Cuando muchos están aún deshaciendo las maletas tras disfrutar de las vacaciones en agosto y el síndrome posvacacional, el moreno playero y las barrigas cerveceras son pruebas irrefutables de ello, apenas sin tregua se nos convoca a la fiesta a los arriacenses que, para muchos paisanos, es la octava, o la minerva si lo prefieren, de la que hace apenas unos días han disfrutado en sus pueblos, si es que los tienen, que casi todos los tenemos. Los de la capital alcarreña, como los de la vizcaína, nacimos donde nos vino en gana, pero todos somos de aquí. Al menos los que queremos serlo, aunque en el DNI ponga otra cosa, que no es mi caso.
Efectivamente, del 10 al 16 de septiembre nos esperan ya las Ferias, pero desde el 29 de agosto, fecha en la que se trasladó a la Virgen de la Antigua -este año ataviada con el precioso vestido que le diseñó, pintó y regaló el gran Carlos Santiesteban– desde su santuario a la Iglesia de San Francisco para ser honrada allí en su tradicional novenario, ya se vienen celebrando actos festivos previos a la “semana grande”. De entre ellos, por su capacidad de convocatoria, por su repercusión social y económica, por su ambientación y tamaño -tanto en propuesta como en nombre-, ha destacado la celebración del “Gigante”, el festival de música indie, rock y pop que se celebra en Guadalajara desde 2014 y que ya ocupa un lugar de referencia en el cada vez más nutrido conjunto de festivales de estas características que se programan en España.
Este año, el programa del “Gigante” lo han completado casi medio centenar de grupos, con una calidad media bastante alta, algo que hay que reconocer y agradecer a sus promotores, gente de Guada sin complejos que arriesga cada año tiempo, dinero e ilusiones para que la ciudad tenga un festival de música importante, del que podemos disfrutar los propios guadalajareños, a la vez que quienes, por miles, acuden de fuera a su atractiva convocatoria. Al ambiente de la ciudad y, sobre todo, a la hostelería, les viene muy bien el “Gigante” porque contribuye a llenar unas calles que, a finales de agosto, solo las pasea el sol, y a hacer unas cajas en bares, restaurantes y terrazas que solo se hacen en días contados.
Hace tiempo que me descolgué de seguir al día la música de actualidad, pero sigo reconociendo y degustando la de calidad. Del buen cartel del “Gigante” de este año, hay muchas opciones para destacar, pero, si he de quedarme con solo dos, lo hago con Enrique Bunbury, uno de los modernos más clásicos del pop-rock español, y con Josete Villanueva, un gran músico gallego que viene creciendo en la última década y que actuó con otros dos grupos más (The Groovies y Nixon) el sábado por la mañana en la plaza de Santo Domingo, momento en que el festival eligió para bajar de la Fuente de la Niña al centro de la ciudad y ofrecer, gratis et amore, un buen rato musical para quienes quisimos disfrutarlo. Que fuimos pocos, pero gozamos mucho, porque a las 12 del mediodía en que comenzó a actuar Villanueva era una hora aún muy temprana para los festivaleros, noctámbulos de vocación, a pesar de lo cual el sol ya picaba en ese solárium de lagartijas que es esta céntrica plaza cuando el astro rey se empeña en ser déspota. Dorian, La M.O.D.A, el Kanka, Ángel Stanich, Elefantes y hasta nuestros Despistaos fueron algunos de los grupos de mayor tirón en este “Gigante” que aún tiene margen de crecimiento en el futuro porque sus promotores saben lo que quieren y están haciendo las cosas bien. El provincianismo de manga ancha y mirada corta no debe cortapisar un buen proyecto como éste -mejor dicho, una realidad ya contrastada- y hace muy bien el ayuntamiento en apoyarlo porque convierte a la ciudad en receptora de visitantes y en promotora y organizadora de actividad, una fórmula que se está aplicando con absoluto acierto en la gestión deportiva, liderada por ese extraordinario concejal que es Eladio Freijo; con la doble virtud, en este caso, de que se está haciendo de una forma continuada y no solo ocasional.
Terminamos con las Ferias que, como el mar en la canción de Aute, ya se adivinan. Hace años que el programa es continuista, algo que no lo digo en sentido negativo, sino como indicativo de que el modelo festivo está consolidado después de muchos años de dudas, incluso hasta en las fechas de celebración. No obstante, con un poco más de presupuesto e imaginación, especialmente en actividades de dinamización de calle, la programación podría colorear también más.
Al hilo de los presupuestos municipales para ferias, como concejal delegado de festejos que fui entre 1999 y 2003, aconsejo a la oposición en el ayuntamiento de la capital que no intente soplar y absorber a la vez, porque es imposible; es decir, no se puede pedir que se gaste menos dinero en fiestas -Ciudadanos así lo ha exigido en dos de los tres presupuestos aprobados en este mandato-, al tiempo que se reclama que la programación sea mejor y no tan continuista, algo en lo que hacen sobre todo hincapié PSOE y Podemos cada año. No obstante, cierto es que no todo lo compra el dinero, como nos invita a reflexionar este inteligente mensaje que leí en la camiseta de un festivalero del “Gigante” cuando escuchábamos los dos a Villanueva en Santo Domingo: “Cuántas pelas debe tener la Luna para salir todas las noches”. La imaginación al poder, sí, pero las ideas no pueden pasar de proyecto si no se dispone de recursos para que bajen de la nube al suelo.