Acaba de comenzar 2015 y el champán -más bien el cava-, el turrón, el marisco, el cordero, las compras de Reyes, el espumillón y demás adornos típicos navideños –a los que, últimamente, se han sumado unos muñecotes estrambóticos con las patas más largas que un día sin pan- aún no nos dejan ver con nitidez que este año tiene una doble cita electoral: el 24 de mayo –festividad de María Auxiliadora, por cierto, a quien más de uno se encomendará si quiere seguir en el “machito”, que seguro que quiere- se celebrarán elecciones locales y autonómicas y, en noviembre, si Rajoy no las adelanta o atrasa, habrá elecciones generales. En Cataluña podría ser que, si Artur Mas así lo decide, en vez de doble cita electoral la tengan triple pues es posible que se adelanten las autonómicas catalanas a febrero o marzo, aunque si el molt honorable president de la Generalitat decidiera acabar la legislatura, no tocaría celebrarlas hasta noviembre de 2016. Como es ya casi norma, Cataluña será llamada anticipadamente a las urnas si conviene al llamado “soberanismo”, no si conviene a los catalanes.
Aunque pudiera parecer justo lo contrario, según está el panorama político actual, hacer una previsión de posibles resultados a menos de cinco meses de la cita electoral local y autonómica, la verdad es que se acerca más a un ejercicio adivinatorio puro y duro que a un vaticinio racional, fundamentalmente por el cambio de opciones y la fragmentación del voto que se puede producir en la izquierda y la fuga de votos que puede haber en el centro-derecha. Hace cuatro años, a menos de cinco meses de celebrarse las locales y autonómicas de 2011, estaba muy claro que el PP iba a ganar muchos ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas porque en los electores, especialmente los residentes en áreas urbanas en las que el voto es mucho más crítico y activo que en las rurales, se apreciaban signos evidentes de que se iba a castigar a Zapatero, aunque fuera dando una patada en el culo de muchos candidatos del PSOE. España, entonces, ya llevaba un tiempo sumida en la crisis económica y más que el leonés de las cejas como acentos circunflejos y el “optimismo antropológico” parecía gobernarnos Murphy y su famosa Ley, según la cual siempre empeora todo lo que es empeorable y siempre ocurre lo peor que puede ocurrir.
En enero de 2015, cuatro años después, la crisis económica parece estar controlada, más que superada, y empieza a crearse empleo, aunque inestable y bastante peor remunerado que el que se creaba antes de la crisis. La otra gran consecuencia de esta crisis es el empeoramiento de los servicios públicos por los recortes que se ha visto obligado a hacer el gobierno –otra cosa es cómo, cuándo y dónde- para cuadrar los números que exigía Bruselas si no queríamos ser intervenidos, como lo ha sido Grecia, cuya crisis es de proporciones aún bastante mayores, si la comparamos con la nuestra, lo que ya es decir. Esta nueva situación socio-económica que vive España, bastante mejor que la pasada, sin duda, pero manifiestamente mejorable, va a ser juzgada en mayo y en noviembre y, según las encuestas y el pulso de la calle, parece que puede producirse un vuelco electoral en numerosos ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, pero no otorgando mayorías absolutas o posiciones de preminencia al eterno rival del PP, el PSOE, sino mayorìas relativas a una izquierda en la que ha surgido como un ciclón, al menos pre-electoral, “Podemos”, que tiene sus bases ideológicas en la izquierda comunista y notoria querencia antisistema, pero que se quiere aprovechar de la debilidad actual del PSOE y la falta de despegue de IU para tratar de hacerse con la hegemonía de su espectro político, para liderar o, al menos, condicionar gobiernos.
