La que viene es Semana Santa, no por casualidad, sino por causalidad: el martes, 15, llegará la primera luna llena de la primavera de este año y el día de Pascua de Resurrección siempre cae en el primer domingo que sigue a la primera luna llena de la primavera. O sea, que la Semana Santa viene condicionada por el cielo, sí o sí, de tal manera que, echando un rápido vistazo a los axiomas astronómicos de las fases lunares, el Domingo de Pascua nunca puede ser antes del 22 de marzo, ni después del 25 de abril, por lo que este año, en que la “Pascua florida” cae en el 20 de abril, es uno de los más tardíos en celebrarse la Semana Santa. Esta circunstancia condiciona también todo el calendario festivo religioso posterior, de manera que, la que podríamos denominar “granfiesta de los sentidos”, el Corpus, tendrá lugar este año el 22 de junio, en pleno solsticio de verano, cuando otros se celebra incluso en mayo. Una matización: para la iglesia, el Corpus se celebrará en domingo, como viene ocurriendo desde hace 24 años; pero, por lo civil –o sea, a efectos de calendario laboral-, en Castilla-La Mancha esa gran fiesta tendrá lugar el jueves anterior, como tenía previamente instaurado la iglesia (“tres jueves hay en el año,…”) hasta que, en abril de 1990, la Conferencia Episcopal Española decidió pasar esa festividad al domingo, en acuerdo adoptado en su CXXXVII reunión. El mundo al revés o, como dice el tango de Carlos Gardel: “nada le importa, yira yira…”.
La celebración de la Semana Santa bien entrada ya la primavera no garantiza que el tiempo sea bonancible, pero aumenta mucho las probabilidades de que así sea. Una Semana Santa plena de luz y de sol y con los días alargándose, aunque pueda mediar algún chubasco, no sólo es una aliada de las Cofradías que salen a la calle en procesión con sus imágenes, sino también de los millones de españoles que, en esas fechas más que en ningunas otras del año, se desplazan desde sus lugares de residencia a los de origen u optan por hacer turismo, bien sea en la playa, en zonas rurales o en ciudades en las que la Semana Santa tiene un especial esplendor. Está datado que la semana del año en la que más desplazamientos se concentran y producen es la Semana Santa. Basta darse una vuelta por cualquier pueblo de la provincia para comprobar que esto es así.
No seré yo quien desaconseje a nadie que salga en Semana Santa y, menos aún, que vaya a otra ciudad a conocer y disfrutar de sus procesiones y otros actos tradicionales propios de este tiempo; viajar y abrir bien los sentidos mientras se hace curan muchos males: el aburrimiento, la monotonía, la abulia, la incultura… y hasta los provincianismos y los regionalismos de vía estrecha que, haberlos, haylos, cada día más, y más, y más. Con acento y sin él. Ahora bien, sí que recomiendo a quienes no conozcan en profundidad la Semana Santa de la capital y de algunos de nuestros pueblos, que traten de conocerla, profundizar en ella y disfrutarla, porque hay sobrados motivos para ello. Las Semanas Santas de las guadalajaras no tienen la espectacularidad y el colorismo de las de Sevilla, Granada o Málaga, ni el valor histórico-artístico de los pasos de las de Valladolid, Burgos, León o Zamora, pero sí tienen detalles y momentos, dentro de su sobriedad castellana, capaces de agradar y emocionar a quienes los buscan y encuentran.
Algunos de esos momentos de la Semana Santa de la provincia que recomiendo disfrutar son estos: En la capital, la esforzada salida del Cristo de la Pasión con los cargadores arrodillados, en Santiago, y la rauda subida de esta imagen por la calle Francisco Cuesta, finalizando ya la procesión; el mar de claveles rojos sobre el que parece levitar el bello paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno; el emocionante encuentro del Cristo del Amor y de la Paz con la Virgen de la Soledad, en el Jardinillo; el paso del Calvario y la siempre bien vestida Virgen de los Dolores; la velería que acompaña a la Virgen de la Esperanza y su hermoso rostro; el sonido agudo de las dulzainas castellanas que parecen lamentos profundos en el duelo que acompaña al Cristo Yacente… Y este año, como novedad, el lunes santo, a las nueve y media, saldrá desde la iglesia del Fuerte y con destino a San Nicolás, por primera vez, una procesión con la imagen de María Santísima de la Misericordia que supondrá que, a partir de este año, haya en la capital, al menos, una procesión todos los días de la Semana Santa, excepto, lógicamente, el Sábado de Gloria.
En cuanto a la provincia, son muchas las citas con actos relevantes que hay en Semana Santa, entre las que destacan las pasiones vivientes de Hiendelaencina, Fuentelencina, Albalate, Marchamalo, Chiloeches y Trillo, con especial atención a la primera pues es la más antigua de todas ellas; en lo que se refiere a procesiones, mi experto compañero bloguero y amigo, José Ramón López de los Mozos, recomienda en su libro “Fiestas Tradicionales de Guadalajara” –y yo, modestamente, también- la llamada “del Ramo”, que se celebra en Luzaga, el Domingo de Ramos; igualmente, en esa fecha, las de Torrebeleña y Robledillo de Mohernando. Como también relata López de los Mozos, acertaríamos si siguiéramos la pista a los Soldados de Cristo, en Budia, a los Armaos, en Sigüenza, o a los Coraceros, en Milmarcos; asimismo, merece la pena asistir al Rosario de los Faroles, en Atienza, o a ver el paso del Cristo de la Cruz Acuestas, en Jadraque,… Y el Domingo de Resurrección hay cita en numerosos pueblos de la provincia con las llamadas “procesiones del encuentro”, como también las hay en aquellos lugares en que aún se quema “el judas”, como por ejemplo Fuentelahiguera, o donde se “rila” o rueda el huevo de Pascua, como en Hueva o en Yélamos de Abajo. O se rilaba, porque ésta es una costumbre infantil y, como es sabido, hace ya mucho tiempo que a los niños se les ha olvidado nacer en los pueblos.
Apasionante, pues, semana de Pasión. También en Guadalajara.