Provincia abierta por vacaciones

El “Caso Bárcenas” no ha dado mucho de sí esta semana, a pesar de los empeños del flojísimo secretario de organización del PSOE, Oscar López, en forzar titulares que pueden costarle hasta una querella por calumnias; por otra parte, a UGT de Andalucía le han pillado malversando (presuntamente, of course) fondos públicos al derivar partidas de formación de desempleados a gastos de publicidad y propaganda –siempre va la burra al trigo…-. Y hablando de burras/dinero público y de trigo/propaganda: Arturo Mas se va a gastar más de 100.000 euros en la prensa escrita –es fácil adivinar qué cabeceras se van a llevar la magra- para publicitar la “Diada” catalana del próximo 11 de septiembre y ya se han presupuestado diez veces más, o sea un millón de “pavos”, para la del año que viene, puesto que entonces se conmemorará el tricentenario del triunfo de la dinastía Borbón frente a la de los Austria en la Guerra de Sucesión Española –la Batalla de Villaviciosa fue clave en su discurrir-, que es uno de los hitos históricos en los que se asienta el nacionalismo catalán, por considerar que tuvo unas muy negativas consecuencias para Cataluña, como si para el resto de las regiones de España la llegada del rey de origen francés en 1714 hubiera sido el bálsamo de Fierabrás para todos sus males; por cierto, que habría que revisar el por qué de este hecho, ya que Felipe V, antes de su victoria militar, llegó a acudir hasta las Cortes catalanas, a hablar en ellas en catalán y a pactar con los catalanes,… ¿podrían tener causa esas supuestas negativas consecuencias en algo que éstos después no cumplieron?-; ¡ahí lo dejo! El caso es que el nacionalismo radical, además de endogámico, sectario, centrípeto, aldeano y excluyente suele jugar con la historia a su conveniencia, silencia capítulos, amplifica otros y manipula casi todos. Y acostumbra ser muy caro…

En fin, que yo me proponía escribir hoy un post descargado de política, aunque sólo fuera por evitarme una sudada mental extra en estos días de sofoco agosteño, pero he terminado haciendo caso omiso a lo que se cuenta que Franco aconsejaba a quienes le iban a protestar al Pardo por alguna decisión de sus ministros: “¡haga usted lo que yo, no se meta en política!”, una frase que por su enorme calado merecería haber sido pronunciada de verdad por el “Generalísimo”.

IMG-20130821-WA0000Metido ya suficientemente en política por hoy, la segunda parte de este post la voy a dedicar a escribir de lo que verdaderamente me apasiona, que es mi provincia, especialmente sus zonas rurales, ahora que nuestros pueblos apuran sus últimos días del mes en el que, contrariamente a lo que ocurre durante el resto del año, excepción hecha de Semana Santa y algún fin de semana, la mayor parte de sus casas están abiertas, en sus calles no se escucha el silencio y la soledad no es la única compañera de los mayores que quedan  en ellos, cada vez menos y cada vez más mayores.

Agosto es a Guadalajara lo que el domingo a la semana. Es sinónimo de fiesta, antes de baño semanal en balde con agua soleada y ahora de ducha con agua corriente, pero no pocas veces traída al depósito por camiones de la Diputación porque los manantiales, como las lágrimas de las abuelas, hace tiempo que ya se secaron. Y no hay mayor dolor y desconsuelo que querer llorar y no poder. Como no hay mayor injusticia que ver el agua caída en tu tierra camino de otras de mayor fortuna, mientras tú te quedas con tu secano y tu sed.

Agosto es a los pueblos de la Guadalajara rural, que es la que ocupa un ochenta por ciento de su extensión pero sólo reúne a un veinte por ciento de su población, lo que el canto de los gallos picajosos a las albadas; el final de la noche, la amanecida, ese momento en el que tras una noche de bochorno en un mar de sudor y sábanas arrugadas, una fresca y aliviante brisa se cuela por las ventanas de las alcobas incitando a retomar el sueño y la pereza. En agosto, Guadalajara está de fiesta y es una fiesta total, sin duda porque no hay mayor fiesta que la del regreso y el reencuentro, que la de los pueblos llenos de gentes y además alegres, aunque sólo sea por unos días, porque el silencio y la soledad ya no habrán de faltar los otros once meses del año en los que podría colgarse un gigantesco cartel que gritara a la escarcha, al hielo y al viento solano: “Provincia cerrada por no vacaciones”.

No quiero terminar este artículo sin tratar de ponerle un buen punto y final –aparte mejor, que los finales son tajantes y excluyentes- con un poema del viajero que mejor cantó a la Alcarria, Camilo José Cela, y que por un tiempo hasta se avecindó en ella; gustoso, me consta. Se trata de la “Cancioncilla de los cuatro ríos”, que forma parte del “Cancionero del Viaje a la Alcarria”. Lean y disfruten:

 

Por el Jarama

va un negro toro.

                                               Una señora

                                               y  un caballero.

Muy de mañana

el río es de oro.

                                               Corre la aurora

                                               por el sendero.

El río Henares

lleno de agua.

                                               Un caballero

                                               y una señora.

Negros pesares

y alba la enagua.

                                               Vuele el sombrero!

                                               Cante la alondra!

Pasa el Tajuña

lindando huertas.

                                               Una señora

                                               y un caballero.

Gata garduña

la barbechera.

                                               Marca una hora

                                               sobre el pañuelo.

El río Tajo

como un lebrel.

                                              Un caballero

                                               y una señora.

Ni alto ni bajo:

plomo y cordel.

                                               Sobre el estero

                                               va una amazona.                                

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