Con la duda aún de la distribución final de los escaños de la Diputación Provincial por la complejidad jurídica de determinar si procede o no computar como de un mismo partido o coalición los votos de las candidaturas de IU y Ahora, entre otras, dados los diferentes formatos e incluso “marcas” con los que han concurrido, los resultados electorales de anoche confirman que, al menos de momento, se ha acabado el tradicional bipartidismo PP – PSOE y con él las mayorías absolutas. Llega, pues, un tiempo nuevo en el que se han de conjugar con bastante más frecuencia que hasta ahora verbos como dialogar, negociar y pactar, dando la razón al sociólogo francés Gustave Le Bon que decía que “gobernar es pactar”, frase que Cristina Cifuentes puso en circulación en campaña, previendo lo que al final ha sucedido, pero que no citó completa pues éste añadía a continuación que “pactar no es ceder”, algo que de ser cierto complicaría muchísimo los pactos pues si nadie cede, mal pacto puede salir del acuerdo, y si sólo cede uno, peor aún. En fin, el caso es que a pactar tocan, o al menos a intentarlo, tanto en el Ayuntamiento de la capital –y en muchos otros de la provincia, sobre todo en el Corredor-, como en la Diputación Provincial y en la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Por un estrechísimo margen de 45 votos y muy a última hora, Antonio Román consiguió el concejal número 11, un muy mal resultado para él y su candidatura pues ha perdido 5 ediles respecto a las municipales de 2011, pero no pésimo pues la matemática electoral le va a permitir seguir siendo alcalde, con el permiso de Ciudadanos (2 concejales), bien a través de un pacto de gobierno con los de Albert Rivera o de la abstención de éstos o su voto a su propio candidato en el pleno de constitución de los Ayuntamientos -13 de junio, festividad de San Antonio para más señas-, lo que supondría que el actual alcalde continuaría al frente del consistorio al encabezar la lista más votada. Aunque en política es poco prudente decir que nunca jamás, considero improbable que Ciudadanos se coaligue en un tripartito con PSOE Y Ahora Guadalajara para desbancar al PP de la alcaldía, pues los de Rivera sitúan su ideario entre el liberalismo y la socialdemocracia, en torno al centro político, mientras que el binomio PSOE+Ahora cargará mucho a la izquierda, por influencia de esta coalición que en la capital han formado IU, Podemos, Equo y la Plataforma “Más de un Ciudadano”, entre otros colectivos e independientes claramente de izquierdas.
Cuando esto escribo, aún no se ha confirmado oficialmente la distribución de escaños en la Diputación Provincial, por la razón que he aludido al principio de este post: hay dudas sobre si los resultados obtenidos por las distintas “marcas” con las que IU, Ahora y otras coaliciones se han presentado en diferentes localidades de la provincia pueden ser sumadas o no, a efectos de adjudicación de los escaños correspondientes a cada partido o coalición para la corporación provincial. Provisionalmente, echando números con los resultados oficiales que ofrece la página web del Ministerio del Interior, el PP podría obtener 12 diputados provinciales (6 en el partido judicial de Guadalajara, 4 en el de Sigüenza y 2 en el de Molina), el PSOE 10 (6 en Guadalajara, 2 en Sigüenza y otros 2 en Molina), Ahora, 2 diputados (ambos en Guadalajara) y Ciudadanos 1 (también en Guadalajara). Si se confirmara este resultado finalmente, Ana Guarinos podría volver a repetir como presidenta de la Diputación, con el permiso, por activa o por pasiva, de Ciudadanos, claro está; o sea, se reproduciría prácticamente la misma situación que en el Ayuntamiento de la capital. Esperamos acontecimientos, porque si el PP, aunque sea con mayoría simple, mantiene el gobierno en la Diputación y también en el Ayuntamiento de la capital, lo que parecía un batacazo en toda regla en la noche electoral, puede amortiguarse, y mucho, en el día después, aunque gobernar en minoría suele ser muy complejo, desgastador y, no pocas veces, hasta frustrante. Pero el que tiene el bastón de mando, puede mandar; quien no lo tiene, no.
En lo que a la Junta de Comunidades se refiere, la cosa está bien clarita: PSOE y Podemos van a pactar, sí o sí, y van a arrebatar el poder a Dolores de Cospedal, a pesar de que ésta ha rozado la mayoría absoluta, que se sitúa en diecisiete escaños, obteniendo uno menos. Los catorce diputados regionales del PSOE más los tres de Podemos se aliarán para desalojar del Palacio de Fuensalida a la secretaria general del PP nacional y presidenta de los populares de Castilla-La Mancha, algo que le dará especial “gustirrinín” a José Bono, el padre, la madre y el tutor del socialismo de Castilla-La Mancha y la mano que sigue meciendo la cuna de los socialistas de la región, como se comprobó cuando propició hace meses una cena en la que compartieron mesa, mantel y contubernio el líder de Podemos, Pablo Iglesias, con José Luis Rodríguez Zapatero, Emiliano García Page y el propio Bono. O sea, que quien ha ganado (Cospedal) perderá, pero quien ha perdido (Page), ganará.
Los análisis sesudos de lo que ha ocurrido en las urnas el día 24 de mayo -festividad de Pentecostés y de María Auxiliadora, por cierto-, quedan para los expertos; para lo que no hace falta ser perito en nada, ni si quiera en lunas, como el de Miguel Hernández, es para deducir que el PP se ha desgastado fuertemente allá donde ha gobernado por las drásticas medidas de recorte en el gasto que se ha visto obligado a realizar, pero también por algunos vaivenes ideológicos dados a nivel nacional que han alejado a ciertos sectores del partido y, por supuesto, por la corrupción que, incluso, ha salpicado a algunos de sus referentes históricos, como Rodrigo Rato, y la que ha llegado a la mismísima sede de Génova, por el chusco caso Bárcenas. La corrupción no es patrimonio del PP, sino que, lamentablemente, se extiende como una mancha de aceite por todos los partidos y suele ser proporcional al poder que detentan. El caso de Andalucía es punto y aparte. A estos hechos y estas circunstancias que, sin duda, han erosionado al PP como si fuera lija del siete, se les pueden unir la tradicional política errática de comunicación de los populares, así como algunas censurables actitudes de cierta prepotencia de algunos de sus dirigentes y candidatos y, evidentemente, el desgaste propio de todo gobierno.
Decía un exprimer ministro inglés que los ciudadanos tienen en cada elección la posibilidad de “vengarse” del gobierno y que casi siempre la ejercen. Hace cuatro años, el PP conquistó cotas de poder inusitadas –entre ellas la Junta de Comunidades, por primera vez- cuando los ciudadanos se “vengaron” de Zapatero y de Barreda castigándoles a ellos y a sus candidatos locales en las urnas; ahora, apenas cuatro años después, esa venganza se ha facturado contra el PP. Lo significativo es que a unos les han pasado factura sólo cuatro años después de empezar a gobernar y a otros no se la cargaron hasta bien cumplidos los veintiocho.