Hablar del “Caso Bárcenas” es meterse en un avispero porque, de momento, este chusco asunto que tiene al PP y al Gobierno de rodillas, con orejas de burro, con los brazos en cruz y contra la pared, está más envuelto en dudas que en certezas, fundamentalmente porque Luis Bárcenas ha mentido ya varias veces –esa es una certeza contrastada- y el Gobierno y el partido que lo sostiene están pasando las de Caín por causa de los “papeles” y las declaraciones de su extesorero, que ofrecen pocas certezas pero muchas dudas razonables de credibilidad y veracidad por proceder de un señor ya pillado en la mentira. Pero no hablar del caso Bárcenas es obviar la actualidad, empezar a leer los periódicos por la última página, sólo ver los deportes en televisión y no escuchar la radio, además de mirar para otro lado y jugar a esconder la cabeza debajo de la tierra, como los avestruces. A día de hoy, lamentablemente, la noticia no surge del frío, como el espía de John Le Carré, ni del calor, como correspondería al ecuador de julio; hoy, como ayer y probablemente como casi todo el verano y puede que el otoño, la noticia es Bárcenas, ¡todo un caso!, lo que no deja de ser lamentable porque un tipo como él jamás debería marcar el tiempo de la actualidad en un país “serio”, como se empeña Rajoy en decir una y otra vez que es España, mientras en los países serios de verdad cada vez nos toman más a “chufla”, como tomaba la gente al Piyayo “viejecillo renegro, reseco y chicuelo” de José Carlos de Luna. Y a mí, como a él, me da mucha pena.
Que Bárcenas es un mentiroso es una certeza absoluta que él mismo ha contribuido a evidenciar pues primero dijo, tanto en declaraciones en sede judicial como en manifestaciones públicas, que sus llamados “papeles”, publicados por El País –entonces sólo fotocopias-, eran “falsos” y ahora, cuando los ha publicado El Mundo y su siempre hiperprotagonista director, Pedro J. Ramírez, los ha entregado al juez Ruz –al parecer originales, pero idénticos a los primeros-, dice que son “verdaderos”, al tiempo que ponía el ventilador al máximo de potencia para esparcir mierda a todo el PP, incluso a la vieja AP de Fraga, aunque con especial intención de enmerdar al mismísimo presidente del Gobierno y a la Secretaria General del PP, Dolores de Cospedal, para tratar de derribar a ambos. Una certeza al respecto: si un mentiroso y un más que presunto delincuente como es Luis Bárcenas se quiere cargar al Presidente del Gobierno de España y al partido que lo sostiene, del que vivió y se lucró durante muchos años, algo habrán hecho, o dejado de hacer, tanto el Gobierno como el PP, para que el inquilino entre barrotes de Soto del Real esté tan cabreado. Y cabrear a un mentiroso y a un presunto delincuente acusado de cometer hasta catorce delitos -diez contra la Hacienda Pública, uno continuado de blanqueo de capitales, uno de falsedad documental, uno de estafa procesal en grado de tentativa y uno de cohecho- tiene sus consecuencias negativas para los cabreadores, pero no seré yo quien censure que se le cabree. Y más.
De lo que no cabe ninguna duda es de que el Gobierno del PP está pasando por su más comprometido momento político desde que ganó las elecciones del 20-N de 2011, grave circunstancia a la que se suman otros dos “volcanes”, como los define Rubalcaba: el de la deriva independentista en Cataluña y, por supuesto, el de la crisis económica que, aunque hay ya visibles síntomas de que puede estar tocando fondo y llegando a su fin, aún sigue y va a continuar siendo el más importante problema de España y de los españoles, sobre todo de los cinco millones que están registrados oficialmente en paro, aunque ya acumulemos tres meses seguidos de minoración del dato, un soplo de aire fresco en medio del sofoco. Y otra certeza: si el Gobierno del PP está tocado, que lo está, la oposición del PSOE está siendo patética, como la sexta sinfonía de Tchaikovsky, también en su estrategia política sobre el Caso Bárcenas. Porque hay pocas cosas más patéticas en política que el quiero y no puedo y el desgaste que supone amenazar con presentar una moción de censura que, de presentarse finalmente, la perderían irremediablemente, porque la mayoría absoluta del PP en el Congreso no la va a resquebrajar su extesorero y, mucho menos, Pedro J. Ramírez, y en ese fallido intento se terminarían de dejar el escaso capital político que les queda Rubalcaba y su equipo, que después de año y medio de oposición no hace más que alimentar las expectativas de voto de Cayo Lara –el líder más flojito que ha tenido jamás IU-, de Rosa Díez –de momento UPYD es poco más que ella y ella no es gran cosa-, de la abstención, del voto en blanco y hasta del nulo.
Pero por muchas dudas y escasas certezas que haya en el “Caso Bárcenas”, lo que es evidente es que está haciendo un daño irreparable al PP, porque no hay nada más difícil de reparar que el honor perdido, como bien dice el artículo primero del Reglamento del servicio de la Guardia Civil que redactó su propio fundador, el Duque de Ahumada: «El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguiente, conservarse sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás». Y no hay forma más sangrante de perder el honor para un partido político que se ponga en entredicho la honradez de sus dirigentes, como se ha puesto la de los del PP, por causa de Bárcenas, sus papeles y sus últimas declaraciones. Aunque será la justicia quien tenga la última palabra sobre este feo asunto, todo apunta a que, efectivamente, algo no se hizo bien en la gestión económica del PP y, además, durante mucho tiempo. Espero, y deseo, que sólo se trate de financiación ilegal o, al menos, irregular, que aún siendo un hecho grave, lo es mucho menos que si se lo hubieran llevado crudo sus principales dirigentes, como ahora intenta apuntar Bárcenas, una vez que se ha visto definitivamente abandonado por el partido del que fue tesorero, aunque debió abandonarle hace ya mucho tiempo. Si bien me hubiera gustado que lo hubiera dicho previamente en los órganos de dirección nacional del partido, coincido con Esperanza Aguirre en que, si se han hecho mal las cosas en el PP, se reconozcan públicamente y se corrijan. Con quien coincido plenamente es con Dolores de Cospedal, a quien Bárcenas intenta implicar –por lo visto hasta ahora, de manera burda y descarada- en una supuesta comisión ilegal entregada al PP de Castilla-La Mancha porque fue ella quien le puso de patitas en la calle y trató de frenar en seco el inmenso poder del que gozaba el extesorero en Génova 13 hasta que ella accedió a la Secretaría General de los populares. Como decía, comparto con Cospedal que, en este y en cualquier otro caso, “¡cada palo que aguante su vela!”
Lamentablemente, además de otros muchos problemas, en España hay uno muy grave con la financiación de los partidos. Está probado, en sentencia firme, que el PSOE se financió ilegalmente a través de Filesa y otras sociedades, acaba de dictaminarse que Convergencia Democrática de Cataluña también se financió ilegalmente en el llamado “Caso Palau”, IU en Andalucía está echando un cable al PSOE y haciéndose así su cómplice para que el Caso de los ERES no haga saltar su gobierno de coalición y otros partidos minoritarios también están envueltos en casos de corrupción política y/o de financiación ilegal. Pero el que casi todo el mundo obre mal, no da pátina de bueno a lo mal hecho. Hace falta como el comer una nueva ley de partidos o modificar sustancialmente la actual, que haga absolutamente transparente su gestión económica y, por supuesto, que contribuya a eliminar el sectarismo, la opacidad y la endogamia con que suelen actuar las formaciones políticas y a que su funcionamiento interno sea intachablemente democrático. Y hablo de democracia real, no orgánica.