Hace ya tiempo que España vive dentro de una fuerte ciclogénesis explosiva política, -una tormenta perfecta política, vaya- que, lejos de aminorar, va adquiriendo especial crudeza de manera progresiva; o sea, que va de mal en peor, que es la definición más castiza y sencilla de la “Ley de Murphy”, siempre empeñada en abrirse paso entre la ya de por sí abundante legislación española, uno de los países de Europa que más leyes tiene y en uno de los que más se incumplen. Y no estoy exagerando un pelo sobre la agitada y convulsa España de hoy; basta con echar un vistazo a la realidad que nos envuelve cada día para comprobar que lo que digo es absolutamente cierto: Crisis del ébola, desafío soberanista catalán, atraco a Bankia de sus propios consejeros a través de las famosas “tarjetas negras”, corrupción política, sindical y empresarial,… a lo que hay que sumar la crisis económica que arrastramos y padecemos desde hace ya más de siete años y que, aunque algunos dicen que ya está superada, que se lo pregunten a los casi seis millones de parados, especialmente los jóvenes, que esperan encontrar trabajo, aunque sea en precario y mal remunerado, y a las familias que se han dejado sus ahorros y, lo que es peor, muchas ilusiones para sobrevivir a este duro y difícil tiempo.
Hay que ser muy optimista, o estar en una posición personal muy cómoda, para negar la evidencia del tiempo convulso que nos envuelve. Escuchar un informativo de radio, ver uno de televisión, echar un vistazo a los diarios digitales en Internet o leer los pocos periódicos convencionales que van quedando –Guadalajara es un ejemplo palmario de ello: de 5 cabeceras de pago que llegaron a coincidir, no hace tanto, en los kioscos, hemos pasado a tener solo una, Nueva Alcarria– lleva tiempo convirtiéndose en un ejercicio próximo al masoquismo pues la gran mayoría de las noticias que abundan en los medios son de un tinte tan negativo –con especial dramatismo las que provienen de escenarios bélicos o de catástrofes naturales- que, después de informarse uno, dan ganas de pedir que pare el mundo y bajarse de él, como dice la niña sabia Mafalda, a quien dediqué mi anterior post, casi como terapia, dando vida y protagonismo a una niña de cómic porque ese tipo de niñas no pueden ser agredidas sexualmente por los indeseables e inexplicables pederastas, que, lamentablemente, también tienen su hueco, a diario o casi, en la dura y cruda realidad de hoy.
Es de alumno de primero de periodismo –preciosa carrera, pero maltratada y mal pagada profesión, de ahí que muchos ya la llamen irónicamente “parodismo”- saber que las noticias que copan las primeras páginas y los grandes titulares de los medios de comunicación son las que reflejan hechos cuanto más extraordinarios, mejor, y si además son alarmantes o, cuando menos, chocantes, mucho mejor aún; lo ordinario, lo común, lo habitual, lo cotidiano, evidentemente no es noticia, algo que queda perfectamente reflejado en esta frase/reflexión tan expresiva y conocida: “la noticia no es que un perro muerda a un hombre, sino que un hombre muerda a un perro”. Efectivamente, no es noticia que mueran al año por gripe común en España entre 1000 y 4000 personas, y, si lo es, aparecerá en revistas especializadas de medicina o, a lo más, en algún suelto en página par de algún periódico al iniciarse la temporada de vacunas contra esta enfermedad; lo que sí está siendo noticia, y de qué manera, es que una auxiliar de enfermería se haya contagiado de ébola en Madrid, tratándose el hecho, además, como el “primer contagio fuera de África”, incluso del “hemisferio norte”, de ese letal virus que en varios países de África occidental está causando centenares de muertes diarias y, lo que es peor aún, no disponen de los medios y los recursos sanitarios necesarios para frenar esta mortal pandemia y, ni siquiera, para atender a los infectados con la mínima dignidad asistencial. Es perfectamente entendible que sigamos al minuto la evolución de la sanitaria española infectada por ébola, así como la cuarentena de las personas que están, como ella, en el Hospital Carlos III, y que deseemos todos que aquélla se recupere, pronto y completamente, y que éstos sigan dando negativo en las pruebas hasta llegar a ese día, 27 de octubre, que los médicos han fijado como fecha definitiva para descartar nuevos contagios si hasta entonces no se confirma ninguno otro. Lo que no es, lo que no puede ser entendible, desde un punto de vista ético y moral, es que sólo nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena, es decir, que sólo nos importe el ébola cuando una contagiada es patriota nuestra, incluso existiendo un riesgo general de contagio muy bajo y para el que hay medios de control y tratamiento, mientras en una zona de África se mueren centenares de personas a diario como si fueran perros, sin derecho si quiera a sedantes e inyección letal que, a buen seguro, de saberse desahuciados, muchos pedirían para evitar mayores e inútiles sufrimientos.
Siguiendo el mismo razonamiento de lo que es noticia y lo que no, en vez de relacionar el nombre de los 83 exconsejeros de Bankia que se gastaron más de 15 millones de euros con sus “tarjetas negras” en todo tipo de cuchipandas, saraos, fiestuquis, viajes y demás productos y servicios para el “bon vivant”, voy a relacionar los nombres de los tres consejeros que no hicieron uso de esa tarjeta, lo que, al contario que sus compañeros de Consejo, les convierte en auténticos campeones de la honradez, la honestidad y la vergüenza. Estos son los nombres de tres españoles que, en el conjunto de 86, no se les supone, sino que han probado su honradez: Iñigo María Aldal, Félix Manuel Sánchez Acal y Esteban Tejera.
P.D.- Cuando estaba terminando de escribir este post, he conocido la noticia del fallecimiento de Avelino Antón Auñón, a la edad de 99 años. Avelino fue una persona de extraordinarios valores, activa, inquieta, comprometida y buena, en el sentido machadiano de la palabra. Guadalajareño militante de nación en El Casar y adopción y vocación en la capital, con él se nos ha ido un excelente maestro y un gran alumno, que también lo fue toda su longeva vida. Nos quedan su ejemplo y su palabra, siempre en tono bajo para no molestar. También nos quedan sus reportajes, crónicas y artículos en Nueva Alcarria, periódico del que fue un fiel y prolífico colaborador. Descansará en paz porque se la ha ganado.