Archive for noviembre, 2013

La publicidad tiene su historia

Aún a riesgo de que mi compañera bloguera, María Orea, que es publicitaria, me corrija y hasta me saque los colores por pisar algún charco y decir algo inadecuado, en este post voy a hablar de publicidad, esa ciencia que cuando alcanza la excelencia llega al nivel del arte. Hay muchas definiciones de lo que es la publicidad y de su importancia, alguna de ellas realmente ingeniosa, como por ejemplo esta en la que Ted Turner resume a un emprendedor las claves para tener éxito: “Pronto a la cama, pronto a despertarse, trabaja sin parar y anuncia”; pero la definición legal de publicidad en España es la que se recoge en el artículo 2 de la vigente Ley General de Publicidad, la 34/1988: “Toda forma de comunicación realizada por una persona física o jurídica, pública o privada, en el ejercicio de una actividad comercial, industrial, artesanal o profesional, con el fin de promover de forma directa o indirecta la contratación de bienes muebles o inmuebles, servicios, derechos y obligaciones”. Una definición muy administrativista y entallada, como no podía ser de otra manera, pues está hecha por juristas, no por publicitarios.

La publicidad y los medios de comunicación tienen una relación de simbiosis pues aquélla necesita de éstos para ser eficaz y éstos necesitan de aquélla para subsistir pues, por encima aún de las ventas, la mayor partida de ingresos de cualquier medio de comunicación independiente de verdad proviene de su facturación en concepto de publicidad. De hecho, la caída de la facturación publicitaria en más de un cincuenta por ciento en los últimos cinco años, además de llevar al cierre a muchas agencias de publicidad y al paro a muchos publicitarios, también ha arrastrado al cierre a bastantes medios de comunicación y al desempleo a muchos periodistas. Basta revisar el panorama mediático de Guadalajara de hace un lustro y compararlo con el actual, para confirmar que la crisis económica se ha cebado especialmente con la publicidad y los medios de comunicación, sobre todo la prensa escrita: la actual crisis se ha llevado cabeceras históricas de la provincia como “El Decano de Guadalajara” (heredero de mi queridísimo “Flores y Abejas”), otras ya bastante consolidadas como “Guadalajara Dos Mil” y algunas que desaparecieron de los kioscos de prensa cuando aún estaban en vías de consolidación, como “La Tribuna” y “El Día”, además del periódico gratuito “Noticias”, al que incorporo a esta relación, ignorando a otros medios también gratuitos que se han quedado igualmente en el camino, porque fue un buen producto periodístico y no sólo un soporte publicitario con información.

De todas las cabeceras desaparecidas que he citado, la más antigua era “Flores y Abejas”, fundada en 1894, que vio interrumpida su edición en 1936, por evidente causa de fuerza mayor, reanudó su cita con los lectores en 1958, cambió su bello, lírico y festivo nombre por el de “El Decano” en 1990, cabecera que ya en formato revista desapareció en 2011, con el pesar de muchas personas, especialmente de aquellas que nos destetamos como periodistas en su redacción, una auténtica escuela de profesionales y también de colaboradores, con Salvador Toquero como maestro y Santiago Barra como alumno aventajado. Pues bien, recordando y homenajeando a aquella sección del viejo “Flores y Abejas” que se titulaba “El periodismo es historia” y en la que se publicaban noticias antiguas aparecidas en el periódico, voy a proclamar que la publicidad también es historia y que hay una historia de la publicidad, como se puede constatar en la secuencia de estos cuatro anuncios de una misma empresa, una sastrería, insertados en “Flores y Abejas” entre 1894 y 1958. Obsérvese en ellos la evolución de la forma de hacer publicidad:

      SARDINA, SASTRE

–          ¿Quién te ha hecho ese pantalón

con tal arte y perfección?

(preguntó ayer mi vecina

a su novio Pantaleón)

– ¡Pues quién ha de ser! SARDINA

27 –Mayor baja- 27

 

(Este anuncio fue publicado en el primer número de “Flores y Abejas”, editado el 2 de septiembre de 1894)

 

GRAN SASTRERÍA DE MILITAR Y PAISANO

de RICARDO RAZOLA

(SUCESOR DE SARDINA)

Esta casa pone en conocimiento de su nume-

rosa clientela y del público en general, que acaba

de recibirse un inmenso surtido en género nove-

dad, para la temporada de invierno.

Altas novedades en trajes y pardesús para ca-

Ballero.

