Superando las previsiones de las encuestas más favorables, que ya de por sí eran buenas, el Partido Popular ha ganado rotundamente y por mayoría absoluta las elecciones autonómicas en Andalucía, feudo tradicional de la izquierda que hace cuatro años, cansado de ere que ere y de viajar al futuro siempre en círculo, dio una oportunidad de gobierno a “las derechas” que ha capitalizado el líder regional popular y presidente de la Junta andaluza, Juanma Moreno. Este resultado electoral, que en Moncloa habrá sabido amargo como la hiel, aunque Sánchez disimulará como es costumbre en él, evidencia muchas cosas, de las que voy a destacar dos: la primera, que el primer presidente del PP que ha tenido Andalucía lo ha debido hacer muy bien pues allí los votos para los populares no caen casi gratis como durante décadas les han estado cayendo al PSOE; la segunda, que a pesar de que la izquierda, táctica y despectivamente, mete en el mismo saco a PP, Ciudadanos y Vox llamándolos “las derechas”, eso ya no asusta ni en Andalucía porque “las izquierdas” son las que están dando últimamente muchos sustos a los bolsillos de los ciudadanos, jugando al guirigay con el separatismo y otros ismos extremos y haciendo más “tontás” -por utilizar una expresión muy andaluza- de las previsibles.
Al PSOE en particular y a la izquierda en general, que han gobernado Andalucía 36 de los últimos 40 años con los peores datos socio-económicos de España, ya no le vale el argumento que durante mucho tiempo les compraron los andaluces y que se resume, gráficamente, en hacerles creer que la mejor derecha es siempre peor que la peor de las izquierdas. Pese a ello, aún han rascado unos cuantos miles de votos con ese argumento que un votante de la Sevilla más profunda, la del barrio llamado “de las 3000”, resumió así ante los micrófonos de una televisión: “¿Que porque les sigo votando si nos han robado a manos llenas con lo de los ERE? ¿Y qué?”. Sevilla, sin duda alguna, tiene un color especial.
El PP ha ganado en Andalucía a la gallega. No digo ninguna tontería pues, aunque Juanma Moreno ha sido un buen presidente y los andaluces le han premiado por ello, las encuestas evidencian que su campaña electoral ha sido perfecta ya que arrancó con la necesidad de pactar con Vox, sí o sí, y ha concluido sin esa necesidad; precisamente, ahí ha estado la clave de esa táctica que yo he calificado de gallega y en la que, por supuesto, ha influido el nuevo presidente del PP y expresidente de Galicia, Alberto Núñez Feijoo. ¿Y en qué se concreta esa galaica forma de ganar elecciones? Pues en que el PP no ha peleado por el voto de derecha pura y dura, dejándoselo a Vox consciente de que, si después de las elecciones era necesario este partido, ya se llegaría a un acuerdo con él, centrándose -nunca mejor dicho- la estrategia de los populares en ganarse al antiguo electorado de Ciudadanos y en tratar de obtener “prestado” un buen número de votos de la izquierda más moderada que ha preferido apoyar a Juanma ante lo poco atractivo de la oferta socialista que representaba Espadas y, sobre todo, para evitar que los populares tuvieran que pactar con Vox. O sea que Juanma ha conseguido eso que dicen que solo son capaces de hacer los gallegos: soplar y absorber a la vez. Confío en que la mayoría absoluta que ha obtenido el presidente andaluz no se le atragante, sume a su gobierno a lo mejor de su partido y a los mejores de Ciudadanos que se identifiquen con este proyecto, deje a Vox en su sitio, pero no se olvide de su fuerza electoral, y tenga en cuenta cómo ha logrado esa mayoría absoluta. El reformismo moderado, de inspiración liberal pero con mucha sensibilidad social, debe ser su pauta de gobierno porque es lo que necesita Andalucía y, esta vez, también ha querido después de despreciarlo muchas veces conformándose con estar en el vagón de cola de España, como si ese fuera su inevitable destino.
¿Y qué traslado puede tener este resultado al resto de comunidades autónomas españolas y, especialmente, a Castilla-La Mancha, donde, dentro de once meses, habrá elecciones? Pues, en el caso del PP regional, ya veremos, porque no es lo mismo partir desde el gobierno y tener todos sus resortes de poder, influencia y proyección que hacerlo desde la oposición, donde hace mucho frío incluso en medio de sofocantes olas de calor como la recientemente vivida. Y ya veremos también porque Juanma Moreno ha demostrado ser un buen presidente autonómico y un gran líder regional, mientras que Paco Núñez, el candidato del PP a presidir la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, de momento es solo un voluntarista aspirante a suceder a Page y el PP regional tiene mucho que cambiar en proyecto y estrategia -y en mejorar el equipo-, si quiere llegar al gobierno. El poder no se hereda, se conquista. Si Paco Núñez se limita a esperar que el evidente desgaste nacional del PSOE, sumado al regional que comienza a no ser poco, le lleven a Fuensalida de la mano de Vox, es probable que vuelva a perder las elecciones autonómicas y, por tanto, certifique el que sería su final como líder regional del PP. Es su última oportunidad y, pese a los muchos kilómetros que está haciendo en esta extensa región y al empeño que me dicen que transmite, si no logra derrotar a Page, su viaje habrá sido a ninguna parte. El PP de Castilla-La Mancha debe aprender del andaluz a ensanchar su electorado, aunque no puede comparar sus puntos de partida, pues uno ha arrancado desde el poder y el otro lo hará desde la oposición. Quien gane la lucha por el voto del centro gobernará en Fuensalida, eso lo sabe Page porque lo aprendió de Bono, el Merlín de la política que hizo cuajar este invento de región que este año cumple cuarenta y que a algunos les gusta, pero a mí, no, porque ni ha sabido ganar mi emotividad, ni serme lo útil que debería para tener tantas competencias y recursos. Y si algo no me gusta ni me sirve, pues no lo quiero.