Estamos metidos de lleno en la posnavidad, la “cuesta de enero” o como queramos llamar a este período del recién estrenado invierno que llega tras despedir un año y recibir otro después de dar continuos homenajes al colesterol y jalear al ácido úrico y las transaminasas, y que se parece un poco al principio del otoño; no lo digo por la climatología, bien diferente, sino por las sensaciones de finalizar un ciclo muy marcado y comenzar otro. Si el tiempo del final del verano y el principio del otoño nos invita un poco a la melancolía por lo bueno que dejamos atrás -vacación, luz y calor, fundamentalmente- y por lo no tanto que se aviene -rutina laboral, luz y calor que van menguando- la etapa de conclusión del otoño e inicio del invierno la recibimos dándolo todo -algunos, incluso más de lo que pueden- y, claro, después se cumple el sabio refranero: “Días de mucho, vísperas de poco”.
Ahora que los tiempos los marcan “stories telling” en las redes sociales y los “relatos” en la comunicación global, especialmente en la política, que no siempre tienen que ver con la realidad -cada vez más “fake”-, creo que ni el “community manager” más activo ni el comunicador político más sectario pueden no dar un “like” e incluso “retuitear” ese refrán que resume el tiempo recién pasado y el presente, incluso aunque eso de los refranes sea más “out” que “in” y esté bastante demodé porque suena a viejo y a rural.
Y ahí quería llegar yo. Me sorprendió gratamente que en el informativo de mediodía de Antena 3 TV, el mismísimo día de Reyes, con las familias “zangolotineando” -perdón por este abuso del castellano al convertir en verbo un adjetivo- compulsivamente alrededor de regalos y roscones, se le dedicaran tres minutos a la alarmante despoblación que padece el medio rural español. En ese mapa de la España cada vez más desierta, se destacaba a tres comunidades autónomas como principales víctimas de la sangría poblacional que no cesa desde los años sesenta del siglo pasado: Castilla y León, Aragón y La Rioja. Castilla-La Mancha y, por ende, Guadalajara no estaban en ese plano de la España despoblada, a pesar de que la mayor parte de nuestra provincia, excepción hecha del Corredor del Henares y el entorno de la capital, está tan deshabitada como los territorios de las regiones antes citadas. Es lo que tiene la estadística, que es una ciencia teóricamente exacta pero plagada de inexactitudes porque las medias, las modas y las medianas desprecian las dataciones extremas, y el medio rural de Guadalajara ofrece dataciones demográficas sumamente extremas respecto a su propia capital y entorno y, no digamos ya, en relación a la mayor parte del resto de Castilla-La Mancha -excepto Cuenca y algunas zonas puntuales de las otras tres provincias-, donde hay muchos menos municipios que aquí y bastante más poblados.
La base documental de esta información televisiva que le restó tres minutos de protagonismo a los Reyes Magos y a la “Lotería del Niño” parte de un estudio elaborado por el profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona, Joaquín Recaño, según el cual la mitad de los municipios españoles están afectados por problemas graves de despoblación. Este mismo estudio alerta de que 1.840 de ellos han sido identificados como espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible; entre los que, evidentemente, se encuentran todos los que tienen menos de 100 habitantes que, recordemos, en el caso de Guadalajara son 178 de un total de 288.
El estudio de la UAB determina que en España hay un total de 8.125 municipios, de los que casi 5000 tienen menos de 1000 habitantes, pero ocupan el 40% de la superficie del país, si bien apenas concentran el 3% de población. Nosotros podemos aportar, en el caso concreto de nuestra provincia, que el 80 por ciento de la población se concentra en menos de un 20 por ciento del territorio, por lo que, si damos la vuelta a este dato, podemos afirmar que menos del 20 por ciento de la población provincial ocupa el 80 por ciento de su territorio. Las dos Guadalajaras de las que hemos hablado tantas veces y cuyas diferencias siguen ensanchándose porque, como sostiene el profesor Recaño «cierto es que la emigración ha perdido empuje, pero han cobrado más importancia las pérdidas de población por una natalidad muy baja y una mayor mortalidad por envejecimiento, por lo que el escenario se ha agravado y presenta ya un serio problema de sostenibilidad demográfica».
Son nuevos números de una vieja y conocida preocupación que, lejos de resolverse, se va agravando paulatinamente, aunque varíen algo sus causas y circunstancias: antes era un problema cuantitativo -la emigración masiva vivida en gran parte de nuestro medio rural- y ahora, una vez diezmada la población hasta el extremo, ya es también cualitativo: su envejecimiento y lo que éste conlleva, especialmente la falta de actividad productiva.
Ya se cuenta por décadas el tiempo que España lleva recibiendo importantes fondos estructurales de la UE para el desarrollo regional, social y rural: FEDER, FEADER, FSE y hasta hace poco también los Fondos de Cohesión; numerosos son los programas que se han financiado con estos fondos y que se han traducido en sustanciosas inversiones en el medio rural: Leader I, Leader II, Leader Plus, Proder I y Proder II, fundamentalmente, pero es evidente que, al menos en el caso de nuestra provincia aunque me consta que también en el de otras, el medio rural, lejos de desarrollarse, se está sub o infra desarrollando, como prefieran, hasta el punto de que muchos pueblos sufren riesgo de desaparición, incluso siendo ya casi prácticamente segundas residencias desde hace tiempo.
Es muy grave el problema y, por tanto, no puede ser sencilla la solución, aunque yo comenzaría haciendo una auditoría y una autocrítica de qué es lo que se ha hecho en nuestro medio rural, céntimo a céntimo, con todos esos millones de euros que han venido de Europa, qué se podría haber hecho y, lo que es más importante, qué es lo que se puede hacer mejor con lo que aún esté por venir. Sin autocrítica y autoexigencia, no se puede ni criticar ni exigir. O, al menos, no se tiene autoridad moral para ello. En todo caso ¡feliz posnavidad, paisanos!