Garantizado el buen corte, rápida y esmera-

da confección.

MAYOR ALTA, 26 y 28, GUADALAJARA

Teléfono núm. 51

 

(Este anuncio se publicó en “Flores y Abejas, el 6 de septiembre de 1914)

 

 

RICARDO RAZOLA

Sastrería de Militar y Paisano

– – – – –

Altas novedades en artículos para caballeros

Calle Mayor, 26 GUADALAJARA

 

(Anuncio publicado en “Flores y Abejas” el 3 de septiembre de 1933)

 

                                                                                                                                                                                                  RAZOLA

Es el sastre

de la distinción

porque emplea pañería

de las más altas calidades

 

(Anuncio publicado en “Flores y Abejas” el 5 de agosto de 1958)

 

De la publicidad festiva con pareados de 1894, pasamos a la publicidad-información de 1914, luego a la publicidad-telegrama de 1933, para terminar en la publicidad sugestiva de 1958. No me negarán dos cosas: la curiosidad de estos cuatro anuncios, especialmente los más antiguos, y la fidelidad de Sardina-Razola a “Flores y Abejas” como anunciante. Como tampoco me negarán que el abuelo paterno de mi amigo y hermano, Javier Borobia, que era un curtidor y vendedor de cuero venido de Aragón a Guadalajara hace ahora casi un siglo, donde montó una zapatería, se quedó con los alcarreños de entonces cuando un día le dio por poner un gran cartel en el escaparate de su tienda que decía:

 

CANSADO DE GANAR

EMPIEZO A REGALAR

 

¿Genial? No, lo siguiente

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Memorias del 20-N

Los norteamericanos que vivieron el asesinato de su entonces Presidente, John F. Kennedy, en Dallas –el 22 de noviembre se cumplen 50 años de este suceso- se han preguntado y aún se preguntan recurrentemente qué hacían cuando se produjo aquél atentado, prácticamente televisado en directo y que no sólo les apabulló a ellos, sino a todo el mundo. Tal fue el impacto de las formas y las consecuencias que rodearon este histórico magnicidio que los estadounidenses guardan en su memoria, con todo lujo de detalles, el momento en que conocieron que el primer presidente católico de la historia de Estados Unidos había sido abatido a tiros cuando recorría las calles de la ciudad de Texas en un coche descapotado, junto a su mujer, Jacqueline, su chófer y sus escoltas. Algo similar ocurre en España cuando, quienes tenemos edad para recordarlo, hacemos memoria en torno al momento en que conocimos la muerte de Franco, en la madrugada del 20 de noviembre de 1975, hace hoy ya 38 años de aquello, dos menos de los casi cuarenta que el dictador permaneció en el poder.

Yo acababa de cumplir 14 años cuando Franco murió y estudiaba 1º de BUP (siglas bajo las que se encerraba el pomposo nombre de “Bachillerato Unificado Polivalente”), que inaugurábamos los de mi curso pues a nosotros nos tocó hacer de “conejillos de indias” de la Ley General de Educación de 1970, promovida por el ministro Villar Palasí, y pasar del Bachillerato antiguo –primero el Elemental y luego el Superior, que se iniciaba tras cursar Preparatoria e Ingreso– a la EGB (Enseñanza General Básica), un plan de estudios que perduró veinte años, hasta que en 1990 se aprobó la LOGSE. A esta Ley felipista –a la que intentó sustituir la LOCE aznarista, que nunca se llegó a aplicar porque la derogó la LOE zapaterista en 2006- es a la que muchos achacan que España haya caído a uno de los últimos puestos de Europa, según el Informe PISA (acrónimo que resume el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes). Un menú completo de sopas de letras al que se ha sumado ahora la LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Educación), aprobada definitivamente ayer, y con la que el gobierno de Rajoy pretende, precisamente, eso: mejorar los programas educativos españoles; pero esta Ley ha nacido amenazada de muerte política, fundamentalmente por la izquierda y los nacionalistas –que siempre han preferido controlar que mejorar la educación-, aunque hasta la Conferencia Episcopal Española se queja del trato que en ella se da a la asignatura de Religión… Lo que es evidente es que, o mejoramos la Educación en España de una vez por todas, o la columna vertebral de nuestra sociedad va a seguir estando inclinada, como la Torre… de Pisa.

