Misión al pueblo desierto

No se si habrán reparado en ello pero el nombre que he dado a este blog, “Misión al pueblo desierto”, es el título exacto de la última obra de teatro que estrenó el dramaturgo alcarreño, Antonio Buero Vallejo, en 1999, apenas unos meses antes de morir. La obra se enmarca en la Guerra Civil española y su trama se articula en torno a una acción estratégica de unos soldados republicanos para evitar que un cuadro de “El Greco” cayera en manos del ejército “nacional”; pero si la he elegido para dar nombre a este blog es por mi admiración al conjunto de la obra de Buero, probablemente el más importante literato nacido en esta provincia, por mi vinculación familiar con él –mi abuela materna y su madre eran primas- y porque Guadalajara está salpicada de muchos pueblos desiertos, o casi, en los que van a ser necesarias muchas misiones en su favor y en su defensa.

 La primera misión en la que deberíamos estar empeñados quienes tenemos raíces en el medio rural –yo las tengo en esta provincia y por los cuatro costados: nací en la capital, pero mi abuelo paterno era de Otilla, una pequeña aldea de Molina de Aragón, mi abuela paterna de El Casar, mis abuelos maternos y mi madre, de Taracena, y mi padre de Cifuentes, pero se crió entre Colmenar de la Sierra, Zaorejas y Alcocer, y ejerció de maestro en Utande, Centenera, El Casar, Galápagos, Alovera y Guadalajara–  es coadyuvar activamente en hacerlo viable, una viabilidad que ya puso en cuestión la emigración masiva del campo a la ciudad que tuvo lugar, fundamentalmente, entre los años sesenta y ochenta del siglo XX, y en la que se desangraron demográficamente la mayor parte de los pueblos de la provincia, hasta el punto de desaparecer algunos de ellos –por ejemplo: Jócar, Sacedoncillo o Matas– y quedar muchos en poblaciones ínfimas, especialmente en los meses más duros del otoño, el invierno y aún en las primeras semanas de la primavera.

 ¿Y cómo se hace viable el medio rural? Pues, evidentemente, entre otras muchas acciones de las que nos iremos ocupando, permitiendo a quienes aún viven en él –auténticos “héroes” y guardianes del silencio y la soledad en no pocos casos- acceder a los servicios  básicos, especialmente la sanidad y la educación, en unas condiciones de calidad mínima y de cercanía razonable, algo que está últimamente en cuestión por las medidas de recortes en los horarios de prestación, especialmente los nocturnos, que se pretenden aplicar –y que, de momento, han suspendido o están en vías de suspender desde el TSJ– por parte de la Junta en los PAC sanitarios (Puntos de Atención Continuada), que han supuesto una ola de protestas de los habitantes de los municipios afectados y de recursos ante la justicia por parte de los Ayuntamientos, incluidos los gobernados por el PP, algo que honra a sus regidores pues han antepuesto los intereses y demandas de sus vecinos a la decisión política de su partido.

 Es una realidad incontestable que Dolores de Cospedal heredó una situación económica pésima al acceder a la Presidencia de la Junta y que los últimos años de gobierno de Barreda fueron de una irresponsabilidad manifiesta – castigada luego en las urnas- y una continua huída hacia delante, sosteniendo en vez de reformando sus acciones políticas, a pesar de que España, en general, y Castilla-La Mancha, en particular, iban sumiéndose en una crisis económica y social y en un déficit público progresivos que, de darse en esos parámetros en cualquier empresa privada, hubiera supuesto su quiebra y cierre por inviabilidad e insostenibilidad manifiestas. En esa lamentable realidad socioeconómica heredada se han pretendido justificar todas las políticas de recortes en el gasto público que Cospedal ha aplicado en su primer año y medio de mandato, políticas que, en gran parte, me han parecido acertadas, incluso casi obligadas; ahora bien, en lo que no estoy de acuerdo, ni lo estaré jamás es en que, para ahorrarse “el chocolate del loro -que se puede ahorrar en otras partidas; por ejemplo, en el gasto de asesores liberados, que aún habiéndose minorado respecto a los que trabajaban para los gobiernos del PSOE, aún puede reducirse bastante más-, se deje a una serie de pueblos a mucha distancia de la atención médica, por mucho que se venda que ambulancias y hasta helicópteros, pueden transportar a los enfermos con urgencia pues no es lo mismo un vehículo medicalizado o un soporte vital básico que un simple transporte sanitario y, en esta provincia, parte de la red de carreteras está aún obsoleta y discurre por terrenos muy escarpados y las circunstancias atmosféricas comprometen con frecuencia el uso de cualquier tipo de vehículos de transporte. También ha de tenerse en cuenta la seguridad psicológica que a cualquier persona, especialmente las más mayores, que son las que abundan en nuestros pueblos, le proporciona saber que tiene un médico cerca.

 El medio rural, el campo, no es, no puede ser sólo lo que está entre dos ciudades, también tiene que ser la alternativa a vivir en las ciudades, cada vez más alternativa pues las ciudades están agotando su formato y excluyendo progresivamente a más personas. Pero para que el medio rural sea social y humanamente viable, no vale sólo una derivada, la de la sostenibilidad económica pura y dura, sino que son necesarias muchas derivadas y de muchas variables porque, si sólo hacemos caso a los números, haremos daño y perjudicaremos a las personas, que jamás deben ser tenidas por un simple número pues, como dice el viejo lema castellano que el expresidente de Cantabria, Revilla, ha tomado para titular sus memorias políticas, “nadie es más que nadie”; pero todos somos alguien.

 

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