Parafraseando a Cervantes, tengo ya “puesto el pie en el estribo con las ansias de…” las vacaciones, que lo de la muerte que decía el autor del Quijote en su frase original no me pone ni siquiera mentarlo. ¡Bicha…!
Si Dios quiere y la gastroenteritis que he pillado a última hora me da una mínima tregua, desde el jueves, 25 de julio, festividad de Santiago, patrón de España pero al que la autoridad civil no le da rango de día festivo, cuando en tiempos era una de las fiestas más esperadas y celebradas en todo el país –por cierto, la hiperactiva Cofradía de la Pasión, con sede en parroquia de Santiago, sigue empeñada en recuperar esta fiesta y ha programado algunos actos en torno a ella-, volveré a Comillas, esa preciosa villa marinera cántabra –a mi me gusta más decir que santanderina, incluso castellana vieja, porque lo de “Cantabria” tiene casi tanto de invento como lo de “Castilla-La Mancha” y otras regiones que nacieron en el famoso “café para todos” de Clavero Arévalo– que está a caballo entre Asturias y la región cántabra, que es lamida por el mar en buenas playas, como la de la propia villa y, especialmente, la de Oyambre, que forma parque de un magnífico parque natural, que está a los mismos pies de los Picos de Europa, que es punto de paso obligado de la ruta norte del Camino de Santiago, que puede presumir de ser, junto con Astorga, uno de los dos únicos lugares en los que el genial Antonio Gaudí dejó obra fuera de Cataluña -en el caso de Comillas el llamado “Capricho”-, que lucha activamente contra los malos tiempos financieros que corren para hacer revivir su extraordinaria Universidad Pontificia, como referencia del estudio del español para extranjeros, que presenta muchas preciosas postales, entre ellas la espectacular de la campa, infinitamente verde, que se asienta delante del Palacio de Sobrellano, un magnífico ejemplo de la arquitectura ecléctica de finales del XIX, en este caso de estilo inglés, que…
¡Punto y aparte para respirar y quieto parao que veo que ya me he lanzado y no hay quien me pare, porque si siento hasta los tuétanos a Guadalajara, ciudad y provincia, como propias e insustituibles, a Comillas la empecé a querer desde el mismo día que la conocí, hace ya más de diez años, y, si no me echan de allí, que espero que no, seguirá siendo muchos años el referente de mi descanso y de mis vacaciones en familia porque, además, tengo la suerte de que los míos, mejor dicho, las mías- se han quedado también prendados de Comillas, de ese macropaisaje espectacular de suelo verde y cielo azul que envuelve a uno de los pueblos marineros más monumentales y bonitos de todo el norte de España, que está cerca de casi todas partes: Santander, San Vicente de la Barquera, Santillana del Mar, Suances, Cabezón de la Sal, Unquera, Potes y Panes, por citar sólo algunos de los lugares más renombrados del occidente cántabro! y en que el verbo pasear tranquilo, disfrutar de la historia, de la geografía, del arte, de las costumbres y de las tradiciones, y de comer buenas viandas se conjuga en las tres personas, tanto del singular como del plural.
Hoy me había propuesto escribir en positivo y olvidarme de Bárcenas y el PP, de los ERES fraudulentos en Andalucía y el PSOE, del Caso Palau en Cataluña y de CIU, del Caso Velódromo en Palma y del resto de golfadas que nos tienen helados a los españoles, a pesar de estar en el ecuador del verano, y casi lo he conseguido. Permítanme que vuelva de Comillas sólo un minuto y les diga que el uno de agosto, fecha en la que comparecerá Rajoy en el Congreso de los Diputados para dar su “versión” sobre el Caso Bárcenas, seguramente estaré paseando por la playa de Oyambre, comiendo caracolillos (bígaros), tomando una cerveza fresquita y leyendo el Marca a ver si ya hemos fichado entonces al galés ese que dicen que es muy bueno pero que va a costar casi el doble del presupuesto del Ayuntamiento de Guadalajara para un año. Y espero que Rajoy -y lo digo de corazón y no con ironía pues yo he confiado en él y le he votado siempre como candidato a presidente del gobierno- dé ese día unas explicaciones convincentes, bien claritas y entendibles por todos, que dejen a Bárcenas a la altura del betún, a la oposición como carroñeros y el PP recobre su “honor” perdido, tan difícil de recuperar como ya referí en mi post anterior. Y si no es así, ¡que dimita ya mismo y se vaya, que deje el gobierno a alguien de comportamientos éticos intachables y sin pasados sobre-cogedores y que pueda refundar un partido que, hoy en día, está bajo sospecha y, lo peor, es que alguna ya está fundada.
¡Feliz verano a todos!