Pero volvamos al 20-N de 1975. Ese día tenía yo un examen de Lengua y, como era mi costumbre, me había levantado pronto para terminar de prepararlo. Vivía en un bloque alto de pisos desde el que hay un mirador privilegiado al parque de la Concordia y esa madrugada, como sucedía todos los 20-N, había convocada una concentración falangista –en recuerdo del fusilamiento de José Antonio Primo de Rivera el 20 de noviembre de 1936, en Alicante-, junto a la estatua que de él había entonces en el parque, una convocatoria que siempre acababa con el depósito de una corona de laurel a sus pies, el canto del “Cara al sol” y el grito de “¡José Antonio Primo de Rivera: Presente!”. Desde el despacho de mi padre, donde yo estudiaba en ese momento, oí perfectamente el canto del himno y el grito de ritual falangista, al que se incorporó uno nuevo, el de “¡Francisco Franco: Presente!”. A pesar de mi juventud, rápidamente deduje que Franco había muerto y pasé a la habitación de mis padres a comunicárselo. Ya lo sabían pues ambos estaban despiertos y escuchando la radio que, en ese momento, sólo emitía partes oficiales dando cuenta de la noticia y música militar y clásica solemne. La noche anterior, en TVE –la mejor televisión de España de aquella época, pues sólo había una, aunque con dos canales, uno en VHF y el otro en UHF-, estaba prevista la emisión de una película de comedia y, a última hora, fue sustituida por una bélica: “Objetivo Birmania”; es evidente que la muerte de Franco ya era inminente en la víspera de su deceso y hasta en TVE se comenzaba a preparar el terreno cambiando sonrisas por lágrimas. Incluso hay quienes creen que se hizo coincidir intencionadamente su muerte con el 20-N, para unir su fecha de fallecimiento con la de Primero de Rivera, como después se unieron sus restos en el Valle de los Caídos. Y eso que la Falange que ideó José Antonio y la que permitió Franco no siempre casaron.

La muerte de Franco, entre otras muchas cosas para España, la mayoría buenas –especialmente la llegada de la democracia-, supuso para mi que ese día no tuviera que hacer el examen de Lengua, algo que me vino estupendamente pues recuerdo que no lo tenía bien preparado, y que no hubiera clase durante una semana al decretarse un riguroso “luto oficial”. Cuando se reanudaron las clases en el colegio, a dictador muerto, rey puesto. Por él. Un rey que, a pesar de pegar unos cuantos tiros erráticos y de dar algún que otro traspié, ha contribuido decisivamente a que en estos 38 años hayamos vivido uno de los períodos de paz, libertad y prosperidad más señalados de la historia reciente de España, lo que ha contribuido a que haya más “juancarlistas” que monárquicos.

Y hablando del 20-N, en esta ocasión del de 2011, hoy también se cumplen dos años del inapelable triunfo de Rajoy y el PP en las elecciones generales, apabullando a Rubalcaba –que se resiste a morir, políticamente hablando, a pesar de que parece uno de “Los otros”, de Amenábar, y está muerto pero él no lo sabe- y castigando sobremanera en las urnas el segundo mandato presidencial de Zapatero, que, ¡a buenas horas, mangas verdes!, ya cuestiona hasta su exministro de Economía, Pedro Solbes, quien, después de negar reiteradamente que España hubiera entrado en crisis económica, ahora dice haber presentado en su día un plan anti-crisis a Zapatero que éste no aprobó por considerar innecesario. ¡Cómo torean algunos…, a toro pasado!

Pero dejemos el pasado, que pasado está, y volvamos al presente, que es lo que más va a condicionar nuestro futuro. En este 20-N de 2013, justo en el ecuador de la legislatura, las cosas están, resumidamente y más o menos, así: Parece que la crisis económica ha tocado fondo, pero una cosa es que se acabe la recesión y otra crecer. De momento, el PIB ha empezado a crecer tímidamente –un 0,1 por ciento- en el tercer trimestre del año, después de decrecer durante nueve trimestres consecutivos; por otra parte, el rescate de la UE a la banca española se va a dar en las próximas semanas por concluido, una vez saneada ésta pero cuando aún no fluye el crédito a las familias y a las empresas, algo imprescindible para dar por zanjada, de verdad, la crisis. ¿Y el paro, que es el indicador que más afecta a las personas? Pues parece que comienza a remitir, pero aún en cuantía escasa, por lo que sigue siendo un auténtico “problemón” que está haciendo sufrir cada día a más hogares, en los que el índice de empobrecimiento ha aumentado de manera alarmante. Sobre la cuestión del empleo, dos datos en este 20-N: el índice de paro se ha incrementado, gobernando Rajoy, desde un 21,5 % hasta un 26 por ciento y el poco empleo que se crea aún está mal retribuido. Si este gobierno no mejora significativamente estos datos en los dos años de mandato que le quedan y el PSOE sigue haciéndose oposición a sí mismo en vez de a Rajoy, todo apunta –y las encuestas corroboran- a que en el próximo parlamento nadie va a alcanzar la mayoría absoluta y componer una mayoría suficiente -y razonable- para gobernar va a ser muy, pero que muy complicado.

