Aún a riesgo de que algunos me llamen “facha” por aquello de apelar al sol -aunque no cante de cara a él, sino que eche de menos la albada-, he titulado esta entrada de idéntica forma que la bonita canción que Enrique y Álvaro Urquijo compusieron para su grupo, Los Secretos, al que tanto nos unió a los guadalajareños su recordado batería, Pedro Antonio Díaz, muerto en accidente de circulación en la Feria Chica arriacense de 1984. Parafraseando al mítico Jethro Tull, Pedro era demasiado joven para morir, cuando era aún también joven para el rock and roll, pero ya no volvió a amanecer más para él, frustrándose con ello uno de los mejores músicos de la “movida” madrileña, la “new wave” cañí. El ritmo que “Pedrito” imprimió a la buena música de los hermanos Urquijo, fue determinante para que el grupo diera un salto de calidad y se convirtiera en todo un referente de su época, que aún hoy pervive, incluso tras perder a dos de sus puntales: Enrique Urquijo y el propio Pedro.
Pero hoy no toca hablar de música, pese a que me haya inspirado en el título de un tema de Los Secretos que, como casi todos, tiene su punto de melancolía: “(…) La lluvia que mojaba tus calles tan lloradas, quisiera que limpiara también tu alma. Y no amanece, y no amanece, y no amanece”. El “Y no amanece” de hoy está dedicado a la lamentable realidad de Cataluña, esa parte señera de España a la que los independentistas han metido en una encrucijada de muy difícil salida y en la que hace ya muchos meses que no amanece porque las sombras, la penumbra y la oscuridad invaden casi todo, de manera muy especial la convivencia.
En Cataluña, desde que el iluminado e irresponsable Puigdemont y sus sosías del PDCAT, ERC y las CUP, con la decisiva colaboración de la ANC y Omnium Cultural, decidieron huir hacia adelante y declarar una república y una independencia que no eran legalmente posibles, cada mañana sigue saliendo el sol, pero no amanece nunca. Puede parecer una contradicción, pero hay noches que se alargan una eternidad y días que no amanecen jamás; en esas está Cataluña desde que la mitad de ella decidiera excluir a la otra e imponer a espaldas del derecho, de la razón, del sentido común y de la comunidad internacional un ideario nacionalista radical, más propio de finales del siglo XIX que de principios del XXI.
Así las cosas, puede salir el sol por el cabo de Creus, el punto más oriental de Cataluña, pero no amanecer allí porque nunca puede ser de día cuando en un lugar de España se odia, insulta y veja lo español con impunidad y de forma reiterada como de un tiempo a esta parte se hace en Cataluña, cada vez de forma más descarada. No puede ser de día en una parte de España en la que se persigue el idioma español como si se tratara de Joan Serra, “el bandoler” apodado “Lapera” de la canción de Lluis Llach, un cantautor que parecía cantar a la libertad y lo que en realidad quería era atarnos a todos a la “estaca” independentista, tan estaca como la de la larga noche franquista.
Y si hace ya muchos meses que no amanece en Cataluña, las cosas no tienen pinta de que vayan a cambiar por culpa del imprudente, insensato y radical presidente de la Generalitat, Joaquim Torra, puesto a dedazo por el huido Puigdemont desde Waterloo. El, solo teóricamente, “molt honorable” está más por el “sostenella y no enmendalla” que por acabar con esta ignominiosa etapa en la que la región catalana hace tiempo que dejó de ser una de las locomotoras de España para convertirse en un colosal freno de desarrollo social y económico. Y eso sí que es romper con la mejor parte de su historia, complicar su presente y oscurecer su futuro.
Me insistía mi padre, cuando yo me empeñaba en alargar las noches hasta la albada en mi primerísima juventud, que en la oscuridad apenas se veía y que en ella había mucho peligro emboscado entre las sombras. Pese a que por el cabo de Creus salga el sol cada mañana, en Cataluña seguirá sin amanecer mientras se corten impunemente carreteras sin intervenir los “Mossos de Esquadra”, se “purgue” a policías por tratar de mantener el orden público o se apele a imitar al “modelo” esloveno de independencia, que costó 60 muertos, como ha hecho Torra sin que se le caiga la cara de vergüenza. Ni a él, ni a sus compañeros de este viaje a ninguna parte en el que se ha convertido el “procés”.
A día de hoy lo veo muy difícil porque el “seny” ha huido de una gran parte de Cataluña -eso sí que es perder identidad-, pero espero que, como afirmaba una de las proclamas del mayo del 68 francés, “algún día saldrá el sol” también allá; sí, por el cabo de Creus, “mágica luz de Cadaqués” que cantaba Mecano homenajeando a un catalán y español universal, Salvador Dalí, cuyas últimas palabras públicas fueron: “Els genis no tenim dret a morir, perquè fem falta pel progrès de l’Humanitat ¡Viva el Rei, viva Espanya, viva Catalunya!”. Las dejo ahí porque no hace falta traducirlas.