Sin duda, es toda una novedad que la alternativa al PP no sólo lo sea el PSOE, sino que pueda serlo una opción que está a su izquierda, espacio habitualmente ocupado por IU, cuyo cupo de gobierno e influencia, salvo contadas excepciones, ha sido siempre más bien escaso. No obstante, el hecho de que “Podemos” no vaya a comparecer en la doble cita electoral de mayo con su propia marca, sino que sus militantes y simpatizantes vayan a apoyar opciones ciudadanas de base de izquierdas y gestión asamblearia, pactadas municipio por municipio y comunidad por comunidad, puede suponer que el resultado electoral en mayo de los de Pablo Iglesias no sea el que ellos quisieran y hasta el que podrían llegar a obtener, pero bien es sabido que guardan sus verdaderas fuerzas para las elecciones generales de noviembre en las que aspiran, no sólo a influir decisivamente en un gobierno de coalición con otras fuerzas de izquierda, sino directamente a presidir ese gobierno. Precisamente en el miedo que pueda generar que gane “Podemos” en los electores de centro-derecha que tienen muchas dudas de volver a votar al PP –se calcula entre dos y cuatro millones los electores que están en este caso-, puede radicar el hecho de que el PP obtenga un mejor resultado en las urnas que el que vaticinan a día de hoy las encuestas. Esa es la baza de Arriola y, por ende, de Rajoy.
En lo que respecta a nuestro entorno electoral más próximo, las encuestas que he visto publicadas y las que no, coinciden en que el PP puede ganar todo lo que gobierna actualmente: Ayuntamiento de la capital, Diputación y Junta, pero que también lo puede perder todo. La amplia mayoría absoluta –casi multitud- que el PP tiene en el Ayuntamiento de Guadalajara, va a decrecer, muy probablemente, pero aún puede mantenerla, siempre y cuando encabece la lista Antonio Román y, de aquí a mayo, los suyos no cometen ninguna torpeza mayor o salte algún escándalo de gran desgaste, algo que estimo improbable.
En lo que afecta a la Diputación de Guadalajara, al conformarse su corporación como elección de segundo grado y en función de los resultados habidos en los municipios de los actuales tres partidos judiciales: Guadalajara, Molina y Sigüenza, aún es más difícil vaticinar su posible resultado. A día de hoy parece que va a ser muy complicado que se rompa el empate a dos diputados provinciales que PSOE y PP tienen en el partido judicial de Molina, mientras que los populares aspiran a deshacer el empate a tres diputados del partido judicial de Sigüenza, obteniendo un 4-2 a su favor, algo que tampoco va a ser fácil, pero no imposible. Pero la clave de la Diputación, como casi siempre, va a radicar en el partido judicial de Guadalajara, en el que actualmente PP y PSOE tienen siete diputados provinciales cada uno e IU, uno. Si la tendencia, claramente favorable a la izquierda, ya apuntada en los resultados electorales de las europeas, se confirma en mayo en los municipios del Corredor del Henares, el PP podría perder su mayoría absoluta en la Diputación, tan sólo cuatro años después de recuperarla y tras doce años de gobiernos de izquierda en ella. Eso sí, el PSOE tiene prácticamente imposible gobernar la Corporación Provincial con mayoría absoluta y es probable que también pierda algún diputado provincial en el partido judicial de Guadalajara. En todo caso, si “Podemos”, finalmente, no concurre como marca única a las elecciones locales de 2015 en la provincia, los votos que obtengan las opciones de su entorno político que se están gestando, tipo “Ganemos Guadalajara”, no se sumarían para la Diputación, al ser agrupaciones de electores de municipios distintos, pero no partido único, y podrían condicionar muy mucho el resultado para la administración provincial, incluso beneficiando indirectamente al PP. Que UPYD –aún con poca estructura en Guadalajara y con líos frecuentes en ella, pero opción consolidada como alternativa a PP y PSOE a nivel nacional- o Ciudadanos –que carece aquí de estructura pero es una fuerza emergente y cada vez más atractiva a nivel nacional en el espectro de centro- obtengan diputado provincial en el partido judicial de Guadalajara, también podría ser posible y condicionar el futuro gobierno provincial.
Finalmente, vaticinar, a día de hoy, un resultado electoral para la Junta, se me antoja aún más arriesgado que hacerlo para la capital y la provincia. He visto encuestas de todos los colores y con resultados muy diferentes; en lo único que coinciden casi todas ellas es en que el peor resultado del PP en toda Castilla-La Mancha podría darse en Guadalajara, lo que no dejaría de ser significativo pues es bien sabido que Cospedal le debe la presidencia de la región al resultado habido en la provincia de Guadalajara en mayo de 2011, aunque ella no lo haya querido reconocer, ni por sus palabras –al menos en público-, ni por sus obras. La soberbia, a veces, es la peor de las consejeras.
En todo caso, mis mejores deseos para todos los lectores de GD y sus familias en 2015, especialmente para quienes peor lo hayan pasado en 2014.