¡Queremos que la Alcarria tenga salida al mar!

            No conozco la intrahistoria que ha llevado a la Diputada nacional del PSOE por Guadalajara, Magdalena Valerio, a hacer uno de los mayores ridículos parlamentarios que se recuerdan y que está siendo objeto de cachondeo mayúsculo por todas las españas –espero que nunca federales, aunque siempre plurales-, especialmente en los mentideros políticos, pero sea cual fuere la causa de la causa del craso error por ella cometido, el caso es que del Cabo deFinisterre al de Gata, desde Ayamonte a Portbou, desde los Arribes del Duero a la Albufera, desde el Cabo deMachichaco al Golfo de Cádiz, incluso desde Algeciras a Estambul aún se están desternillando de risa por las preguntas –¡que no fue una, sino que fueron siete!- que la señora Valerio hizo al Gobierno ¡¡¡sobre afectaciones del dominio marítimo-terrestre y de la Ley de Costas en la provincia de Guadalajara!!!

             Aunque para ejemplo de este espantoso ridículo bastaría con un botón de muestra, a continuación voy a reproducir literalmente tres de las siete preguntas que, para su contestación por escrito, realizó la Diputada socialista por Guadalajara al Gobierno interesándose por la aplicación y afectación de la Ley de Costas en nuestra provincia -de interior, no, lo siguiente…- fechadas el 29 de abril de 2013:

 – “¿Cuántas construcciones o instalaciones sin la autorización o concesión exigible con arreglo a la legislación de costas han sido legalizadas por razones de interés público en los años 2000, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012 y 2013 en la provincia de Guadalajara?

 – ¿Cuántas construcciones o instalaciones situadas en dominio público marítimo-terrestre sin la autorización o concesión exigible con arreglo a la legislación de costas tiene constancia que existen en la provincia de Guadalajara?

 – ¿Cuántas obras e instalaciones sin la autorización o concesión exigible con arreglo a la legislación de costas vigente han sido demolidas en los años 2000, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011, 2012 y 2013 en la provincia de Guadalajara?”

 

La contestación del Gobierno a estas preguntas tan improcedentes, erradas, tórpidas, ridículas, inadecuadas, extemporáneas y merecedoras de la “Cruz del Yerro” realizadas por Magdalena Valerio, que podría haber sido inmediata y de las que hacen época, ha tardado más de cuatro meses en producirse y no ha hecho más que un rasguño irónico en la piel parlamentaria de Su Señoría, cuando podía haberla dejado como al Gallo de Morón, sin plumas y cacareando. Esta fue la escueta, aunque expresiva, respuesta que el Gobierno dio a las siete preguntas de la parlamentaria socialista alcarreña sobre aspectos relacionados con “la costa marítima” de Guadalajara:

– “Como Su Señoría sabe, Guadalajara es una provincia de interior que se encuentra a más de 300 kilómetros del mar y en la que, en consecuencia, no existe zona de Dominio Público Marítimo Terrestre ni, tampoco, concesiones que amparen ocupaciones de dicho Dominio Público”.

Puede que sea algo de complejo provinciano, no lo niego, pero el caso es que, aunque la señora Valerio no esté con mi voto en el Congreso de los Diputados, me fastidia bastante que el nombre de la provincia de Guadalajara y el de una representante de sus ciudadanos esté corriendo de boca en boca, como “la falsa monea” va de mano en mano, por un error tan lamentable y burdo y del que no se han dado explicaciones suficientes y en detalle para conocer su verdadero origen -¿acaso porque descubriríamos alguna vergüenza del funcionamiento interno del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso?-, pues es evidente que Magdalena Valerio sabe perfectamente que Guadalajara no tiene costa marítima, una circunstancia que ni siquiera a través de un referéndum popular o de la modificación de la Constitución podríamos hacer cambiar y que me recuerda a aquellas “noches azules” de los años jóvenes de mi generación, cuando a las numerosas reivindicaciones, gran parte de ellas serias, lógicas, razonables y justas que se hicieron en la Transición, con tono jocoso y en clave festiva sumábamos una muy particular y utópica: “¡Queremos que la Alcarria tenga salida al mar!”. Incluso alguno, además de salida al mar para la Alcarria y otras utopías, pedía también que los “Donuts” no tuvieran agujero, una verdadera majadería pues sin agujero los “Donuts” ya no serían lo que son y que no es otra cosa que rosquillas.

