Desde que el expresidente del gobierno (1996-2004), José María Aznar, diera más titulares en su entrevista en Antena 3, hace apenas veinte días, que Mariano Rajoy en su más de año y medio de mandato, mucho se ha escrito y hablado sobre la posibilidad e, incluso, necesidad de que aquél volviera a la primera fila de la política española, ante la falta de liderazgo real y evidente pasividad ante acuciantes problemas de la vida política española que, no pocos analistas y muchos militantes y simpatizantes del PP, achacan al actual presidente del gobierno, una pasividad que Rajoy niega y viste de prudencia y no estridencia que, a su juicio, es lo que verdaderamente necesita España y que son actitudes que se ajustan a su propia personalidad.
Dicen que los expresidentes del gobierno son como los grandes “jarrones chinos”, que ocupan mucho espacio, no siempre son piezas artísticas destacables y nadie sabe donde ponerlos. Puede ser una buena definición, pero Aznar no se ha resistido a encajar en ella y después de ocho años de dejar la presidencia del gobierno –voluntariamente, al renunciar a presentarse a la reelección-, ha reaparecido de manera impactante en la escena pública española, con un discurso reformista radical y bastante crítico con la política y la actitud de Rajoy al frente del gobierno, reclamándole a éste que “cumpla” el programa liberal con el que ganó las elecciones generales, y por mayoría absoluta, en noviembre de 2011, más por deméritos de Zapatero y el PSOE que por méritos suyos y del PP, como suele ocurrir siempre que pierde las elecciones el partido que gobierna. Y es que, aunque pueda parecer un contrasentido, la mayor parte de las veces las elecciones no se ganan, se pierden.
Puede que la entrevista a Aznar en Antena 3 haya sido el mayor torpedo contra la línea de flotación del gobierno desde que Rajoy es su presidente. “Fuego amigo”, por tanto, el que más ha cuestionado gran parte de la acción política del actual gobierno –más bien la inacción, según apunta Aznar-, porque parece que el “fuego enemigo”, el que se supone que ha provenido de la oposición, cuestionable y cuestionadamente liderada por un muy desgastado Alfredo P punto Rubalcaba, no ha pasado de hacer cosquillas y agua, dadas la poca carga de su munición y la errática dirección de sus disparos, a juzgar por los sondeos electorales en los que, a pesar de los muchos pesares que pesan sobre el gobierno del PP, el PSOE, lejos de recuperar intención de voto, la pierde por su izquierda y por su derecha –hacia IU y UPYD fundamentalmente-, y hasta por su mismo “centro” –hacia la abstención, el voto en blanco o, incluso, el voto nulo, tres formas de pronunciamiento electoral que, estoy seguro, van a crecer significativamente en futuros comicios, y no sólo entre los votantes del PSOE-.
Estos son los cinco ejes que, según Aznar, deben presidir la acción del gobierno y que, al menos hasta ahora, no se han priorizado o no se han alcanzado debidamente como objetivos en su gestión política:
1. Dejar claro que no está abierta la discusión sobre la Nación española ni sobre su soberanía.
2. Renovar y fortalecer el funcionamiento del sistema democrático y el respeto al Estado de Derecho.
3. Estabilizar definitivamente la estructura territorial.
4. Flexibilizar y estabilizar la economía.
5. Recobrar la posición internacional de España
Si la entrevista a Aznar en Antena 3 del 21 de mayo disgustó mucho en Moncloa, aunque estoy seguro que no tanto a los militantes de base del PP, y hasta se dieron órdenes de no comentarla o, al menos, de pasar de puntillas sobre ella, el pasado lunes, 10 de junio, en el Club Siglo XXI, el expresidente del gobierno y del PP dio una conferencia en la que, si bien se ratificó en sus posiciones ya conocidas, hizo bastante menos “sangre” que en su intervención televisiva, sin duda porque consideró que con una llamada de atención a los propios ya es suficiente, sobre todo si ésta fue como lo fue: clara como el agua del Jarama en su manantial de las estribaciones de la Peña Cebollera. La presencia en el Club Siglo XXI de la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, del ministro Soria y de algún miembro de la dirección del PP, como Floriano –“mano derecha” de Cospedal, con quien dicen que Aznar no se lleva bien de un tiempo, Bárcenas, a esta parte-, sin duda fue una inteligente decisión monclovita –y/o genovesa-, porque vino a reconocer a Aznar su papel de presidente de honor del PP y referente histórico de este partido, a dar una imagen de cierta unidad y normalización dentro de los populares y a invitar a la moderación al conferenciante, al menos en las formas.
Tengo muy claro que el PP no se puede permitir prescindir de las reflexiones de quien fuera su primer presidente del gobierno y el hombre que llevó al partido lo suficientemente al centro, sin renunciar a su alma conservadora, como para que triunfara claramente en las urnas, como lo hizo en 1996, cuando antes parecía casi una quimera condicionada por el llamado “techo Fraga”. Por otra parte, el gobierno de Rajoy tampoco debe permitirse obviar las opiniones del presidente español que, cuando su predecesor socialista había renunciado casi a ello por considerarlo inalcanzable, en apenas unos meses logró que la economía española cumpliera con las duras exigencias necesarias para podernos incorporar al euro y con el que, durante sus ocho años en Moncloa, se crearon cinco millones de puestos de trabajo y España era vista con admiración en el exterior y no con lástima, como ahora. Si Rajoy no valora, pondera y asimila debidamente las reflexiones de Aznar y se limita a considerarlo un “jarrón chino”, cometerá un gran error, entre otras razones porque él lo será también algún día y porque Aznar fue, precisamente, quien le hizo ministro durante ocho años y le eligió para ser su sucesor, una decisión que, si fue acertada o no, habrá de juzgarse cuando Rajoy deje la Moncloa y no ahora. Pero mal camino no lleva a buen pueblo y lo que va a ser, va siendo.