de dimitir. Nunca puede ser ejemplar dimitir porque “te han pillao con el carrito del helao”, permítaseme la expresión tan de charanga y aún con la resaca de las ferias.
Al nuevo presidente del PP, Pablo Casado, se le acusa de haber aprobado, con irregularidades, un máster oficial -aunque no habilitante- en la Universidad Rey Juan Carlos I, de 60 créditos, de los cuales 40 le fueron convalidados por ser Licenciado en Derecho y 20 aprobados a través de la presentación de unos trabajos que, juntos, no suman un centenar de páginas. En los próximos días, el Tribunal Supremo decidirá si investiga -lo que antes era imputación- a Casado por este asunto o no. Al estar judicializada la cuestión, toca esperar acontecimientos, aunque el presidente de los populares afirma que “va a quedar en nada”.
Al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, que abrió la caja de los truenos cuando, por sorpresa, pero con toda intención, preguntó a Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados por su controvertida, polémica y entonces escondida tesis doctoral, se le echa en cara un asunto menor, pero también relacionado con el “titulismo” universitario tan de moda: en su CV figuraba -ya lo ha actualizado- que era “doctorando” en Derecho en la Universidad de Barcelona, cuando no está matriculado en los cursos de doctorado y, por lo tanto, no está en esa situación. De todas formas, que se prepare el líder naranja si, por un casual, tiene el más mínimo borrón en su expediente académico o laboral porque el dedo amenazante de Pedro Sánchez pesa sobre él.
Por su parte, Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona de la confluencia de Podemos “En comú”, afirmó que le habían ofrecido acabar su carrera de Filosofía “de manera fácil”. Cuando la UB le exigió explicaciones, Colau dijo que se había “colao”, pidió perdón y dio marcha atrás. ¿Pero se lo ofrecieron o no? Caben dos posibilidades: que no se lo ofrecieran y mintiera como una bellaca -algo no descartable en este histriónico personaje político- o que sí se lo ofrecieran, pero no pudiera demostrarlo, dando marcha atrás por temor a una querella y/o a enfrentarse a la todopoderosa UB.
Y termino ya con la madre de todas las tesis, la de Pedro Sánchez, si es que le es atribuible pues, como es sabido, varios medios de comunicación afirman -y documentan- que una amplia parte de su contenido es plagio y que tuvo un “negro” que le ayudó a hacerla. Hasta el gobierno ha reconocido que “solo un 13 por ciento” de la tesis del presidente puede ser considerado como “plagio”, un dato “permisible”. El asunto está muy feo porque también se acusa al tribunal que le juzgó de estar integrado por personas que tenían relación con Sánchez y que, incluso, alguna, hasta había compartido trabajos con él, parte de los cuales se incorporaron a la tesis. ¿Jueces y parte? Por otro lado, y para mí quizá sea lo más sangrante, reconocidos expertos economistas han afirmado que, en todo caso, la tesis no es merecedora, ni mucho menos, del “cum laude” con que fue calificada. Hasta el jurista y economista Manuel Conthe, que llegó a ser vicepresidente del Banco Mundial, en Washington, califica la tesis de Sánchez de “superficial, banal, inane con una infinita mediocridad intelectual”. Cabe recordar que, sin el doctorado, el presidente del gobierno habría tenido mucho más limitadas sus opciones para desarrollar la docencia universitaria, única actividad profesional que ha ejercido y solo en la misma universidad en la que se doctoró, la Camilo José Cela, además de la política.
Sánchez está gobernando en la antítesis de lo que dijo cuando accedió al gobierno pues se comprometió a ejercer su labor “con transparencia y honorabilidad”, entre otras muchas cosas que sonaban muy bien como declaración de intenciones, pero que no han pasado de ahí. Transparencia, de momento, la justa, pues sus ruedas de prensa abiertas son contadas, solo atiende a medios de comunicación “cómodos” para él -dejémoslo ahí-, se ha negado a comparecer en el Congreso para explicar este espinoso asunto y solo ha publicado su tesis cuando se ha visto contra la espada y la pared. ¿Honorabilidad? No puede calificarse de honorable afirmar, cuando se es candidato a presidir el gobierno, que “hay países donde se dimite por plagiar tesis” y, cuando está en cuestión que la suya es plagiada, amenazar con querellas y demandas, pero no dar explicaciones sobre las muchas cuestiones referidas a su tesis que están en el disparadero. Sin tesis, no hay presidente. Al tiempo.