Y hablando de rosquillas, un rosco para Magdalena Valerio por este dislate, aunque le agradezco que con él me haya permitido recordar mis años más jóvenes, ilusionantes, reivindicativos y divertidos. ¡Lástima que el tiempo pase tan deprisa y para todo el mundo…! Como proclama en el centro de su esfera el reloj carillón que hay en el despacho de la alcaldía del Ayuntamiento de Guadalajara: “Tempus fugit”.  O sea, el tiempo huye, el tiempo se escapa, el tiempo vuela, el tiempo pasa.

 

 

Metáfora de un desatino

                     

                        Al viejo palacio de los Condes de Coruña –de la Coruña del Conde burgalesa, no de la gallega-, uno de los tres edificios más emblemáticos de los que se conservan en la plaza del Jardinillo, junto con la iglesia de San Nicolás y el antiguo Banco de España-, popularmente conocido como “el del Minaya”, le ha salido un nuevo inquilino que pronto va a ocupar su planta baja, exactamente en la zona del inmueble últimamente ocupada por la Caja del Mediterráneo (CAM) y el Banco Sabadell, que hace esquina entre la calle Mayor y la del Doctor Benito Chavarri. Y he dicho un nuevo inquilino y casi podía decir un viejo vecino, porque, quien va a ocupar ese local comercial en una parte de lo que un día fuera uno de los muchos palacios nobiliarios que hubo en la ciudad, es “La Caixa” que, como es público y notorio, en algunas de sus oficinas de la provincia se anuncia como “Caja de Guadalajara”, pero todos sabemos que de la antigua caja guadalajareña cada día queda menos en ella pues, más que reabsorberla tras sus dos anteriores absorciones –eufemísticamente llamadas “fusiones en frío”- que ya le habían hecho previamente, primero Cajasol y después Banca Cívica, la caja catalana directamente fagocitó a la alcarreña.

                         Es toda una metáfora del desatino, casi una alegoría, el hecho de que una vez que la antigua Caja de Guadalajara vendiera a la Junta de Comunidades su histórica sede de Topete, esquina a Benito Chavarri –que distaba apenas cuatro metros de la nueva oficina que ahora La Caixa va a abrir en el Jardinillo- para trasladarse a su flamante torre en la avenida de Eduardo Guitián, junto al Centro Comercial “Ferial Plaza”, menos de cuatro años después vuelva a instalar su oficina principal –ahora ya como “Caixa Guadalajara”, entiendan el guiño- en el centro de la ciudad, junto a su antigua sede, en un local de alquiler y con una notoriedad y un espacio infinitamente más reducidos que los que en su día acreditaba en la zona. ¿Y qué pasó y, sobre todo, qué va a pasar entonces con la torre de la avenida Eduardo Guitián? Pues como casi todo el mundo sabe, ésta jamás llegó a estar ocupada al cien por cien –ni si quiera al cincuenta por ciento-, a su supuesta oficina principal apenas acudían clientes por estar muy lejos de casi todas partes, su salón de actos no acogió más de una docena de ellos y, cuando La Caixa absorbió a Banca Cívica –y, por ende, a los restos del disimulado naufragio de Caja de Guadalajara-, una de las primeras decisiones que tomó fue la de eliminar el nombre de “Caja de Guadalajara” de la torre, despejarla prácticamente de trabajadores e intentar venderla a través de Servihábitat, la inmobiliaria de la caja catalana. Como ha sido imposible vender la torre, ni si quiera a un precio varias veces rebajado, ahora intentan alquilar sus oficinas por metros, a un precio que indica muy a las claras cómo está de tocado el mercado inmobiliario en la ciudad –por no decir hundido-, también en suelo terciario y, concretamente, el muy escaso atractivo que tiene esa torre para los empresarios y emprendedores locales: Lo dicho, se alquila espacio para oficinas en ella ¡desde a 5 euros metro cuadrado!

