Muchos españoles han oído hablar del barrio burgalés de Gamonal, por primera vez en su vida, por la movilización social de sus vecinos y los disturbios acaecidos en sus calles en los últimos días, que han tenido amplia repercusión en los medios de comunicación nacionales y que, incluso, han motivado movilizaciones de supuesta “solidaridad” con los vecinos gamonalenses en otras ciudades de España, la mayor parte de ellas incluyendo enfrentamientos con la policía y conllevando importantes daños a mobiliario urbano, contenedores de basura, coches y locales, especialmente oficinas bancarias. Imágenes todas ellas lamentables y preocupantes.
Yo oí hablar, por primera vez, de Gamonal, hace exactamente 30 años, cuando en el invierno de 1984, tras realizar la instrucción en el CIR de Araca-Vitoria, fui destinado a hacer “la mili” en Burgos, concretamente en el Regimiento Acorazado de Caballería de Montaña “España 11”, cuyo cuartel está situado en el cantón militar de Castrillo del Val, muy cerca de Atapuerca, en la carretera de Logroño, a unos diez kilómetros de Burgos. Gamonal es un popular y populoso barrio de la periferia burgalesa que empezó a crecer a gran ritmo, sobre todo a partir de los años sesenta del siglo pasado, poblándose, fundamentalmente, de gentes venidas del campo castellano, que dejaban atrás su medio rural, en el que la mecanización de las tareas agrarias provocaba masivo y progresivo excedente de mano de obra, mientras, contrariamente, en las áreas urbanas, las grandes fábricas que en ellas se radicaban –en el caso de Burgos, Firestone y San Miguel, entre otras- ofrecían empleo a esos trabajadores que el campo se lo negaba. En la práctica totalidad de ciudades de España, hay un Gamonal, o varios; incluso hay ciudades de la periferia de las grandes ciudades, que todas ellas son “Gamonales”.
Recuerdo especialmente los ratos de ocio que, tras el alto de la tarde, teníamos en el cuartel burgalés, después de acabar las tareas diarias de mantenimiento y limpieza de los carros de combate M-47 –se decía que eran los que el ejército americano usó en Corea, pero motorizados diesel en España por Pegaso-, bautizados cada uno de ellos con nombres de caballos míticos o históricos –Babieca, el del Cid, no podía faltar entre ellos, por supuesto; Bucéfalo, el de Alejandro Magno, tampoco, y así, hasta dieciocho- y que tenía a su cargo el Escuadrón de Carros Medios, en el que estaba yo destinado como furriel. Como anécdota, en esos momentos de asueto que, la mayor parte del tiempo, los pasábamos en la cantina, entre otras razones porque el frío del páramo de Castrillo del Val sólo es comparable con el de otras mesetas altas, entre ellas las parameras molinesas, recuerdo que, con frecuencia, se comenzaban a cantar canciones típicas de soldadesca que unas quintas a otras se iban transmitiendo. Una de esas canciones se titulaba “Las chicas de Gamonal”, cuyo primer párrafo, si mal no recuerdo, decía así:
Las chicas de Gamonal
Paraban pam pam pam pam (bis)
Han puesto una huevería
Para que los niños pijos
Compren lo que no tenían.
Paraban ban pam pam, paraban ban pam pam
Es una simple anécdota, pero esa cancioncilla cuartelera, además de tener otras estrofas más picajosas, en las que se referían amores/desamores de tarde de jueves entre criadas de asueto y soldadillos de paseo, ya apunta a Gamonal como un barrio con conciencia social y en el que a los niños “pijos” se les consideraba “desarmados”, por utilizar un término militar.
Pero lo que ha pasado estos días atrás en Gamonal no es para tomárselo a broma, aunque nunca viene mal distender las cosas, incluso aquellas que pasan de castaño oscuro, como es el caso de ésta y de las consecuencias que ha tenido en otras ciudades españolas, especialmente en Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante y Zaragoza, donde, aprovechando que el Arlanzón pasa por Burgos, centenares de antisistema y otra fauna acratilla, se han echado a la calle para tratar de hacerla suya, buscando descaradamente enfrentamientos con la policía para liarla parda y elevar la algarada callejera a portada de telediarios, y destrozando todo lo destrozable y más, incluso los cristales de alguna cafetería, para susto mayúsculo de sus clientes, que no entendían nada porque aquello no era entendible.
Como es sabido, el origen de las movilizaciones de Gamonal ha estado en el rechazo de una significativa parte de los vecinos del barrio –lo que no sabemos es si mayoritaria o no, porque en él viven más de 30.000 personas y la concentración más concurrida no ha pasado de las 5.000, según informaciones de prensa- a la obra de remodelación de la calle Vitoria –eje principal de Gamonal, por el que pasaba la antigua carretera N-I, cuando atravesaba Burgos-, por la que se iban a anular dos carriles para coches y, en el centro de la calzada, se iba a instalar un paseo peatonal y un carril bici, con su correspondiente ajardinamiento y mobiliario urbano. Un proyecto que, por cierto, iba en el programa electoral del PP, que gobierna con mayoría absoluta el Ayuntamiento de Burgos, y que también ganó en los colegios electorales de Gamonal. Los vecinos que se echaron a la calle contra esta obra, estaban en contra de ella, fundamentalmente, porque iba a suponer la supresión de 400 plazas de aparcamiento y la alternativa a ellas era comprar una en un parking privado, a 20.000 euros, o aparcar el coche más lejos de donde lo venían haciendo. Cada uno es muy libre de pensar lo que es mejor para él y para su barrio, pero hay un hecho innegable: el urbanismo actual y el que se lleva ya practicando algunos años en la mayoría de las ciudades españolas, tiende a restar espacio en superficie a los coches para dárselo a peatones y bicicletas, y a sustituir asfalto por arboledas y zonas ajardinadas. Pero en fin, lo dicho, no sólo cada uno es muy libre de pensar como quiera, sino también de defender ese pensamiento, pero hasta un límite: el que marca la Ley para proteger la convivencia, la seguridad de las personas, los bienes públicos y privados, y el que dicta el sentido común. Y, en Gamonal y, sobre todo, en las algaradas habidas en otras ciudades en supuesto apoyo a los gamonalenses críticos con la obra del bulevar de la calle Vitoria –excusas, nada más que excusas; el medio era Gamonal, pero el fin era montar follón y causar destrozos-, la Ley se la han pasado algunos cuantos por esas partes pudendas que, según la cancioncilla que cantábamos en la cantina del “España 11”, no tienen los niños “pijos”. Lamentablemente, algunos piensan y actúan con la bolsa escrotal y sólo tienen la cabeza para cubrírsela con un pasamontañas.