Acabo de regresar de Comillas con las pilas cargadas después de dos años sin poder vacacionar. He dejado atrás seis días de lluvia, nueve de cielos cubiertos y solo un par de jornadas de sol pleno y me encuentro a Guadalajara achicharrada, y casi despatarrada, por la sofocante ola de calor con que ha principiado agosto, la primera del verano y eso que ya va camino de su ecuador. Agosto, sol de justicia, diáspora general y escasez informativa suelen ir de la mano en este tiempo en que a España se le podría colgar el cartel de “cerrada por vacaciones”, si no fuera porque, en este tiempo, millones de compatriotas, especialmente los que trabajan en el sector turístico en general y de la hostelería en particular, sudan la gota gorda y no precisamente por afición, sino por obligación. La afición, incluso la vocación, de los sudadores de gota gorda la representan perfectamente quienes, sin tener obligación alguna, se autoimponen ir a la playa a diario, sí o sí, horas y horas, vuelta y vuelta, a tostarse como un espeto a la brasa en la playa de la Malagueta o una parrocha en la del Sardinero, aunque no hay comparación entre la fogosidad del sol mediterráneo y el cantábrico.
Así que el sol no ha faltado a su cita, como tampoco lo ha hecho la vacación general, pero lo que sí ha cambiado respecto a otros agostos es la actualidad informativa, bastante más concentrada y agitada que lo acostumbrado, probablemente por la circunstancia de que tengamos gobierno y oposición nuevos. Es sabido que los principios de todo suelen conllevar una fuerte actividad que el paso del tiempo acompasa, pondera y atenúa. La vida misma es así. En cualquier caso, y aún a riesgo de que algún progresista de manual -o sea, de los que conceden o niegan el carnet de demócratas a los demás- piense que “qué va a decir un facha como este”, ya les digo que me están preocupando, y mucho, los inicios del gobierno de Pedro Sánchez pues tiene más hipotecas sobre su mesa que las plataformas anti-desahucios. Y lo peor de todo es que ninguno de los prestamistas -de voto, se entiende- que llevaron al líder del PSOE a la Moncloa -Podemos, ERC, PDCAT, PNV, Bildu y hasta Nueva Canarias- está por la labor de dejar de cobrarse hasta el último rédito -principal, más intereses; políticos, entiéndase- que Sánchez les comprometiera. Vayamos viendo y esto no ha hecho más que empezar: A TVE ya ha llegado el cambio vía decreto -ayer en Canal 24 horas hasta llamaban “presos políticos” a los terroristas de ETA-, los presos golpistas catalanes ya duermen en cárceles gestionadas por la Generalitat de Torra/Puigdemont, a ésta se le da trato de igual con el Estado en comisión bilateral, se renuncia a la “vía judicial con Cataluña” -será con los independentistas, digo yo-, se les consiente desairar al Rey continuamente -y con ello a España y los españoles, a quienes nos representa como jefe del Estado-, se les permite pagar sueldos millonarios públicos a encausados por el “procés”, se mira para otro lado cuando reabren las “embajadas” catalanas sin tener transferencias en política exterior, al PNV se le da por decreto un dinero para financiar el partido que el gobierno de Rajoy había negado, se negocia ya el acercamiento de los presos de ETA al País Vasco, se silba disimulando cuando se le rinden homenajes tras su salida de la cárcel a Santi Potros, el más sanguinario de los etarras, etc. etc. etc. A pesar de que Sánchez sólo lleva dos meses en la Moncloa -y, por cierto, está tan cansado que se va a coger tres semanas de vacaciones-, esta película ya tiene título: “La Moncloa tenía un precio”. Y no lo va a pagar su inquilino, precisamente.
Decíamos que teníamos un gobierno nuevo, pero también una oposición nueva, el PP, que, además, ha cambiado de líder. Me gusta el estilo personal de Pablo Casado, pero, sobre todo, me parece ir en la buena línea si se propone recuperar los valores y los principios ideológicos del PP, especialmente el acento liberal que Rajoy tanto menospreció hasta el punto de proclamar en el congreso nacional de los populares en Valencia, en 2008: “los liberales, que se vayan al partido liberal”. De hecho, considero que Casado está acertando tanto al ir en esa línea que hasta ya le acusan Sánchez, su gobierno y su partido de haberse “radicalizado” y de escorarse mucho a la derecha. Llegados a este punto creo oportuno recordar la conocida cita cervantina de El Quijote: “¿Ladrán? Luego cabalgamos”. Si el asunto del título del master y las convalidaciones universitarias del nuevo presidente del PP se resuelve quedando en nada, como él mismo vaticina, el PP puede haber encontrado a un buen líder que cese su sangría continuada en la intención de voto y le permita volver a ser un partido con claras opciones de gobernar ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y, por supuesto, la propia nación.
No quiero contribuir más al sofoco de los lectores y termino ya, eso sí con un asunto -chusco, feo- regional que, al citar antes al compañero de fatigas de Sancho Panza, me ha venido por asociación de ideas. Estando en Comillas leí que el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Guadalajara había denunciado que cuando el presidente regional, Emiliano García Page, visitó en julio pasado las obras de ampliación del Hospital de Guadalajara, se había llamado de urgencia a varias decenas de trabajadores para que hicieran de “figurantes” durante la visita con el fin de parecer que los trabajos iban ya a buen ritmo. Si este hecho es cierto -como lo parece, por los datos aportados por Román y Carnicero y los silencios del gobierno regional-, Page tiene tres cosas que hacer antes de irse vacaciones, si es que aún no se ha ido: cesar inmediatamente a los responsables de este vergonzoso y manipulador montaje, pedir perdón públicamente por ello y después dimitir. El PSOE siempre ha sido una máquina de comunicar, pero forzar hasta este extremo es griparla.
Se está llegando en política al colmo de la desvergüenza: a las noticias falsas –“fake news”, si lo prefieren en su versión original- ya le suceden hasta las realidades falsas –“fake reality”-.