Me contaba hace unos días un empresario que tiene su negocio en la zona del Jardinillo que había oído comentar a un ejecutivo de La Caixa, venido de fuera y que estaba inspeccionando las primeras tareas de acondicionamiento del local que allí pronto va a ocupar su oficina principal de la ciudad, que había sido un auténtico error, desde el punto de vista comercial, llevarse la oficina de referencia de Caja de Guadalajara “al medio del campo”, renunciando al magnífico emplazamiento que tenía en la calle Topete. A mi juicio, y al de muchos otros con los que he comentado el tema, lleva toda la razón este profesional de la caja catalana que, con esta reflexión, viene a confirmar, aún puede que sin saberlo, lo que muchos pensamos en su día cuando se fraguó en 2009 la operación de venta de la antigua sede de “nuestra” Caja a la Junta, por 17 millones de euros, casi dos años después de que hubiera “pinchado” ya la llamada “burbuja inmobiliaria”: que la administración regional pagaba bastante más –o sea, que todos pagábamos bastante más- de lo que aquél inmueble valía, a precio de mercado en ese momento, y que aquella operación iba a servir sólo para salvar las cuentas de ese año de la Caja, de manera circunstancial, y que el futuro lo tenía más que comprometido. Como así ha sido, a pesar de que nos vendieran –y, algunos, ingenuos, incluso la compráramos- su literal desaparición como una “fusión en frío” que iba a permitir tres hechos relevantes: el mantenimiento de los puestos de trabajo, el de la marca “Caja de Guadalajara” y el de la obra social a través de una fundación. Pues bien, aquello que se nos vendió como un caballo cartujano, era en realidad un ruc català (la raza de burro catalana, de la que dicen que sólo quedan unos centenares de ejemplares aunque a mí me parece que quedan muchos más) porque, andado el tiempo, ésta es la auténtica realidad de lo que queda de “nuestra” Caja: bastantes empleados se han prejubilado obligados o casi, otros han pedido la baja voluntaria porque les proponían trasladados que perjudicaban gravemente su vida familiar, otros han aceptado esos traslados como un reo acepta la horca, o sea a la fuerza, la marca “Caja de Guadalajara” es ya mera anécdota y no es más que puro nominalismo estratégico, y de la antigua obra social de “la nuestra” –que llegó a ser muy estimable- apenas queda el recuerdo.

Así que, después de que algunos directivos irresponsables y osados –venidos de la política a un mundo casi ignoto para ellos, pero muy lucrativo- hayan jugado al Monopoly con nuestro dinero y “nuestra” Caja, ésta, tornada ahora su tradicional boina de labrador castellano por una barretina de payés, vuelve de alquiler al Jardinillo, a ese casi mítico local del viejo palacio de los Condes de Coruña que durante la posguerra ocupó el bar-cafetería “Minaya”, cuando, entre 1940 y 1948, la Academía de Infantería se ubicó temporalmente en nuestra ciudad y que así describía mi maestro periodístico y recordado amigo, Salvador Toquero, en su libro titulado “El calor de una huella”: “Ubicado en la planta baja de un antiguo caserón y con amplio ventanal a la Plaza del Jardinillo, hacía esquina con la calle del Dr. Benito Chavarri, con vocación de callejón y vedado desde siempre al tráfico rodado. Una barra al fondo, no muy amplia, y unas cuantas mesas, con flanqueo de divanes y sillas, dispuestas de tal modo que el cliente podía observar perfectamente cuanto acaecía por la calle y el viandante apreciar que el local era feudo militar, a juzgar por la invasión de capotes y gorras”.

En el antiguo “Minaya”, a los capotes y los ros (el gorro militar que tanto sale en los crucigramas) de la década de los cuarenta le siguieron luego los clavos y tornillos de la ferretería de Rodríguez Coronado, cohabitando un tiempo con las horchatas y los batidos naturales de uno de los negocios de Guajardo, ya bajo la marca “Hernando”, para después terminar siendo, como otros muchos locales de la zona, oficina bancaria. Como bien decía el Arcipreste de Hita en su “Libro de buen amor”: “Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar; al torpe hace discreto y hombre de respetar, hace correr al cojo y al mudo le hace hablar; el que no tiene manos bien lo quiere tomar…”.

 

Ir a la barra de herramientas