Decía Disraeli, o al menos a él le atribuyó la frase Mark Twain aunque quien la utilizó mucho fue JFK, que “hay tres tipos de mentiras: mentiras, grandes mentiras y estadísticas”. Reconozco que, como diría Paulos, “soy un hombre anumérico” porque nunca he entendido ni me han gustado las matemáticas, aunque valoro su importancia para simplificar, ordenar, datar e, incluso, conocer y explicar muchas cosas. El problema de la estadística no está tanto en sus frías cifras, sino en la “caliente” (por interesada) interpretación que cada uno haga de ellas, algo que en la política española se pone especialmente en evidencia cada vez que el CIS hace público un sondeo de intención de voto, momento en el que todos los partidos comienzan a “retiñir” para arrimar el ascua a su sardina, como los frailes y clérigos en pos de la herencia del rico que Quevedo describía en su “Poderoso caballero es don dinero”.
A pesar de mi desafección por las matemáticas, no tengo yo muy claro que la estadística sea la mayor de las mentiras; es más, estoy seguro que no. Para mí, la mayor de las mentiras es la que se hace a sabiendas y con la que se pretende engañar a los más débiles, algo que, lamentablemente, viene ocurriendo cada vez con más frecuencia en la política española que, cuando debía ser una solución o un medio para resolver los problemas de la gente, se ha convertido en un problema, en un gran problema en sí misma. Pero como los españoles hemos salido ya de tantas y tan difíciles, confío en que más pronto que tarde y mejor que peor, salgamos del follón político en que nos metimos el 20-D y que nos ha llevado, más que a un gobierno a un desgobierno, comenzando por el Congreso de los Diputados que, en vez de un presidente, tiene en Patxi López a un forofo socialista al que se le ve el plumero tanto en sus dichos como en sus hechos e, incluso, en sus silencios, las tres fuentes primigenias del derecho musulmán referidas a Mahoma.
Pero mientras encontramos un gobierno, que espero que esté a favor y no en contra del sistema, vayamos a ver qué verdades encontramos en la estadística, que haberlas, haylas, como las meigas en Galicia, esa preciosa y bendita tierra en la que unos cuantos se han vuelto locos y andan declarando a las personas “gratas” o “non gratas” en sus ciudades, no en función de lo que han hecho, sino de lo que piensan. Cuando la izquierda saca el sectarismo a pasear se pone insoportable y da aún más miedo que pena. Punto y aparte.
Vayamos a la estadística que, en los últimos días, nos ha traído a Guadalajara datos del indicador urbano del INE, un balance de satisfacción de los servicios que presta la Policía Local y un overbooking (llenazo total y ya van unos cuantos) en los hoteles por la celebración en nuestra ciudad de una importante competición deportiva.
En cuanto al indicador urbano del INE, destacar que la ciudad de Guadalajara ha perdido más de 300 habitantes solo en un año, pasando de los 83.720 de 2014 a los 83.391 de 2015. Desde 2012 en que alcanzó la mayor población de su historia (84.803 habitantes), la ciudad ha ido perdiendo población lenta, pero progresivamente. Gran parte de esa población perdida son inmigrantes pues, mientras en 2011 representaban el 16,01 por ciento de la población, en 2015 sólo son un 12,02 por ciento, a pesar de la disminución del censo; o sea: gran parte de la población perdida son inmigrantes. Otro dato a resaltar es el progresivo envejecimiento de la población de Guadalajara ya que en 2015 los mayores de 65 años representaban el 16,22 de ella, dato que se va incrementando progresivamente cada año, al menos en los últimos seis, subiendo en un dos por ciento el número total de mayores entre 2010 y 2015. Pero hay un indicador para la esperanza del rejuvenecimiento de nuestra población, un factor siempre sin duda positivo: el porcentaje de menores de 14 años en 2015 sobre la población total de Guadalajara era del 15,76, el más alto de la serie histórica desde 2010, aunque superando al de 2014 sólo por dos décimas. Uno de los mejores datos del indicador urbano de la ciudad en 2015 lo aporta la cifra de desempleo, que ha descendido solo en un año casi cuatro puntos, pasando del 24,31 por ciento de 2014 al 20,67 de 2015, unos números aún muy altos, por supuesto, pero evidentemente bastante mejores que los de los cuatro últimos años, sobre todo los de 2012, cuando se alcanzó el 24,33 por ciento de desempleo, el dato más elevado en la historia reciente. Un parámetro que ha alcanzado su cénit histórico en 2015 es el del número de hogares que hay en la ciudad: 31.777, pero eso sí, con una ocupación media de 2,58 personas por hogar, la más baja de la serie histórica más reciente. A estos números que aporta la estadística, que cada uno le ponga “su” verdad, aunque algunos son incontestables.
Más números: según las encuestas realizadas por la propia Policía Local, el 92,59 por ciento de los guadalajareños estamos satisfechos con los servicios que nos presta. Sólo el 5,82 por ciento de la población está “poco satisfecha” con nuestra policía y el 1,59 “nada satisfecha”, entre los que no me cabe duda que se incluyen bastantes multados… Un gran dato que hemos conocido de esta encuesta de satisfacción sobre seguridad ciudadana es que el 90 por ciento de las emergencias se atienden en menos de cinco minutos. Y esto no lo dicen los números, lo digo yo y algo conozco del tema por los ocho años en que fui concejal del Ayuntamiento: Julio Establés es un magnífico Intendente de la Policía Local y, salvo mínimas excepciones que confirman la regla, es muy alto el grado de profesionalidad y competencia de nuestros agentes locales.
Termino ya con un dato extraordinario que merece ser conocido y destacado: Una vez más, y ya van unas cuantas, los hoteles, hostales y pensiones de nuestra ciudad (y alrededores, incluidos municipios de la Comunidad de Madrid) han colgado el cartel de “no hay habitaciones” del 10 al 14 de marzo por la celebración en nuestra ciudad de un gran evento deportivo, la Copa del Rey de fútbol-sala. Isabel Nogueroles es una buena concejal de turismo, pero a Eladio Freijo, el concejal de deportes, le tienen que poner un monumento los hosteleros de la ciudad.